viernes, 28 de noviembre de 2008

Cómo usar el Centenario de la Revolución Mexicana


Ramón Cota Meza

Este artículo asume la siguiente filosofía: “Sólo en la medida en que la historia sirva a la vida, hemos de servirla a ella (…) El estudio histórico, en la medida en que está al servicio de la vida, está al servicio de un poder ahistórico, y por ello, en esta subordinación, no podrá ni deberá llegar a ser nunca pura ciencia…” (F. Nietzsche, Sobre la utilidad y perjuicio de la historia para la vida).

El Centenario de la Revolución Mexicana coincide con el inicio de cambios políticos y económicos mundiales, cuyo centro se traslada a Estados Unidos, enfilado a retomar su ruta progresista histórica. He aquí una coyuntura para exaltar los profusos vínculos de la revolución mexicana y el progresismo americano. By the way, este norte ayudaría a enderezar la nave del Bicentenario, escorada por falta de foco, de identificación gubernamental con la historia a celebrar y por la enervación de las comunidades intelectuales involucradas.

Los vínculos del progresismo americano con la revolución mexicana están bien documentados, aunque los estudios especializados son escasos, acaso por la idea prevaleciente de la revolución como fenómeno autóctono, no como la encrucijada global que realmente fue. Una historia progresista de la revolución mexicana empezaría por ampliar su contexto histórico hasta el ingreso definitivo del ferrocarril a México en 1883, y su contexto geográfico, desde los núcleos de modernización mexicanos hasta Omaha, Nebraska, nudo ferrocarrilero y epicentro de agitación progresista.

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La idea de ampliar la narrativa y la geografía de la revolución mexicana fue insinuada por Francois Xavier Guerra en Del viejo régimen a la revolución. El contexto que proponemos no es su tema, pero sus numerosas biografías dan mucha información sobre vínculos educativos, políticos y económicos mexicanos con Estados Unidos. Otro libro es Los revoltosos. Rebeldes mexicanos en los Estados Unidos 1903-1923, W. Dirk Raat, que documenta los vínculos americanos del Partido Democrático Progresista de Gustavo A. Madero, entre otros interesantes asuntos, un clásico. Revolución en la frontera, Linda Hall y Don M. Coerver, documenta el abastecimiento americano y otros vínculos de la revolución mexicana. Francisco Villa y su tiempo de Friedrich Katz aporta información sobre la dinámica proletaria en Chihuahua-Texas, remontándose hasta las consecuencias de la guerra apache en Chihuahua.

No hay una historia de la conspiración maderista por ferrocarril. El Epistolario de Madero describe un mapa muy definido de la comunicación en la época. Sus cartas depositadas a las 5 de la tarde en Torreón llegaban a las 9 de la mañana a la ciudad de México. Hay muchas cartas maderistas cruzadas por la aceleración de la comunicación. Los efectos sociales de la revolución económica de fines del XIX y principios del XX en México han sido poco explorados. James Coatsworth encara el tema, pero llega a la conclusión de que el ferrocarril no impactó el ritmo social de México. Si esto fuera cierto, México sería la excepción de la regla global.

La dinámica económica del norte mexicano y el suroeste americano no ha sido digna de nuestros historiadores, pero la huelga de Cananea (1906) sólo puede explicarse en ese contexto. Hace falta documentar la homogeneización económica, política y social de la frontera en la época. La biblioteca de El Colegio de México resguarda libros y documentos sobre el tema. Las fuentes canónicas tienen mucha información no sistematizada por falta de foco. Tarea: indagar los orígenes revolucionarios del narcotráfico mexicano en El águila y la serpiente de Martín Luís Guzmán.

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En el contexto que proponemos, el zapatismo aparecería como reivindicación de una tierra valorizada por las comunicaciones globales y la modernización de Morelos. La exaltación romántica del zapatismo ignora que Morelos era entonces una región moderna, primer productor mundial de azúcar, comunicada con el mundo por ferrocarril, telégrafo, diarios y teléfono. De hecho, Zapata fue un empleado moderno, administrador de la fuerza motriz caballar de un ingenio azucarero. Su look arcaico es puro kitsch, estilo moderno por excelencia. El vestido charro que ostentó al ingresar a la ciudad de México fue adquirido en una moderna tienda de avenida Madero, detalle notado por José Vasconcelos.

A propósito de Vasconcelos, suena paradójico que el artífice del nacionalismo en la educación, las artes y los oficios haya adquirido sus hábitos e intereses intelectuales en una escuela primaria de Texas. Sus ideas pedagógicas y su empresa de publicar clásicos y repartirlos en el pueblo fueron tomadas de su experiencia estudiantil en Estados Unidos. El Vasconcelos progresista está en Ulises criollo, detalle notado por José Joaquín Blanco en Se llamaba Vasconcelos.



En suma, hace falta una nueva historia de la revolución mexicana, cuyos protagonistas sean el ferrocarril, las empresas de materias primas, la banca, los servicios globales, el proletariado y los profesionistas e intelectuales vinculados a Estados Unidos. En este contexto, la nacionalización del ferrocarril por Díaz en 1908 sería continuación de la tendencia americana a imponer límites a la propiedad privada. De hecho, Limantour justificó la nacionalización del ferrocarril en esa tendencia americana. La Constitución de Illinois impuso tales límites en los 1870. La tesis de que el artículo 27 de la Constitución de 1917 reivindica una facultad del soberano español está en problemas.

El impulso a imponer límites a la propiedad privada se originó en Estados Unidos por el conflicto entre el reparto agrario (Homestead Act) y la expansión del ferrocarril y las empresas de materias primas. Las concesiones federales a las grandes empresas desplazaron a los agraristas pioneros, herederos del espíritu igualitario de la guerra civil. Así surgió el populismo americano, que desembocó en el progresismo de la vuelta de siglo. Su agenda dominó la política americana hasta los sesenta con la Great Society de Lyndon Johnson.

Dejamos aquí esta oportunista incursión historiográfica, oportunismo que no puede ser impugnado por exhibir sus cartas de entrada. No es cinismo, es sentido práctico. Si estamos constreñidos a celebrar la revolución mexicana, saquémosle utilidad política.

blascota@prodigy.net.mx

Posneoliberalismo, reforma universitaria y excelencia académica

Pablo Gentili (*)

América Latina, 90 años después del estallido de la Reforma Universitaria de Córdoba, enfrenta una coyuntura política de enormes oportunidades y expectativas democráticas. La emergencia de nuevos gobiernos, con diferencias y especificidades nacionales, pero surgidos de luchas populares y de procesos de movilización social que fueron fundamentales para minar la legitimidad del proyecto neoliberal, abre esperanzas y actualiza una agenda de desafíos democratizadores en todo el continente. La coyuntura exige una gran dosis de creatividad y responsabilidad para poder avanzar en la construcción de una nueva reforma universitaria que, de una manera efectiva, amplíe y consolide instituciones académicas inclusivas y de calidad, o sea, de “excelencia”. Sin embargo, las nuevas administraciones posneoliberales deben tratar de huir de las trampas que el neoliberalismo les ha dejado, en un sendero repleto de señuelos y cantos de sirena, donde la tentación del discurso tecnocrático puede ser el primer paso en dirección al fracaso.
Discutir pues el significado del tipo de “excelencia” que debe guiar las políticas universitarias de gobiernos que aspiran a revertir la herencia de exclusiones y discriminación dejadas por el neoliberalismo, parece no ser un tema menor.
Hoy, más que nunca, debemos enfatizar que un proyecto de universidad que construye su “excelencia” sobre la base de la omisión o la indiferencia frente a las condiciones de vida de millones de seres humanos y a su incapacidad, declarada o no, para luchar contra la opresión y contra la persistencia de las desigualdades que produce cotidianamente la tiranía del mercado, suele ser un proyecto de universidad donde la “excelencia” acaba siendo la coartada, el pretexto quizás más efectivo para justificar su cinismo y su petulancia intelectual. Noventa años atrás, el Manifiesto Liminar de la Reforma de Córdoba nos alertaba: “[nuestras universidades se han transformado en] el lugar donde todas las formas de tiranizar y de insensibilizar hallaron la cátedra que las dictara”.
La “excelencia académica”, del mismo modo, no puede fundarse en un proyecto de universidad que prescinde de la especificidad que poseen las instituciones de educación superior y del radical poder desestabilizador que se deriva, potencialmente, de esta especificidad. Las universidades democráticas deben ser espacios de producción y difusión de los conocimientos socialmente necesarios para comprender y transformar el mundo en que vivimos, entenderlo de formas diversas y abiertas, siendo el ámbito inexcusable donde el debate acerca de las múltiples formas de comprensión y construcción de nuestras sociedades se torna inevitable y necesario. Las universidades nos ayudan a leer el mundo, a entenderlo y a imaginarlo. Para esto, la producción científica y tecnológica constituye un aporte fundamental, entendiendo así que el monismo metodológico y que el sectarismo teórico no son otra cosa que obstáculos que impiden una comprensión crítica de nuestra realidad histórica. Descolonizar las universidades para contribuir a la lucha por la descolonización el poder, parece ser un lema de gran actualidad que resuena intenso en la memoria viva del movimiento reformista, aun cuando éste, casi un siglo atrás, estaba inevitablemente contaminado de un prometeico iluminismo.
La “excelencia académica” tiene que ver, por tanto, con la democratización efectiva de nuestras universidades, con la democratización de las formas de producción y difusión de saberes socialmente significativos y con la propia democratización de las posibilidades de acceso y permanencia de los más pobres en las instituciones de educación superior. Fuera de este contexto, las universidades parecen condenadas a buscar su redención en la obsecuencia con los tiranos, sea cual fuera su origen y su época, sea cuales fueran las razones que ellos buscan para justificar su propia existencia.
La “excelencia académica” cobra sentido así en las oportunidades efectivas que las universidades crean para “revolucionar las conciencias”, como dirán los reformistas; en las condiciones materiales y simbólicas que ellas ofrecen para desestabilizar los dogmas que imponen los poderosos; en la lucha contra el autismo intelectual que nos proponen los dueños del poder y replican sus mediocres acólitos, ocultos tras la toga de la prepotencia. Dijeron los reformistas, en 1918: “el chasquido del látigo sólo puede rubricar el silencio de los inconscientes o de los cobardes”. Hacer de esta expresión una guía de acción es, quizás, un indicador de excelencia más efectivo que el de ofrecernos cualquier prueba de aprendizaje aplicada a los alumnos.
La actual hora americana, parafraseando a José Carlos Mariátegui, nos interpela a reconocer que el proyecto de la reforma posee una enorme actualidad ya que, por sobre todas las cosas, constituye un contundente discurso ético, público, sobre nuestras universidades y sus prácticas cotidianas. Construir las universidades como un valor imprescindible en la lucha contra la opresión y la injusticia, nos ayuda a recuperar el valor que han perdido nuestras instituciones de educación superior en una era donde las desigualdades y la explotación se volvieron datos aparentemente irrelevantes. La universidad construye valores y, al hacerlo, se construye a sí misma como aparato de reproducción de la tiranía o como espacio público de producción e invención de utopías.
En 1918 se gestaban los trazos de una utopía de emancipación y revuelta, herencia que sería recuperada 50 años más tarde, cuando, en 1968, desde las barricadas de París, Praga, México, Estados Unidos, Alemania e Italia, los estudiantes volvieron a tomar las calles, clamando por justicia e igualdad.
Los tiempos, sin lugar a dudas, han cambiado y, vaya paradoja, aunque diversos gobiernos populares se multiplican por todo el continente, las utopías libertarias y socialistas, humanistas y democráticas que inspiraron a los movimientos emancipatorios durante todo el siglo XX, parecen aún dispersas, tenues y, por momentos, insignificantes.
Quizás hoy, más que nunca, la universidad pueda ayudarnos a imaginar alternativas. Esto supone, en primer lugar, que quienes trabajamos en las instituciones académicas seamos capaces de pensarnos a nosotros mismos. La universidad no podrá contribuir a pensar una sociedad diferente si ella no asume el desafío político de cambiarse a sí misma. La universidad no será nunca una fuente de utopías (en plural y en permanente estado de inestabilidad) si ella no es capaz de enunciar los contornos de sus propios proyectos utópicos.
Es probable, sin lugar a dudas, que los insumos para que esto ocurra no estén hoy tan visibles y definidos como en el pasado. Es posible que estén dispersos y fragmentados. Sin embargo, el legado esperanzador del Movimiento Reformista es que las utopías siempre existen y, como proclamaba la juventud de París, quizás están debajo de los adoquines, en los cimientos, bajo tierra. Recuperar, o sea, inventar nuevamente estas utopías es un desafío inexcusable, urgente y necesario. Y, para esto, entre otras cosas, sirven nuestras universidades. Unas universidades que, para encontrar y trazar su sentido histórico no pueden huir del desafío de pintarse de negro, de mulato, de indio, de obrero, de campesino, de pueblo, como diría el Che en su célebre discurso de la Universidad Central de Villas, del 28 de diciembre de 1959.
A 90 años de la Reforma Universitaria de Córdoba, y ante los desafíos que nos impone la actual coyuntura latinoamericana, resuena vigoroso el grito de esperanza que enarbolaba la sentencia reformista en su Manifiesto Liminar: “Una vergüenza menos, una libertad más. Los dolores que nos quedan son las libertades que nos faltan”.
(Fragmento del capítulo “Una vergüenza menos, una libertad más. La Reforma Universitaria en clave de futuro”)
(*) Investigador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad del Estado de Río de Janeiro y secretario ejecutivo adjunto de CLACSO.
Tomado de: Cuadernos del Pensamiento Crítico Latinoamericano /NUMERO 13/AÑO 2/30 DE OCTUBRE DE 2008, publicado en La Jornada.

