Carlos Ornelas *
La educación básica de México sufre de malformaciones severas. Su baja calidad se demuestra en todo tipo de evaluaciones, el rezago es una prueba de la inequidad que la afecta y su eficiencia es la más baja de los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Incluso, es motivo de escándalo que se hereden o vendan las plazas de los maestros que pasan a retiro. Para intelectuales, periodistas e investigadores de la educación, la traba principal —y la causa de que no se puedan resolver los otros problemas— radica en la gobernación del sistema educativo.
Pienso que el asunto va más allá, que hay una fractura institucional de primera magnitud que llevó años de gestación y que hoy se manifiesta con toda crudeza. El gobierno de la educación básica está colonizado por una camarilla, que también domina en el SNTE.
Coloniza y vencerás
El concepto colonización es útil para ilustrar la escalada de las diversas camarillas del SNTE para asaltar el gobierno de la educación básica. Colonizar significa la intervención de un territorio por nacionales de otro país; los colonizadores se asientan e imponen su “cultura” al pueblo colonizado. Aquí no se trata de la colonización de un país, sino de una institución, nada más que en lugar de nacionales escríbase cuadros del sindicato. La colonización supone un cambio en la institución colonizada: segregación política (ser o no normalista, por ejemplo). Los fieles al SNTE se establecieron —y continúan en el proceso— en los segmentos medios y bajos de la burocracia del sector educativo.
Haciendo una extrapolación del texto clásico de Martin Carnoy (La educación como imperialismo cultural), el colonizador llega con poder al contexto colonial; él tiene el apoyo de grupos pudientes detrás de sí; el colonizado (la burocracia oficial) no tiene poder; si éste intenta luchar, es conquistado por otros medios o se le excluye (como le sucedió a Josefina Vázquez Mota).
Esta explicación psicológica otorga un sentido de superioridad a la fuerza colonizadora, así como orgullo, autoestima y lazos de solidaridad que se fundan más allá de las oficinas burocráticas; este sentimiento descuella más entre los miembros de una camarilla y en el trabajo político. En cambio, los burócratas modernizadores no comparten la “cultura” ni la “historia” de los colonizadores, ni tienen lazos de identidad que les permitan formar un espíritu de cuerpo. El segmento modernizador es un funcionariado de matriz tecnocrática que comenzó a ocupar puestos de control a partir del gobierno de Luis Echeverría; mas hay relevos frecuentes entre sus cuadros dirigentes. Ellos se concentran en áreas técnicas, de planeación y evaluación.
La colonización de la SEP y la educación básica de todo el país implicó la conformación de camarillas en el SNTE a las que el régimen de la Revolución mexicana les hizo concesiones políticas.
Camarillas y corporativismo
El empleo del vocablo camarilla insinúa a individuos que se coligan para proteger intereses ilegítimos dentro de alguna institución, no defienden una causa específica, aunque puedan utilizar cierta retórica con el fin de ganar adeptos. Me parece que camarilla tiene mayor poder explicativo que otros conceptos porque implica corrupción y juegos de poder ilegítimos que se institucionalizaron, como el SNTE en sus relaciones con la SEP y las autoridades de educación de los estados.
En la camarilla hay un jefe o cacique que establece las reglas del juego y las conductas que deben guardar sus miembros. En esos corros despuntan emociones como fidelidad al cabecilla (incluso se promueve el culto a su persona), defensa mutua, complicidades y vínculos de negocios con base en el gasto público.
Aunque no en exclusiva, mi argumentación descansa en los trabajos de Joy Langston, en especial, An Empirical View of the Political Groups in Mexico. The Camarillas. Dentro de alguna institución pueden coexistir varias camarillas que compiten por la supremacía y el control de los recursos, pero siempre hay una hegemónica. Habrá otras camarillas pequeñas, que comparten ciertos lazos de identidad con la dominante. En el sistema educativo aquéllas pueden ser subordinadas a la líder nacional del sindicato, Elba Esther Gordillo (como las de las secciones locales del SNTE, con rasgos de identidad territoriales) u oponerse a ella (como las diversas corrientes de maestros disidentes, en especial de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación).
Las camarillas sindicales se formaron desde los años treinta del siglo XX. A cambio de la subordinación política, la incorporación al partido oficial y el control de sus agremiados, el Estado les otorgó el monopolio de la representación laboral y política. Se consolidó un sistema político corporativo que, siguiendo a Philippe Schmitter, no renegó de la democracia formal, pero se constituyó en un régimen autoritario (cfr. “Democratic Theory and Neo-Corporatist Practice”, en Social Research). El nuevo corporativismo, para diferenciarlo del de raigambre priista, se adaptó a los cambios democráticos y al régimen de partidos, “se ha convertido en un mecanismo de negociación y extorsión que impide el desarrollo económico y político del país”, arguyen Luis Rubio y Edna Jaime (en El acertijo de la legitimidad).
