lunes, 26 de enero de 2009

Cómo disfrazarse de investigador exitoso

Dr. Miguel Ángel Barrón Meza, profesor de la UAM-Azcapotzalco

Hubo una época en que los profesores publicaban por el placer de contribuir, aunque fuera con un granito de arena, a su campo de conocimiento. Actualmente, la investigación es un negocio como cualquier otro. Los vicios y las triquiñuelas que son comunes en la política y las empresas se están implantando cada vez con más con fuerza en prácticamente todas las instituciones de educación superior. Las peleas en la investigación por recursos, puestos, plazas y espacios físicos se han transformado en luchas sordas, sin cuartel, y se llevan a cabo en terrenos en los que supuestamente deberían prevalecer la ética, la honestidad y el respeto a la libre manifestación de ideas.
Hoy en día es muy difícil distinguir a un investigador auténtico de uno farsante. Cualquiera que tenga un doctorado y sea medianamente inteligente es capaz de publicar una gran cantidad de artículos en revistas indexadas internacionales, en especial si tiene la habilidad de tejer alianzas con otros investigadores igual de ambiciosos e inescrupulosos que él o ella, al fin que lo que ahora cuenta es la cantidad de publicaciones, no su calidad.
No importa que lo que se publique nadie lo lea ni sirva para nada. Lo que importa es el dinero obtenido para adquirir costosas camionetas, carísimos departamentos y continuos viajes al extranjero, haciendo turismo académico y hospedándose en hoteles de cinco estrellas con coautores y amigos.
Para ciertos investigadores y grupos, los argumentos legaloides y las ideas darwinianas (subsistencia del más capaz), aunado a la falta de ética, justifican cualquier atropello a los derechos de los demás a disponer de espacios, presupuestos y plazas que les permitan desarrollar de manera adecuada sus actividades de docencia e investigación. La rapiña de recursos de todo tipo, en el que el más ambicioso tira de la limitada cobija institucional, puede volverse la regla más que la excepción en las instituciones de educación superior si no se pone un freno a investigadores sin escrúpulos.
Si usted quiere disfrazarse de investigador exitoso le sugiero que lea cuidadosamente las siguientes obras: ‘El origen de las especies’, de Darwin (para justificar la supervivencia del más ambicioso, es decir, el más apto); ‘El príncipe’, de Maquiavelo (para quitarse molestos escrúpulos éticos o morales), y ‘El gatopardo’, de Lampedusa (para cambiar las cosas cuando alguien se lo exija pero al fin todo siga igual). Además, debe seguir al pie de la letra las siguientes reglas (seguramente hay más):
1. Despójese de todo tipo de escrúpulos y vuélvase cínico. Usted debe estar dispuesto a conseguir a cualquier precio todas las becas y apoyos posibles, tanto internos como externos.
2. Haga alianzas con investigadores igual de arribistas que usted, de preferencia de otras instituciones para que su grupo parezca sólido e interinstitucional.
3. Incluya a sus amigos e incondicionales en sus artículos; eso le asegurará que ellos lo incluirán en los suyos y su productividad, aunque falsa, parecerá fabulosa.
4. Busque desesperadamente posiciones de poder (jefaturas, coordinaciones), para que desde ellas asigne presupuestos, plazas y proyectos a sí mismo y sus incondicionales.
5. Busque la complicidad —o la complacencia, al menos— de sus superiores jerárquicos. Ellos cubrirán cualquier resquicio por el que puedan filtrarse sus fallos.
6. Coloque a incondicionales (aunque no sean sus amigos) en puestos clave. La cadena mafiosa tendrá sus eslabones bien fortalecidos.
7. Proponga el mayor número de proyectos posible, y role como responsables a cada uno de sus incondicionales. Cada proyecto significa más dinero y más viajes al extranjero; la institución se convertirá en su agencia de viajes.
8. Olvídese de la ética y apodérese de espacios físicos que pertenecen a otros grupos de investigación menos ambiciosos; justifíquelo diciéndose a sí mismo y a los demás que el grupo que usted lidera es altamente productivo, y los demás, bueno, no valen la pena.
9. Pavonéese lo más que pueda de su productividad; los profesores ingenuos, y aquellos sin doctorado y sin publicaciones, lo considerarán un superdotado.
10. Piratee plazas de asistente de otros investigadores convenciendo a profesores ambiciosos jóvenes de que si se alían con usted progresarán de manera segura y rápida. Justifíquelo diciendo a los demás que nadie puede obligar a otro a trabajar con quien no desea, aunque se salgan del perfil para el cual fueron contratados.
11. Estudie razonablemente bien la legislación para que con argucias legaloides pueda justificar sus ambiciones y falta de ética.
12. Cuando sus subordinados se rebelen y lo llamen a cuentas, vaya a las reuniones con espíritu humilde y diga que sí a todo lo que le pidan. Pero por supuesto no sea tan ingenuo para cumplir lo que les promete. Practique el gatopardismo, es decir, haga cambios para que todo siga igual.
13. A los más críticos cumpla sus caprichos o págueles un viaje al extranjero para un congreso. Eso les callará la boca. Si no se callan y siguen protestando, diga que están locos o que le tienen envidia por su éxito.
Si conoce otras recomendaciones, compártalas ahora, sobre todo si son para defenderse de esta nueva especie.
¿Qué opina?


1 comentario:

Anónimo dijo...

Esta muy interesante la información, pero la viscera con la que se plantean las situaciones deja mucho que desear, por ejemplo, me encanto como la Profesora Juliana González plantea las problematicas del SNI, y sus posibles soluciones, anyway, se aprecia el dato, voy a seuir visitando