Gilberto Guevara Niebla*
La palabra apropiada es usurpación. El SNTE no puede decidir qué educación deben recibir los mexicanos porque, al hacerlo, viola la Constitución. Sin embargo, el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación desde hace algunos años ha venido usurpando el papel que, en estricto sentido, sólo corresponde a la SEP.
A la SEP, y sólo a la SEP, le pertenece la rectoría de la educación nacional. La SEP es Estado; el SNTE es entidad privada. Una serie de maniobras de la lideresa sindical ante los incompetentes gobiernos del PAN han hecho posible, empero, que el SNTE se atribuya funciones que jurídicamente no le corresponden y su intervención ha sido funesta para la educación pública.
El SNTE es el peor enemigo de la calidad educativa no sólo porque ha creado dentro del sistema escolar un ethos negativo que promueve el no trabajo, la corrupción, la impuntualidad, el ausentismo, la asignación y venta de plazas, etcétera, sino, además, porque ha usado su poder mítico para imponerle al gobierno de Felipe Calderón malos planes de educación, como la Alianza por la Calidad de la Educación (ACE).
Un alto funcionario de la SEP me informó que después que la secretaría había elaborado su Programa Sectorial de Educación, llegó la profesora Gordillo con Calderón y le obligó a aceptar la ACE, que substituyó al programa antes aprobado oficialmente. Le dobló la mano al presidente y el presidente… se dejó.
La ACE fue preparada por Gordillo y su equipo. Se trata de un programa irrelevante, sin sustento, plano, armado con conceptos triviales, que carece de objetivos jerárquicos, que pretende abarcarlo todo y no abarca nada, hecho con criterios más políticos que técnicos. Un documento pésimo en sus efectos prácticos, porque sólo introduce ambigüedad, sombras e imprecisiones.
Antes el SNTE había pugnado por extender a tres años y hacer obligatorio el nivel educativo preescolar. Un absurdo que no sucede en ningún país del mundo (la misma SEP ha reculado al negarse a ofrecer educación preescolar a pequeños de tres años, una edad en que la dependencia de la madre sigue siendo muy fuerte).
La dirigencia del SNTE, desde luego, no obraba por afanes justicieros: lo que buscaba era ampliar la oferta de trabajo para las educadoras egresadas de las normales y ampliar las filas de su militancia con 150 mil nuevos elementos. La lógica que sigue la élite dirigente del sindicato no es ni ética ni pedagógica: es una lógica de poder puro y crudo.
Esa lógica se advierte en la nueva negociación SNTE-SEP en la cual, una vez más, el SNTE usurpa las funciones de la SEP al imponer a ésta la creación de cinco “Centros Regionales de Excelencia Académica Educativa”, es decir, cinco entidades académicas de nivel universitario que se ocuparán, se supone, de formar docentes.
¿Qué significado tendría esta idea? Para comprender claramente lo que ocurre, hay que colocarse en la perspectiva del sindicato. Se trata de cinco potenciales nuevos centros de poder del SNTE. Al crearse, como entidades universitarias autónomas, lo que se logrará a la postre es imprimirle a estos centros una lógica de subordinación al sindicato, de autoconsumo, centrada en el conocimiento por el conocimiento, operando por escalafón y desprendida de todo compromiso con la práctica educativa de las escuelas básicas. El sentido común —y la racionalidad— nos sugieren que la mejor fórmula para formar docentes de excelencia es por medio de las universidades públicas. Pero éstas no están supeditadas al SNTE y, por lo mismo, esta idea carece de sentido dentro de la lógica de acumulación de poder que obsesiona al SNTE y sus líderes.
* Profesor de la UNAM, director de la revista Educación 2001.
Tomado de: http://www.campusmilenio.com.mx/365/opinion/ggn.html
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