Francisco Valdés U.
El Universal/24 de octubre de 2010
La buena educación es muy cara. La mala es más costosa, pues no solamente hay que conseguir que sea buena, sino pagar los platos rotos por haber sido mala. Así estamos en México, pagando los platos rotos y haciendo lo que se antoja proteico: transformar la mala en buena educación.
A nadie escapa ya el diagnóstico, pero las resistencias a asumirlo abundan. Nuestro país tiene el más bajo estándar educativo básico de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y uno de los más bajos entre países de tamaño equiparable. Por los dos parámetros andamos mal: en comparación con los más desarrollados y con los que se parecen a nosotros.
El martes pasado se presentó en la Secretaría de Educación Pública el estudio realizado por ese organismo internacional, en voz de su secretario general, José Ángel Gurría, ante las máximas autoridades educativas. La reunión, pues, se realizó con las presencias de más alto nivel posible y lo fue de propuesta para definir políticas.
El estudio convenido entre el gobierno mexicano y la OCDE es el más extenso y detallado que ese organismo haya realizado en cualquiera de los países miembros y, además de analizar específicamente la problemática de alumnos, escuelas y evaluación de profesores, hace proyecciones del impacto que tiene y podría tener la educación en el desarrollo económico. Algunos datos impresionan. Si los alumnos mexicanos incrementaran su desempeño, medido por la prueba PISA (Programme for International Student Assesment), a un nivel de rendimiento creciente, el PIB podría multiplicarse más de dos veces hacia el final del siglo. Igualmente, es consenso internacional que la equidad social se consigue mediante la amplia cobertura educativa. Si se logra el acceso universal a la educación básica, el efecto sobre la desigualdad social sería directo. A mayor cobertura y mejor educación, menor desigualdad social, pues crecerían las oportunidades de obtener mejores empleos. Además, la probabilidad de que las personas mejoren la calidad de su participación social y política en la vida del país aumentaría, haciendo más difíciles el clientelismo, la manipulación y el abuso económico y político.
Sin embargo, para hacerlo hay que tomar medidas inmediatas y enérgicas, que atiendan a la vez lo urgente y lo importante.
Hoy, los alumnos son evaluados mediante varios instrumentos, como el señalado y otros aplicados nacionalmente. El sistema educativo ha dado pasos importantes para modernizarse, como la federalización, esto es, la política educativa se ha descentralizado, haciendo posible su aterrizaje a nivel local (lingüístico, geográfico, cultural…). Pero hay factores que entorpecen esta evolución, como la manipulación de los maestros por parte de los poderes políticos locales, especialmente los gobernadores.
Otro factor de resistencia es el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), que ha confundido la defensa de intereses legítimos de los maestros con la influencia en el poder político. En la situación actual en que apremia la necesidad de aumentar la calidad, el sindicato magisterial optó por la resistencia a la evaluación educativa. La Alianza por la Calidad de la Educación entre autoridades y maestros que, sin duda, ha representado uno de los mayores esfuerzos por superar la postración de la educación, se mantiene entorpecida por un acuerdo previo entre el gobierno y el SNTE (Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica), firmado en la administración de Salinas de Gortari, gracias al cual el sindicato mantiene la prerrogativa sobre la carrera magisterial subordinando el mérito a la lealtad política y fomentando la corrupción y la impunidad. Gracias a este acuerdo, en la Ley General de Educación se inmuniza a los maestros de sanciones por cometer faltas o delitos administrativos y comunes diversos, es decir, se les da impunidad ante los mecanismos de responsabilidad definidos por la ley.
Abrir el paso franco a la evaluación magisterial, a la transparencia en el uso de los recursos por parte de toda autoridad educativa y magisterial, a la deliberación pública en la definición de las políticas educativas del futuro inmediato es esencial para la buena educación.
De la misma forma, la mejora de las escuelas, la participación social en la educación, la autonomía para desarrollar los planes de estudio y hacerlos asequibles a las diferentes regiones y niveles sociales, y el compromiso de los maestros con sus alumnos, sus escuelas y su propia formación (mediante la evaluación y la capacitación constante), son medidas impostergables que se pueden tomar hoy mismo si hay voluntad política de los actores involucrados.
La apertura de México al exterior ha dado más rendimientos positivos que negativos. Uno de aquéllos es su participación en la OCDE. Así sean odiosas, las comparaciones sirven. Medirse con los grandes nos ha servido para mirarnos más allá del ombligo. Ahora hay que aceptar el reto.
www.franciscovaldesugalde.com
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