Excélsior/3 de diciembre de 2008
Algunos analistas se alegran de que la Alianza por la Calidad de la Educación, que firmaron el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación y el gobierno federal, sufra de tropiezos. Lo grave es que la ACE se trompica en lo único que constituye una reforma verdadera: eliminar la venta y herencia de las plazas. Parece que muy pocos se han puesto a estudiar los otros puntos que propone, desde la mejora de la infraestructura a la evaluación de los aprendizajes. Lo sorprendente es que el gobierno tenga que pactar con el sindicato lo que está obligado a ejercer por ley. Pero, arguyen los que piensan que la ACE es una reforma de fondo, es la única vía, sin los maestros no se puede hacer (y cuando dicen maestros se refieren nada más al SNTE y su dirigencia).
Lo peor que puede pasar es que el gobierno central se vea acorralado por la presión que proviene de varios frentes y el año que viene suspenda los concursos para las plazas de nueva creación. O que no logre el consenso del SNTE para poner en marcha la institución que se supone debe organizar los exámenes para los nuevos maestros, así como sujetar a concurso las plazas de directores de escuela y supervisores.
Pienso que la falta de un mando claro es el eslabón débil de esa cadena de acciones que el gobierno pensaba que la ACE pondría en marcha. El arreglo institucional de la educación básica mexicana obedece a un control normativo, técnico, financiero y político centralista, pero su operación es descentralizada. Y, en ese diseño, participan muchos actores que no se sujetan a las reglas que el centro trata de imponer. Y es que en el mismo centro hay desacuerdos fundamentales y pugnas por el liderazgo: la calidad de la educación es un campo de batalla.
Veamos por ejemplo lo que expresó la secretaria de Educación Pública, Josefina Vázquez Mota, la semana pasada: “La Alianza por la Calidad de la Educación ya está en marcha, ya está ocurriendo en cientos de miles de aulas y para millones de estudiantes; la Alianza cuenta con el liderazgo del presidente Felipe Calderón y con el acuerdo de los gobiernos estatales” (en el boletín de prensa de la SEP del 27 de noviembre, al inaugurar el Congreso Nacional del Compromiso Social por la Calidad de la Educación).
Casi al mismo tiempo, varios gobiernos estatales, que se encuentran bajo sitio por las movilizaciones de los maestros que defienden su privilegio y de los grupos antagónicos a Elba Esther Gordillo, buscan salirse de la ACE o al menos posponerla o plantear alternativas locales, que en la práctica significan mantener el sistema vigente. Otros gobernadores andan con tiento, no quieren provocar a la señora Gordillo, pero tampoco desean que los disidentes organicen a las bases de los maestros y se pongan en huelga o realicen paros locos. Ya tienen bastantes problemas.
Elba Esther Gordillo, la presidenta del SNTE, por una parte reclama para sí el liderazgo de la ACE; con soberbia, grita que la idea es de ella y debido a eso peregrinó por los estados para hacer que los gobernadores la firmaran. Por otra parte, sus validos en la Comisión Rectora retrasan los acuerdos concretos, se echan para atrás en lo de sujetar a concurso las plazas de directores y supervisores, exigen que se pongan en marcha programas mientras impiden que la Comisión sesione y, en fin, apuestan al desgaste de las autoridades.
Me parece que al presidente Calderón le interesa más la alianza política con Gordillo y su partido que la calidad de la educación. En su discurso para celebrar el segundo aniversario de su gobierno y en entrevistas a la radio, él elogió a la ACE y a los actores que la apoyan, pero no hay reconocimiento a los gobiernos de los estados, que padecen la presión inmediata, ni censura a los disidentes ni le brinda apoyo a su subordinada cuando la atacan sus aliados del SNTE. La única apuesta, tímida por cierto, es que estudiará si en el futuro va a promover acciones legislativas para institucionalizar la ACE. Hablando en plata, lo único de la ACE que no está regulado por la ley son los concursos. No le veo el carácter de líder que le atribuye Josefina Vázquez Mota, no al menos en este trance.
Los maestros y los normalistas inconformes apuestan a radicalizar aún más las movilizaciones, con brotes violentos y provocaciones insensatas. Aunque su fin último es derrocar a Elba Esther Gordillo, en el tránsito resguardan una causa abominable.
No me provoca alegría ver cómo se desmorona la única pieza que vale la pena de la ACE, al contrario, me llena de pesadumbre observar la supervivencia de los vicios del viejo orden corporativo. También me pasma que algunos que se dicen de izquierda defiendan la venta de plazas y al mismo tiempo aseguren que están en favor de mejorar la calidad de la educación mexicana.
