jueves, 28 de abril de 2011

Wael Ghonim y la revolución 2.0

Arturo Loría

Como cada año, la revista Time elige a las que, a su consideración, son las 100 personas más influyentes del mundo. Artistas, políticos, activistas, deportistas, investigadores, académicos, científicos o empresarios, son algunos de los personajes que figuran en la lista de este año.

Si se revisa la lista, el primero en aparecer en ella es Wael Ghonim, alguien poco conocido (en comparación con personajes como Oprah Winfrey o Michelle Obama), particularmente para aquellos que no estén familiarizados con la reciente revolución egipcia.

Nacido en Cairo, Egipto, en el seno de una familia de clase media, Ghonim se licenció en ingeniería informática en la Universidad del Cairo, obteniendo después una maestría en mercadotecnia y finanzas, de la que saldría con honores, por parte de la Universidad Americana del Cairo.

Desde antes de comenzar a estudiar, Ghonim ya estaba ayudando a lanzar uno de los sitios más visitados del mundo árabe: http://www.islamway.com. Durante los siguientes años, colaboraría con distintas empresas informáticas hasta que, en noviembre de 2008 entrara a trabajar a Google, como gerente de marketing del área destinada a medio oriente y norte de África, con oficinas en Google Egipto.

En 2011 abrió los espacios “Mi nombre es Khaled Said” y Todos somos Khaled Said”, hechos tras la muerte de un joven partícipe de las manifestaciones egipcias y que promovían la que es, tal vez, la principal ideología de Ghonim: la gente que murió por la revolución egipcia no eran terroristas ni enemigos de la nación, por el contrario, la gente involucrada con la revolución egipcia son personas que aman a su país.

Los espacios dedicados a Khaled Said fueron más allá del tributo y sirvieron como vehículo para las movilizaciones del pasado 25 de enero. Y fueron precisamente éstos, los causantes de la desaparición de Ghonim el 27 de enero.

Establecido ya en Dubai, Ghonim había pedido permiso en Google para ir a Egipto pues tenía “un problema personal” muy grave que tenía que atender de forma inmediata. El problema era la revolución en curso y vaya que era personal para el ciberactivista.

Su nivel de compromiso con la revolución egipcia quedó claro en la entrevista que Ghonim ofreció al canal de televisión Dream TV el siete de febrero pasado, día en que fue liberado.

Tras 48 horas sin dormir y sin haber comido, Ghonim se quebró frente a la presentadora Mona El-Shazly en una entrevista que, bajo otras circunstancias, hubiera parecido montaje televisivo. Pero las lágrimas de Ghonim no podían ser más auténticas.

Durante poco menos de 20 minutos, el activista narró lo que le había ocurrido y reiteraba desesperadamente dos cosas: “No somos traidores” y “Los héroes están afuera, son toda la gente que está marchando, que está haciendo algo, yo sólo estaba sentado detrás de un teclado escribiendo nombres”.

Lo más interesante de las declaraciones de Ghonim fue el hecho de que, su mayor tortura, fue la incomunicación. Según declaró a El-Shazly, la gente en prisión lo trató muy bien (“gente inteligente” los denominó el informático) y que en ningún momento lo torturaron o le hicieron algo, simplemente, lo mantuvieron incomunicado de su gente y de todo lo que estaba ocurriendo.

En ese momento Ghonim tal vez no se dio cuenta, pero expuso la que había sido su mayor tortura: la incomunicación, la falta de información.

Y es que si algo puede aprenderse del caso de Wael Ghonim es que la revolución en el siglo XXI se hace con y a través de la información. Él asegura que no hizo nada, comparado con el trabajo de la gente en las calles, sin embargo, sus espacios en las redes sociales ayudaron a que mucha de esa gente llegara a la calle.

El punto más crítico, tal vez, en la entrevista con Mona El-Shazly fue cuando, tras la catársis de Ghonim, comenzaron a aparecer en pantalla las imágenes de algunos de los jóvenes que habían muerto en las manifestaciones: era como si de repente, toda la información que el gobierno le había escondido a Ghonim apareciera en imágenes, una tras otra. Y entonces se quebró.

Su llanto, lleno de honestidad, se mantenía a la par de las imágenes proyectadas. Finalmente, Ghonim no pudo más: “Tengo que irme”, dijo con la voz entrecortada, y dejó el set.