La lucha por la autonomía universitaria, hoy

Jaime Ornelas Delgado (*)

La autonomía universitaria en América Latina se encuentra profundamente arraigada en el movimiento que emprendieron los estudiantes de Córdoba, Argentina, a finales de la segunda década del siglo XX, efeméride a la que se recurre siempre en la búsqueda de la historia de la autonomía las universidades públicas latinoamericanas.
Lo sorprendente es que en el Manifiesto de la Juventud Universitaria de Córdoba, emitido el 21 de junio de 1918 por los jóvenes cordobeses para explicar su movimiento y que llegó a convertirse en el sostén ideológico de los movimientos autonomistas que se sucedieron en muchas universidades de América Latina, no se hace mención explícita de la autonomía universitaria, ni se caracterizan las relaciones entre la universidad y el Estado. En cambio, además de proponer el gobierno estudiantil el manifiesto hace una severa crítica de la vida interna de la universidad, en especial rechaza el anacronismo y autoritarismo con que se conducía la vida académica. En realidad, esta crítica marca el rompimiento de la universidad del siglo XX con la decimonónica.
Desde otro punto de vista, el alcance del movimiento de Córdoba y del manifiesto que lo acompañó, radica en que sin proponérselo, quizá, ambos le dieron a la autonomía universitaria un carácter eminentemente latinoamericano.
Por otra parte, revisar la historia de la autonomía universitaria tiene sentido si permite a los universitarios analizar la situación que guarda su ejercicio, porque eso permite contribuir a la construcción de la universidad pública que la haga contemporánea del presente latinoamericano pues, sin duda, resulta imposible concebir el futuro de nuestras sociedades sin la universidad pública, laica y gratuita. Tampoco es posible comprender a la universidad pública sin el pleno ejercicio de su autonomía y, si esto es así, resulta de fundamental importancia analizar y debatir sobre lo que es y debe ser, hoy, la autonomía para lo cual es indispensable recurrir a la historia evitando, así, que la memoria sea materia inerte, y saber por qué es necesario sostenerla como parte esencial de la universidad pública.
La lucha por conquistar y sostener la autonomía universitaria en Latinoamérica, ha sido parte así de un largo combate contra “el pensamiento único” que las elites políticas y económicas han pretendido imponer a nuestras sociedades para conservar el poder.
En América Latina, la historia de la autonomía forma parte de la lucha contra la dependencia del creer y el saber proveniente de los países metropolitanos; para romper la dependencia del creer y el saber de las clases dominantes y sus intelectuales e ideólogos. En nuestro tiempo, la lucha por la autonomía de la universidad pública está cada vez más vinculada a la lucha contra la privatización, la desnacionalización y la usurpación de las instituciones públicas y nacionales para convertirlas en empresas mercantiles.
Pero la lucha por la autonomía de la universidad pública es, hoy también, una lucha tenaz contra la trasformación de la educación en mercancía y contra la lógica del neoliberalismo, que desconoce la razón social y la sustituye por la razón económica, intentando convertir en sentido común la consideración de que la medida del éxito de toda empresa, como la de cualquier persona, es la máxima ganancia, el enriquecimiento o la distinción personal. Por eso, en estos momentos, la lucha por la autonomía de la universidad pública incluye la lucha contra la lógica mercantil de la vida y sus derivados de represión, enajenación, corrupción y degradación de los valores humanos.
La defensa de la universidad pública autónoma, laica y gratuita, representa para los universitarios la defensa del Estado social, del respeto a las diferencias y a la cultura popular. Esto es, la lucha por preservar la autonomía universitaria exige además de enfrentar la lógica mercantil que hace cultura el lucro, el debate para confrontar los argumentos que promueven una universidad que atiende solamente a la educación de los jóvenes en función de la demanda del mercado, “propuesta no sólo irracional sino despiadada”, diría Pablo González Casanova.
En este sentido, proponer que la universidad pública reduzca su oferta educativa a la demanda del mercado es proponer una educación universitaria reducida a la capacitación y el adiestramiento, soslayándose la formación integral de profesionales críticos y democráticos, humanistas éticamente responsables ante las necesidades sociales. En todo caso, la lucha por profundizar la autonomía universitaria es, hoy, parte de la lucha contra la lógica mercantil que sostiene que sólo deben producirse bienes y servicios para quienes tienen “capacidad de compra”, excluyendo a los expulsados del mercado laboral, a quienes, de manera creciente, tiende a privárseles del derecho a la seguridad social, tanto como de los bienes y servicios que el Estado provee.
La creciente irracionalidad y agresividad de las políticas neoliberales, en estos momentos forma parte de la necesidad de profundizar la lucha por la vigencia de la autonomía universitaria. Se trata de enfrentar la política de despojo de las riquezas naturales de nuestros pueblos, de impedir la desregulación y privación de los derechos laborales a los trabajadores; así como la reducción de los costos de producción disminuyendo los salarios y cancelando empleos e impedir, finalmente, la privatización y mercantilización de los servicios de educación, salud, vivienda, alimentación y seguridad social.
Los universitarios tienen, ante sí, una gran lucha por la autonomía universitaria que confronte a las corrientes que pretenden esclavizar el pensamiento y criminalizar la movilización de los trabajadores y los pueblos. La autonomía universitaria reclama el derecho a la crítica fundada en datos evidentes y razonamientos coherentes.
Finalmente, la lucha por la autonomía universitaria tiene que incluir la lucha contra la corrupción y por la firmeza moral que integran la lucha por el conocimiento. En la defensa de su autonomía, la universidad, para serlo plenamente, tiene que fortalecer la cultura del conocimiento que se expresa en palabras y se realiza en actos que corresponden a lo que se piensa.
Sin lugar a dudas, la lucha por la autonomía universitaria implica enfrentarse a la mediocridad de los medios de comunicación que fomentan la cultura chatarra, desinforman y manipulan dolosamente a la opinión ciudadana; implica también enfrenar la visión que pretende una educación universitaria exclusiva para la elite del dinero, excluyente de la inmensa mayoría de la población en edad de cursar estudios superiores y que considera que en los planes de estudio de las universidades sólo deben incluirse temas y problemas que se consideran “técnicos”, “útiles”, “actualizados” y “políticamente correctos”.

