Hace unas semanas se dio a conocer la renuncia del director del Instituto Nacional para la Evaluación Educativa (INEE), una renuncia adelantada que ha servido para que algunos analistas de la problemática educativa hagan diversos señalamientos sobre el trabajo exitoso de la gestión que concluye, mientras otros han señalado algunas de sus limitaciones.
Ciertamente, con la creación del INEE en el año 2002 se concretó la aspiración de un grupo de académicos que postularon que la mejora de la calidad de la educación en México requería del establecimiento de una instancia de evaluación de los aprendizajes que fuese independiente del Ejecutivo federal y de sus órganos de gobierno. En este caso, la Secretaría de Educación Pública (SEP).
De esta manera, a partir del trabajo que realizaron en el equipo de transición formado en 2000, entre otros temas, impulsaron la creación del INEE. Un IFE (Instituto Federal Electoral) para la educación, entusiastamente argumentaban. De facto desconocían la historia de las pruebas a gran escala en el sistema educativo nacional. Aunque en el proyecto de creación del INEE reconocían que desde 1976 la SEP, a través de la Dirección General de Evaluación, aplicaba diversas pruebas en el sistema educativo mexicano. Consideraban que el problema que tenía tal institución consistía en que las diversas autoridades educativas le habían impedido dar a conocer al público, no a las autoridades, los resultados de los exámenes que aplicaban.
Una vez que la idea no prosperó ante el Congreso de la Unión, convencieron, a través del entonces secretario de Educación, al presidente de la República para crear por decreto este instituto. Cinco académicos presentamos proyectos para la dirección del mismo y el Consejo Directivo designó como director a quien venía trabajando la idea desde principios de ese sexenio.
Con un significativo esfuerzo, se fue creando el instituto, recuperó en un primer momento las bases de IDANIS (Instrumento de Diagnóstico para los Alumnos de Nuevo Ingreso en Secundaria), pero al ver sus limitaciones, asumió la tarea de elaborar un nuevo examen, la prueba EXCALE (Examen de Calidad y el Logro Educativo), el cual empezó a aplicar de manera muestral en 2005 en el ámbito nacional. En el intermedio se responsabilizó de aplicar algunas pruebas internacionales (PISA, Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos —por sus siglas en inglés—, y la prueba que elabora el Laboratorio de Medición de la Calidad de la Educación de la UNESCO). Inexplicablemente, también formuló una serie de talleres sobre evaluación para periodistas.
Antes de concluir el sexenio en el que se creó el INEE, también de manera inexplicable se aplicó por primera vez (2006) una prueba censal a todos los estudiantes de tercero a sexto grado y de tercero de secundaria llamada ENLACE (Evaluación Nacional del Logro Académico de Centros Escolares), diseñada por la misma instancia que elaboraba los antiguos exámenes ahora denominada Dirección de Evaluación de Políticas, de la SEP.
Ciertamente, con la creación del INEE en el año 2002 se concretó la aspiración de un grupo de académicos que postularon que la mejora de la calidad de la educación en México requería del establecimiento de una instancia de evaluación de los aprendizajes que fuese independiente del Ejecutivo federal y de sus órganos de gobierno. En este caso, la Secretaría de Educación Pública (SEP).
De esta manera, a partir del trabajo que realizaron en el equipo de transición formado en 2000, entre otros temas, impulsaron la creación del INEE. Un IFE (Instituto Federal Electoral) para la educación, entusiastamente argumentaban. De facto desconocían la historia de las pruebas a gran escala en el sistema educativo nacional. Aunque en el proyecto de creación del INEE reconocían que desde 1976 la SEP, a través de la Dirección General de Evaluación, aplicaba diversas pruebas en el sistema educativo mexicano. Consideraban que el problema que tenía tal institución consistía en que las diversas autoridades educativas le habían impedido dar a conocer al público, no a las autoridades, los resultados de los exámenes que aplicaban.