La entrevista dio la vuelta al mundo y conmovió a muchos, pues el llanto de Ghonim representaba el de toda una nación que le enseñaba al mundo cómo se hace la revolución en el siglo XXI, con qué medios y de qué manera.

Si alguien se preguntaba cómo se hacían las revoluciones hoy en día, basta ver las declaraciones de Ghonim: “No es tiempo de dividir el pastel, no es momento de ideologías…”. Y más aún, como declaró en el programa 60 minutos: “Nuestra revolución es como Wikipedia (…), todo mundo contribuye al contenido, [pero] tú no conoces los nombres de quienes están contribuyendo. Esto es justo lo que pasó. La revolución 2.0 en Egipto fue justo de esta manera. Todos contribuyendo con pequeños pedazos y piezas. Hicimos este cuadro completo de la revolución. Y nadie es un héroe en esta imagen”.

Bienvenidos, pues, a la era de las Revoluciones 2.0.

Tomado de: http://homozapping.com.mx/


Lecciones de las TIC

Alejandro Canales*

En el año 2000, cuando se abría el horizonte del nuevo siglo y las transiciones en México todavía eran una promesa, parecía probable mejorar el sistema educativo. En ese entonces, el gobierno mexicano depósito en las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) las esperanzas para impulsar los servicios públicos —el educativo incluido— y el bienestar de la población. Hoy, una década después, a las TIC ya no se les llama “nuevas” (antes se decía NTIC), pero en el ámbito educativo, tras ensayos costosos e inútiles, todavía no sabemos bien a bien qué hacer o cómo utilizar las TIC en los salones de clase. Tal vez, como sugiere un estudio del BID que se publicará próximamente, convendría no descuidar lo esencial: el papel del maestro.

La idea de llevar las TIC a los salones de clase, a gran escala, comenzó en la administración anterior. Por medio de Enciclomedia, un programa que arrancó en 2004, se buscó equipar a 20 mil aulas de quinto y sexto grados de primaria con una computadora, un proyector y un pizarrón interactivo. El contenido digitalizado de los libros de texto de esos grados era proyectado en pantalla y los niños podían revisar y/o enlazar el contenido con información más amplia (fotos, películas, visitas virtuales, etcétera). La idea subyacente era que tal experiencia generaría un aprendizaje más constructivo en los niños.
Las autoridades educativas, hacia el final del sexenio anterior, consideraron que Enciclomedia era el programa ideal y sin mayor debate dispusieron su expansión a todas las aulas de quinto y sexto grados de primaria del país y a la educación secundaria. Miles de aulas, cientos de miles de equipos y miles de millones de pesos involucrados.

Sin embargo, a la par del crecimiento de la iniciativa comenzaron a aflorar los problemas: la distribución del equipo, los proveedores beneficiados, la capacitación para manejar el programa, los procesos de licitación, el mantenimiento del equipo, la licencia del uso de software y, sobre todo, el impacto del programa en el aprendizaje de los niños.

Los cuestionamientos a Enciclomedia fueron en aumento. No obstante, el programa continuó su operación, dada la firma de contratos multianuales que comprometieron recursos y extendieron su vigencia hasta el actual sexenio. En 2008, con ciertas vacilaciones para determinar qué hacer con todo el equipo de Enciclomedia que está en las aulas y qué camino seguir para llevar las TIC a los salones de clase, las autoridades educativas anunciaron que habría una transición hacia un nuevo programa: Habilidades Digitales para Todos (HDT).

El nuevo programa, con ciertas ambigüedades sobre el modelo a seguir, también se propone contribuir a mejorar el aprendizaje de los estudiantes de educación básica mediante la utilización de las TIC en los salones de clase.

Según el tercer informe de gobierno, en el ciclo escolar 2008-2009 inició una fase experimental del Proyecto Aula Telemática (salones de uso exclusivo con computadoras o salones de clase equipados con computadoras) en una muestra de 200 escuelas secundarias, también se capacitó a mil 400 docentes y se distribuyeron 779 millones de pesos “para apoyar el desarrollo de los 32 Programas Estatales de Habilidades Digitales para Todos” (p. 476).

En el más reciente informe de gobierno, el de septiembre del año pasado, se advierte que se entregaron 345 millones de pesos a las entidades federativas para integrar HDT, equipar y conectar mil 325 aulas de secundarias generales —las cuales se sumarán a las 2 mil 775 ya existentes— y tienen previsto capacitar y certificar en el uso didáctico de las TIC a poco más de medio millón de profesores de educación básica entre este y el siguiente año (p. 455).

