Jorge Medina Viedas
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Como en otros momentos cruciales de su vida, la UNAM rescata de nuevo el derecho a disentir de los universitarios. Ahora, frente a la desigualdad y la incertidumbre que aqueja a México, y en particular a los jóvenes, y con motivo del examen histórico que un gran número de académicos van a llevar a cabo a lo largo del año, en el marco de las celebraciones del Centenario de la fundación de la máxima casa de cultura del país.
En el acto inaugural del Simposio “La UNAM en la historia”, realizado el 10 de marzo pasado, en el auditorio Alfonso Reyes de Ciudad Universitaria, se escucharon diversas voces que consideran inaceptable la realidad actual de México. Voces de académicos y de autoridades universitarias que se remiten a valores y principios originarios de la Universidad Nacional y que su fundador, Justo Sierra, marcó como irrenunciables e inmanentes a su naturaleza, hace exactamente un siglo.
Ni el microscopio ni el telescopio nos pueden hacer ignorar lo que pasa el campo y en los pueblos del país, parece ser la síntesis de un modo de ser, un modo de vivir y un modo de verse ante la historia. Eso es lo que transmite el rector José Narro Robles; lo que recuerda con lucidez Gloria Villegas, cuando afina la vista sobre los orígenes juaristas de la Escuela Nacional Preparatoria, y lo que rescatan del laicismo histórico de Gabino Barreda, José Manuel Covarrubias y Guillermo Hurtado; se escuchan las opiniones y reflexiones preliminares de Leonardo Lomelí, de Alvaro Matute, de Héctor Fix Fierro, de Fernando Pérez Correa y de María Lourdes Chehaibar, esclarecedoras, pedagógicas algunas, situando de forma descriptiva las etapas de esa relación indubitable entre México y la Universidad Nacional, y de los procesos de cambios, alumbramientos, padecimientos y hasta de enfrentamientos que han vivido juntos en el territorio de la República.
Pero también hay que señalar que no se puede entender el discurso político institucional, las visiones académicas de muchos investigadores ni mucho menos la vocación crítica de los universitarios, si no se ha vivido ese sentimiento colectivo que nace de la herencia común y de unos ideales compartidos.
De ese legado cultural crítico, el rector reivindica el derecho de la comunidad académica para decir, mientras sea necesario, que “no estamos de acuerdo con muchas de las condiciones que acompañan al México de 2010”.
En el acto del auditorio Alfonso Caso, con voz pausada pero enérgica, señaló: “No podemos estar de acuerdo con la enorme, profunda, insultante desigualdad que caracteriza a nuestro país, no podemos estar de acuerdo y conformes con que muchos de los grandes males de siempre sigan afectando a los mexicanos hoy en día, porque a esos grandes males les hemos ido añadiendo otros más recientes, porque a la pobreza, la ignorancia, a la enfermedad, se le han acercado y conjuntado hoy en día la inseguridad y algo, que a mí, en lo personal, me parece delicado: la inseguridad que tienen los jóvenes en el futuro, la incertidumbre que nos encargamos de incrementarle día a día”.
Sin embargo, el rector de la UNAM llamó a los universitarios que van a participar en los coloquios de “La UNAM en la Historia”, a encontrar elementos de fortaleza para vencer a esos viejos enemigos y a los nuevos que se han sumado a la pobreza y la desigualdad. “Así como hemos sido capaces de vencer en el pasado muchos de los problemas que han agobiado a nuestro México, también los vamos a vencer en el futuro próximo”, expresó optimista Narro Robles.
Para el rector de la UNAM, hay un hecho que marca la historia del país: su condición de país desigual, heterogéneo, incompleto, y que lo ha sido a lo largo de la historia remota, reciente y contemporánea, afirmó.
Ante esa disparidad, Narro estableció que “no podemos sentirnos tranquilos y satisfechos”. Y en ese sentido, comentó, la Universidad debe celebrar su fundación haciendo una gran reflexión: “ver cuál ha sido la relación entre México y su Universidad, entre la Universidad y nuestro país a lo largo del siglo XX. Ver y revisar nuestra historia, ver y revisar los datos del pasado, pero tener presente el porvenir de México”. La universidad ha estado y va estar presente en los temas y asuntos de relevancia en el desarrollo nacional, indicó el rector.
Por ello invocó a Justo Sierra en lo que denominó un acto de congruencia y consistencia de los universitarios, pues fue el pensamiento, el tesón, el trabajo de Justo Sierra y de quienes lo acompañaban, lo que hizo posible la refundación de la Universidad, el nuevo nacimiento de la universidad ya en su carácter de nacional, expresó.
En consonancia con el pensamiento de Sierra, Narro Robles planteó que corresponde a la propia Universidad, realizar la obra inmensa de cultura y de atracción de las energías de la República, a fin de alcanzar el merecimiento del calificativo de nacional, y es a la Universidad quien tendrá que demostrar que su “personalidad tiene raíces indestructibles en nuestra naturaleza y nuestra historia”, aseguró.
