El año 2009 se percibe como un tiempo difícil para la sociedad mexicana. La mayoría de ciudadanos cree que la situación económica del país va a empeorar. Los medios lo han repetido hasta el cansancio. Y, en consecuencia, a pocos convence la tesis de que después de la crisis global la economía mexicana va a crecer más rápido.
Todos sentimos la carestía. En el mercado laboral, casi 30 por ciento de la población económicamente activa trabaja en el sector informal. El mismo porcentaje, aproximadamente, alcanza la población que gana hasta dos salarios mínimos por mes. La tasa de desocupación registrada en el tercer trimestre del año es la más alta (4.2) desde 2005. Dicha tasa es más elevada entre los jóvenes. Entre los desocupados, un tercio tiene educación media superior o superior. Un enorme desperdicio de personas, conocimientos y posibilidades de avance.
El promedio de escolaridad de la población económicamente activa es apenas de nueve años, con variaciones a la baja en algunas entidades federativas. Entre la población de 24 años y más, en 2005, sólo 14.5 por ciento tenía estudios de educación superior. Buena parte de los profesionistas trabaja más de 48 horas.
Uno se mete a las estadísticas y observa que las realidades económica, social y educativa en México tienen problemas muy agudos que no se resuelven. En el día a día, en las personas se advierte malestar, pesimismo, desesperanza y desconfianza. El índice de confianza del consumidor es negativo, alcanzando sus cifras más altas, en varios años, en los últimos dos meses.
Parece razonable suponer que ante toda esta avalancha de hechos y situaciones graves, que afectan el presente y el futuro de los mexicanos, se tenga una enorme desconfianza en la clase política, en los partidos y en algunas instituciones del gobierno en las que campea la corrupción. Las encuestas señalan que a uno de cada dos mexicanos no le importaría el tipo de gobierno que se siga, siempre que resuelva los ingentes problemas que se padecen.
Total, al escepticismo y a la incertidumbre se une una visión en la sociedad: lo que se tenía antes representaba un arreglo institucional mucho más satisfactorio y de mayor provecho. Me decían en una entrevista: “Ahora tengo que trabajar más para ganar lo mismo, pero lo que gano no me alcanza. Antes me iba mejor. Por eso, que regresen los del PRI. Son malos, pero no tanto como los que nos gobiernan”.
El punto de vista de esta persona se encierra en lo que revelan las encuestas de opinión. El PRI es el partido menos rechazado, con el que más se identifica el ciudadano, al que favorecen las preferencias electorales y es un partido que tiene bases entre los sectores menos favorecidos del país. Estamos en los albores de una regresión histórica ante la disfuncionalidad del pluripartidismo y los vicios delgobierno que no mudaron con el cambio, y que previsiblemente permanecerán donde están. El regreso del PRI no significará construir un Estado de derecho. No hay nada nuevo detrás del sol.
Ante lo que ocurre en la economía y en la política es indispensable voltear de nueva cuenta a la educación, luchando por despolitizarla del Panal y del SNTE. La realidad social impone, en los hechos, hacer de la educación la prioridad nacional, un cambio de políticas en la materia, de valores, para un nuevo modelo económico.
En las crisis recurrentes que ha tenido el país desde los años ochenta del siglo pasado, la población reaccionó buscando en la educación, sobre todo en la superior, un medio para que las nuevas generaciones no se vieran confrontadas con las carencias y limitaciones de sus progenitores.
Hoy podría decirse lo mismo. Se busca con ahínco el ingreso a las universidades. Las universidades, particularmente las públicas, que tienen alumnos de origen pluriclasista, representan, para la población, las instituciones a las que se les tiene la mayor confianza, de donde se obtiene legitimidad política. Ampliar la cobertura en el nivel superior es un desafío que comienza por reducir el número de estudiantes que abandonan sus estudios antes de cumplir los quince años. Comienza por atender a millones de jóvenes que no estudian ni trabajan entre los 15 y los 24 años.
La única posibilidad de futuro que tiene nuestro país está en educar en el nivel superior, en crear científicos, a la mayor parte de las generaciones que pertenecen al bono demográfico, un fenómeno que sólo se presenta una vez en la historia de un pueblo. Tendríamos una fuerza laboral con más conocimientos, capaz de lograr mejores remuneraciones y con valores ciudadanos que respalden una auténtica democracia.
Sería bueno iniciar 2009 con compromiso hacia la educación pública, algo que podemos pedir en la crisis, para salir de ella creando un nuevo orden colectivo que ofrezca prosperidad.
*Seminario de Educación Superior, IIS. Profesor de la FCPyS. UNAM.
Tomado de: http://www.campusmilenio.com.mx/
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