Reforma/29 de octubre de 2010
Guillermo Ortiz, ex secretario de Hacienda, ex gobernador del Banco de México, será presidente del consejo de administración del Banco mercantil del norte, SA de CV, conocido por el público como Banorte. Su principal propietario, Roberto González Barrera, será a partir de entonces presidente honorario vitalicio de ese consejo. Cuando esas mudanzas ocurran el banco será probablemente el tercero más importante del país, pues se habrá consumado la fusión con Ixe, recientemente anunciada.
Aunque el desempeño de Ortiz al frente de esa institución privada comenzará después de concluido el término de un año, establecido por la Ley Federal de Responsabilidades de los funcionarios públicos, entre el cumplimiento de un desempeño gubernamental y la prestación de servicios privados en la misma área, es imposible que Ortiz borre por entero de su mente y de sus costumbres su práctica de banquero central y de responsable de las finanzas nacionales. En realidad, precisamente por esa experiencia ha sido contratado.
Ortiz no es el primer secretario de Hacienda que pasa al sector privado al concluir su gestión, ni es tampoco el primer responsable del Banco de México que efectúa el mismo tránsito. Luis Montes de Oca, quien sirvió a Calles y a sus presidentes entre 1927 y 1932, y luego dirigió el Banco Central, designado por Cárdenas, fundó en 1941 el Banco Internacional, que con cambios de denominación sobrevive hoy como HSBC. Don Eduardo Suárez, secretario de Hacienda de Cárdenas y Ávila Camacho, presidió el Banco Comercial Mexicano y se asoció con el despacho de abogados neoyorquinos Hardin and Hess. Ramón Beteta continuó vinculado a Miguel Alemán, cuando después de ser secretario de Hacienda actuó como director general del diario Novedades, propiedad bajo cuerda del ex presidente. Ernesto Fernández Hurtado, director de la banca central con Echeverría, dirigió el Banco de cédulas hipotecarias de la familia Sourasky.
No se había aclimatado entonces en México -ni siquiera ahora lo está plenamente-- la noción del conflicto de intereses y en parte por la despolitización y la desinformación que afectaban a la sociedad mexicana se percibía como “natural” que se hicieran negocios privados después del servicio público y, más todavía, a partir del servicio público. Calles mismo inició sus empresas azucareras siendo presidente del consejo de administración del Banco de México, durante su Maximato, con créditos de la banca central. Abelardo Rodríguez fundó el Banco Mexicano (que al paso de los años se convirtió en Banca Somex), en vísperas de ser nombrado Presidente de la República, periodo en que consolidó sus operaciones inmobiliarias y pesqueras en Baja California. Es proverbial el tránsito del presidente Alemán a gran magnate del turismo (especialmente la hotelería) y la televisión. Y desde que su abogado Heraclio Bonilla los desveló, tenemos ahora datos precisos de los intereses inmobiliarios de Luis Echeverría en varios lugares del país.
Pero no me propongo ahora hablar de la corrupción, sino sólo de la cooptación de servidores públicos por empresas privadas, especialmente visible desde que el PRI perdió la Presidencia de la República y se angostó para quienes habían servido en altos cargos de la administración regida por ese partido la posibilidad de alagar su carrera política. Así vemos a José Andrés de Oteyza, Carlos Ruiz Sacristán, Jaime Serra, Genaro Borrego, Esteban Moctezuma, etc., ya no en las nóminas del Gobierno federal sino en la de empresas mexicanas y extranjeras de alto relieve en la economía,
La banca en general, y Banorte en particular era el destino natural de Ortiz al quedar en posibilidad legal de ingresar en el sector privado. Ortiz podría ser considerado como un héroe para la intermediación financiera de nuestro país.
Como subsecretario de Hacienda presidió el comité de desincorporación bancaria, que privatizó a los bancos nacionalizados por López Portillo, Banorte entre ellos, adquirido en 1992 por quien ahora lo contrata. Luego, como secretario de Hacienda de Ernesto Zedillo, organizó el rescate bancario en vez de emprender el rescate de los ahorradores e inversionistas quebrados por los errores de Carlos Salinas. La ampliación del Fobaproa a partir de deuda pública no autorizada por el Congreso, como demanda la Constitución, ha sido hasta ahora el gran mérito de Ortiz ante los banqueros privados.
Banorte ya había reclutado a personal cercano a Ortiz en altos niveles de su dirección. Alejandro Valenzuela, su vocero en la Secretaría de Hacienda en el difícil tramo de 1995 a 1998 es desde hace más de un lustro ejecutivo de alto nivel y desde julio de 2008 director general del banco. Trabajan allí, igualmente, los Fernando Solís (Soberón y Cámara), que también tuvieron responsabilidades gubernamentales. Solís Soberón fue el primer director de la Comisión nacional del sistema de ahorro para el retiro, cuando Zedillo y Ortiz privatizaron las pensiones.
Banorte nació como Banco Mercantil de Monterrey en 1899, y creció en 1986 al ser fusionado con el Banco regional del norte (fundado, también en la capital de Nuevo León, en 1947). Adquirido en 1992 por González Barrera, que ya había consolidado una fortuna con la industrialización del maíz, se expandió a esa región del país al hacerse del Banco del Centro (Bancen), plenamente desde agosto de 2008.