(Fragmento del capítulo “Reflexiones en torno a la autonomía universitaria”)
(*) Profesor de la Universidad Autónoma de Puebla.
Tomado de: Cuadernos del Pensamiento Crítico Latinoamericano /NUMERO 13/AÑO 2/30 DE OCTUBRE DE 2008, publicado en La Jornada.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Ética y política universitaria

Rafael G. Vargas Pasaye


De las bondades que trajo consigo el siglo XXI está la inmediatez. De allí el bombardeo diario de imágenes, sonidos y noticias. También que el teléfono celular nos haya robado los fines de semana, que las crisis financiera y económica, tanto mediática como real, tenga espantados a más de uno, y a más de dos amarrados a su silla junto al escritorio. Sin olvidarnos de los procesos electorales tanto fuera como dentro de nuestro país, lo cual anuncia que ya ha terminado el turno de los unos para que ingresen los otros, no importando el nombre o el color.

Pero en este clima debe haber espacios todavía para la ética o, al menos, los resquicios para encontrarla, sobre todo en la academia, en las instituciones de educación. “La ética es una especie de tecnología, pues todos los fines están dados”, dice Isaiah Berlin en el capítulo dedicado a Helvétius en el volumen La traición de la libertad. Como esa, muchas definiciones del concepto hemos escuchado a lo largo de nuestra formación.

Para intentar una nueva propuesta sobre el tema, el profesor de la Universidad Autónoma de Coahuila, José María González Lara, publicó el libro Ética y política universitaria, que son, como lo dice en el subtítulo, comentarios en torno al quehacer político en la universidad pública.

En el prólogo deja ver lo que será una constante de ideas por venir, pues tiene claro que el compromiso universitario “es la permanente transformación de la sociedad hacia niveles de organización cada vez más justos, equitativos y democráticos”. Pero no sólo para dejarlo en papel, el espíritu de la propuesta es llevar a cabo acciones concretas en beneficio de los integrantes de ese mundo que se expande para bien.

Cómo darle buen uso a la ética en los tiempos actuales con los videojuegos robando identidades, cómo no dejarse llevar por la vorágine de la tecnología cuando pasamos tanto tiempo enfrente de la computadora. Cómo hacer entender que “la universidad no debe albergar sólo la tecnología, sino los orígenes científicos del desarrollo tecnológico”. Debe venir de cada quien y, por supuesto, del conjunto. No regresar, sino de nueva cuenta volver a los valores que le dan sustento al comportamiento y a la creación, al desarrollo.Gonzáles Lara cree que desde la misma docencia y la investigación hasta su aplicación técnica, la raíz de la ciencia debe surgir del humanismo, sin embargo, acota sus características, pues no puede ser un humanismo que celebre la individualidad, sino uno “que potencie el desarrollo del individuo y logre progresos que lleguen a toda la sociedad”.

Evitar abusos de las autoridades
Las prisas pueden generar confusiones pero sí se deja claro que “autonomía no es impunidad y autogobierno sin transparencia”, se pueden tender las bases. No es crítica sin ton ni son, ni tampoco carta de buenos deseos, es simplemente un recordatorio de que la ética debe respirarse y ayudar en momentos como los actuales, donde las preocupaciones se atraviesan en cualquier esquina, donde el buen humor acorta su margen de acción y donde cada quien carga con una piedra de incertidumbre.

De allí buena parte de la importancia cuando se trata con alumnos, cuando se está frente a grupo. Esto lo comparte muy bien el académico, y lo deja por escrito de la siguiente forma: “Si se introduce a los estudiantes a un esquema articulado de intereses únicamente personales, se pueden generar vicios que son resultado del egoísmo, afectando la formación integral de los educandos”.

Además, la teoría no puede ni debe estar alejada de la práctica. Pero qué pasa cuando el estudiante se enfrenta a la realidad y cuando su capacidad técnica (por llamarla de alguna forma) no va ligada a una madurez intelectual. El catedrático ve un resultado en los egresados poco halagüeño, pues adquieren “frustraciones y descontento respecto de los estudios superiores que realizaron en su vida universitaria”.

Porque la universidad, por su esencia misma, no está para generar problemas, sino al contrario, proponer soluciones guiada por un camino que lleve a la ética en los primeros lugares. “De la universidad deben surgir las respuestas a la problemática social, con la aplicación de la ciencia y las disciplinas para ese fin”. González Lara va más allá: “La moral es relativa a la persona y sus circunstancias, pero la ética es universal”.

La conclusión de cada quien deberá ser esperanzadora de acuerdo con cada pensamiento propio. Las propuestas de cada institución en sus particularidades deberán unirse para logran un empuje conjunto en el que la vida académica penetre más en los lazos comunicantes con la sociedad. Los productos que de ella emanen deberán ser, pues, en beneficio común, de eso no hay duda, allí no está el debate.

La propuesta debería ser, en este momento de crispación (con sucesos lamentables por varios costados, con la palabra crisis siendo una constante en el cotidiano, con jóvenes en medio de conflictos que marcarán su futuro), de suma importancia, y siempre girando en torno al papel ético de la universidad y sus distintas formas para volverse una bocanada de oxígeno que refresque a todos. Como dijo Emmanuel Kant, con respecto de la ética: “Obra de tal modo, que la máxima de tu voluntad pueda valer en todo tiempo como principio de legislación universal”.
Tomado de: http://www.campusmilenio.com.mx/

El INEE en la encrucijada

Roberto Rodríguez Gómez*

En el portal web del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE) se informa que el pasado 19 de noviembre la Junta Directiva “tomó conocimiento de la renuncia presentada al Presidente de la República, Lic. Felipe Calderón Hinojosa, por el director general del INEE, Lic. Felipe Martínez Rizo, la cual tendrá efecto a partir del primero de diciembre próximo”.

La noticia es importante, pero su relevancia puede crecer en la medida en que implique la transición hacia un modelo de evaluación de la educación básica distinto al desarrollado por el INEE. Aunque las notas de prensa que informaron sobre la salida de Martínez Rizo fueron escasas, dos comentarios merecen destacarse porque aportan pistas para entender los dilemas que, muy probablemente, confrontará la institución a corto plazo.

El primer comentario proviene de la entrevista concedida a Sonia del Valle por el ex subsecretario de Educación Básica, Lorenzo Gómez Morín (Reforma, 20/11/08), y el segundo del editorial publicado en las páginas de El Financiero por Pablo Latapí Sarre, destacado investigador educativo y ex representante de México ante la UNESCO (21/11/08).

Al especular sobre las posibles causas de la renuncia del director del INEE, Gómez Morín destacó la falta de coherencia entre el enfoque de evaluación del instituto y la necesidad de resultados para respaldar las políticas de la SEP. Al respecto señaló: “No es porque sus evaluaciones sean malas, sino porque no trabajó su modelo de evaluación en concordancia con la política educativa de forma tal que esos resultados pudieran tener un efecto para mejorar la educación”. Según la nota de Reforma, quien fuera titular de la Subsecretaría de Educación Básica en la mayor parte del sexenio del presidente Vicente Fox Quesada, “recordó que el INEE se creó porque había decisiones de política educativa que debían tener un sustento técnico, pero el instituto decidió hacer estudios académicos”.

¿El INEE se creó para sustentar técnicamente las decisiones de política educativa de la SEP, como sostiene Gómez Morín? Al recorrer la historia del instituto, desde que era sólo una idea, es fácil darse cuenta que la intención original era más bien otra, la de contar con un organismo público, con relativa autonomía de la autoridad educativa, para realizar evaluaciones objetivas que dieran cuenta a la SEP, pero también al público en general, de la marcha (avances y retrocesos) del sistema educativo como tal.

No fue, por cierto, una idea del presidente Fox Quesada cuando era candidato, ni formaba parte de la plataforma de Acción Nacional en la contienda electoral del año 2000. El proyecto surgió al seno del equipo de transición educativa, que fue integrado luego del triunfo foxista. Al frente de este grupo se designó a Rafael Rangel Sostmann, entonces y todavía rector general del Tecnológico de Monterrey. El ingeniero Rangel, cuando hablaba del proyecto, se refería a éste como un “IFE educativo”, expresión mediática, quizá poco afortunada, pero que acentuaba el ángulo de independencia que buscaba dársele al organismo.

El proyecto aparece por primera vez en el documento Bases para el Programa Sectorial de Educación 2001-2006, con el cual concluyó su tarea el equipo de transición. En ese texto, la misión, objetivos, estructura y forma de operación del instituto, son enunciados prácticamente en los mismos términos que más tarde serían plasmados en el Programa Nacional de Educación 2001-2005, y al cabo en el decreto de cración del INEE (8/08/02). Desde entonces, el INEE se propuso como un organismo que entregaría a la SEP y a la sociedad en general los resultados de las evaluaciones que hiciera. También desde un principio fue concebido como una institución de naturaleza académica.En el documento de Bases se indicó, con respecto de la figura jurídica del INEE, la intención de crearlo “como un organismo autónomo por Ley del Congreso de la Unión. Alternativamente, puede pensarse en la creación de un organismo descentralizado sectorizado a la Secretaría de Educación Pública, creado por decreto del Ejecutivo”. Razones de política-real, más que deliberaciones de orden jurídico, llevaron a que el INEE finalmente se estableciera por decreto presidencial y se hiciera depender de la SEP.

Desde el punto de vista de Latapí, el mayor logro del INEE en estos años ha sido “preservar su autonomía respecto de los partidos políticos, las fracciones parlamentarias, el SNTE y la propia SEP. Autonomía relativa, ciertamente, pero indispensable en quien evalúa”. Latapí sabe de lo que habla, no sólo porque acompañó el proyecto desde su gestación sino, sobre todo, porque él mismo ha insistido repetidamente en la necesidad de encontrar contrapesos adecuados a las tendencias centralistas de la SEP y a las tendencias corportivas del SNTE.

¿Continuidad o cambio? La moneda está en el aire. Puede ser que, reconociendo el valor de una institución cuya calidad académica está fuera de debate, la SEP opte por preservar el proyecto con sus valores originales. Puede ser, en cambio, que se intente dar otra orientación y un sentido diferente al proyecto. La selección del director que sustituya a Martínez Rizo es clave para discernir este dilema: no sólo a quién se escoja, sino qué procedimiento se decida adoptar en el trámite de reemplazo.