Una brizna de historia
Con el fin de controlar al magisterio, desde mediados de los años cuarenta del siglo XX el gobierno federal comenzó a transferir al sindicato el reclutamiento y mecanismos de promoción de los maestros (el escalafón), que incluye la designación de los directores de escuelas, después la de supervisores y mandos bajos de la burocracia central y las agencias de la SEP en los estados.
En poco más de 66 años tres camarillas han dominado al SNTE, con jefes carismáticos al frente. Esos dirigentes ocuparon el puesto de secretario general por un solo periodo, debido a la cláusula de no reelección plasmada en el estatuto, disposición que la líder Elba Esther Gordillo derogó para elegirse presidenta del sindicato en 2004. El Consejo Nacional Extraordinario del sindicato extendió su periodo hasta cuando “ella lo considere conveniente”. Con esas reformas, la señora Gordillo institucionalizó su poder y amplió el de su camarilla.
Antes de Elba Esther Gordillo dos jefes de sus respectivas camarillas tuvieron el control del SNTE: Jesús Robles Martínez (1949-1972) y Carlos Jonguitud Barrios (1972-1989). Ambos acumularon poder y estatus económico, conquistaron fidelidades y colocaron a sus amigos y parientes en las “posiciones” que el PRI les otorgaba en recompensa por sus servicios al Estado, no tanto a la educación o a los maestros. Esos jefes diseñaron y consolidaron la estrategia de plazo largo para colonizar la administración educativa.
Para mediados de los ochenta los cuadros del SNTE manejaban casi toda la educación básica, incluyendo las delegaciones de la SEP en los estados. También controlaban las escuelas normales. La señora Gordillo sólo perfeccionó la estrategia.
El presidente Salinas, a sugerencia de Manuel Camacho, la designó secretaria general del CEN en abril de 1989. La señora Gordillo carecía de una base dentro del SNTE, mas con el apoyo de altos funcionarios negoció con todas las facciones, otorgó concesiones y puestos a ciertos grupos y personalidades disidentes y estrenó una oratoria ajena a las prácticas de los cabecillas anteriores. Ella aceptó —al menos en la retórica— el discurso del presidente Salinas.
Con el apoyo de los presidentes Salinas y, aunque a regañadientes, Zedillo, y con procedimientos aprendidos de sus predecesores, la señora Gordillo sentó las bases para convertirse en la nueva cacique. Ella interpretó con corrección la debilidad política del partido hegemónico y se preparó para mantener bajo su control la estructura del SNTE más allá de los gobiernos del PRI. Se acomodó al “gobierno del cambio” del presidente Vicente Fox, al mismo tiempo que ganaba espacios dentro del PRI.
La camarilla hegemónica
Parafraseando a Langston, arguyo que la camarilla hegemónica del SNTE es un grupo de docentes y de funcionarios adscritos por igual a las burocracias de los poderes ejecutivos, federal y estatal, a los partidos y puestos de representación política, así como una cantidad inmensa de comisionados en la jerarquía del sindicato. Esta camarilla se ha fortalecido a lo largo de dos décadas porque los presidentes en turno concedieron a su jefa más beneficios que a los líderes que la precedieron.
La camarilla trabaja, en primer lugar, para hacer progresar las carreras de sus miembros, que fomentan lazos de fidelidad a la líder, aunque se afilien a partidos con ideologías divergentes y aun antagónicas. El nexo fundamental en las relaciones de intercambio entre la jefa y sus subalternos se da como sigue: la señora Gordillo recibe del presidente —y los gobernadores de los estados— posiciones en el sector educativo y otras dependencias; ella las distribuye entre su gente, combinadas con favores y beneficios monetarios (compensaciones pagadas con fondos sindicales) para premiar la disciplina, el abasto de información y la fidelidad, o al menos asegurarse que los subordinados no se rebelarán contra los intereses de sus jefes inmediatos.
A la colonización, pienso, se deben todos los males de la educación nacional. No obstante, parafraseando al clásico, no tiene la culpa el SNTE, sino quien lo hace compadre.
* Carlos Ornelas. Profesor de educación y comunicación en la Universidad Autónoma Metropolitana.
Tomado de: http://www.nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Article=2099286
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