En la ceremonia inaugural, el rector estuvo acompañado de maestros, estudiantes, autoridades que desde temprana hora llenaron el auditorio. No hay estiramientos. Hay protocolos de una universidad pública que se hace respetar. No hay adjetivos en la presentación, lo que se agradece. En el presídium el Maestro Alonso Gómez-Robledo Verduzco, presidente en turno de la Junta de Gobierno y Alejandro Carrillo, Presidente del Patronato Universitario.
Asimismo, el doctor Álvaro Matute Aguirre, Investigador Emérito del Instituto de Investigaciones Históricas, José Manuel Covarrubias Solís, Tesorero de la UNAM, Leonardo Lomelí Vanegas, Director de la Facultad de Economía, Enrique Fix Fierro, Director del Instituto de Investigaciones Jurídicas, Guillermo Hurtado Pérez, Director del Instituto de Investigaciones Filosóficas, Gloria Villegas Moreno, Directora de la Facultad de Filosofía y Letras, Fernando Pérez Correa, Académico de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales y María Lourdes Chehaibar Náder, Directora del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación, todos, asumiéndose voceros de sus pares que les han dado la encomienda.
Como coordinadores de cada una de las mesas de trabajo, hicieron una breve explicación de los temas a debatir durante las diversas etapas de la historia de la UNAM, y para ello, fijaron como punto de partida la Fundación de la Escuela Nacional Preparatoria en el siglo XIX, y como punto de culminación de la reflexión, la etapa de 1970 a 1990 del siglo pasado que, de seguro, tendrá mayores y más intensos posicionamientos políticos y una más explicable subjetividad en las ponencias y ensayos de los participantes por razones obvias. Es recorrer terrenos de la historia reciente que no alcanzan muchos a digerir del todo.
Una universidad nueva
De explicar las razones del Simposio se hizo cargo Guillermo Hurtado. Empezó con las coincidencias relativas a 2010. La de festejar el bicentenario de la Independencia, los centenarios de la Revolución y de la fundación de la Universidad Nacional, que “además de afortunada es significativa”.
Hurtado establece un punto de partida en la ruta de entendimiento del pasado y del presente, y fija una base firme para avizorar los objetivos hacia el porvenir. Su tesis consiste en el vínculo histórico entre la Universidad y el país: “la historia de México y su universidad están íntimamente ligadas, sus vínculos tienen lugar en diversos planos, económicos, políticos, sociales simbólicos Esta nación no sería la misma sin su universidad y ésta no se comprendería si no fuese la de esta nación”, manifestó el filósofo.
Respecto de los antecedentes de la fundación de la Universidad, Hurtado explicó que Gabino Barreda, en su oración cívica leída el 16 de septiembre de 1877, sostuvo que con la restauración de la República, México había logrado por fin su emancipación política pero que aún tenía que completar su emancipación mental; para lograr este fin, el Estado debería garantizar que la educación fuese, en efecto liberadora, y una condición para ello era que fuera laica”, recordó.
Por su parte, la doctora Gloria Villegas Moreno recordó que fue Benito Juárez quien planteó una innovación fundamental para la vida educativa nacional y la Escuela Nacional Preparatoria fue el eje de esa transformación. En tal sentido, explicó la directora de la Facultad de Filosofía y Letras, que “la oración cívica de Gabino Barreda fue el punto de partida para el diseño y el sentido y el espíritu de ese nuevo plan nacional”.
De acuerdo con Guillermo Hurtado Pérez, director del Instituto de Investigaciones Filosóficas, fue Justo Sierra quien discurrió que México tuviera una Universidad para culminar ese proceso de emancipación menta. “Pero esta universidad tenía que ser nueva, no podía ser la vieja Real y Pontificia; la vieja universidad estaba sometida al rey y al Papa, era una universidad de siervos; la nueva institución tenía que ser una universidad de hombres y mujeres libres”, recordó.
“La vieja universidad hacía de la verdad un dogma que tenía que aprenderse con obediencia, en la nueva universidad la verdad sería una hipótesis sujeta a prueba, algo que alumnos y maestros, juntos, intentaran descubrir todos los días.
“Justo Sierra fundó una universidad nacional cuyo fin era mexicanizar el saber. ¿Qué significa esta frase tantas veces citada? Significa que no haya conocimiento que no sea poseído por los mexicanos, que en México cultivemos todas las ciencias, todas las artes, y que lo hagamos de manera excelsa.
“Pero también mexicanizar significa que el saber esté orientado al bien de México, un saber que le sea útil, que le permita realizar sus aspiraciones colectivas. Por ello, la universidad no puede ignorar la realidad de la patria, la de sus campos, la de sus pueblos; como decía Justo Sierra, los universitarios no pueden tener el ojo pegado al telescopio o al microscopio e ignorar lo que sucede a su alrededor”, explicó.