* UNAM. Instituto de Investigaciones Sociales. Seminario de Educación Superior.
Tomado de: http://www.campusmilenio.com.mx/

miércoles, 26 de noviembre de 2008

INEE: fin de la primera etapa

Carlos Ornelas
Excélsior/26 de noviembre de 2008

En sus dos conferencias sobre la vocación, Max Weber expuso las diferencias entre la profesión del político y la del científico. Para él eran incompatibles. La interrogación básica para el científico descansa en el llamado que le hace la ciencia: ¿Qué es lo que puedo conocer? En cambio, el político se pregunta: ¿Qué es lo que puedo hacer? Desentrañar los misterios de la naturaleza es la vocación del científico, el político se inclina por el servicio público. Según Weber la ciencia no puede ser el fundamento de la política.
En México —por lo general— los científicos o los académicos que desempeñaron puestos públicos y quisieron mantener su carácter de pensadores independientes y espíritu crítico fracasaron en sus aspiraciones. Quienes destacaron fue porque abandonaron su vocación inicial y se hicieron políticos profesionales y, en su acción política, utilizaron las herramientas que les otorgó su conocimiento científico. Esos personajes encarnaron las tres “virtudes” preeminentes que Weber consideraba decisivas para el político: pasión, responsabilidad y un sentido de la proporción.
Felipe Martínez Rizo pasará a los anales de la política educativa como director fundador del Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación. Él trató de hacer de ese órgano un instituto de investigación, más que un aparato al servicio del Estado, en especial de la Secretaría de Educación Pública y, pienso, fracasó en lo uno y lo otro. El INEE no es una institución de análisis académico con grados de autonomía y se distanció de su patrocinador principal.
Una aclaración. Conozco a Felipe Martínez Rizo desde 1979, cuando era profesor y funcionario en la Universidad Autónoma de Aguascalientes y ya aspiraba a ser su rector. Lo respeto como académico, lo he invitado a participar en empresas y libros colectivos en los que tuve responsabilidad directa, lo convidé a que reuniera sus mejores ensayos sobre investigación educativa en México y los canalicé a que se publicaran en una colección que dirigí, AulaXXI/México, de la Editorial Santillana. Los debates que hemos sostenido, no han sido obstáculo para conservar la amistad, tampoco lo fueron mis críticas al INEE. Pero, si se dirige una institución gubernamental, al igual que cualquier otro político, se es sujeto de escrutinio público.
Martínez Rizo fue el encargado de diseñar el INEE. Él, junto con otros investigadores afines, cabildeó ante el Congreso (me atrevo a pensar que por sugerencia del entonces secretario de Educación Pública, Reyes Tamez Guerra) que el INEE no fuera una institución autónoma; él se apuntó desde antes de que se hiciera pública alguna convocatoria para ser su primer director. Durante el gobierno de Vicente Fox no tuvo problemas con sus superiores (recuérdese que quien preside la Junta Directiva es la cabeza de la SEP) y le impuso su sello personal al Instituto. Disfrutó de la confianza del secretario, designó a su personal con completa libertad, tuvo el apoyo para establecer una oficina del INEE en Aguascalientes y tendió lazos con los miembros del Consejo Técnico (académicos también), mas no con los de la Junta Directiva del gobierno actual.
Martínez Rizo firmó con su nombre la mayoría de las publicaciones del INEE, con el riesgo de que sus artículos personales se confundieran con planteamientos políticos, como aquel en que abogaba por eliminar la reprobación en primaria (que el subsecretario de Educación Básica del presente gobierno ya adoptó). Además, nunca colaboró con pasión con otras instancias de evaluación de la SEP o de los estados; por el contrario, alegaba la superioridad técnica del INEE y mostraba desdén por el trabajo de otras instituciones.
Cuando Josefina Vázquez Mota llegó a la SEP, Martínez Rizo le ofreció su renuncia, ella aceptó e incluso la secretaria designó a su sucesor. Son las reglas del juego político y parecería que él las acataba, que tenía el sentido de las proporciones. Pero algo sucedió. En los pasillos de la SEP se rumoreaba que, apoyándose en recomendaciones de amistades mutuas, Juan Camilo Mouriño le pidió al presidente Calderón que sostuviera a Martínez Rizo en el puesto. Y allí siguió, pero desligado de la presidenta de la Junta Directiva y de otros altos funcionarios de la SEP.
Aunque el político y el científico tienen atributos diferentes, Martínez Rizo adquirió al menos uno de los rasgos mordaces de los políticos mexicanos. Su nombramiento para el segundo periodo fue ilegal, no hubo acuerdo de la Junta Directiva ni ratificación presidencial; continuar en el cargo fue un acto de irresponsabilidad; también lo fue de Reyes Tamez.
En cuanto se designe al sucesor de Martínez Rizo, el INEE comenzará una nueva etapa, tal vez con un enfoque más práctico, más ligado a la toma de decisiones y sin la pretensión de que sea un organismo autónomo, que nunca lo ha sido.
Lo dicho, el político y el científico tienen campos distintos. Felipe Martínez Rizo será bienvenido en su retorno a la academia.
Carlos.Ornelas10@gmail.com

Ojalá


Eduardo Galeano

¿Obama probará, desde el gobierno, que sus amenazas guerreras contra Irán y Pakistán fueron no más que palabras, proclamadas para seducir oídos difíciles durante la campaña electoral?
Ojalá. Y ojalá no caiga ni por un momento en la tentación de repetir las hazañas de George W. Bush. Al fin y al cabo, Obama tuvo la dignidad de votar contra la guerra de Irak, mientras el Partido Demócrata y el Partido Republicano ovacionaban el anuncio de esa carnicería.
Durante su campaña, la palabra leadership fue la más repetida en los discursos de Obama. Durante su gobierno, ¿continuará creyendo que su país ha sido elegido para salvar el mundo, tóxica idea que comparte con casi todos sus colegas? ¿Seguirá insistiendo en el liderazgo mundial de los Estados Unidos y su mesiánica misión de mando?
Ojalá esta crisis actual, que está sacudiendo los cimientos imperiales, sirva al menos para dar un baño de realismo y de humildad a este gobierno que comienza.
¿Obama aceptará que el racismo sea normal cuando se ejerce contra los países que su país invade? ¿No es racismo contar uno por uno los muertos invasores en Irak y olímpicamente ignorar los muchísimos muertos en la población invadida? ¿No es racista este mundo donde hay ciudadanos de primera, segunda y tercera categoría, y muertos de primera, segunda y tercera?
La victoria de Obama fue universalmente celebrada como una batalla ganada contra el racismo. Ojalá él asuma, desde sus actos de gobierno, esa hermosa responsabilidad.
¿El gobierno de Obama confirmará, una vez más, que el Partido Demócrata y el Partido Republicano son dos nombres de un mismo partido?
Ojalá la voluntad de cambio, que estas elecciones han consagrado, sea más que una promesa y más que una esperanza. Ojalá el nuevo gobierno tenga el coraje de romper con esa tradición del partido único, disfrazado de dos que a la hora de la verdad hacen más o menos lo mismo aunque simulen que se pelean.
¿Obama cumplirá su promesa de cerrar la siniestra cárcel de Guantánamo?
Ojalá, y ojalá acabe con el siniestro bloqueo de Cuba.
¿Obama seguirá creyendo que está muy bien que un muro evite que los mexicanos atraviesen la frontera, mientras el dinero pasa sin que nadie le pida pasaporte?
Durante la campaña electoral, Obama nunca enfrentó con franqueza el tema de la inmigración. Ojalá a partir de ahora, cuando ya no corre el peligro de espantar votos, pueda y quiera acabar con ese muro, mucho más largo y bochornoso que el Muro de Berlín, y con todos los muros que violan el derecho a la libre circulación de las personas.
¿Obama, que con tanto entusiasmo apoyó el reciente regalito de setecientos cincuenta mil millones de dólares a los banqueros, gobernará, como es costumbre, para socializar las pérdidas y para privatizar las ganancias?
Me temo que sí, pero ojalá que no.
¿Obama firmará y cumplirá el compromiso de Kyoto, o seguirá otorgando el privilegio de la impunidad a la nación más envenenadora del planeta? ¿Gobernará para los autos o para la gente? ¿Podrá cambiar el rumbo asesino de un modo de vida de pocos que se rifan el destino de todos?
Me temo que no, pero ojalá que sí.
¿Obama, primer presidente negro de la historia de los Estados Unidos, llevará a la práctica el sueño de Martin Luther King o la pesadilla de Condoleezza Rice?
Esta Casa Blanca, que ahora es su casa, fue construida por esclavos negros. Ojalá no lo olvide, nunca.