Es decir, el actual programa escala en sus dimensiones y nuevamente están involucrados cientos de miles de equipos y miles de millones de pesos. La experiencia con Enciclomedia, aparte de la necesaria transparencia en los procesos de licitación, debiera ser suficiente para mostrarnos que equipar aulas o alumnos no garantiza una mejora en el aprendizaje si no se acompaña de otros elementos. De hecho, sigue siendo materia de debate el efecto de las TIC en el ámbito de la educación.

El próximo mes, el BID publicará un estudio (Development connections. Unveiling the impact of new information technologies) en el cual presenta los resultados del empleo de las TIC en seis diferentes áreas sociales en América Latina y el Caribe, entre ellas la educación. Uno de sus principales hallazgos es que del total de proyectos educativos valorados, una proporción relativamente pequeña (14 por ciento) realmente se ha beneficiado del uso de las TIC. Y una de sus principales conclusiones es que habrá resultados escasos si no se atiende la capacitación de los profesores y el uso del software. Parece obvio: los dispositivos tecnológicos por sí mismos son insuficientes para mejorar la calidad educativa. ¿Es tan difícil de entender?

* UNAM-IISUE/SES.
canalesa@servidor.unam.mx






martes, 26 de abril de 2011

Última semana legislativa



Miguel Ángel Granados Chapa
Reforma/26 de abril de 2011

Ésta es la última semana del periodo de sesiones ordinarias de primavera de la LXI legislatura. Si mucho me apuran, podría aventurar que es también el tramo postrero de la legislatura misma. Es verdad que sólo en julio del año próximo se elegirá a los senadores y diputados de la LXII legislatura, que asumirá sus funciones el primero de septiembre de 2012. Por ello, a los actuales miembros del Congreso les restan dos periodos de sesiones ordinarias, el del otoño próximo, del primero de septiembre al 15 de diciembre, y el formalmente final, de primavera, del 1º de febrero al 30 de abril de 2012.

Pero cuando se reúnan de nuevo los legisladores, en septiembre próximo, su atención, energía y tiempo estarán concentrados en los procesos de elección de candidatos presidenciales. Esa circunstancia, y los intereses desatados en torno de ese suceso, dejarán en un segundo plano el trabajo legislativo propiamente dicho. Con un añadido más: Dos de los precandidatos presidenciales actúan ahora en las Cámaras, y en septiembre acaso habrán pedido licencia para contender por la postulación de sus partidos. Es el caso de la diputada Josefina Vázquez Mota y del senador Manlio Fabio Beltrones.

Si ganan la candidatura, habrán dejado atrás su presencia en el Congreso. Si no la obtienen y se reintegran a sus asientos, ya no serán lo que son hoy, y su capacidad de influir y de negociar habrá mermado considerablemente. Y si a estas alturas ha sido ardua labor lograr consensos para avanzar en materias que importan si no a los ciudadanos por lo menos a los grupos de poder y a las fracciones parlamentarias, entonces el grado de dificultad para ese propósito, en tales condiciones, habrá crecido de manera notoria. También cabe la posibilidad, sin embargo, de que en sentido opuesto al razonamiento anterior, las condiciones de la acción legislativa mejoren porque hayan sido removidos obstáculos como los que hoy se perciben, como el enfrentamiento o la escasa coordinación entre las dos bancadas del PRI en el Congreso.

Sea de ello lo que fuere, en estos días los diputados y senadores deberán desahogar una abundante agenda, donde hay pendientes de toda suerte. Sobresale por su relevancia, y porque en tratándose de enmiendas constitucionales se reclaman mayorías calificadas y la intervención de las legislaturas locales, la sólo por rutina llamada reforma política, que no lo es en sentido estricto, porque no forma un conjunto coherente dirigido a un cierto objetivo, sino sólo un agrupamiento de modificaciones para dar satisfacción, o aparentar que eso se hace, a los factores que intervienen en el proceso político respectivo.

Tal es el caso, prototípicamente de las candidaturas independientes. Las propuso, en el ya remoto diciembre de 2009 el presidente Calderón como parte de un paquete al que también se intentó motejar como reforma política. Carente de enhebramiento (casi como el atado de medidas en trance de aprobación ahora), en sus eslabones podía sin embargo percibirse una intención, la de cortejar a “los ciudadanos”, cuyo rechazo a los partidos quedaba abonado con ese conjunto de propuestas: iniciativa ciudadana, referéndum constitucional, etc.).