Una vez que la idea no prosperó ante el Congreso de la Unión, convencieron, a través del entonces secretario de Educación, al presidente de la República para crear por decreto este instituto. Cinco académicos presentamos proyectos para la dirección del mismo y el Consejo Directivo designó como director a quien venía trabajando la idea desde principios de ese sexenio.
Con un significativo esfuerzo, se fue creando el instituto, recuperó en un primer momento las bases de IDANIS (Instrumento de Diagnóstico para los Alumnos de Nuevo Ingreso en Secundaria), pero al ver sus limitaciones, asumió la tarea de elaborar un nuevo examen, la prueba EXCALE (Examen de Calidad y el Logro Educativo), el cual empezó a aplicar de manera muestral en 2005 en el ámbito nacional. En el intermedio se responsabilizó de aplicar algunas pruebas internacionales (PISA, Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos —por sus siglas en inglés—, y la prueba que elabora el Laboratorio de Medición de la Calidad de la Educación de la UNESCO). Inexplicablemente, también formuló una serie de talleres sobre evaluación para periodistas.
Antes de concluir el sexenio en el que se creó el INEE, también de manera inexplicable se aplicó por primera vez (2006) una prueba censal a todos los estudiantes de tercero a sexto grado y de tercero de secundaria llamada ENLACE (Evaluación Nacional del Logro Académico de Centros Escolares), diseñada por la misma instancia que elaboraba los antiguos exámenes ahora denominada Dirección de Evaluación de Políticas, de la SEP.
Exámenes, alumnos y maestros
En el ámbito estatal ya se observaba una tendencia a crear instancias (institutos, direcciones, coordinaciones) de evaluación que aplicaron una prueba local, realizadas por las autoridades educativas de cada estado.
En ningún momento se dejaron de aplicar otras pruebas que en la historia de la evaluación a gran escala en México se venían utilizando, como la prueba IDANIS, la cual que se aplica a todos los estudiantes que concluyen el sexto grado de educación primaria, y la Prueba de Factor de Aprovechamiento Escolar (para los alumnos cuyos profesores están en el programa de carrera magisterial).
Esto es, hoy, un alumno de sexto de primaria debe resolver hasta cinco diversos exámenes nacionales y/o estatales a lo largo de su curso escolar.
El supuesto de quienes defienden la aplicación de estas pruebas es considerar que con ello y la difusión de sus resultados, de manera automática, se elevará la calidad de la educación; supusieron que los maestros (sujetos en general ignorados en los informes de los exámenes) utilizarían esos resultados para mejorar su trabajo en el aula.
Aunque en algunos informes de evaluación pudimos observar con asombro cómo se enunciaba que el mismo era para las autoridades educativas (quienes desde el principio de las actividades de evaluación, a fines de los años setenta, disponían de los mismos) y para la sociedad, en realidad para los medios de comunicación. En realidad, para llenar los encabezados de la prensa por dos o tres semanas. Los maestros de grupo fueron ignorados.
Recordemos que los planes de estudio de las escuelas normales hasta antes de 1984 ofrecían contenidos para el aprendizaje del sentido de las pruebas a gran escala (llamadas pruebas objetivas desde los años sesenta) y después de 1984 cursaban la materia "Evaluación del aprendizaje", pero que en la reforma de 1997, con el erróneo lema de “Abajo el teoricismo”, se eliminaron asignaturas fundamentales para la formación del profesor como profesional de la educación, entre ellas, psicología del aprendizaje, didáctica y evaluación del aprendizaje.
Es lamentable que quienes hacen evaluación se preocupen escasamente de los profesores, y es preocupante que en todo el proceso de reforma educativa actual el plan de estudios “antiteórico” que tienen las escuelas normales no se pueda modificar.