martes, 25 de noviembre de 2008

Economía de la educación

Axel Didriksson
Excélsior/25 de noviembre de 2008


La educación es un factor fundamental para el desarrollo económico. La nueva economía depende directamente de la capacidad de la sociedad para transformar la información y la formación que se obtiene, por la vía de la educación, en conocimientos que son socialmente útiles y culturalmente satisfactorios. Cuando una sociedad no puede entender el papel que tiene la educación, no puede poner en marcha este motor imprescindible para su desarrollo.
La promoción de un sistema educativo destinado a una élite o a ciertos sectores, no sirve con el fin de obtener el más amplio beneficio que pueden alcanzar una sociedad y una cultura que se sustentan en la calidad de su educación como un bien social y común a todos. O el conjunto de la población puede acceder a una educación de calidad y la considera una base de socialización de nuevos conocimientos, así como para el uso y el manejo de la información cada vez más sofisticada y de los dispositivos tecnológicos destinados a su bienestar, para la plena integración a las nuevas relaciones y mediaciones económicas y culturales o, simple y llanamente, no le queda sino estar fuera del dinamismo de la actividad cotidiana y de las posibilidades que pueden aprovecharse en beneficio de las personas, de las familias o de la colectividad.
Un sistema educativo acotado, sin calidad social, sin políticas que definan un rumbo preciso para alcanzar una sociedad del conocimiento democrática, en donde la investigación científica y tecnológica es reducida y poco representativa, con bases de aprendizaje limitadas que más parecen obstáculos a superar que oportunidades orientadas a las grandes mayorías, una sociedad que no pone el acento en el más amplio despliegue de iniciativas educativas, no tiene futuro. En esta disyuntiva se encuentra el país: entre la reproducción de una educación limitada y buena para algunos pocos sectores o en la puesta en marcha de un cambio sustancial que abra y ponga a disposición de las mayorías, independientemente de su condición socioeconómica o cultural, los beneficios de la educación moderna.
Con el presupuesto que se ha aprobado por la Cámara de Diputados, con todo y la reingeniería hecha con miras a modificar algunos de sus componentes, para alterar las reducidas asignaciones enviadas por el Ejecutivo federal, no podemos aspirar a un escenario en donde la educación pueda llegar a ser de calidad y de beneficio social extenso. Se vuelve a excluir a los más, se deja a la deriva una estrategia de incremento presupuestal ascendente relacionada con una estrategia que llegue a perfilarse como una política de Estado, se beneficia a programas que tienen más utilidad política que educativa y no se pone el acento en lo indispensable que resulta producir conocimientos a gran escala y fortalecer nuestras bases y capacidades científicas y tecnológicas.
Quedamos igual que antes, arrastrando la dependencia en todos los órdenes y sin atender los reclamos añejos que vuelven a surgir y a demandarse, como en un eco. Dos centésimas más para educación superior, como porcentaje del PIB; millones con miras a los programas que serán utilizados con mensajes políticos en 2009; apenas 0.5%, en investigación científica. Con ello, la escuela, las universidades, los investigadores, no podrán contar, de nuevo, con lo indispensable para realizar proyectos de gran altura ni las instituciones con el fin de transformarse como lo quisieran. Otro año perdido.

didrik@servidor.unam.mx

El regreso del Estado

Javier Corral Jurado
El Universal/25 de noviembre de 2008


En el portal de YouTube, esa ventana al mundo que el propio mundo construye y abre sólo para los que tienen acceso a internet, está un video del programa The Last Laught en el que se explica con humor la crisis financiera internacional a partir de las “hipotecas basura”, mejor conocida como la “crisis subprime”. El diálogo entre John Bird y John Fortune no tiene desperdicio, es altamente recomendable para quienes, aún hoy, no se explican qué pasó con el todopoderoso capitalismo y cómo disminuyó tan dramáticamente la otrora felicidad que brindaba el mercado libre.
La genialidad de esa “entrevista al mundo” consiste en combinar la gracia de la ironía con un retrato puntual del funcionamiento del sistema especulativo. El amargor severo de la realidad se disimula en el chiste, pero resulta verdadero. Y si algo subyace como pregunta al terminar los ocho minutos de pedagogía financiera que dura el video es: ¿dónde estaba el Estado?
Sin alegrarnos tanto la explicación, autores, analistas, escritores y economistas coinciden en señalar que la cuarteadura del sistema financiero internacional es una oportunidad para la política y para el regreso del Estado en su función de gobierno y en su papel rector de la economía.
Ignacio Ramonet, periodista y escritor, ha significado que “el desplome de Wall Street es comparable, en la esfera financiera, a lo que representó en el ámbito geopolítico la caída del muro de Berlín. Un cambio de mundo, un giro copernicano”. Paul Samuelson, Premio Nobel de Economía, lo describió de esta manera: “Esta debacle es para el capitalismo lo que la caída de la URSS fue para el comunismo”.
Pero el neoliberalismo se resiste a dar cauce a esta esperanza de los demócratas del mundo, e intenta, desde su misma lógica de funcionamiento y con los datos de su propio desastre, formular salidas y respuestas a la crisis, para así evitar que se prestigie la idea de un volver del poder estatal. Quieren, por un lado, que el Estado los salve distribuyendo entre los contribuyentes los costos de sus excesos especulativos, pero por otro pretenden mantener como espectador a la autoridad estatal, mantener los privilegios del modelo.
Dentro de lo duro que aún está por venir en el acumulado de las crisis que enfrenta el mundo —la energética, la alimentaria y esta financiera—, en efecto es una oportunidad de redimensionar la política, desplazada desde hace un par de décadas en la orientación y definición de las políticas públicas no sólo en la economía, sino también en lo social y lo cultural. Recordemos que en nuestro país se metió como hiedra —hasta en las plataformas electorales de la izquierda— la idea absoluta del mercado con la que “se venció a las duras ideologías”. De ese postulado absoluto se agarraron los negociantes de la política —transversales a los partidos— y se envalentonaron frente a cualquier iniciativa social que ensanchara la acción del gobierno. Recuperar en lo comunicacional la propuesta central del informe McBride aparecía como desfasamiento intelectual, o que el PNUD planteara una “nueva estatalidad” en su informe sobre la democracia en América Latina era nostalgia estatista.
En nombre del mercado que “todo lo arregla por sí mismo” y del libre comercio se desregularon áreas vitales de la soberanía estatal y se le cerró el paso a ideas y reglas que buscaban poner a salvo el interés público y obligar la tutela del Estado en actividades estratégicas que, desarrolladas por particulares, tienen su base en el intercambio de productos esenciales o en el usufructo de bienes del dominio de la nación.
De ahí que haya que devolverle a la política su ambición grande, como dijo el fin de semana en el alcázar del Castillo de Chapultepec el político italiano Massimo D’Alema, refiriéndose a la idea de trascendencia en la historia que debe acompañar a los verdaderos políticos. Sí, sacarla de sus pequeñas ambiciones, en las que la atrapó el “capitalismo de compadres”. Recuperar el acto de gobernar en su sentido primario, en el origen griego de la palabra que está relacionada con el timón de un barco; es decir, gobernar es llevar a un conjunto a un puerto seguro. Y en ese viaje que es el gobernar, lo primero que debemos hacer es recuperar el timón, porque ahora tenemos gobiernos que administran, pero no mandan ni dirigen. Que por lo menos la crisis sirva para que los gobiernos recuperen su dignidad.

Profesor de la FCPyS de la UNAM

Visión educativa de Lázaro Cárdenas

Luis Maldonado Venegas
El Universal/ 25 de noviembre de 2008


Según el Censo General de Población del año 2000, alrededor de la mitad de la población mexicana de 15 años y más se encuentra en condición de rezago educativo porque no concluyó la enseñanza secundaria, nivel mínimo de lo que se considera la educación básica.
Ese año, 10% del total de adolescentes de 12 a 14 años de edad sencillamente no iba a la escuela. Y en la población de 15 a 34 años, el rezago era de 48%, lo que evidenciaba que a la inasistencia se sumaba la deserción, especialmente en las zonas rurales. Si atendemos lo que ha ocurrido en México en materia de desarrollo durante la última década, difícilmente se puede esperar que estas estadísticas hayan mejorado sustancialmente.
¿Causas? Podrían enumerarse varias, pero la más recurrente es la pobreza. Muchos mexicanos ignoran que en las comunidades rurales los niños y jóvenes no van a la escuela porque deben ayudar a sus padres en el cuidado de la parcela o porque sencillamente no tienen dinero para el transporte que los pueda llevar a la escuela secundaria más cercana.
Un amigo me contó el caso de un niño veracruzano, del ejido Laguna Escondida, en la Cuenca del Papaloapan, que habiendo sido recibido en Los Pinos por el ex presidente Zedillo entre los alumnos de primaria más aplicados del país, no continuó sus estudios de secundaria porque su padre, ejidatario, no le podía costear los pasajes.
Esta amarga realidad en el México del siglo XXI me trae a la memoria una de las acciones visionarias del presidente Lázaro Cárdenas en materia educativa: la fundación, en 1937, de las secundarias federales para hijos de trabajadores, que funcionaron como internados para varones (aunque fueron escuelas mixtas, pues las mujeres podían asistir a clases como alumnas externas) hasta 1959.
La concepción era sencilla: los hijos de ejidatarios, campesinos, obreros o de quienes ejercían algún oficio podían aspirar a obtener una beca, previo examen académico de admisión.
Fueron seis los primeros internados creados por Lázaro Cárdenas: Coyoacán, DF; Tepic, Nayarit; Zamora, Michoacán; Tlatlauqui, Puebla; Orizaba, Veracruz, y Mérida, Yucatán. Cada internado disponía de dormitorios, cocina, comedor, aulas, laboratorio de química equipado, biblioteca, talleres de carpintería, electricidad y hojalatería y espacio suficiente para actividades deportivas (canchas para basquetbol o futbol).
¿Qué tenía que hacer un alumno para conservar la beca? Solamente estudiar a fin de mantener un promedio mensual mínimo de ocho en sus calificaciones. Los resultados fueron óptimos: en los internados federales se forjaron numerosas generaciones con excelencia académica, muchos de cuyos representantes hoy sirven a México en la docencia, en la investigación, en la ciencia y otras numerosas disciplinas.
Había, además, un inapreciable valor agregado: el sentido de solidaridad que generaban tres años de vida en común entre muchachos de las más variadas extracciones sociales.
Estos internados funcionaron hasta 1959. ¿Por qué los cerraron? Por la miopía de quienes, perturbados por los movimientos reivindicatorios de médicos, ferrocarrileros y maestros en esa época, vieron en aquellos generosos planteles fundados por Lázaro Cárdenas la semilla potencial de la “disolución social”, como se decía en la jerga oficialista de esos años.
Desde entonces, la idea de reactivarlos ha pasado por los escritorios de varios secretarios de Educación Pública. Pero nada más que eso, lamentablemente.

luismaldonado@senado.gob.mx
Senador de la República y presidente del CEN de Convergencia

Fondo de $1,200 millones aliviará cargas financieras de universidades públicas: SEP

Las de Sonora, Michoacán y Zacatecas, entre las que tienen rezagos por su sistema de pensiones
Se busca darles certidumbre para el logro de sus objetivos, entre ellos educar e investigar: Rodolfo Tuirán

