Milenio/26 de mayo de 2009
Muy costosa resultó para el país la ignorancia científica del gobierno federal y del DF ante la influenza. En lugar de ponderar la razón y el conocimiento, el pánico ante un supuesto nuevo virus se apoderó de ellos y de ahí se derivaron decisiones torpes, precipitadas y muy costosas.
Este “pirata celular” resultó no ser nuevo pues, según lo reporta esta semana la revista Science, al analizar los genomas de 50 cepas del A/H1N1, un grupo de científicos observó que se trata de un virus que ha estado circulando por todo el mundo desde hace más de diez años, con componentes genéticos de humanos, cerdos y aves.
Si se le compara con el virus de la influenza estacional que cada año mata a más de siete mil personas en este país, el nuevo es casi inofensivo. Entonces ¿por qué se hizo lo que se hizo? ¿por qué se sembró el pánico entre la población?¿por qué se detonó una “emergencia sanitaria” que ha costado más del ocho por ciento del PIB? Por ignorancia.
De los 80 muertos que ha dejado el virus, 77.5% tenían entre 20 y 54 años; entonces, ¿para qué cerrar las escuelas en todo el país? Lo único que hizo esta decisión injustificada fue generar pánico y alarma.
De nada sirvió cerrar restaurantes, bares, cines, teatros, discotecas, centros deportivos, parques y zoológicos, si el Metro, los microbuses y los hospitales lucían aglomeraciones a todas horas, y menos aún cuando nunca hubo cercos epidemiológicos.
Mientras acá el secretario de salud, José A. Córdova, le dijo a los mexicanos “sálvese quien pueda”, “no salgan de sus casas”, “puede morir”, en EU el presidente Obama le decía a su pueblo: “no se preocupen”, “con la ayuda de nuestros científicos todo estará bajo control”, “el gobierno los cuidará”.
Mientras allá se acudió al conocimiento, aquí todo se precipitó en el pánico. Sin información científica inició la danza de cifras y los cientos de casos “sospechosos” alarmaron aún más a la población.
El país careció de la capacidad científica que permitiera identificar al peligroso y mortal agente. La estructura burocratizada de las instituciones científicas y de salud colapsaron. El gobierno federal no acudió a sus científicos y muchos de éstos mostraron un analfabetismo social casi tan grande como el analfabetismo científico del gobierno.
Ahora, después de la borrachera de ignorancia, quieren lucirse como los “salvadores de la humanidad” o como la “ciudad modelo”, lo que nos demuestra que además de costosa, la ignorancia es osada y cínica.
Este “pirata celular” resultó no ser nuevo pues, según lo reporta esta semana la revista Science, al analizar los genomas de 50 cepas del A/H1N1, un grupo de científicos observó que se trata de un virus que ha estado circulando por todo el mundo desde hace más de diez años, con componentes genéticos de humanos, cerdos y aves.
Si se le compara con el virus de la influenza estacional que cada año mata a más de siete mil personas en este país, el nuevo es casi inofensivo. Entonces ¿por qué se hizo lo que se hizo? ¿por qué se sembró el pánico entre la población?¿por qué se detonó una “emergencia sanitaria” que ha costado más del ocho por ciento del PIB? Por ignorancia.
De los 80 muertos que ha dejado el virus, 77.5% tenían entre 20 y 54 años; entonces, ¿para qué cerrar las escuelas en todo el país? Lo único que hizo esta decisión injustificada fue generar pánico y alarma.
De nada sirvió cerrar restaurantes, bares, cines, teatros, discotecas, centros deportivos, parques y zoológicos, si el Metro, los microbuses y los hospitales lucían aglomeraciones a todas horas, y menos aún cuando nunca hubo cercos epidemiológicos.
Mientras acá el secretario de salud, José A. Córdova, le dijo a los mexicanos “sálvese quien pueda”, “no salgan de sus casas”, “puede morir”, en EU el presidente Obama le decía a su pueblo: “no se preocupen”, “con la ayuda de nuestros científicos todo estará bajo control”, “el gobierno los cuidará”.
Mientras allá se acudió al conocimiento, aquí todo se precipitó en el pánico. Sin información científica inició la danza de cifras y los cientos de casos “sospechosos” alarmaron aún más a la población.
El país careció de la capacidad científica que permitiera identificar al peligroso y mortal agente. La estructura burocratizada de las instituciones científicas y de salud colapsaron. El gobierno federal no acudió a sus científicos y muchos de éstos mostraron un analfabetismo social casi tan grande como el analfabetismo científico del gobierno.
Ahora, después de la borrachera de ignorancia, quieren lucirse como los “salvadores de la humanidad” o como la “ciudad modelo”, lo que nos demuestra que además de costosa, la ignorancia es osada y cínica.
abanav@gmail.com
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