En todos los exámenes los alumnos obtienen resultados deficientes. La noticia es manejada en todos los colores en los medios nacionales. Sólo desde el año pasado se han empezado a formular algunos cursos para los profesores, en algunas de las asignaturas con mayor deficiencia. En ellos se presupone una ausencia de formación disciplinar por parte del docente, lo cual es cierto, pero también en el fondo es el resultado de un plan de estudios normalista deficiente.
No hay una preocupación por que los profesores entiendan cuál es el significado de cada resultado en un examen, ni mucho menos que analicen lo que pueden hacer en el sentido pedagógico/didáctico respecto del mismo.
En ningún momento se dejaron de aplicar otras pruebas que en la historia de la evaluación a gran escala en México se venían utilizando, como la prueba IDANIS, la cual que se aplica a todos los estudiantes que concluyen el sexto grado de educación primaria, y la Prueba de Factor de Aprovechamiento Escolar (para los alumnos cuyos profesores están en el programa de carrera magisterial).
Esto es, hoy, un alumno de sexto de primaria debe resolver hasta cinco diversos exámenes nacionales y/o estatales a lo largo de su curso escolar.
El supuesto de quienes defienden la aplicación de estas pruebas es considerar que con ello y la difusión de sus resultados, de manera automática, se elevará la calidad de la educación; supusieron que los maestros (sujetos en general ignorados en los informes de los exámenes) utilizarían esos resultados para mejorar su trabajo en el aula.
Aunque en algunos informes de evaluación pudimos observar con asombro cómo se enunciaba que el mismo era para las autoridades educativas (quienes desde el principio de las actividades de evaluación, a fines de los años setenta, disponían de los mismos) y para la sociedad, en realidad para los medios de comunicación. En realidad, para llenar los encabezados de la prensa por dos o tres semanas. Los maestros de grupo fueron ignorados.
Recordemos que los planes de estudio de las escuelas normales hasta antes de 1984 ofrecían contenidos para el aprendizaje del sentido de las pruebas a gran escala (llamadas pruebas objetivas desde los años sesenta) y después de 1984 cursaban la materia "Evaluación del aprendizaje", pero que en la reforma de 1997, con el erróneo lema de “Abajo el teoricismo”, se eliminaron asignaturas fundamentales para la formación del profesor como profesional de la educación, entre ellas, psicología del aprendizaje, didáctica y evaluación del aprendizaje.
Es lamentable que quienes hacen evaluación se preocupen escasamente de los profesores, y es preocupante que en todo el proceso de reforma educativa actual el plan de estudios “antiteórico” que tienen las escuelas normales no se pueda modificar.
En todos los exámenes los alumnos obtienen resultados deficientes. La noticia es manejada en todos los colores en los medios nacionales. Sólo desde el año pasado se han empezado a formular algunos cursos para los profesores, en algunas de las asignaturas con mayor deficiencia. En ellos se presupone una ausencia de formación disciplinar por parte del docente, lo cual es cierto, pero también en el fondo es el resultado de un plan de estudios normalista deficiente.
No hay una preocupación por que los profesores entiendan cuál es el significado de cada resultado en un examen, ni mucho menos que analicen lo que pueden hacer en el sentido pedagógico/didáctico respecto del mismo.
Gastos y costos
Pero México es seguramente el país que más gasta en exámenes y, al mismo tiempo, donde los resultados de los mismos se manejan de la manera más ineficiente.
La información de qué se dispone al respecto es escasa. Cada aplicación de ENLACE tiene un costo al erario público de 200 millones de pesos, el derecho a participar en la prueba PISA obliga al gobierno mexicano a pagar al consorcio PISA un millón de dólares. Paradójicamente es en el Tercer Mundo donde se financian las acciones del consorcio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que concentra el dinero de los países de economías más fuertes.
De los otros exámenes no sabemos sus costos: EXCALE, IDANIS, Prueba Estatal, Prueba de Factor de Aprovechamiento Escolar. Se gasta mucho para llenar informes con datos estadísticos, para reiterar las deficiencias que subsisten en el aprendizaje de los estudiantes.
