martes, 13 de enero de 2009

Más planes sin educación

Axel Didriksson
Excélsior/13 de enero de 2009

Otra vez, los cambios de fondo en la educación han quedado subordinados a la imagen de los políticos reaccionarios. A diferencia de 2007, cuando los anuncios de los grandes propósitos y de las evaluaciones demostrativas (de las que todo el mundo reconoce como parte de la tragedia nacional) fueron el tono de los discursos, en 2008 las condiciones educativas de la población se subordinaron a las componendas que provocaron el conflicto magisterial más grande de las últimas cinco décadas.
También hubo lo original, ironías cargadas de tragedia, como la de los autos de lujo. Increíble todo: reformas educativas en proceso, sí, pero todas cuestionadas; indicadores de desempeño, todos a la baja, y vienen más evaluaciones para demostrar que nada se propone con el fin de cambiar el actual estado de cosas.
El país requiere cambios fundamentales en su sistema educativo y, por lo menos en 2008, tuvimos tres discursos distintos, sin resultados. El de la denominada Alianza por la Calidad de la Educación (¿por pudor, no se les ocurrió matizar siquiera el título de este programa para diferenciarlo del partido que se está aprovechando de esta “Alianza”?), que es el que ha provocado todos los conflictos en el magisterio; el que plantea la reforma al artículo tercero constitucional, propuesta por la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados y que ya está generando, también, diversas críticas y oposiciones, y el de las posturas diversas (qué mejor) de una educación alternativa y democrática. La búsqueda de algún consenso entre estos discursos de parte del gobierno federal no fue ni pensada: la burocracia de la SEP se siente que está en los cielos.
Sin embargo, siendo la educación uno de los aspectos más importantes para apoyar la economía popular, el bienestar de las personas y de los sectores más desposeídos, en el Acuerdo Nacional a Favor de la Economía Familiar y el Empleo no se presenta ningún punto que apoye a la educación ni a los niños ni a los jóvenes para su desarrollo o su cultura. De hecho, hay más simulación que realidades porque, como ocurre en el sector educativo, tenemos más planes y programas que acciones efectivas que puedan resarcir los impactos de corto y mediano plazos del actual desorden económico.
La educación, la ciencia y la tecnología tienen una considerable contribución directa en la economía nacional y la local. Generan empleo, bienes y servicios fundamentales, además de ser vitales para que la sociedad pueda expresarse en su historia, su presente y en la construcción de su futuro. La educación promueve cultura, bienestar y cohesión social que se requieren para expresar con libertad una ciudadanía crítica y democrática. Hoy estamos pagando con creces el costo de la ignorancia, la expresión inconmensurable de una derecha inculta y la falta de cambios en el sector educativo y en la ciencia. Es en lo que hemos contribuido a la crisis global.
En respuesta, deberíamos impulsar un programa de emergencia educativa, de conocimientos y nuevos aprendizajes, con becas universales para todos los estudiantes, apoyos a quienes no cuentan con una educación suficiente, mayores recursos a la investigación fundamental y a la aplicada, a la innovación tecnológica, a las universidades y a los profesores, un plan centrado en las escuelas y en la reforma sustancial del actual sistema educativo y cultural. Inimaginable.
didrik@servidor.unam.mx

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