Carlos García (Corresponsal)
La Jornada/25 de noviembre de 2008

Guanajuato, Gto., 24 de noviembre. Las universidades públicas del país, principalmente las de Sonora, Michoacán y Zacatecas, tienen problemas financieros originados por sus sistemas de pensiones, por lo que la Secretaría de Educación Pública (SEP) busca darles “certidumbre” mediante un fondo de mil 200 millones de pesos, informó Rodolfo Tuirán Gutiérrez, subsecretario de Educación Superior.
“Hay algunas universidades que tienen rezagos importantes desde el punto de vista financiero, por limitaciones en el subsidio ordinario y por adeudos contraídos en el pasado (…) el resto todavía tiene deudas específicas, pero son poco significativas”, según el funcionario.
Al finalizar la entrega del premio SEP-ANUIES (Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior) a la Universidad de Guanajuato (UG), Tuirán Gutiérrez detalló que el pasivo de la Universidad de Sonora asciende a 750 millones de pesos; el de la Autónoma de Zacatecas, a 250 millones, y el de la Michoacana, a 150 millones de pesos.
“Debemos generar algunas soluciones de largo plazo para dar viabilidad, al mismo tiempo para garantizar la certidumbre” que necesitan las casas de estudio para lograr sus objetivos de educar, investigar y tener extensión universitaria, argumentó.
El principal problema que enfrentan las universidades, en especial las citadas, son las cargas económicas de las pensiones, por eso se creó un fondo ordinario de mil 200 millones de pesos, explicó.
“Por cada peso invertido en este fondo se obtienen ahorros en los pasivos contingentes de aproximadamente 56 pesos; entonces hablamos de miles de millones de pesos, que han tenido solución desde el punto de vista del pasivo”, comentó el subsecretario de Educación Superior.
Recordó que de 2002 a 2008 la SEP ha invertido 6 mil 500 millones para que las universidades tengan viabilidad financiera; “multipliquen ustedes por 56 y van a obtener los ahorros que se han logrado, debido al uso de este fondo”, indicó.
Interrogado sobre si los estados deben apoyar el saneamiento de las finanzas de las universidades públicas, Rodolfo Tuirán respondió: “Normalmente los estados son coadyuvantes y respaldan a la Federación en la solución de problemas estructurales”.
En 2009, el gobierno federal invertirá 79 mil millones de pesos en la educación superior del país; “hay un subsidio ordinario que ya está asignado y se actualiza, y en esta ocasión la Cámara de Diputados autorizó ampliaciones importantes”, concluyó.

Ciudad del conocimiento

Javier Flores
La Jornada/25 de noviembre de 2008

El viernes pasado se entregaron los premios Heberto Castillo a un grupo de científicos y tecnólogos mexicanos que se han destacado en diferentes campos del saber. La existencia de este reconocimiento es en sí misma significativa, pues lleva el nombre de quien fue no solamente un incansable promotor de la transformación del país, sino un gran ingeniero mexicano, creador de la tridilosa, técnica que todavía se emplea en las construcciones. Algunos recordamos que aún en el final de su vida Castillo dedicaba su talento a imaginar soluciones para el grave problema de la contaminación en la ciudad de México… Molinos de viento de un creativo luchador solitario.
El premio lo otorga el Gobierno del Distrito Federal, por medio del Instituto de Ciencia y Tecnología (ICTDF) de esta entidad, y correspondió este año merecidamente a las doctoras María Elena Álvarez Buylla, Ana Flisser Steimbruch y Ana María López Colomé. También a los doctores Luis Esteva Maraboto, Luis Herrera Estrella, Luis Leñero Otero, Carlos Martínez Assad, Ranulfo Romo Trujillo y Feliciano Sánchez Sinencio.
Reconocer el trabajo de estos creadores de conocimientos es muy importante, pues significa que su esfuerzo no es ignorado por la sociedad. Pero, además, forma parte de una estrategia que no tiene precedente, en la que una entidad federativa en nuestro país entiende con claridad el papel de la ciencia y la tecnología en el desarrollo nacional y mundial, y emprende consecuentemente el impulso de estas tareas con las que muy pocos gobiernos en México –empezando por el federal– se comprometen.
El jefe del Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, se ha planteado una pregunta interesante: ¿por qué en los pasados 20 años, a pesar del Tratado de Libre Comercio, México no ha crecido? La respuesta que él mismo da es que “…en todo este tiempo no hemos sido capaces de generar ciencia y tecnología”. Así, se han emprendido acciones a escala local e internacional. En el primer caso, por medio del ICTDF, que dirige la doctora Esther Orozco, en busca de incorporar a los investigadores y a las instituciones científicas del país, en especial las que se encuentran en la ciudad de México, en la solución de los problemas de la capital; otorgando financiamientos, becas y estímulos, y emprendiendo una ambiciosa campaña de difusión científica entre sus habitantes. Por otra parte, buscando alianzas con la comunidad científica internacional, lo que implica convocar a los expertos foráneos al análisis de los temas cruciales de nuestra ciudad y buscar fuentes alternativas de financiamiento.
Uno de los proyectos principales es el de las ciudades del conocimiento, cuyo objetivo consiste, de acuerdo con Ebrard, en “… llevar a cabo la transformación económica y tecnológica como motor de una nueva economía y una mejor calidad de vida para los capitalinos”. Este proyecto consiste en transformar a la ciudad de México en una ciudad del conocimiento en América Latina, con polos de desarrollo en los que participarán instituciones científicas y empresas, nacionales y extranjeras, que se ocuparán de temas como salud, energía y finanzas, y estarán dotados con la más alta tecnología.
Es la primera vez que un mandatario se propone metas tan ambiciosas con el concurso de la ciencia y la tecnología. El Gobierno del Distrito Federal se ve sometido continuamente a distintas presiones políticas y presupuestarias que, en mi opinión, son una afrenta para todos los capitalinos. Yo sé que muchas personas desde la derecha desean el fracaso del gobierno de la capital, y también que a algunos de la izquierda no les gusta el jefe de Gobierno, pero a mí me parece que, independientemente de las preferencias políticas y personales, los programas del Distrito Federal en las áreas de la educación, salud, ciencia y tecnología son inéditos y merecen el firme respaldo de todos los habitantes de la ciudad de México.
Convertir al Distrito Federal en una sociedad del conocimiento es un propósito que requiere del apoyo de quienes que se encuentran comprometidos con el desarrollo de la educación y la ciencia y merece el mayor de los éxitos, pues constituiría, sin duda, un modelo para el país entero.

lunes, 24 de noviembre de 2008

El TEPJF y el conflicto en el PRD

Arnaldo Córdova
La Jornada/23 de noviembre de 2008


En todo el mundo, los tribunales electorales juegan a la política. Es lo menos que se puede esperar de ellos, pues, aparte de interpretar bien (sobre todo cuando se trata de una última instancia jurisdiccional) los ordenamientos escritos, deben calcular siempre los alcances prácticos, políticos, que sus resoluciones traerán consigo. Lo que se espera de ellos, empero, es que hagan buena política. El fallo del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación sobre el conflicto que ha vivido el PRD muestra que sus integrantes no supieron interpretar los ordenamientos jurídicos y, encima, jugaron muy mal a la política.
Dijeron que tuvieron siempre a la vista los documentos básicos del PRD, y ya un lector de La Jornada les mostró que ni siquiera se saben la nomenclatura estatutaria de los órganos de dirección del partido. Se ha dicho que esa resolución fue un premio a los chuchos por algo que negociaron. Lo que resulta claro es que fue un fallo atentatorio contra la integridad y la unidad interna de un partido y ha levantado una tormenta que nuestros ilustres magistrados debieron haber previsto y haber evitado, por el bien público.
Desde un principio yo creí que lo justo hubiera sido anular esas elecciones internas, que mostraron ser las más sucias que se hayan visto en la arena política nacional. Decidir en esas condiciones sobre quién podría tener razón era un albur, no una razón jurídica (y menos política). Lo que hoy está viviendo el PRD es obra del tribunal. El conflicto no fue resuelto y ahora está más enconado que nunca. Me pregunto cómo es posible que el juzgador no haya tomado en cuenta que muchas casillas fueron impugnadas porque no se instalaron. Los estatutos del PRD prevén la anulación de las elecciones si las casillas anuladas sobrepasan el 20 por ciento. Y nos dicen que eso no cambió el resultado. Realmente, o son unos brutos o piensan que los demás lo somos. Pero ésa es harina de otro costal. El hecho es que actuó mal, políticamente mal, y eso fue lo peor.
Dar el triunfo a cualquiera de los contendientes era muy estúpido, porque no había bases ciertas para darlo a uno sin ofender el interés del otro. Que uno hubiera violado la legalidad interna bastaba para anular el proceso. El ganador, en efecto, salió desprestigiado y sin condiciones para hacer la unidad. Al perdedor se le iba a dejar, de antemano, en una situación absurda, como ahora se está viendo, de modo que tuvo que batallar en varios frentes: por un lado, contra sus seguidores, que le exigieron que no negociara; por otro, contra quienes le demandaron que no dejara a los contrarios todo el botín. ¿Es posible que los señores magistrados no hayan previsto este resultado tan simple y tan previsible? Si así fue, lo lamento, pero no merecen estar donde están.
Por supuesto que en este tipo de contiendas el que tiene todas las ventajas es el que ganó. Los chuchos lo han entendido. Nunca dijeron que querían negociar un acuerdo con Izquierda Unida; lo querían, en corto, con Encinas. ¿Por qué? Sencillo: porque era el mejor modo de desembarazarse de sus oponentes o el mejor modo para anularlos políticamente. El espectáculo que tienen enfrente es una verdadera delicia para ellos: seguidores de Encinas y de López Obrador gritando improperios contra los traidores y exigiendo que no transijan con los vendidos y los espurios y que se salgan del PRD. Encinas tomó una decisión pensando, ante todo, en un posible rescate del PRD y demandando que la negociación se haga con su bloque, no con él.
¿Consideraron o previeron los magistrados la gresca que iban a levantar en el PRD? Si lo hicieron, fueron unos irresponsables. Los activistas han venido viendo en ese partido, dominado por los chuchos, un traidor cada vez más calderonista y panista y, en consecuencia, están llamando a repudiarlo y a romper con él. Bien, de acuerdo. Nos vamos sólo con Convergencia y el PT. Pero resulta que esos son partidos pequeños, locales, con presencia sólo en algunas regiones. No la tienen a nivel nacional. El PRD sí, mal que bien. Su tirada es convertirse en partidos de presencia nacional aprovechando el enojo de las masas obradoristas decepcionadas con el PRD. Si alguien no lo ha notado es que está fuera de la realidad.
Los chuchos, por su lado, parecen tener muy clara la situación: el fallo del tribunal fue un golpe a López Obrador, que ahora los libera de convenir nada con él. Deben saber también que valen la pena los despojos que heredarán del PRD. Ello demostraría que no tienen un plan a largo plazo y que le juegan al breve lapso. De otro modo, podrían presentar un plan de unidad partidaria que no se ve por ningún lado. No les interesa la unidad. Sus contrarios, en cambio, pugnan por ese plan de unidad. Un arreglo interno del PRD debería contemplar un reparto justo de posiciones y de poder. Los encinistas lo buscan, pero serán acusados de traidores y de vendidos. ¿Quién podrá resolver eso?
El Frente Amplio Progresista sin el PRD no tendrá ya ningún sentido. No sólo porque es el partido mayor de la coalición, sino porque en él siguen estando quienes han activado y desarrollado el movimiento cívico; en primer lugar, su líder indiscutible. No puedo imaginarme a López Obrador como “convergente” o “petista” o como cualquier otra cosa. Todo sería comenzar desde cero. Para algunos, eso es lo que debe hacerse. Para mí, sería adentrarse en una jungla impenetrable e impredecible. Nadie se da cuenta que en ese camino las enormes energías populares que se han acumulado se disolverían como vapor de agua y luego ya no tendríamos nada.
Convergentes y petistas deberían también aceptar que ellos mismos necesitan del PRD (unido y sin broncas internas). Esos partidos se desarrollarán como verdaderas fuerzas nacionales si empujan y promueven los objetivos del FAP que, ciertamente, no contemplaban lo electoral, porque sabían que en ese renglón el PRD era muy poco confiable y, menos, justo; vale decir, un gandalla vulgar. Pero, así como ese frente no tendría sentido sin ellos, sin el PRD sería puro polvo de ilusionistas. Ellos deberían ser los primeros interesados en que el PRD alcanzara un acuerdo interno en lugar de aprovecharse de sus dificultades. Deberían también tener presente que es eso lo que el movimiento cívico necesita: un frente político cohesionado que dé voz en todos los parlamentos y en los foros de la opinión pública.