Es urgente, incluso por los problemas económicos que enfrenta el país, avanzar hacia una racionalización de los recursos económicos que se aplican en los exámenes. Es urgente establecer una prueba nacional, y sólo una. Hacia esta ruta debe encaminarse una política de Estado.
Otros problemas se encuentran en el exceso de evaluaciones que se realizan actualmente. Los organismos que construyen exámenes a gran escala deben ir más allá de sus visiones actuales. Se debe reconocer que las pruebas reflejan una teoría del test, una teoría de aprendizaje y una teoría del contenido. Esto es, las pruebas no son neutras.
La información de qué se dispone al respecto es escasa. Cada aplicación de ENLACE tiene un costo al erario público de 200 millones de pesos, el derecho a participar en la prueba PISA obliga al gobierno mexicano a pagar al consorcio PISA un millón de dólares. Paradójicamente es en el Tercer Mundo donde se financian las acciones del consorcio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que concentra el dinero de los países de economías más fuertes.
De los otros exámenes no sabemos sus costos: EXCALE, IDANIS, Prueba Estatal, Prueba de Factor de Aprovechamiento Escolar. Se gasta mucho para llenar informes con datos estadísticos, para reiterar las deficiencias que subsisten en el aprendizaje de los estudiantes.
Es urgente, incluso por los problemas económicos que enfrenta el país, avanzar hacia una racionalización de los recursos económicos que se aplican en los exámenes. Es urgente establecer una prueba nacional, y sólo una. Hacia esta ruta debe encaminarse una política de Estado.
Otros problemas se encuentran en el exceso de evaluaciones que se realizan actualmente. Los organismos que construyen exámenes a gran escala deben ir más allá de sus visiones actuales. Se debe reconocer que las pruebas reflejan una teoría del test, una teoría de aprendizaje y una teoría del contenido. Esto es, las pruebas no son neutras.
Ausencia de información
En la actualidad, debemos reconocer que los actores que desarrollan las pruebas difícilmente informan a partir de qué teoría del testla hacen, no informan sobre el mecanismo que siguen para determinar el valor de los contenidos que seleccionan en la construcción de la misma.
En ocasiones informan que usan una metodología de análisis curricular ad hoc para determinar los contenidos (lo que puede significar cualquier cosa); los autores de la prueba no informan cuál es el concepto de aprendizaje que han asumido, informan muy poco acerca de cómo calibran los ítemsy cómo obtienen la “validez de constructor”, tema básico para una medición.
Ninguna instancia de evaluación se ve obligada a asumir una perspectiva pedagógico didáctica de los exámenes. La evaluación, digan lo que digan, se encuentra desligada de los avances actuales en el campo de la didáctica, de los desarrollos que llevan a construir diversas estrategias de enseñanza o a crear situaciones didácticas específicas.
La investigación pedagógica camina por una ruta, mientras la creación de exámenes avanza por otra. Incluso, el tratamiento de los contenidos se ve limitado con la evolución de las pruebas, baste ver libros como los que han creado algunas editoriales privadas (Aprobemos, Santillana) para ver cómo, en vez de revisar el sentido del contenido escolar, se generan prácticas de entrenamiento en niños para el “llenado de bolitas”.
La evaluación mexicana es claramente psicometrista (PISA tarda 13 meses en elaborar el marco teórico de las pruebas, de eso informa; dice que las calibra en tres a seis meses, pero no explica cómo lo hace; dice que las traduce en dos meses, tampoco informa por qué contrató a una compañía belga para esta tarea, pero la prueba la aplica cada tres años. Por lo menos es un poco más seria que la mayoría de las mexicanas).
En otros países se hace una prueba nacional, con sus resultados se hacen talleres con docentes para analizar: ¿qué significan los resultados?, ¿a qué se deben esos resultados?, y ¿qué pueden hacer en el salón de clases frente a esos resultados?
