En el fondo, la huelga del STEUS está expresando la enorme necesidad de la clase trabajadora por nivelar sus ingresos en una situación de recesión económica en la que la vida se encarece. De ninguna manera buscan privilegios como la prensa de derecha lo proclama, y si el resto de la clase obrera sonorense no se está movilizando en el mismo sentido-salvo los mineros de Cananea- se debe a que sus organizaciones los maniatan o permanecen prisioneros de la ideología neoliberal. De otra forma no pueden explicarse los despidos de empleados sin respetar mínimamente los términos de una indemnización conforme a la ley, y que los sindicatos oficialistas respondan con el mismo nivel de animación que las momias de Yécora. En la superficie del conflicto de la UNISON vemos a una líder de no muy buena reputación, si se le ve desde la izquierda social, y a una base de obreros resistiendo la embestida mediática y empujando a su líder a sostener sus demandas, causa a la que ella ha respondido hasta ahora.
De la otra parte vemos al rector de la UNISON, reacio a hacer concesiones, tratando de hacer recaer la responsabilidad de la paralización de la universidad en los trabajadores, y con alto riesgo, intentando utilizar a los estudiantes como medida de presión para romper la huelga. En medio de ellos está el gobierno que intenta disfrazarse de Poncio Pilatos sin que su vestimenta de procurador romano engañe a nadie. Pero la huelga del STEUS como la punta del iceberg señala apenas una parte de la trampa neoliberal en la que fue cayendo la UNISON y que al principio se expresó en dos actores locales; por una parte Manlio Fabio Beltrones entonces gobernador, y Jorge Luis Ibarra, rector en ese mismo tiempo. Dado que fue muy fuerte la resistencia de los universitarios a privatizar las universidades del país, en Sonora Manlio Fabio impulsó una reforma universitaria a través de la Ley 4, copia de otras, que por mucho tiempo obstaculizó la organización de maestros y alumnos, e implantó una forma de organización vertical que maniató los impulsos rebeldes, pero también los más creativos de los universitarios. Los sindicatos de maestros y administrativos,- rara división pues ambos son trabajadores- fueron cooptados o domesticados mediante canonjías que la rectoría repartió con tal de no enfrentar movimientos de inconformidad, pero al mismo tiempo, si bien las condiciones de trabajo y las percepciones económicas para ambos sectores de trabajadores se deterioraban, las de los empleados administrativos disminuyeron en proporción mucho mayor, lo que se expresa en el monto de la despensa que tienen los empleados de confianza y los docentes, con respecto a los administrativos, 50% de diferencia. Éste es el rubro al que Pedro Ortega se niega a aumentarle. Al mismo tiempo, las percepciones de la alta burocracia se dispararon en estos años y se creó una elite universitaria cara y poco creativa que se ha encargado de multiplicar las regulaciones y procedimientos que amarran a la universidad y la mantienen bajo control. Conversando con los trabajadores se percibe su enojo por la desigualdad con la que han sido tratados en estos años, desigualdad que permea a todas las capas de trabajadores sean de la industria, del campo o de la educación. Dentro de la academia se han levantado algunas voces reclamando a las dos partes que vuelvan a la cordura, pero al no plantear los problemas de fondo de la universidad, se quedan en simples desgarradura de vestimenta que poco abonan para un debate universitario.¿Cuáles son esos problemas?, en efecto lo del presupuesto, pero la solución no es privatizar los recursos y servicios de la UNISON que son patrimonio de todos. Es imprescindible dar un viraje y utilizar los recursos humanos y materiales de la UNISON a favor de los intereses de la sociedad sonorense y de sus jóvenes. Para enfrentar la recesión económica, hoy la universidad puede hacer grandes aportaciones y nada de eso se ve que se esté discutiendo. Se han desaprovechado 30 valioso días sin que nadie sea capaz de llamar a un foro universitario para discutir cuestiones esenciales, he allí una falla profunda. De inmediato es impostergable que los universitarios mismos rodeen a la huelga de solidaridad en función de la razón que le asiste, y que la misma sociedad se haga conciente y responsable del futuro de su máxima casa de estudios.
De la otra parte vemos al rector de la UNISON, reacio a hacer concesiones, tratando de hacer recaer la responsabilidad de la paralización de la universidad en los trabajadores, y con alto riesgo, intentando utilizar a los estudiantes como medida de presión para romper la huelga. En medio de ellos está el gobierno que intenta disfrazarse de Poncio Pilatos sin que su vestimenta de procurador romano engañe a nadie. Pero la huelga del STEUS como la punta del iceberg señala apenas una parte de la trampa neoliberal en la que fue cayendo la UNISON y que al principio se expresó en dos actores locales; por una parte Manlio Fabio Beltrones entonces gobernador, y Jorge Luis Ibarra, rector en ese mismo tiempo. Dado que fue muy fuerte la resistencia de los universitarios a privatizar las universidades del país, en Sonora Manlio Fabio impulsó una reforma universitaria a través de la Ley 4, copia de otras, que por mucho tiempo obstaculizó la organización de maestros y alumnos, e implantó una forma de organización vertical que maniató los impulsos rebeldes, pero también los más creativos de los universitarios. Los sindicatos de maestros y administrativos,- rara división pues ambos son trabajadores- fueron cooptados o domesticados mediante canonjías que la rectoría repartió con tal de no enfrentar movimientos de inconformidad, pero al mismo tiempo, si bien las condiciones de trabajo y las percepciones económicas para ambos sectores de trabajadores se deterioraban, las de los empleados administrativos disminuyeron en proporción mucho mayor, lo que se expresa en el monto de la despensa que tienen los empleados de confianza y los docentes, con respecto a los administrativos, 50% de diferencia. Éste es el rubro al que Pedro Ortega se niega a aumentarle. Al mismo tiempo, las percepciones de la alta burocracia se dispararon en estos años y se creó una elite universitaria cara y poco creativa que se ha encargado de multiplicar las regulaciones y procedimientos que amarran a la universidad y la mantienen bajo control. Conversando con los trabajadores se percibe su enojo por la desigualdad con la que han sido tratados en estos años, desigualdad que permea a todas las capas de trabajadores sean de la industria, del campo o de la educación. Dentro de la academia se han levantado algunas voces reclamando a las dos partes que vuelvan a la cordura, pero al no plantear los problemas de fondo de la universidad, se quedan en simples desgarradura de vestimenta que poco abonan para un debate universitario.¿Cuáles son esos problemas?, en efecto lo del presupuesto, pero la solución no es privatizar los recursos y servicios de la UNISON que son patrimonio de todos. Es imprescindible dar un viraje y utilizar los recursos humanos y materiales de la UNISON a favor de los intereses de la sociedad sonorense y de sus jóvenes. Para enfrentar la recesión económica, hoy la universidad puede hacer grandes aportaciones y nada de eso se ve que se esté discutiendo. Se han desaprovechado 30 valioso días sin que nadie sea capaz de llamar a un foro universitario para discutir cuestiones esenciales, he allí una falla profunda. De inmediato es impostergable que los universitarios mismos rodeen a la huelga de solidaridad en función de la razón que le asiste, y que la misma sociedad se haga conciente y responsable del futuro de su máxima casa de estudios.
Tomado de: http://www.dossierpolitico.com/
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