Revolución: réquiem inaudible

Carlos Monsiváis
El Universal/23 de noviembre de 2008


El nuevo secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, todavía no un héroe de la patria (ese título nobiliario se consigue al cabo de meses arduos ante las cámaras), comparó a los combatientes actuales contra el narcotráfico con los de los ejércitos de la Revolución Mexicana (RM).

Tal vez el alegato admite rectificaciones porque, que se sepa, por poderosos que sean los narcos no lo son tanto como Porfirio Díaz, el dictador que concentraba el Estado y, también, porque lo que se ha visto no es un enfrentamiento de ejércitos, ni la toma de Torreón o la batalla de Celaya sino, mucho más tétricamente, las incursiones del narcoterrorismo, el cerco de las sociedades (especialmente las fronterizas), por el momento reducidas al miedo, y la exhibición incesante de la corrupción entre altos mandos judiciales.

Si se quiere establecer la comparación debe precisarse en qué lugar remoto se esconde la épica, y hasta qué punto son hazañas en el campo de batalla los decomisos de droga. No, no hay comparación posible entre la Revolución Mexicana (haya sido lo que haya sido o, para citar una frase del pensamiento calderoniano, haiga sido como haiga sido) y la lucha contra el narcotráfico, porque la minoría que combate a la ley, tan criminal como lo es, tiene siempre presente que entre los defensores de la ley se encuentran amigos, socios, protectores y protegidos.


* * *

Este año los festejos en honor de la RM han sido particularmente débiles, burocráticos y, habría que decirlo, casi siempre fantasmales. Así, en su discurso del 20 de noviembre, que alabó en abstracto el aniversario 98 de la RM, el presidente Felipe Calderón se inventó otro más de las unidades nacionales y convocó en forma reiterada a llegar a 2010 “con el sello de la unión, la fraternidad y el patriotismo”, porque en todos está la convicción de “actuar de aquí y allá” para invertir siglos de rezago (página web de la Presidencia). ¿No podría el Ejecutivo ser más específico? ¿Qué hay en este momento de unión, fraternidad y patriotismo? ¿Por qué deberían producirse estas condiciones tan deseables? El país, tan polarizado y tan atento a los deseos de una victoriosa clase social, ¿se unificará para que esa Navidad latinoamericana, el Bicentenario, lo sorprenda unido, armonioso y fraterno, y tal coloquio de las almas unidas tendrá lugar por “la convicción del deber de actuar de aquí y ahora para invertir los siglos de rezago”?

Un momento, ¿no es la desigualdad monstruosa que se padece la causa principal de los siglos de rezago? ¿Y eso va a desaparecer a instancias de la buena voluntad que, invocada por el gobierno federal, pondrá fin a la historia negativa y exterminadora? Ver para soñar o para creer que se está soñando. El Bicentenario, autor de milagros. Una vez más se convoca al espejismo suponiéndolo real y a la mano. ¿De qué se trata? No de olvidar la historia sino de creer que no hay tal disciplina, que el Bicentenario de la búsqueda de la independencia es un signo o un símbolo de hallazgo súbito de la gran fortuna. “Poned señales altas, maravillas, luceros”, cabría decir con un verso el 15 de septiembre de 2010.

Aquiles Serdán en Puebla, Venustiano Carranza en Cuatro Ciénegas, Doroteo Arango (P. V.) en Chihuahua, Emiliano Zapata en Anenecuilco, Francisco I. Madero en Parras, Coahuila, Plutarco Elías Calles y Álvaro Obregón en Sonora… Todos sus ideales, tan diversos como hayan sido, se tomarán de la mano en 2010, al conjuro triunfal de la (nueva) generación que hará acto de presencia porque, asegura Calderón: “No nos une forzosamente la misma forma de pensar o de actuar; sin embargo, todos estamos convencidos de que nuestra patria enfrenta grandes desafíos como la inseguridad y la muerte”. Esta última, me temo, no la evita patria alguna, y la inseguridad es un fenómeno muy complejo como para depositar la solución en manos de una fecha, así sea la grandiosa de 2010.

Despedida

Jorge Zepeda Patterson
El Universal/23 de noviembre de 2008

Durante 15 años he intentado dialogar sobre la realidad política y social desde este espacio semanal. Más de cinco mil artículos en los que, a veces con perplejidad, en otras con angustia y en muchas ocasiones con indignación, busqué ofrecer algún ángulo adicional, un pliegue no atendido de una noticia, una pizca de esperanza en el dobladillo de una infamia.El hecho de que se publique en 21 diarios y que varias docenas de lectores se tomen la molestia de responder cada domingo indica que no han sido pocas las personas que han pasado por estas reflexiones a lo largo de los años. Pese a los errores cometidos, que tampoco han sido pocos, espero haber sido útil en la difícil construcción de un poco más de tolerancia en la llamada conversación pública.Mentiría si dijera que escribí esencialmente para los lectores o para los amigos, como suelen decir muchos autores. Con el paso de los años me di cuenta de que escribía por razones un poco más egoístas. Celebraba el arribo de la mañana de cada viernes como otros anhelan su dosis de diván sicoanalítico. Reflexionar sobre el tema de la semana acabó convirtiéndose en la única manera de exorcizar una realidad absurda y muchas veces insoportable. Y no es que escribir resolviera algo, pero el simple esfuerzo de intentar explicar una infamia o entender sus orígenes y consecuencias permitía de alguna manera acotarla, definirla y etiquetarla. ¿Cómo digerir que el único “accidente” aeronáutico fatal en meses sea justamente el de los dos hombres más amenazados por el narcotráfico? ¿Cómo aceptar el hecho de que el asesinato de Colosio, y por consiguiente el cambio de la historia de México, haya sido una ocurrencia disparatada de un tal Aburto? Peor aún, ¿cómo vivir con esta creciente certidumbre de que el narco y la inseguridad no van a irse, que han llegado para instalarse, que ya son parte del México que será? Gracias a este espacio semanal entendí que ponerle nombre y coordenadas a los problemas no los deja atrás, pero permite canalizar la angustia y afrontar la realidad.Esta ha sido mi última sesión “terapéutica” semanal. Hace unos días asumí la Dirección Editorial del periódico EL UNIVERSAL. El trabajo de analista político, por más honesto y objetivo que intente hacerse, necesariamente refleja tendencias y matices personales. Nunca oculté mis preferencias por determinadas causas y mi rechazo a rasgos y proyectos políticos que considero adversos para la construcción de una sociedad más democrática y más justa.Como director sigo pensando lo mismo, pero las herramientas son otras. La conducción de una planta editorial implica el respeto al conjunto de los periodistas y colaboradores que lo conforman. Pero, sobre todo, el respeto a las y los lectores y la opinión pública que espera de un diario información confiable y sólida, recabada y editada bajo códigos profesionales, y ajena a las fobias y filias de sus directivos.Con todo, extrañaré el diálogo y el contacto semanal con ustedes, mis lectores. Después de tantos años, esta columna se convirtió en una conversación plena de coincidencias y disidencias, pero siempre aleccionadora. Me quedo con la convicción de que en este diálogo el más enriquecido he sido yo. Gracias por eso, gracias por todo.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Educación y ciencia. El presupuesto 2009