Esto es, los exámenes nacionales tienen una función de retroalimentación. En México los resultados son para la autoridad educativa y para la prensa.
El cambio, en la conducción del INEE representa un momento para revisar la política nacional centrada en las pruebas a gran escala, exige plantearse con responsabilidad ante el país cómo racionalizar recursos.
Es urgente, tal como lo concebí en un proyecto hace seis años, pensar en un examen a gran escala que acompañe al profesor en su compleja tarea de atender el proceso de aprendizaje y el proceso de formación de 40 alumnos, 40 personas que tienen formas de aprendizaje particulares, que provienen de diversos sectores sociales y culturales. Esto, en el caso de que sólo atienda a un grupo; 80 si está frente a dos grupos, en el caso de primaria, y más de 240 en el caso de que trabaje en secundaria.
En ocasiones informan que usan una metodología de análisis curricular ad hoc para determinar los contenidos (lo que puede significar cualquier cosa); los autores de la prueba no informan cuál es el concepto de aprendizaje que han asumido, informan muy poco acerca de cómo calibran los ítemsy cómo obtienen la “validez de constructor”, tema básico para una medición.
Ninguna instancia de evaluación se ve obligada a asumir una perspectiva pedagógico didáctica de los exámenes. La evaluación, digan lo que digan, se encuentra desligada de los avances actuales en el campo de la didáctica, de los desarrollos que llevan a construir diversas estrategias de enseñanza o a crear situaciones didácticas específicas.
La investigación pedagógica camina por una ruta, mientras la creación de exámenes avanza por otra. Incluso, el tratamiento de los contenidos se ve limitado con la evolución de las pruebas, baste ver libros como los que han creado algunas editoriales privadas (Aprobemos, Santillana) para ver cómo, en vez de revisar el sentido del contenido escolar, se generan prácticas de entrenamiento en niños para el “llenado de bolitas”.
La evaluación mexicana es claramente psicometrista (PISA tarda 13 meses en elaborar el marco teórico de las pruebas, de eso informa; dice que las calibra en tres a seis meses, pero no explica cómo lo hace; dice que las traduce en dos meses, tampoco informa por qué contrató a una compañía belga para esta tarea, pero la prueba la aplica cada tres años. Por lo menos es un poco más seria que la mayoría de las mexicanas).
En otros países se hace una prueba nacional, con sus resultados se hacen talleres con docentes para analizar: ¿qué significan los resultados?, ¿a qué se deben esos resultados?, y ¿qué pueden hacer en el salón de clases frente a esos resultados?
Esto es, los exámenes nacionales tienen una función de retroalimentación. En México los resultados son para la autoridad educativa y para la prensa.
El cambio, en la conducción del INEE representa un momento para revisar la política nacional centrada en las pruebas a gran escala, exige plantearse con responsabilidad ante el país cómo racionalizar recursos.
Es urgente, tal como lo concebí en un proyecto hace seis años, pensar en un examen a gran escala que acompañe al profesor en su compleja tarea de atender el proceso de aprendizaje y el proceso de formación de 40 alumnos, 40 personas que tienen formas de aprendizaje particulares, que provienen de diversos sectores sociales y culturales. Esto, en el caso de que sólo atienda a un grupo; 80 si está frente a dos grupos, en el caso de primaria, y más de 240 en el caso de que trabaje en secundaria.
Pendientes
No basta con hacer informes llenos de cuadros estadísticos (referidos al rendimiento o referidos a las condiciones socioeconómicas de los alumnos) para documentar que quienes provienen de sectores menos favorecidos tienen menor rendimiento escolar.
Es necesario informar cómo se construyen estos instrumentos, qué tipo de aprendizaje privilegian (recuerdo, uso primario de la información, resolución de problemas simples o de problemas complejos).
Es necesario que exista una articulación pedagógica entre quienes construyen pruebas y quienes formulan el currículum. Siempre hemos afirmado que el aprendizaje se promueve en el trabajo en el aula, no en el momento de un examen. Es urgentísimo modificar el plan de estudios de la escuela normal.
