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A lo largo de cien años la UNAM ha contribuido, directa o tangencialmente, a la configuración de las principales instituciones públicas del país. Es, como sintetiza Imanol Ordorika, una universidad “constructora de Estado”. Hoy la universidad comparte su misión con muchas más instituciones de formación profesional, centros de investigación y organizaciones de desarrollo tecnológico, la mayoría de carácter público pero también algunas de la iniciativa privada. Afortunadamente es así, porque un país con aspiraciones de desarrollo no puede depender de un único núcleo productor de conocimientos y capacidades, así se trate de Harvard o de la Universidad Humboldt de Berlín.
El hecho de que actualmente contemos con una plataforma más amplia y mejor distribuida de servicios de educación superior, organismos de investigación científica y centros difusores de cultura, no resta importancia ni significado a la Universidad Nacional. Este reconocimiento ha sido, por cierto, uno de los mejores frutos de la ronda de celebraciones del centenario la UNAM. Tan faltos como estamos de acuerdos, es saludable que en este punto hayan encontrado coincidencia las distintas fuerzas políticas del país.
En los años recientes el rector José Narro Robles ha criticado las políticas públicas del gobierno, al juzgarlas insuficientes frente al cúmulo de problemas nacionales. Lo mismo ha cuestionado la política de salud que la educativa, la persistencia de la pobreza, el déficit de justicia y el clima de inseguridad. En tal contexto, resultan llamativos los pronunciamientos tanto del presidente de la república como de la fracción parlamentaria del PAN y de varios dirigentes de ese instituto político, en el sentido de felicitar y apoyar, incluso presupuestalmente, a la universidad con motivo del centenario.
Lo dicho por el senador panista Santiago Creel, durante la sesión del Congreso General para festejar los cien años de la UNAM, ofrece las pistas para disipar la aparente paradoja de respaldar a la voz opositora. Señaló Creel: “a cien años de la fundación de la UNAM se hace necesario ratificar la vocación universitaria de quienes militamos en Acción Nacional y ser consistentes con nuestros orígenes”. El senador añadió que “la autonomía universitaria tuvo una enorme trascendencia en el sistema político mexicano y fue detonante de instituciones como el Banco de México, el IFE, la CNDH y en la autonomía de los pueblos y comunidades indígenas”. (Diario de Debates, 22/09/ 2010).
Santiago Creel, al igual que el presidente de la república en su alocución durante el acto de inauguración de la exposición universitaria “Tiempo universitario” (21 de septiembre), o que el gobernador de Guanajuato, Juan Manuel Oliva Ramírez, durante el acto de reconocimiento de la Conago al centenario de la UNAM (28 de septiembre), apunta en la dirección de recordar el origen eminentemente universitario del PAN por la intervención del que fuera rector de la Universidad Nacional, al tiempo que organizador y primer líder del PAN: el licenciado Manuel Gómez Morín.
Gómez Morín es un ícono universitario, sin duda. Sin embargo, todavía es objeto de debate el significado de su papel como rector. Para algunos fue nada menos que el salvador de la universidad frente al embate estatista y corporativo del régimen posrevolucionario; para otros, quizá los menos, arriesgó innecesariamente la institución al empeñarse en la agenda liberal de la autonomía. Ambas posturas tienen base.
Dejando a un lado esa discusión, lo cierto es que tras su paso por la universidad se empeñó en organizar un “partido de ciudadanos”, en el cual la presencia de profesionistas liberales, muchos de ellos profesores universitarios, fue patente. Si se revisan los documentos fundacionales del PAN, es fácil ubicar el registro azul y oro. Por ejemplo, la ponencia del Comité Nacional Organizador que propuso la “Doctrina de Acción Nacional” (en la legendaria junta del 14 al 17 de septiembre de 1939, en los altos del Frontón México, de donde surgiría el PAN), incluye como uno de los puntos centrales el siguiente:
“La libertad de investigación y de opinión científica o filosófica, como toda libertad de pensamiento o de expresión, no pueden tener otros límites jurídicos que los impuestos por el interés nacional, por las normas morales y por el bien común (…) La actividad universitaria sólo puede cumplir propiamente su misión si se desarrolla en un ambiente de disciplinada autonomía. Por la importancia que esa actividad tiene en la vida de la patria, debe ser apoyada moral y económicamente por toda la colectividad; pero por las circunstancias especiales de la vida universitaria en México y en tanto puede garantizarse la independencia económica de la universidad respecto del Estado, éste debe proporcionar los medios económicos suficientes para que la actividad universitaria se desenvuelva normalmente.”
En estos elementos doctrinarios, los políticos del PAN, el presidente incluido, encuentran una buena razón para participar de las celebraciones universitarias. Tienen sobrada razón, Acción Nacional, al igual que otros muchos otros proyectos políticos y sociales del país se acrisoló en la UNAM. En la asamblea fundadora de 1939 participaron nada menos que cuatro ex rectores universitarios: por supuesto Gómez Morín, pero también Ezequiel A. Chávez, Valentín Gama y Fernando Ocaranza. En el libro de María Teresa Gómez Mont Manuel Gómez Morín. La lucha por la libertad de cátedra se incluye la abundante nómina de universitarios, profesores y estudiantes, que participaron en la fundación del partido (véanse páginas 609 a 621).
* UNAM. Instituto de Investigaciones Sociales. Seminario de Educación Superior.
1 comentario:
buen aporte
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