miércoles, 9 de marzo de 2011

De Tila Tequila a las Revueltas por las Redes Sociales en Medio Oriente y Wikileaks

Jenaro Villamil*

Apenas en octubre de 2007, hace menos de cuatro años, el personaje más conocido en las redes sociales era una perfecta desconocida con 1 millón 779 mil amigos en MySpace: Tila Tequila, mejor conocida como la “Madonna de My Space”. A sus 26 años y sin ningún atributo extraordinario más que su gran capacidad para hacerse de “amigos” en la red social, Tila Tequila ya era una celebridad de las redes sociales en Estados Unidos. En mayo de 2008, Tila Tequila superó los 3 millones de contactos.

En esa misma época, el fenómeno de la celebridad efímera de Tila Tequila era paralelo a la sensación generada por Second Life, un exitoso escaparate donde cada usuario podía quedarse una “vida paralela” de forma virtual: una nueva identidad generalmente gratificante, y una idea más estimulante de la sociedad de consumo o de la llamada “sociedad líquida”, teorizada por Zigmunt Bauman.

La sociedad líquida es una muestra de la posmodernidad: conexiones que son “relaciones virtuales”, a diferencia de las “verdaderas relaciones”, que son de fácil acceso y de fácil salida. Parecen sensatas, higiénicas, no reclaman más compromiso que el de “conectarse” a una red social.

Ese era el encanto de las nacientes “redes sociales” o Web 2.0. Para la misma época, un genio informático, antisocial y profundamente incapaz de entablar relaciones de afecto duradero, creó Facebook como una red de contactos que creció exponencialmente hasta llegar a sus 500 millones de usuarios actuales.

En paralelo, un hacker australiano, amigo del misterio y enemigo de los secretos a los que él no podía acceder, Julian Assange, creó junto con otros colegas el sitio de filtraciones informativas Wikileaks. De hacker, Assange se transformó rápidamente en activista de la sociedad de la información hasta generar el auténtico tsunami que vivimos desde finales de 2010 hasta estos meses.

También surgió una nueva red social, el Twitter, que en menos de un lustro de vida ha llegado a tener 200 millones de usuarios creando una auténtica sensación en el mundo occidental. Según el banco JPMorgan, Twitter, empresa creada por tres expertos en informática, vale ahora 3 mil 200 millones de euros.

En otras palabras, del mundo hegemónico del infoentretenimiento y de la sociedad del espectáculo, las redes sociales han pasado paulatinamente a formar parte de la sociedad de la información, hasta constituirse en plataformas que amenazan seriamente las relaciones tradicionales de control entre el poder político y la prensa y los medios electrónicos, especialmente las grandes cadenas televisivas.

Tres Reflexiones.

1.-La transformación de las redes sociales en medios de vivencias y emociones aparentes y banales a medios que inciden con mayor fuerza en las nuevas insurgencias sociales constituyen un fenómeno de crecimiento de audiencias deliberativas, típicas del tránsito del modelo analógico al modelo digital.

No significa que Facebook, Twitter, Youtube o Google dejen de estar dominado por la agenda de la sociedad del espectáculo, sino que precisamente por estar insertas en esta dinámica del escándalo, del alto impacto, han logrado crear también nuevas insurgencias donde nadie se lo esperaba.

Esta transformación no se ha hecho en el vacío. Sin la reverberancia y el impacto que los contenidos de las redes sociales han tenido en los medios tradicionales de la era de Guttemberg (la prensa) y de McLuhan (los medios electrónicos) no se podría explicar el crecimiento exponencial de su influencia.

2.-En Egipto y en Túnez y en menor medida en Libia y lo que se avecina en los países colindantes del mundo árabe, se ha dicho que el verdadero “ministro de la información” del movimiento de insurgencia es Facebook.

Antes de esto, Wikileaks y el Cablegate que develó una parte de la hipocresía del Departamento de Estado norteamericano frente a los regímenes autoritarios y cleptocráticos del mundo árabe, demostró que en la medida que surge información no controlada ni gestionada de la manera tradicional por el poder político y económico, se generan reacciones inesperadas.