González Barrera ha resistido la tentación de vender al extranjero su banco y subraya esa mexicanidad frente a la competencia regida desde fuera.
Aunque el desempeño de Ortiz al frente de esa institución privada comenzará después de concluido el término de un año, establecido por la Ley Federal de Responsabilidades de los funcionarios públicos, entre el cumplimiento de un desempeño gubernamental y la prestación de servicios privados en la misma área, es imposible que Ortiz borre por entero de su mente y de sus costumbres su práctica de banquero central y de responsable de las finanzas nacionales. En realidad, precisamente por esa experiencia ha sido contratado.
Ortiz no es el primer secretario de Hacienda que pasa al sector privado al concluir su gestión, ni es tampoco el primer responsable del Banco de México que efectúa el mismo tránsito. Luis Montes de Oca, quien sirvió a Calles y a sus presidentes entre 1927 y 1932, y luego dirigió el Banco Central, designado por Cárdenas, fundó en 1941 el Banco Internacional, que con cambios de denominación sobrevive hoy como HSBC. Don Eduardo Suárez, secretario de Hacienda de Cárdenas y Ávila Camacho, presidió el Banco Comercial Mexicano y se asoció con el despacho de abogados neoyorquinos Hardin and Hess. Ramón Beteta continuó vinculado a Miguel Alemán, cuando después de ser secretario de Hacienda actuó como director general del diario Novedades, propiedad bajo cuerda del ex presidente. Ernesto Fernández Hurtado, director de la banca central con Echeverría, dirigió el Banco de cédulas hipotecarias de la familia Sourasky.
No se había aclimatado entonces en México -ni siquiera ahora lo está plenamente-- la noción del conflicto de intereses y en parte por la despolitización y la desinformación que afectaban a la sociedad mexicana se percibía como “natural” que se hicieran negocios privados después del servicio público y, más todavía, a partir del servicio público. Calles mismo inició sus empresas azucareras siendo presidente del consejo de administración del Banco de México, durante su Maximato, con créditos de la banca central. Abelardo Rodríguez fundó el Banco Mexicano (que al paso de los años se convirtió en Banca Somex), en vísperas de ser nombrado Presidente de la República, periodo en que consolidó sus operaciones inmobiliarias y pesqueras en Baja California. Es proverbial el tránsito del presidente Alemán a gran magnate del turismo (especialmente la hotelería) y la televisión. Y desde que su abogado Heraclio Bonilla los desveló, tenemos ahora datos precisos de los intereses inmobiliarios de Luis Echeverría en varios lugares del país.
Pero no me propongo ahora hablar de la corrupción, sino sólo de la cooptación de servidores públicos por empresas privadas, especialmente visible desde que el PRI perdió la Presidencia de la República y se angostó para quienes habían servido en altos cargos de la administración regida por ese partido la posibilidad de alagar su carrera política. Así vemos a José Andrés de Oteyza, Carlos Ruiz Sacristán, Jaime Serra, Genaro Borrego, Esteban Moctezuma, etc., ya no en las nóminas del Gobierno federal sino en la de empresas mexicanas y extranjeras de alto relieve en la economía,
La banca en general, y Banorte en particular era el destino natural de Ortiz al quedar en posibilidad legal de ingresar en el sector privado. Ortiz podría ser considerado como un héroe para la intermediación financiera de nuestro país.
Como subsecretario de Hacienda presidió el comité de desincorporación bancaria, que privatizó a los bancos nacionalizados por López Portillo, Banorte entre ellos, adquirido en 1992 por quien ahora lo contrata. Luego, como secretario de Hacienda de Ernesto Zedillo, organizó el rescate bancario en vez de emprender el rescate de los ahorradores e inversionistas quebrados por los errores de Carlos Salinas. La ampliación del Fobaproa a partir de deuda pública no autorizada por el Congreso, como demanda la Constitución, ha sido hasta ahora el gran mérito de Ortiz ante los banqueros privados.
Banorte ya había reclutado a personal cercano a Ortiz en altos niveles de su dirección. Alejandro Valenzuela, su vocero en la Secretaría de Hacienda en el difícil tramo de 1995 a 1998 es desde hace más de un lustro ejecutivo de alto nivel y desde julio de 2008 director general del banco. Trabajan allí, igualmente, los Fernando Solís (Soberón y Cámara), que también tuvieron responsabilidades gubernamentales. Solís Soberón fue el primer director de la Comisión nacional del sistema de ahorro para el retiro, cuando Zedillo y Ortiz privatizaron las pensiones.
Banorte nació como Banco Mercantil de Monterrey en 1899, y creció en 1986 al ser fusionado con el Banco regional del norte (fundado, también en la capital de Nuevo León, en 1947). Adquirido en 1992 por González Barrera, que ya había consolidado una fortuna con la industrialización del maíz, se expandió a esa región del país al hacerse del Banco del Centro (Bancen), plenamente desde agosto de 2008.
González Barrera ha resistido la tentación de vender al extranjero su banco y subraya esa mexicanidad frente a la competencia regida desde fuera.
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