Alberto Aziz Nassif
El Universal/ 23 de marzo de 2010
Los viajes de Felipe Calderón y su gabinete a Ciudad Juárez en tres ocasiones en las últimas semanas, no han podido detener las balas y asesinatos. La política social y las apresuradas inversiones en salud y educación en esa lastimada frontera no detienen a la delincuencia organizada, como si se pudiera hacerlo.
Ahora que han sido asesinados una funcionaria del consulado, su esposo y otro mexicano, esposo de una estadounidense, el gobierno del vecino del norte reacciona de forma contundente y emiten mensajes cruzados, por una parte, descalifican la estrategia militar en la zona en voz de la secretaria de Seguridad Interna, Janet Napolitano; estrategia que por cierto fue acordada y aprobada por ellos y, al mismo tiempo, en voz del embajador Carlos Pascual, se apoyan los “esfuerzos” del gobierno de México y anuncia una cumbre de alto nivel entre los dos países. Las alarmas que se han vuelto a encender en Estados Unidos y la contaminación de la violencia en su frontera sur tampoco parecen detener las balas. La reacción indignada del gobierno mexicano frente a las descalificaciones de Estados Unidos, porque los socios del norte no acaban de asumir una corresponsabilidad en el problema, tampoco evita que las bandas y las pandillas sigan matando, secuestrando y extorsionando a miles de ciudadanos que todos los días padecen una violencia que no se detiene.
Las noticias sobre los bloqueos de narcos y las balaceras callejeras en la ciudad de Monterrey, que han cobrado la vida de dos estudiantes del Tec, se agregan al cuadro de descomposición que vive el país. Todos los días se da una socialización de casos que no llegan a los medios ni a los titulares de los diarios, pero que registran el acoso, los secuestros, los asaltos y las amenazas que se desparraman sin posibilidad de contenerse en las ciudades, en los pueblos y en las comunidades del país. Esta violencia tampoco se detiene, sino crece de forma incontenible. La contabilidad de muertes nos reporta que en este año, en donde han transcurrido 80 días, ya se acumulan 2,157 muertos y sólo el viernes 19 de marzo se sumaron otros 33 asesinatos (EL UNIVERSAL, 20/III/2010). Las balas aumentan y la muerte se reproduce, se ha perdido el valor de la vida, como en el corrido de José Alfredo, ya “no vale nada”.
Múltiples especialistas en seguridad han analizado la estrategia del combate al narco y al crimen organizado que lleva adelante el gobierno y señalan su ineficacia y su fracaso. Incluso hasta las críticas de Janet Napolitano han recibido la misma respuesta: la descalificación. Sin duda, los recientes asesinatos de Lesley A. Enríquez, Arthur Haycock Redelf y Jorge Alberto Salcido, llevan el problema a otro nivel y abren una tensión adicional en la política externa de México. Los operativos que llevan a cabo el FBI y la DEA en la frontera, muestran lo que puede ser el inicio de otro tipo de intervención del gobierno de Estados Unidos en el país. Sin saber las razones de estos asesinatos, queda establecido que el sistema de seguridad del gobierno de Obama hará todo lo posible por encontrar a los responsables y ponerlos a disposición de un juez. Porque, al final de cuentas, hay diferencias específicas cuando se trata de balas que matan a ciudadanos estadounidenses y cuando se mata a ciudadanos mexicanos. En un sistema la seguridad funciona; en el otro, es un desastre.
Mientras el gobierno defiende, como una inercia, su estrategia fallida, las balas siguen sin parar, con ejército o sin ejército, con policía federal o sin ella, con programas sociales o sin ellos. Sin embargo, la vista del grupo de alto nivel que habrá entre México y Estados Unidos anuncia un cambio en la estrategia de colaboración y de intervención de los vecinos del norte en nuestro país. Ya el general brigadier Benito Medina, declaró que: “No podemos decir que el Ejército no puede, no, es que no solamente es el Ejército, todo México no puede solo, necesitamos la colaboración de la comunidad internacional” (EL UNIVERSAL, 22/III/2010). Después de 18 mil muertos y muchos territorios tomados, se reconoce que México no puede solo.
¿Será posible establecer una línea divisoria que rompa con la protección, la corrupción y la colusión de las autoridades con estos grupos o seguiremos en las mismas? ¿Habrá una estrategia completa de combate al narcotráfico y al lavado de dinero? ¿Hará Estados Unidos la parte que le toca en el tráfico de armas? ¿Cómo será la nueva fase de colaboración entre México y Estados Unidos? ¿Se iniciará una estrategia de inteligencia binacional? Ya veremos qué pasa…
Investigador del CIESAS
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