En Túnez, la repercusión de los cables de Wikileaks fue tremenda. Uno de ellos confirmó que Estados Unidos sabía la corrupción de Leila Trabelsi, la esposa del presidente Ben Alí, mejor conocida como la Regenta de Cartago, un símbolo de los altos niveles de corrupción en ese país. Sus familiares, sus hijos, sus yernos se convirtieron en los reyes del tráfico ilegal y del crimen organizado, una especie de Marta Sahagún y de Raúl Salinas de Gortari juntos en un mismo personaje.

Lo mismo sucedió con la corrupción rampante de Hosni Mubarak, el dictador de los últimos 30 años de Egipto que se encubrió bajo el velo de “aliado funcional” de Estados Unidos y de Israel. Los egipcios sabían perfectamente los niveles de corrupción, pero no habían visto que este tema se ventilara en los medios que no estaban controlados por el régimen.

Los “juguetes” de la sociedad líquida occidental jugaron una travesura en las sociedades árabes. Fueron más allá de la evasión y la banalidad para transformarse en instrumentos de comunicación y rebelión.

3.-Frente a lo que está sucediendo en estos países y en otros de regímenes cerrados –como China o Cuba- ¿ha terminado la era de la televisión y de la sociedad del espectáculo? ¿En México podría suceder algo similar a lo que se vive en los países árabes?

Es muy pronto para cantar la victoria de los medios bidireccionales frente a la hegemonía de los medios unidireccionales. Sin embargo, es claro que transitamos de las sociedades petroleras, analógicas y patriarcales, a las sociedades digitales, convergentes y de audiencias deliberativas. Los ejércitos y los controles tradicionales del Big Brother podrán funcionar en países altamente monopolizados por la televisión como en México, pero van de salida y difícilmente exista reversa.

Estamos transitando de la era del Homo Viddens, tal como la teorizó Giovanni Sartori, a la era del Homo Zapping, de la búsqueda incesante de contenidos y a la generación de los contenidos mismos por aquellos que antes eran audiencias pasivas de la sociedad del espectáculo.

Podrán inventarnos nuevas Tilas Tequilas o escándalos distractores, pero el efecto de la pérdida de control tradicional de los candados de la información –la principal demostración de Wikileaks- generará nuevas formas y fórmulas de las redes sociales.

Esta historia apenas inicia.

* Texto de la conferencia ofrecida este lunes 7 de marzo en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM.
Tomado de: http://homozapping.com.mx/2011/03/de-tila-tequila-a-las-revueltas-por-las-redes-sociales-en-medio-oriente-y-wikileaks/

Educación y desigualdad social, el ángulo político

Humberto Muñoz García*
recillas@servidor.unam.mx

En este artículo comento el decreto formulado por el presidente de la república el Día del Amor y la Amistad, mediante el cual se puede deducir del impuesto el pago de las colegiaturas en las escuelas privadas. Este decreto ha sido discutido por mis colegas en este suplemento y por periodistas de los medios electrónicos y de la prensa. Hay quienes han apoyado la medida, pero la mayor parte ha hablado de sus efectos negativos sobre el sistema educativo y sobre la sociedad en su conjunto. Aquí, lo que pretendo hacer es dar algunos argumentos más desde la perspectiva de la desigualdad social a la que, desde mi punto de vista, contribuye la medida presidencial.

La educación es una tarea de Estado: entrega habilidades y valores para la vida y para el ejercicio de la ciudadanía. Por ello, quién educa y cómo educa es esencial para la conducción de un país. La educación y quién la posee representan un factor de primer orden para impulsar el desarrollo y la transformación productiva con equidad. Obtener educación permite la movilidad social, el logro de un trabajo mejor remunerado y la realización en el mismo.

Por ello, quien no tiene acceso a la educación queda al margen, excluido de la dinámica social. Por ello, en los malos tiempos, cuando todo se achica y se restringen las posibilidades de vida, la educación se instala en el imaginario social como la tabla de salvación, particularmente para las generaciones que siguen. En los momentos de crisis, los sectores populares ven en el logro educativo una de sus pocas posibilidades para que los hijos salgan adelante.