El Estado mexicano está obligado, adicionalmente, a legislar para establecer las candidaturas ciudadanas. Jorge G. Castañeda obtuvo en tal sentido un fallo de la Corte interamericana de justicia. Mas, como ocurre con otras sentencias de ese tribunal, las autoridades mexicanas proceden con doblez, pretendiendo que cumplen al mismo tiempo que mantienen las cosas como están. El acuerdo hasta este lunes, entre las bancadas que pueden reunir la mayoría es que la reforma constitucional respectiva entre en vigor en 2015, lo que impide que se practique en la sucesión presidencial del año próximo. Aunque el PAN se empeñaba a última hora en persuadir al PRI de establecer la nueva norma cuanto antes, de todas maneras se requiere que la legislación secundaria en efecto permita la participación directa de los ciudadanos al margen de los partidos. Pero ello supondría una remodelación completa del andamiaje institucional electoral, que descansa en el primordial papel de los partidos en el sistema de elecciones. Y los partidos no aceptarán suicidarse, perdiendo la exclusividad de la presentación de candidaturas.

Otra materia pendiente, que tiene implicaciones muy delicadas, es la ley de seguridad nacional. Respecto de ella ha habido disensos interiores en el PRI, principalmente porque el intento de legitimar la actuación militar en seguridad pública conlleva no sólo mantener privilegios como el fuero de guerra sino la creación de otros espacios de militarización inconvenientes. Algo peor que esa pretensión está perfilándose, si hemos de creer en la información obtenida por la reportera Jesusa Cervantes, que atribuye un súbito allanamiento ante las pretensiones castrenses a la amenaza de publicar expedientes negros de gobernadores que para impedirlo recomiendan a sus diputados avenirse. El amago habría procedido del Ejecutivo mismo como medida extrema para sacar avante una legislación que el Congreso ha mirado con renuencia. (Proceso, 24 de abril)

No se precisa enunciar cuán peligroso es que se consiga de ese modo la obsecuencia parlamentaria. Toda presión para legislar, más allá de la legítima persuasión política pone en riesgo la convivencia institucional, como también lo hace premiar con impunidad a presuntos delincuentes que los que en vez de tratar como interlocutores deberían ser castigados.

lunes, 25 de abril de 2011

Tuirán en la UNAM

Humberto Muñoz García*

El simpoisum “Adolescentes y juventud: de hoy al mañana” se llevó a cabo la semana pasada en la UNAM. El encuentro fue organizado por la Facultad de Psicología y por la Coordinación de la Investigación Científica. Durante dos días se examinaron los problemas de los jóvenes, que hoy aparecen intensamente en todo el orbe.

En África y América Latina, los jóvenes padecen un alto desempleo que, en efecto, no es privativo de estas dos zonas del mundo. Lo que es específico, tal vez, sea la vulnerabilidad en la cual se encuentran, lo cual vale la pena conocer y debatir para resolver problemas como éste.

Porque en muchos países de estas dos regiones, incluido el nuestro, no es difícil ligar la falta de oportunidades con hechos de violencia que afectan a los jóvenes.
En México, a los jóvenes los matan o los expulsan del territorio, y la intensidad del fenómeno es de tal magnitud que ha comenzado a surgir un movimiento en la sociedad civil, una vez más, cuya consigna es que se detenga la violencia en el país.

Para quienes creen que el problema radica en que los jóvenes son jóvenes, es prudente decirles que el problema no son ellos, sino la condición en la cual la sociedad los ha puesto.

En este marco tan complicado, los asistentes al Simposium tuvimos la oportunidad de escuchar la conferencia magistral dictada por el doctor Rodolfo Tuirán Gutiérrez, titulada “Los jóvenes mexicanos: Situación actual y desafíos futuros”. Por su importancia y por el carácter académico que le imprimió el subsecretario a su presentación (él es investigador), resaltaré algunas de las ideas y resultados que me llamaron la atención, los cuales valen la pena comentar y difundir a un público más amplio.

Respecto de la dinámica demográfica, mostró el cambio en la estructura de la población, que ha pasado de tener una forma piramidal a una morfología más abultada en el tramo de edad (12 a 29 años) que abarca a los jóvenes, lo cual se ha llamado el bono demográfico.

