Luis González de Alba
Milenio/22 de marzo de 2010
Es mala noticia que nos diagnostiquen un cáncer, pero es peor cuando ya hizo metástasis y cundió por todo el cuerpo. El cuerpo social de México, si revisamos a los presidenciables de todos los partidos, está invadido por metástasis del PRI, y peor aún: del viejo y rancio PRI para el que “nación” y “gobierno” eran sinónimos y el gobierno era el Presidente: el Estado soy yo, repetía cada uno de nuestros Luises XIV al segundo año de gobierno. Luego el poder absoluto los enloquecía absolutamente.
El PRI desde su fundación como PNR fue una coalición de fuerzas muchas veces centrífugas que la Presidencia retenía unidas con riendas firmes, con uno que otro asesinato y un tenaz “fraude patriótico” contra la oveja descarriada: Juan Andrew Almazán en 1940, Henríquez Guzmán en 1946 y 51, y Cuauhtémoc Cárdenas en 1988. Los tres eran del PRI, los tres se inconformaron con el heredero elegido por el Presidente en turno, los tres perdieron, en los tres casos se pudieron certificar casos de fraude oficial, pero no de triunfo opositor. Es posible que el arquitecto del fraude contra Cuauhtémoc en 88, Manuel Bartlett, hoy entusiasta lópezobradorista por su origen común, sólo hiciera el fraude necesario para dar a Salinas una mayoría superior al 50 por ciento.
Por decenios hubo vasos comunicantes entre la izquierda y el PRI: ésta alimentaba al PRI con ideólogos ex marxistas, y el PRI se expresaba con ideología socializante. A todos unía la xenofobia (cseno-fobia) y el nacionalismo antiyanki.
En el 88 fuimos muchos los que desde la izquierda llamamos al “voto útil” por Cuauhtémoc. El ex gobernador de Michoacán por el PRI había abandonado su partido porque el presidente Miguel de la Madrid no le ofrecía la Presidencia al grupo, en el que destacaba nada menos que Porfirio Muñoz Ledo, ex presidente nacional del PRI, ex senador y ex funcionario de cuanto hay. En la izquierda habíamos lanzado a un seguro perdedor, como hacíamos cada seis años. En el 88 nuestro gallo escuálido era Heberto Castillo, por el PMS.
Con entusiasta indisciplina, algunos llamamos desde nuestros comentarios en prensa a cambiar de candidato y unirnos a Cárdenas. Heberto cedió… Y comenzó la catástrofe que llevaría al PRD a hacer senadora de la república a La Tigresa Irma Serrano, famosa amante del presidente Díaz Ordaz; a José Guadarrama, brujo del fraude priista en Michoacán y acusado de mandar asesinar perredistas, y hoy llega al ridículo: rogarle a priistas resentidos que renuncien al PRI para lanzarlos como candidatos anti-PRI…
Parece una política incomprensible, pero cobra significado a partir de un par de observaciones: en el PRI una camada de jóvenes se saltó la fila de espera alentados por el desastre económico de “la docena trágica”, como llamamos a los sexenios de Echeverría y López Portillo, docena concluida en 1982, y por eso año nostálgico en que “el país perdió el rumbo”, según llora que llora por los rincones AMLO como La Zarzamora. En el 82 vimos un giro en la política económica hacia una mayor apertura: con fronteras abiertas, que un nacionalismo chato mantenía cerradas, se exigió al productor nacional competir en igualdad de precio y calidad con el extranjero.
La clave del entonces y del hoy es que se hizo contra la opinión mayoritaria del PRI y sólo por la inatacable autoridad del presidente en turno. Por eso tenemos un TLC que nos llevó, por primera vez en nuestra historia, a venderle a EU más de lo que le compramos y darnos una balanza comercial favorable; por eso hemos levantado algo de industria eficaz y agricultura de primera. Es la ventaja del dictador: que sus medidas se cumplen sin chistar… y hasta pueden ser correctas.
Pero el viejo PRI volvió por sus fueros desde que el presidente Zedillo perdió la mayoría en la Cámara de Diputados en su segundo trienio. Hay PRI dentro del PRI con Bartlett, Beatriz Paredes et al., y hay PRI afuera: con Manuel Camacho y Marcelo Ebrard, quienes gobernaron el DF para Salinas, y con López Obrador, presidente estatal del PRI-Tabasco defenestrado por el PRI cuando intentó la jugarreta que le haría al PRD: construir una red de poder personal por encima de las estructuras del partido.
Por eso en 2012 ganará el PRI, ya sea con Ebrard, con Peña Nieto o con un candidato del PAN robado al PRI, como viene haciendo en Oaxaca, Sinaloa y los que se acumulen.
Es el resultado de una operación de cáncer mal practicada: se nos esparció el tumor.
http://www.luisgonzalezdealba.com/
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