En México, en el siglo XX, la disputa por la nación tuvo como centro la querella educativa. La querella contra la educación que imparte el Estado, contra los libros de texto gratuitos y por la obtención de títulos universitarios, fue planteada por los sectores de derecha en el país y por las clases medias, ansiosas de mantener su estatus social y sus privilegios. Pero también por sectores de derecha de la clase política, toda vez que la educación superior pública en México formó durante mucho tiempo a la élite del poder revolucionario, hasta que la tecnocracia se instaló en el poder del Estado e hizo cosas que favorecieron el triunfo del foxismo.

El gobierno decidió dejar de recibir una enorme cantidad de recursos económicos que quedarán en los bolsillos de quienes tienen más condiciones de pagar por su educación. Son el presidente y sus secretarios quienes están promoviendo la distinción en el seno de la sociedad.

Pero el punto va más allá. La medida presidencial va a generar que el sector privado de la educación abra primarias patito para que la clase media de bajo nivel mande a sus hijos a escuelas particulares en la idea de que son mejores que las públicas. El chiste es ampliar la oferta educativa, deprimir la educación pública, que el capital se reproduzca en el sector educativo y que se instale la idea en la sociedad de que la educación y el conocimiento se compran y se venden. Lo ideológico de la medida no es una ganancia marginal, es una cuestión central para el debate sobre el futuro del país. La educación es en esencia una cuestión política.

La medida del presidente Calderón fue tomada en la cultura del descontón político: el que pega primero pega dos veces. Es una medida que favorece electoralmente a su partido y amarra la protesta de los otros partidos, porque en su sano juicio ninguno va a reclamar para echarse encima a la clase media beneficiada con la medida; clase que está bien representada en el Estado de México donde habrá elecciones en julio.

La medida llega en un momento histórico en el que el futuro de los jóvenes mexicanos resulta preocupante porque, entre los 14 y los 18 años más de la mitad abandona sus estudios; porque entre los 15 y los 29 años hay millones que están rezagados en su escolaridad, que se enfrentan a un mercado de creciente credencialización y segmentación, donde tres de cada diez jóvenes no encuentran trabajo, entre otras cosas porque no han tenido oportunidades de estudio, donde la gran mayoría de los jóvenes restantes tienen muy malos empleos.

La medida del presidente favorece a quienes tienen la posibilidad de gastar en la educación de sus hijos, a los sectores sociales de más altos ingresos, que son quienes mayormente pagan escuelas privadas y alcanzan los más altos niveles de escolaridad. Los datos sobre las desigualdades educativas nos hablan de que las diferencias de escolaridad por deciles de ingreso se abrieron de manera considerable hasta 2002, cuando entre los más pobres el promedio de años de estudio llegó a 3.6 años, mientras que entre los más ricos fue de nivel universitario (13.3 años).

En 2006, entre los cinco y los 14 años asistía a la escuela 92.6 por ciento de los niños más pobres y 99.3 por ciento de los ubicados en las familias más ricas. Pero entre los 18 y los 29 años, iban a la escuela 5.8 por ciento de los más pobres y 35.4 por ciento de los más ricos.

Dijo el gobierno que deducir los pagos por colegiatura significaría dejar de recaudar 13 mil millones de pesos que se van a repartir entre las clases medias acomodadas y los más ricos. Pues bien habló el rector de la UNAM al referirse a que con la mitad de ese dinero se hubiera podido ampliar la cobertura de educación superior en el sector público, y que con la mitad de esos recursos se hubiera podido eliminar el analfabetismo en cuatro años.

No. Los intereses de las mayorías no están representados por los políticos que nos gobiernan. No les importa la educación ni, por tanto, el país.

El presidente Calderón, quien desea que no regrese el PRI a los Pinos, tomó una medida que la da a la oposición una bandera espléndida para movilizar al sector popular y a los jóvenes que luchan para que no les mutilen su futuro. Una desigualdad social tan profunda, con masas en condiciones de pobreza y jóvenes sin expectativas de progreso es una fórmula políticamente explosiva. Allá él. La querella por la educación continúa, pero ahora desde el otro lado.

* UNAM: Seminario de Educación Superior, IIS. Profesor de la FCPS.
Tomado de: http://www.campusmilenio.com.mx/404/textos/opinion_humberto_munoz.html