Si los opositores a la ACE ganan esta partida tal vez se deba a que se trató de dirigir con un mando bicéfalo, la SEP y el SNTE. Además, con disputas entre Elba Esther Gordillo y Josefina Vázquez Mota.
Lo peor que puede pasar es que el gobierno central se vea acorralado por la presión que proviene de varios frentes y el año que viene suspenda los concursos para las plazas de nueva creación. O que no logre el consenso del SNTE para poner en marcha la institución que se supone debe organizar los exámenes para los nuevos maestros, así como sujetar a concurso las plazas de directores de escuela y supervisores.
Pienso que la falta de un mando claro es el eslabón débil de esa cadena de acciones que el gobierno pensaba que la ACE pondría en marcha. El arreglo institucional de la educación básica mexicana obedece a un control normativo, técnico, financiero y político centralista, pero su operación es descentralizada. Y, en ese diseño, participan muchos actores que no se sujetan a las reglas que el centro trata de imponer. Y es que en el mismo centro hay desacuerdos fundamentales y pugnas por el liderazgo: la calidad de la educación es un campo de batalla.
Veamos por ejemplo lo que expresó la secretaria de Educación Pública, Josefina Vázquez Mota, la semana pasada: “La Alianza por la Calidad de la Educación ya está en marcha, ya está ocurriendo en cientos de miles de aulas y para millones de estudiantes; la Alianza cuenta con el liderazgo del presidente Felipe Calderón y con el acuerdo de los gobiernos estatales” (en el boletín de prensa de la SEP del 27 de noviembre, al inaugurar el Congreso Nacional del Compromiso Social por la Calidad de la Educación).
Casi al mismo tiempo, varios gobiernos estatales, que se encuentran bajo sitio por las movilizaciones de los maestros que defienden su privilegio y de los grupos antagónicos a Elba Esther Gordillo, buscan salirse de la ACE o al menos posponerla o plantear alternativas locales, que en la práctica significan mantener el sistema vigente. Otros gobernadores andan con tiento, no quieren provocar a la señora Gordillo, pero tampoco desean que los disidentes organicen a las bases de los maestros y se pongan en huelga o realicen paros locos. Ya tienen bastantes problemas.
Elba Esther Gordillo, la presidenta del SNTE, por una parte reclama para sí el liderazgo de la ACE; con soberbia, grita que la idea es de ella y debido a eso peregrinó por los estados para hacer que los gobernadores la firmaran. Por otra parte, sus validos en la Comisión Rectora retrasan los acuerdos concretos, se echan para atrás en lo de sujetar a concurso las plazas de directores y supervisores, exigen que se pongan en marcha programas mientras impiden que la Comisión sesione y, en fin, apuestan al desgaste de las autoridades.
Me parece que al presidente Calderón le interesa más la alianza política con Gordillo y su partido que la calidad de la educación. En su discurso para celebrar el segundo aniversario de su gobierno y en entrevistas a la radio, él elogió a la ACE y a los actores que la apoyan, pero no hay reconocimiento a los gobiernos de los estados, que padecen la presión inmediata, ni censura a los disidentes ni le brinda apoyo a su subordinada cuando la atacan sus aliados del SNTE. La única apuesta, tímida por cierto, es que estudiará si en el futuro va a promover acciones legislativas para institucionalizar la ACE. Hablando en plata, lo único de la ACE que no está regulado por la ley son los concursos. No le veo el carácter de líder que le atribuye Josefina Vázquez Mota, no al menos en este trance.
Los maestros y los normalistas inconformes apuestan a radicalizar aún más las movilizaciones, con brotes violentos y provocaciones insensatas. Aunque su fin último es derrocar a Elba Esther Gordillo, en el tránsito resguardan una causa abominable.
No me provoca alegría ver cómo se desmorona la única pieza que vale la pena de la ACE, al contrario, me llena de pesadumbre observar la supervivencia de los vicios del viejo orden corporativo. También me pasma que algunos que se dicen de izquierda defiendan la venta de plazas y al mismo tiempo aseguren que están en favor de mejorar la calidad de la educación mexicana.
Si los opositores a la ACE ganan esta partida tal vez se deba a que se trató de dirigir con un mando bicéfalo, la SEP y el SNTE. Además, con disputas entre Elba Esther Gordillo y Josefina Vázquez Mota.
Carlos.Ornelas10@gmail.com
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