Hoy no sabemos quiénes reprueban a través de los resultados de los exámenes. Pero lo que es claro es que no son los alumnos los únicos reprobados. Sus resultados significan un trabajo pedagógico deficiencia en el aula, pero también significan un desacierto de las autoridades educativas, de quienes hacen planes de estudio (de básica y de normal).
Resultados deficientes también significan que estamos en una crisis estructural de la escuela, la cultura escolar no pudo adaptarse a una cultura social, no refleja las grandes desigualdades de la sociedad mexicana.
Esos resultados reflejan una deficiente investigación didáctica en México, una ausencia de un sistema de acompañamiento pedagógico al trabajo docente. Reflejan un desinterés de la sociedad en general por lo que acontece en la educación. Una irresponsabilidad de los medios de comunicación masiva, particularmente de la televisión, para coadyuvar en el incremento de la cultura en la nación.
México no necesita más exámenes, necesita modificar una política nacional sobre las pruebas a gran escala, sobre la formación de maestros, sobre los medios culturales. Los evaluadores están obligados a asumir su tarea con más humildad, con mayor sentido pedagógico, con más responsabilidad social.
Se requiere crear una institución evaluadora en el ámbito nacional; se requiere que esté abierta a discutir con todas las tendencias, escuelas, corrientes de pensamiento no sólo del campo de la evaluación, de los estudiosos de la sociedad, sino también de los didactas, de quienes trabajan por renovar la nueva cultura escolar. Se requiere que los resultados de la evaluación se consideren como elementos que acompañen el quehacer docente, así sucede en otros países, pero sólo así se podrá mejorar la educación.
Es necesario informar cómo se construyen estos instrumentos, qué tipo de aprendizaje privilegian (recuerdo, uso primario de la información, resolución de problemas simples o de problemas complejos).
Es necesario que exista una articulación pedagógica entre quienes construyen pruebas y quienes formulan el currículum. Siempre hemos afirmado que el aprendizaje se promueve en el trabajo en el aula, no en el momento de un examen. Es urgentísimo modificar el plan de estudios de la escuela normal.
Hoy no sabemos quiénes reprueban a través de los resultados de los exámenes. Pero lo que es claro es que no son los alumnos los únicos reprobados. Sus resultados significan un trabajo pedagógico deficiencia en el aula, pero también significan un desacierto de las autoridades educativas, de quienes hacen planes de estudio (de básica y de normal).
Resultados deficientes también significan que estamos en una crisis estructural de la escuela, la cultura escolar no pudo adaptarse a una cultura social, no refleja las grandes desigualdades de la sociedad mexicana.
Esos resultados reflejan una deficiente investigación didáctica en México, una ausencia de un sistema de acompañamiento pedagógico al trabajo docente. Reflejan un desinterés de la sociedad en general por lo que acontece en la educación. Una irresponsabilidad de los medios de comunicación masiva, particularmente de la televisión, para coadyuvar en el incremento de la cultura en la nación.
México no necesita más exámenes, necesita modificar una política nacional sobre las pruebas a gran escala, sobre la formación de maestros, sobre los medios culturales. Los evaluadores están obligados a asumir su tarea con más humildad, con mayor sentido pedagógico, con más responsabilidad social.
Se requiere crear una institución evaluadora en el ámbito nacional; se requiere que esté abierta a discutir con todas las tendencias, escuelas, corrientes de pensamiento no sólo del campo de la evaluación, de los estudiosos de la sociedad, sino también de los didactas, de quienes trabajan por renovar la nueva cultura escolar. Se requiere que los resultados de la evaluación se consideren como elementos que acompañen el quehacer docente, así sucede en otros países, pero sólo así se podrá mejorar la educación.
* Investigador del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad.
Tomado de: http://www.campusmilenio.com.mx
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