Javier Flores
La Jornada/28 de septiembre de 2010
Al conmemorarse los 100 años de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNSM), el rector José Narro Robles dirigió desde la tribuna del Congreso de la Unión un importante mensaje a la nación. Se refirió a temas centrales para la vida del país que han sido muy comentados en estos días. Pero muy poca atención han recibido las partes de su intervención que se refieren a algunas características de las tareas universitarias en las que hoy se fundamenta su grandeza. Una es la libertad de investigación.
Narro Robles dijo: “La universidad es una institución académica. Para cumplir sus fines debe preservar la libertad de cátedra, de investigación, de expresión y de crítica… En la universidad caben todas las ideologías, todas las corrientes del pensamiento, ya como objeto de estudio, ya como forma de análisis de la realidad, o como método para lograr que la pluralidad se exprese con absoluta libertad”. Eso señaló el rector de la UNAM al celebrarse el primer centenario de esta institución.
Ha transcurrido un siglo y son muchos los acontecimientos que han definido el perfil actual de la Universidad Nacional. Pero sin duda uno de los acontecimientos centrales fue la conquista de su autonomía en 1929. La Ley Orgánica de la UNAM, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 6 de enero de 1945, establece en su artículo segundo que esta universidad tiene derecho a “impartir sus enseñanzas y desarrollar sus investigaciones de acuerdo con el principio de libertad de cátedra y de investigación”.
Al convertirse la UNAM en modelo para la formación de otros centros educativos, las universidades privadas se han beneficiado indirectamente de la autonomía universitaria, pues en ellas existe una franja o espacio para que los científicos realicen los estudios que determinen. Algo que no es reconocido por algunos de los críticos de la Universidad Nacional, que incluso consideran a la autonomía universitaria como un mito con el que habría que acabar, aun cuando se han beneficiado de ella. Adicionalmente, en las instituciones privadas los programas de investigación pueden estar definidos por intereses económicos, comerciales o de cualquier otra índole, al margen de la decisión de sus investigadores, muchos de los cuales pueden estar contratados para realizar tareas específicas en cuyo diseño original no participan.
La autonomía en la UNAM, por su parte, garantiza que las indagaciones científicas puedan realizarse libremente. Como expresó Narro, en ellas caben la crítica, todas las corrientes de pensamiento y todas las ideologías, lo que hace posible el avance del conocimiento, sin restricciones. Es uno de los mayores logros del país.
Lo anterior implica no sólo que esta institución pueda realizar sus tareas al margen de los intereses políticos, económicos o ideológicos definidos por el gobierno u otros poderes; además brinda la posibilidad de formular nuevas preguntas, crear nuevas metodologías que no busquen situarse dentro de marcos teóricos establecidos o anquilosados, llegar a resultados que pongan en duda ideas predeterminadas, y la posibilidad de arribar a conceptos novedosos o inesperados, cuya validez pueda ser confrontada con lo más avanzado del conocimiento a escala mundial y con la propia realidad.
Hoy los enemigos de la UNAM y de su autonomía guardan silencio, después de haber emprendido una campaña desaforada que “coincidentemente” se produjo antes de que se formulara el proyecto de presupuesto para 2011, y justo antes de la celebración de su centenario. Quienes se sueñan poseedores del monopolio de la crítica esta vez fracasaron.
Y no es que la UNAM sea perfecta. A mí me gustó mucho que en su intervención el doctor José Narro Robles reconociera que tiene fallas. Dijo ante el Congreso: “Reconocemos nuestras insuficiencias y nos esmeramos en superarlas. Sabemos que hay espacio para la mejoría y ahí tenemos un compromiso”.
Pues bien, muchas de las críticas que se le han hecho hasta ahora a esta institución son juego de niños, pues uno de los valores que hay que defender día con día de los enemigos de la autonomía, ubicados dentro y fuera de la UNAM, es la libertad de investigación.
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