Javier Jiménez Espriú
La Jornada/1 de julio de 2010
Ante el requerimiento de mayor apoyo de los estados a las universidades públicas y al desarrollo de la ciencia y la tecnología, hecho por el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, José Narro, frente y a nombre de más de mil instituciones hispanoamericanas en reciente reunión de Guadalajara, el senador Gustavo Madero respondió, de botepronto y como es costumbre, sin pensar mucho lo que se dice, que lo que la UNAM debe hacer –en lugar de pedir más dinero– es dar cuenta clara de los recursos de que dispone para la atención de las obligaciones que establece su Ley Orgánica, a saber: la docencia, la investigación y la creación y difusión de la cultura.
No está por demás recordar al señor Madero –o hacerle saber, por si lo ignora, lo que es muy posible–, que la UNAM es la universidad de habla hispana mejor calificada en el mundo; que independientemente de que su autonomía le da facultades para administrarse sin injerencias ajenas, ha optado siempre por hacer del conocimiento, no sólo de los órganos oficiales de control existentes, sino del público todo, el manejo de los recursos que recibe como subsidio del Estado y de los que obtiene en el desarrollo de sus funciones. Decirle también que aunque le parezca alto el monto que eroga la UNAM, es insuficiente para la atención de sus funciones sustantivas, las que debe limitar por esas limitaciones.
Informarle también que es la institución nacional que hace la mayor cantidad de investigación, y de muy alta calidad; que no “maneja 50 por ciento de todos los recursos que se destinan a la investigación en el país”, como él afirma, aunque sí produce más de 50 por ciento de los resultados que se logran en la nación; que ofrece el mayor número de programas de estudios superiores y doctora al mayor número de candidatos –a doctor, obviamente–; que tiene la más amplia gama de elementos y eventos para la difusión de la cultura y que, por cupo, no acepta a un número cada vez mayor de aspirantes, ya que la mayoría de quienes pueden cursar estudios superiores desearían hacerlo en la máxima casa de estudios, título que la UNAM se ha ganado a ley.
Que la UNAM, aunque la desconocen buena parte de los miembros del gobierno de la República, es altamente conocida y reconocida nacional e internacionalmente.
Que, por otra parte, el discurso del rector Narro no abogaba solamente por la institución que dirige –eso lo hace repetidamente en todos los foros adecuados–, sino exhortaba a todos los gobiernos –tratando seguramente de orientar a algunos que no están bien orientados– a atender uno de los aspectos vitales, de supervivencia de una nación en el mundo del conocimiento, que es la educación superior, la que, lamentablemente, ocupa un lugar de escasa prioridad en las agendas de los países, al menos, los latinoamericanos.
Pero, como incondicional corifeo del presidente Calderón, quien hace unos días declaró públicamente que su alma mater es la Escuela John F. Kennedy de la Universidad estadunidense de Harvard –lo que explica muchas cosas–, el senador no desperdició la ocasión para tratar de tundirle a la universidad que tienen atravesada.
En fin, que el señor Madero parece ser como los “Madero…s de San Juan”, que cuando por el PAN les dan un hueso, se les atora en el pescuezo.
¿Por qué no aprovecharán tantas oportunidades que tienen para guardar silencio?
jimenezespriu@prodigy.net.mx
La Jornada/1 de julio de 2010
Ante el requerimiento de mayor apoyo de los estados a las universidades públicas y al desarrollo de la ciencia y la tecnología, hecho por el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, José Narro, frente y a nombre de más de mil instituciones hispanoamericanas en reciente reunión de Guadalajara, el senador Gustavo Madero respondió, de botepronto y como es costumbre, sin pensar mucho lo que se dice, que lo que la UNAM debe hacer –en lugar de pedir más dinero– es dar cuenta clara de los recursos de que dispone para la atención de las obligaciones que establece su Ley Orgánica, a saber: la docencia, la investigación y la creación y difusión de la cultura.
No está por demás recordar al señor Madero –o hacerle saber, por si lo ignora, lo que es muy posible–, que la UNAM es la universidad de habla hispana mejor calificada en el mundo; que independientemente de que su autonomía le da facultades para administrarse sin injerencias ajenas, ha optado siempre por hacer del conocimiento, no sólo de los órganos oficiales de control existentes, sino del público todo, el manejo de los recursos que recibe como subsidio del Estado y de los que obtiene en el desarrollo de sus funciones. Decirle también que aunque le parezca alto el monto que eroga la UNAM, es insuficiente para la atención de sus funciones sustantivas, las que debe limitar por esas limitaciones.
Informarle también que es la institución nacional que hace la mayor cantidad de investigación, y de muy alta calidad; que no “maneja 50 por ciento de todos los recursos que se destinan a la investigación en el país”, como él afirma, aunque sí produce más de 50 por ciento de los resultados que se logran en la nación; que ofrece el mayor número de programas de estudios superiores y doctora al mayor número de candidatos –a doctor, obviamente–; que tiene la más amplia gama de elementos y eventos para la difusión de la cultura y que, por cupo, no acepta a un número cada vez mayor de aspirantes, ya que la mayoría de quienes pueden cursar estudios superiores desearían hacerlo en la máxima casa de estudios, título que la UNAM se ha ganado a ley.
Que la UNAM, aunque la desconocen buena parte de los miembros del gobierno de la República, es altamente conocida y reconocida nacional e internacionalmente.
Que, por otra parte, el discurso del rector Narro no abogaba solamente por la institución que dirige –eso lo hace repetidamente en todos los foros adecuados–, sino exhortaba a todos los gobiernos –tratando seguramente de orientar a algunos que no están bien orientados– a atender uno de los aspectos vitales, de supervivencia de una nación en el mundo del conocimiento, que es la educación superior, la que, lamentablemente, ocupa un lugar de escasa prioridad en las agendas de los países, al menos, los latinoamericanos.
Pero, como incondicional corifeo del presidente Calderón, quien hace unos días declaró públicamente que su alma mater es la Escuela John F. Kennedy de la Universidad estadunidense de Harvard –lo que explica muchas cosas–, el senador no desperdició la ocasión para tratar de tundirle a la universidad que tienen atravesada.
En fin, que el señor Madero parece ser como los “Madero…s de San Juan”, que cuando por el PAN les dan un hueso, se les atora en el pescuezo.
¿Por qué no aprovecharán tantas oportunidades que tienen para guardar silencio?
jimenezespriu@prodigy.net.mx
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