La Jornada/2 de abril de 2009
El PAN ya comenzó su guerra sucia, ahora contra el PRI. Si le dio resultados en 2006, ¿por qué no también en 2009? Los priístas están ligados al narcotráfico –dicen–; en cambio, Felipe Calderón, nuestro Elliot Ness michoacano, lucha encarnizadamente por acabarlo, aunque con su lucha haya provocado mayor inseguridad de la que ya teníamos, y una buena cantidad de muertos diariamente. Los priístas, por si fuera menor la anterior acusación, quieren regresar al poder, y el hecho de preguntarnos si “los vamos a dejar” implica que sería nuestro suicidio. Son, para los panistas, lo que fue López Obrador en 2006: un peligro para México. Habrá que cerrarles el paso, con lo que sea y con lo que el IFE permita (que es bastante, como ha sido demostrado).
Los panistas, que ya probaron las mieles del poder, no quieren dejarlo. Ya le encontraron el modo y sus ventajas, incluso personales, y los priístas ciertamente son una amenaza para ellos. Aunque en algunas encuestas han bajado su popularidad, los del tricolor siguen estando arriba. Habrá que inventarles todo lo que se pueda para desprestigiarlos, para ponerlos abajo. Del PRD no se ocupan, sus dirigentes y militantes sobresalientes se han encargado de hundir a su propio partido. No han necesitado que los traten de desacreditar; en esto son autosuficientes. Los únicos partidos que ganarán algo en este cochinero serán el PT y Convergencia, pero lo que obtengan de ventaja será relativo, pues son y por un tiempo seguirán siendo partidos pequeños o, si se prefiere, medianos (y no sólo en tamaño).
Jacqueline Peschard escribió en junio de 2006 que “el voto útil es en realidad un voto estratégico que implica sacrificar la opción con la que un elector se identifica por razones ideológicas, por lealtad partidaria o por simple simpatía hacia un candidato, en aras de impedir el triunfo de otro contendiente. Se trata de un voto reactivo, más en contra que a favor, que privilegia cierto objetivo electoral, por encima de la opción de preferencia”.
Estoy de acuerdo con ella. Y, como están las cosas, quizá la mejor opción sea recurrir otra vez al voto útil para impedir el triunfo del PAN, no sólo por reaccionario, que lo es, sino porque ha demostrado ingobernabilidad, impericia, intolerancia, desdén por el pueblo, vocación de enriquecimiento personal y desprecio por los valores nacionales en lo económico, en lo cultural, en lo político y hasta en lo militar (usando al Ejército para que las drogas no entren en Estados Unidos, principal consumidor de éstas en el mundo).
La alternativa que nos dejan los partidos para las próximas elecciones federales no es analizar sus programas electorales ni sus principios e ideologías, que en conjunto son mera fórmula hueca, sino votar selectivamente en cada estado de la República por el partido que tenga más probabilidades de restarle votos (y diputados) al PAN.
No es traicionar principios ni preferencias personales o partidarias. Es castigar en las urnas a un partido que nos ha llevado a la situación en que nos encontramos los mexicanos, nada promisoria. Si en México la Constitución permitiera la revocación del mandato, como sí la permite, pese a tantas críticas contra Chávez, la Constitución de Venezuela (artículos 6, 70 y 72), muchos mexicanos estaríamos intentando quitar a quienes fueron elegidos, incluso con malas artes, en coomicios pasados. Pero como este derecho no existe, el recurso del voto útil se vuelve una opción interesante, aunque de menor alcance que la revocación.
La alternativa que nos dejan los partidos, a partir de lo que leemos sobre ellos y la selección de sus candidatos en los periódicos, no es precisamente el voto ideológico o por identificación partidaria y política, sino por personas que nos parezcan, al menos, honestas, capaces, con una buena trayectoria y, desde luego, que no sean del PAN. ¿Esto es una regresión política y cultural? Sí, pero la culpa no la tenemos los ciudadanos ni quien esto escribe, sino los partidos que, además de parecerse entre sí en varios sentidos, no han sabido demostrarnos por qué unos serían mejores que otros.
Personalmente hubiera querido que el PRD fuera una organización sólida en términos político-ideológicos, con gente honesta en su dirección, con democracia interna, sobre todo para elegir a sus candidatos, que éstos fueran los mejores que pudiéramos imaginar, etcétera. Pero no es el caso, y muchos lo perciben así en su lamentable realidad, razón por la cual está tan abajo en las encuestas. ¿Qué es el PRD? ¿Su dirección? ¿Sus bases, a menudo entregadas sin que después las tomen en cuenta? ¿Sus tribus? Que nos lo diga, le estaríamos muy agradecidos.
El PRI tampoco es la mejor opción, pero lamentablemente es el único partido que, por ahora, podría derrotar al PAN, y este simple hecho milita en su favor. Dicho sea de paso, no sería un regreso, como malévolamente dicen los albiazules. Y no lo sería por la sencilla razón de que no podrá ser el mismo partido de hace 30 años, ya no lo era por lo menos desde Zedillo. Es otra cosa pese a que en él habitan todavía algunos dinosaurios que, por cierto, no son peores que los jóvenes, hijos de sus papás o esposas de sus esposos (y viceversa), que ahora quieren ser candidatos y candidatas (algo que pasa en todos los partidos, como si la habilidad política se heredara o se contagiara por ósmosis).