La locomotora, el distanciamiento, CU
En los años turbulentos del movimiento de 1910, algunos diputados revolucionarios, señaló Gloria Villegas, pretendieron frenar el proyecto de Justo Sierra. Se oponían a que la institución recibiera un subsidio de 45 mil pesos, inferior al costo del mantenimiento de los Jardines de Balbuena y el Parque de Chapultepec, cuestionando la existencia misma de la universidad cuando el país tenía tantas carencias.
Todo esto se produjo durante la primera década de haber sido fundada la Universidad, y será parte de la reflexión en la mesa “De la inauguración de la Universidad Nacional al final del rectorado de Balbino Dávalos (1910-1920)” y que coordinará el director de la Facultad de Economía, Leonardo Lomelí.
Pero aquellos malentendidos fueron superados, según el filósofo Hurtado, y fue esto lo que permitió que entre la Revolución y la Universidad se forjara un acuerdo fundamental, de tal modo que esto hizo posible que la institución fuera una de las principales locomotoras “de la etapa constructiva de la Revolución”. “Sin la labor, creatividad y entrega de los profesionistas universitarios, el desarrollo del país hubiera sido imposible”, aseveró Hurtado Pérez.
Para la Universidad los años veinte son definitorios. Álvaro Matute recuerda que el rector de la Universidad Nacional, José Vasconcelos, en su toma de posesión afirmó: “no vengo a pedirles que la Revolución trabaje para la Universidad sino que la Universidad trabaje para la Revolución”. De esa manera, explica el doctor Emérito, se formuló un pacto de alianza entre el nuevo Estado revolucionario y la Universidad, y al final de esa década la propia institución logro que ese Estado reconociera y le otorgara la autonomía, aseguró Matute.
Es decir, señaló Hurtado Pérez, Vasconcelos, consiguió la síntesis del modelo original de la universidad tratado por Justo Sierra, con el modelo revolucionario de regeneración nacional. Desde entonces esta universidad ha asumido de manera absoluta el compromiso de estar al servicio de México, no sólo en pensamiento también en acción, no sólo en palabras también en hechos”.
Pero la convergencia definitiva entre la Revolución y la universidad alcanzó su momento más elevado, aseguró Hurtado en su presentación, cuando los universitarios tomaron las riendas del estado; y la expresión más grandiosa de esa alianza fue la construcción de la Ciudad Universitaria, dijo.
Hurtado Pérez, recordó, las diferencias y las contradicciones entre el Estado de la Revolución y la Universidad Nacional. Puso el ejemplo de episodios importantes, cuando los universitarios reclamaron en 1929 y en 1934, la garantía de ciertas libertades, no sólo indispensables para la vida académica sino para la vida democrática”.
En ese distanciamiento, se ubica el movimiento estudiantil de 1968, el cual puede considerarse como un episodio “del despertar de la ciudadanía que provocó las reformas del sistema. Por ello puede decirse que los universitarios han sido parte del proceso de construcción de la democracia en el país”, apuntó el director del Instituto de Investigaciones Filosóficas.
El peligro de México
Hurtado Pérez, al final de su central intervención en la inauguración del Simposio, manifestó que la crisis que vive el país obliga a utilizar inteligencia, voluntad e imaginación, y señaló que a la Universidad le toca trabajar desde sus trincheras, desde la docencia, la investigación, la difusión para ofrecer soluciones a los problemas.
Asimismo, indicó que la Universidad también tiene la responsabilidad de preservar y renovar el legado intelectual y moral, y advirtió que lo peor que le puede pasar a un pueblo que enfrenta una crisis como la que vive México, es que pierda sus ideales y valores.
“Éste es el mayor peligro que enfrenta México”, advirtió.
En efecto, la trayectoria histórica de la UNAM ha transcurrido por caminos agrestes pero también por rutas benignas, por momentos de creación y construcción de instituciones, de elaboración conocimiento científico y técnico superior, en la dialéctica permanente de una centralidad educativa que nadie, a lo largo de estos cien años de presencia pública, ha podido disputarle en la educación superior y la investigación científica de México.
En la presentación del Simposio, Hurtado marcó la pauta del sostenimiento de esa dialéctica. Es el momento de rescatar los valores: “recobremos y reformulemos los valores que forman la trama de la historia de la Universidad; después de todo, son los valores los que forjaron la nación. Estudiemos nuestro pasado con la mirada puesta en el futuro, encarguémonos de renovar la promesa de un México soberano y justo, y hagamos realidad el enigmático y hermoso lema que nos une: Por mi raza hablará el espíritu”, afirmó.
Tomado de: http://www.campusmilenio.com.mx/361
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