Excélsior/27 de enero de 2009
La coincidencia sorprendente de muchos mexicanos de adentro y de afuera es que, con la llegada a la presidencia de Estados Unidos de un representante de las minorías que han sufrido en carne propia lo peor del sistema de ese país (el racismo, la desigualdad…), las cosas podrán empezar a cambiar de fondo, con todo y que, como muchos lo vaticinan, se esté ingresando al Apocalipsis.
Más allá del costo de la ignorancia de aquí y de allá, lo que creo que valdría la pena proponerle al actual presidente Barack Obama, sería revisar el Tratado de Libre Comercio (TLC), para favorecer la apertura de un mercado común (no mercantil) de conocimientos, cultura y educación. Obama se ha manifestado abiertamente por recuperar la imagen perdida de su país, que entre otras cosas ha organizado un verdadero odio mundial en su contra; ha dicho que impulsará la educación de las minorías y pondrá en el centro de sus políticas su bienestar y su desarrollo y que volverá a levantar, de la podredumbre que le ha heredado el monigote del ahora ex presidente (conocido allá como el “W”), la potencialidad científica y tecnológica, pero sobre todo el valor de referencia en los debates fundamentales sobre las fronteras del conocimiento que tanto han perdido. Con esta perspectiva, vale la pena plantearse lo que le puede convenir al país con un presidente estadunidense que ha dicho tales cosas y asegura que quiere sostenerlas.
El TLC no incluyó un apartado especial para regular los intercambios en materia de conocimientos, ciencia, tecnología, movilidad de estudiantes, profesores, científicos y de inversión conjunta en proyectos de ciencia y tecnología de mutuo beneficio, como sí ocurrió en el proceso de integración económica que dio pie a la Unión Europea. Estados Unidos sigue siendo un país que cuenta con grandes recursos, empresas, investigadores, instituciones e infraestructura que puede desarrollar un sinnúmero de posibilidades de cooperación e integración con nuestras comunidades científicas, estudiantiles y de profesores.
Cuando se firmó y luego se puso en marcha el TLC, con todo y que fue evitado incluir acuerdos en materia de educación y de cultura, se impulsaron abiertamente mecanismos trilaterales para organizar una suerte de espacio trilateral de intercambio de estudiantes, académicos, profesionales, así como de mecanismos de evaluación comunes para su ejercicio, que alcanzaron a poner en marcha algunos acuerdos intergubernamentales e interinstitucionales comunes. Tampoco llegaron a dar para gran cosa tales iniciativas, por la falta de interés entre los gobiernos, pero con todo se alcanzó a plantear la reforma constitucional para regular de distinta manera el mercado laboral de técnicos, profesionales y empresarios, con el fin de aprovechar lo que aparecía como un mercado promisorio en el caso de todos ellos.
Si algo puede negociarse para redefinir el actual TLC, sería la apertura de mecanismos idóneos y mutuamente beneficiosos en cuanto al libre flujo de conocimientos, el intercambio de estudiantes, de becas de movilidad y de apoyos compensatorios, para que los avances científicos y tecnológicos del país del nuevo presidente Obama puedan ser aprovechados por el nuestro. ¿De dónde puede venir esta iniciativa? No del gobierno mediocre del panismo, porque ni se le ocurre modificación alguna, pero sí de nuestras universidades públicas, que concentran lo mejor de nuestra inteligencia.
didrik@servidor.unam.mx
Más allá del costo de la ignorancia de aquí y de allá, lo que creo que valdría la pena proponerle al actual presidente Barack Obama, sería revisar el Tratado de Libre Comercio (TLC), para favorecer la apertura de un mercado común (no mercantil) de conocimientos, cultura y educación. Obama se ha manifestado abiertamente por recuperar la imagen perdida de su país, que entre otras cosas ha organizado un verdadero odio mundial en su contra; ha dicho que impulsará la educación de las minorías y pondrá en el centro de sus políticas su bienestar y su desarrollo y que volverá a levantar, de la podredumbre que le ha heredado el monigote del ahora ex presidente (conocido allá como el “W”), la potencialidad científica y tecnológica, pero sobre todo el valor de referencia en los debates fundamentales sobre las fronteras del conocimiento que tanto han perdido. Con esta perspectiva, vale la pena plantearse lo que le puede convenir al país con un presidente estadunidense que ha dicho tales cosas y asegura que quiere sostenerlas.
El TLC no incluyó un apartado especial para regular los intercambios en materia de conocimientos, ciencia, tecnología, movilidad de estudiantes, profesores, científicos y de inversión conjunta en proyectos de ciencia y tecnología de mutuo beneficio, como sí ocurrió en el proceso de integración económica que dio pie a la Unión Europea. Estados Unidos sigue siendo un país que cuenta con grandes recursos, empresas, investigadores, instituciones e infraestructura que puede desarrollar un sinnúmero de posibilidades de cooperación e integración con nuestras comunidades científicas, estudiantiles y de profesores.
Cuando se firmó y luego se puso en marcha el TLC, con todo y que fue evitado incluir acuerdos en materia de educación y de cultura, se impulsaron abiertamente mecanismos trilaterales para organizar una suerte de espacio trilateral de intercambio de estudiantes, académicos, profesionales, así como de mecanismos de evaluación comunes para su ejercicio, que alcanzaron a poner en marcha algunos acuerdos intergubernamentales e interinstitucionales comunes. Tampoco llegaron a dar para gran cosa tales iniciativas, por la falta de interés entre los gobiernos, pero con todo se alcanzó a plantear la reforma constitucional para regular de distinta manera el mercado laboral de técnicos, profesionales y empresarios, con el fin de aprovechar lo que aparecía como un mercado promisorio en el caso de todos ellos.
Si algo puede negociarse para redefinir el actual TLC, sería la apertura de mecanismos idóneos y mutuamente beneficiosos en cuanto al libre flujo de conocimientos, el intercambio de estudiantes, de becas de movilidad y de apoyos compensatorios, para que los avances científicos y tecnológicos del país del nuevo presidente Obama puedan ser aprovechados por el nuestro. ¿De dónde puede venir esta iniciativa? No del gobierno mediocre del panismo, porque ni se le ocurre modificación alguna, pero sí de nuestras universidades públicas, que concentran lo mejor de nuestra inteligencia.
didrik@servidor.unam.mx
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