En resumen, no todo está podrido ni perdido. La abstención, pese a su atractivo frente a este patético panorama, no es la opción. Si la llevamos a cabo, el PAN, con los enormes recursos públicos y privados que tiene, ganaría y, entonces sí, agárrense, porque podría ganar otra vez, fraudes aparte, la Presidencia en 2012.
Los panistas, que ya probaron las mieles del poder, no quieren dejarlo. Ya le encontraron el modo y sus ventajas, incluso personales, y los priístas ciertamente son una amenaza para ellos. Aunque en algunas encuestas han bajado su popularidad, los del tricolor siguen estando arriba. Habrá que inventarles todo lo que se pueda para desprestigiarlos, para ponerlos abajo. Del PRD no se ocupan, sus dirigentes y militantes sobresalientes se han encargado de hundir a su propio partido. No han necesitado que los traten de desacreditar; en esto son autosuficientes. Los únicos partidos que ganarán algo en este cochinero serán el PT y Convergencia, pero lo que obtengan de ventaja será relativo, pues son y por un tiempo seguirán siendo partidos pequeños o, si se prefiere, medianos (y no sólo en tamaño).
Jacqueline Peschard escribió en junio de 2006 que “el voto útil es en realidad un voto estratégico que implica sacrificar la opción con la que un elector se identifica por razones ideológicas, por lealtad partidaria o por simple simpatía hacia un candidato, en aras de impedir el triunfo de otro contendiente. Se trata de un voto reactivo, más en contra que a favor, que privilegia cierto objetivo electoral, por encima de la opción de preferencia”.
Estoy de acuerdo con ella. Y, como están las cosas, quizá la mejor opción sea recurrir otra vez al voto útil para impedir el triunfo del PAN, no sólo por reaccionario, que lo es, sino porque ha demostrado ingobernabilidad, impericia, intolerancia, desdén por el pueblo, vocación de enriquecimiento personal y desprecio por los valores nacionales en lo económico, en lo cultural, en lo político y hasta en lo militar (usando al Ejército para que las drogas no entren en Estados Unidos, principal consumidor de éstas en el mundo).
La alternativa que nos dejan los partidos para las próximas elecciones federales no es analizar sus programas electorales ni sus principios e ideologías, que en conjunto son mera fórmula hueca, sino votar selectivamente en cada estado de la República por el partido que tenga más probabilidades de restarle votos (y diputados) al PAN.
No es traicionar principios ni preferencias personales o partidarias. Es castigar en las urnas a un partido que nos ha llevado a la situación en que nos encontramos los mexicanos, nada promisoria. Si en México la Constitución permitiera la revocación del mandato, como sí la permite, pese a tantas críticas contra Chávez, la Constitución de Venezuela (artículos 6, 70 y 72), muchos mexicanos estaríamos intentando quitar a quienes fueron elegidos, incluso con malas artes, en coomicios pasados. Pero como este derecho no existe, el recurso del voto útil se vuelve una opción interesante, aunque de menor alcance que la revocación.
La alternativa que nos dejan los partidos, a partir de lo que leemos sobre ellos y la selección de sus candidatos en los periódicos, no es precisamente el voto ideológico o por identificación partidaria y política, sino por personas que nos parezcan, al menos, honestas, capaces, con una buena trayectoria y, desde luego, que no sean del PAN. ¿Esto es una regresión política y cultural? Sí, pero la culpa no la tenemos los ciudadanos ni quien esto escribe, sino los partidos que, además de parecerse entre sí en varios sentidos, no han sabido demostrarnos por qué unos serían mejores que otros.
Personalmente hubiera querido que el PRD fuera una organización sólida en términos político-ideológicos, con gente honesta en su dirección, con democracia interna, sobre todo para elegir a sus candidatos, que éstos fueran los mejores que pudiéramos imaginar, etcétera. Pero no es el caso, y muchos lo perciben así en su lamentable realidad, razón por la cual está tan abajo en las encuestas. ¿Qué es el PRD? ¿Su dirección? ¿Sus bases, a menudo entregadas sin que después las tomen en cuenta? ¿Sus tribus? Que nos lo diga, le estaríamos muy agradecidos.
El PRI tampoco es la mejor opción, pero lamentablemente es el único partido que, por ahora, podría derrotar al PAN, y este simple hecho milita en su favor. Dicho sea de paso, no sería un regreso, como malévolamente dicen los albiazules. Y no lo sería por la sencilla razón de que no podrá ser el mismo partido de hace 30 años, ya no lo era por lo menos desde Zedillo. Es otra cosa pese a que en él habitan todavía algunos dinosaurios que, por cierto, no son peores que los jóvenes, hijos de sus papás o esposas de sus esposos (y viceversa), que ahora quieren ser candidatos y candidatas (algo que pasa en todos los partidos, como si la habilidad política se heredara o se contagiara por ósmosis).
En resumen, no todo está podrido ni perdido. La abstención, pese a su atractivo frente a este patético panorama, no es la opción. Si la llevamos a cabo, el PAN, con los enormes recursos públicos y privados que tiene, ganaría y, entonces sí, agárrense, porque podría ganar otra vez, fraudes aparte, la Presidencia en 2012.
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