Entre 1980 y 2010, los jóvenes pasaron de 23.8 a 35.8 millones. Este dato es ilustrativo de la presión que el cambio demográfico le ha hecho a la estructura de oportunidades en la sociedad. “Nunca ha habido tantos jóvenes como ahora”, remarcó el ponente, y nunca ha habido tan pocas oportunidades para ellos.

El número de jóvenes empezará a caer en 2015. Por ello, en los próximos cuatro años, el país necesitará resolver muchos problemas educativos y de empleo para que los jóvenes, y con ellos la nación, puedan ir adelante. Arreglar el país para el cambio generacional será el principal desafío del próximo gobierno.

La situación de México no deja lugar a dudas sobre las desigualdades a las cuales se enfrentan los jóvenes. A la universidad asisten sólo 19 por ciento de jóvenes provenientes de los cuatro deciles de menor ingreso, comparado con 37 por ciento (casi el doble) de los que provienen de los dos deciles con más alto ingreso. Y sólo tres de cada diez jóvenes de la edad correspondiente están matriculados en una institución de educación superior.

Así pues, aquí hay un problema de distribución de la escolaridad que el subsecretario dejó claro en su conferencia. El otro, es que los jóvenes que trabajan (45 por ciento) reciben muy bajos salarios (menos de dos salarios mínimos).

Hace años, cuando el doctor Tuirán fue secretario ejecutivo del Consejo Nacional de Población (Conapo), le leí un texto en el cual llamaba la atención sobre la magnitud tan grande que habían adquirido los jóvenes que no estudian ni trabajan.

Recientemente, el rector de la Universidad Nacional, el doctor José Narro Robles, fue quien, con todo el respaldo académico del Seminario de Investigación en Juventud de la UNAM, enfocó y advirtió la delicadeza del asunto de los ninis. No pasó por alto que, en los editoriales de Campus, se han publicado resultados de investigación acerca de este grupo. En uno de ellos, por ejemplo, se registró que los ninis son, en su mayoría, mujeres.

En la ponencia que presentó el doctor Tuirán se develan más rasgos de los ninis. En Chiapas, Michoacán y Tabasco, el peso de estos jóvenes en el total alcanza a 1 de cada 4, aproximadamente. La mayoría de este grupo en la república (6/10) ha tenido alguna experiencia laboral previa. Sólo una fracción (14 por ciento) de quienes han o no trabajado, declararon estar disponibles para entrar a una ocupación, y en 60 por ciento de los casos los ninis son personas pobres.

La conferencia fue abundante en ideas e información, y de ella se deriva que entre los ninis hay una población, los más vulnerables, que merece ser atendida por las políticas públicas. Es importante para la sociedad y el gobierno que la UNAM, en voz de su rector, hiciera referencia al problema.

En la parte final de su exposición, el doctor Tuirán hizo una serie de señalamientos. Uno de ellos fue acerca de la necesidad de ampliar la cobertura de educación superior, para lo cual manejó cuatro escenarios y los costos que cada uno de ellos implicaría. Pero, finalmente, hay un acuerdo entre lo dicho por el subsecretario y lo que hemos señalado los universitarios, encabezados por el doctor Narro, para que en México se haga un esfuerzo extraordinario, de tal forma que la meta en 2019-2020 sea llegar a una cobertura de 50 por ciento.

Me parece, a título personal, que hay coincidencias claras entre lo dicho por el doctor Tuirán en su ponencia y algunos lineamientos declarados por el rector Narro Robles: hacer una política de Estado para la educación superior, y dar financiamiento adecuado a las necesidades de las instituciones educativas (que, según entiendo, la UNAM y la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior, ANUIES, han sugerido sea multianual).

Lo más interesante fue que el subsecretario llamó a establecer un nuevo contrato educacional. Es deseable que todos los rectores y las fuerzas que actúan en la educación superior prestaran atención a lo señalado, para que entre todos empujemos la idea. La presencia del subsecretario en la UNAM cobraría un mayor sentido para el porvenir inmediato de los jóvenes.

* UNAM. Seminario de Educación Superior, IIS. Profesor FCPS.
recillas@servidor.unam
Tomado de: http://www.campusmilenio.com.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=224:tuiran-en-la-unam&catid=39:opinion&Itemid=142