Javier Flores
La Jornada/20 de noviembre de 2008


1. Con la aprobación del presupuesto para 2009 quedan en claro varias cosas. La primera muy positiva, y quizá la más importante (aunque estemos acostumbrados a las malas noticias), es que existe en nuestro país una real división de poderes. Esto es algo que desde hace algunos años resulta una novedad, pues el Poder Legislativo puede oponerse hoy a las propuestas del Poder Ejecutivo en la definición de algunas políticas públicas definidas por la asignación de recursos económicos.
2. Queda claro también que los gobiernos surgidos del Partido Acción Nacional son enemigos de la educación pública y del desarrollo de la ciencia y la tecnología, lo que constituye desde ahora una de sus banderas para las elecciones de 2009. Salvo que alguien esté mal de sus funciones mentales, quien quiera ver avances en estas áreas no puede estar al lado del PAN, puesto que sus políticas en esta materia tienen que ser corregidas, una y otra vez, por los diputados.
3. La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que este año ha sido considerada la mejor universidad de habla hispana del mundo, tiene que pasar, año tras año, por el castigo del gobierno panista, quien trata, una y otra vez, de reducirle el presupuesto. Recordemos que hace algunos años, revelando su ignorancia, un diputado de Acción Nacional se burló por la reducción de recursos a la UNAM. Por fortuna los legisladores han entendido el importante papel de esta institución y han corregido, así sea parcialmente, este desatino.
Cabe destacar que ninguna universidad privada puede ocupar ahora el lugar de la UNAM, entre otras cosas, porque en esta casa de estudios se realiza casi la mitad de la investigación científica del país. Yo les diría a quienes apuestan por la educación privada, que quisiera ver que en un centro de estudios de ese tipo se cultiven, además de los campos de negocios, áreas como la astronomía, la biomedicina, la física, las matemáticas, las humanidades o las artes, como ocurre en la Universidad Nacional Autónoma de México.
4. Todos los días, instituciones que hemos creado los mexicanos, como la UNAM, el Instituto Politécnico Nacional, la Universidad Autónoma Metropolitana, el Cinvestav, el Cicese, el Centro de Investigaciones en Óptica, por citar sólo algunas entre decenas, ofrecen soluciones a los grandes problemas del país. Y cada año los investigadores, que son grandes mexicanos, se sorprenden porque sus esfuerzos pueden venirse abajo por la decisión de un gobierno ignorante, que puede cercenar los propósitos por hacer de México una gran nación. En estos centros se trabaja todos los días para encontrar solución a los problemas del agua, la energía, la salud, la alimentación, el cambio climático, y lograr una mayor comprensión del universo y del hombre, y generalmente estos esfuerzos son ignorados.
Por desgracia, el próximo año asistiremos a la repetición de esta lamentable historia: el Partido Acción Nacional, recortando los magros recursos de las instituciones educativas y los rectores y directores luchando por convencer a los legisladores de evitar el desastre educativo y científico. Hay que considerar que el próximo año es de elecciones, y el resultado de estos esfuerzos dependerá de cómo quede integrada la Cámara de Diputados.
Una primera conclusión, es que para que la educación, la ciencia y la tecnología avancen en nuestro país, es necesario hacer a un lado al Partido Acción Nacional, cuyo estandarte es hasta ahora el de la ignorancia.

La pista del dinero

Carlos Ornelas
Excélsior/19 de noviembre de 2008


Cuando leí la noticia de que la Cámara de Diputados le puso cerrojos a los estados para el ejercicio del presupuesto educativo, me vino a la memoria la película Todos los hombres del presidente, donde Garganta Profunda (el seudónimo que Bob Woodward utilizó para proteger a su informante en el caso Watergate) le sugiere al reportero que siga el rastro del dinero. De acuerdo con el Decreto de Presupuesto de Egresos de la Federación, los estados deberán informar cada trimestre a la Secretaría de Educación Pública y a la Cámara de Diputados federal sobre el número, nombres, funciones del personal comisionado, el periodo de duración de la comisión y publicar las listas en la internet.
Para evitar que los estados esquiven esa imposición, los diputados la ataron a reglas claras de rendición de cuentas. No indican que habrá castigos para los gobiernos locales que tengan comisionados en exceso ni los forzarán a que reduzcan su número, pero sí que sobrevendrán sanciones para las autoridades que no cumplan con la indicación de transparencia. La medida es importante: no equivale a una “auditoría general de plazas” ni significa que se taparán los caños por donde se cuelan millonadas cada año, pero es la primera pista para darle seguimiento a los recursos que se desperdician. Por lo pronto nada más es un golpe a la opacidad, pero tiene el potencial de que, con la información que se haga pública, crezcan las demandas sociales para acotar el poder del grupo que maneja al Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.
Las nuevas reglas de ejecución del presupuesto conllevan dos secuelas divergentes. Una de ellas ya la apunté. Va a debilitar la acción del SNTE, ya que los gobiernos estatales, si se atreven, tendrán en ese decreto instrumentos para resistir presiones y no comisionar a más docentes y trabajadores a actividades sindicales. La autoridad de los gobernadores palidece en el arreglo institucional vigente; no pueden ser los rectores de la educación pública, deber que les dicta el espíritu de la Ley General de Educación. El poder verdadero lo tiene el SNTE, sus fieles conducen la educación básica en casi la totalidad de sus aspectos. Incluso, hubo rumores, en los entretelones de la negociación del Fondo de Aportaciones para la Educación Básica, de que el amago de Fernando González Sánchez de renunciar a la Subsecretaría más importante de la SEP, influyó en la asignación de recursos a ese segmento. Parece que el gobierno federal le teme tanto a la suegra del funcionario, que concedió casi todo lo que el SNTE le exigió.
Lo que hicieron los diputados con la cláusula de transparencia fue apenas un esbozo de lo que planteó el diputado Tonatiuh Bravo Padilla, el presidente de la Comisión de Educación de la Cámara baja, de que los salarios de los comisionados al sindicato no se paguen con recursos del FAEB; moción que frenó la Secretaría de Hacienda, según lo reporta reforma.com (13 de noviembre). Eso es una prueba del temor del gobierno a Elba Esther Gordillo y del precio que paga (con recursos fiscales) para mantener una alianza con ella. De cualquier manera, los diputados lograron poner un pequeño estorbo al poder de ese sindicato. ¡Y qué bueno que eso suceda! Hay un avance al hacerse público lo que le cuesta a la nación mantener a decenas de miles de maestros comisionados a actividades que tienen poco que ver con la educación.
Por otra parte, el mismo hecho de que la Cámara haya puesto esas condiciones en el decreto, es otra prueba de que la descentralización (o federalización, como se esfuerzan en llamarla) educativa llegó a sus límites. Que los mandatarios locales informen al gobierno y al Congreso centrales del gasto que hacen en sus entidades suprime cualquier esbozo de soberanía estatal que, según la Constitución, es la garante del “pacto federal”. El decreto refuerza el esquema de centralismo burocrático que se estableció en la LGE. Hoy sí se puede asegurar, sin temor a equivocarse, que los gobiernos locales serán meras instancias administradoras de las decisiones del centro.
Un arreglo institucional alternativo sería eliminar las ficciones de la descentralización educativa. Administrar el sistema de educación básica bajo el “nuevo federalismo” es mucho más caro, complejo e ineficiente que antes del 18 de mayo de 1992. Previamente a esa fecha, al pan se le decía pan, al vino, vino, y al centralismo se le conocía por su nombre. Hoy tenemos un sindicato nacional, centralizado, vertical y poderoso; gobiernos estatales mancos, sin capacidad política para decidir algo, aunque sea de poca monta, salvo responder a las demandas no salariales de las secciones sindicales (por ejemplo, concediéndoles más comisionados), y un gobierno federal que “abdica” (es la palabra que utilizaron mis colegas del Consejo Mexicano de Investigación Educativa) ante ese sindicato.
Aunque darle seguimiento al gasto educativo no hará al SNTE lo que Watergate le hizo a Richard Nixon, es un paliativo reconfortante.

Carlos.Ornelas10@gmail.com

El sentido de la educación

Axel Didriksson
Excélsior/18 de noviembre de 2008

El valor de la educación está fuertemente vinculado con su posibilidad de proponer un modelo de ser humano y de sociedad. Un sistema educativo que no tiene claro hacia dónde debe orientar sus esfuerzos para formar un tipo de ciudadano en relación con un tipo de sociedad, se reduce a adaptarse a las demandas del momento y a navegar entre las coyunturas. Si no se sabe hacia dónde ir, con dificultades se pueden dar respuestas efectivas y coherentes a las nuevas situaciones que se presentan.
La educación está sujeta a múltiples demandas de actores distintos y de políticas también contrapuestas. Esto se expresa en los avances o en el estancamiento que se vive, frente a una multitud de exigencias que presenta la sociedad, más aún cuando la educación tiene cada vez más importancia. En el balance realizado por el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE, noviembre, 2008) el resultado es que la educación básica en el país avanza y ha mejorado desde los indicadores que se tomaron en cuenta, de 2000 a la fecha, que estamos cerca de lograr una cobertura plena, “que hay menos reprobación y repetición, menos rezago y que más alumnos consiguen terminar cada nivel y hacerlo a tiempo”.
Sin embargo, este organismo también apunta que el cuello de botella más importante se presenta en la secundaria, que los datos con los que se cuenta no son del todo confiables, existen grandes diferencias y brechas en los servicios que se ofrecen y no se avanza al ritmo de lo que se pudiera. Apunta asimismo a señalar que se presentan factores de riesgo relacionados con políticas sin focalización ni prioridades, que no se atiende a los sectores más desfavorecidos y existe centralismo burocrático y corporativismo. Desde el plano de lo que se aprende, el estudio del INEE hace referencia a las brechas cognitivas y a su relación con los contextos desfavorables de importantes sectores de la población.
Mantener el paso hacia cobertura universal en la educación básica puede ser muy probable hacia los próximos años, sobre todo por la disminución de los grupos de edad escolar correspondientes. Sin embargo, mejorar la calidad, la equidad, la inclusión y superar las diferencias educativas entre las grandes mayorías de la población; realizar reformas curriculares a fondo; mejorar sustancialmente el desempeño de los docentes; cambiar trayectorias escolares; sustituir la actual infraestructura por una directamente relacionada con un nuevo modelo de aprendizaje; incorporar al grueso de la población escolar a los métodos, lenguajes y contenidos del conocimiento contemporáneo, la ciencia y la tecnología; apuntar a la formación de una ciudadanía crítica y participativa, a la construcción de comunidades educativas sólidas y seguras, etcétera, parece que no podrá conseguirse en los próximos años.
El primer obstáculo está en el financiamiento con el fin de lograr los cambios que se requieren. Con todo y la enmendada de plana que realizaron los diputados federales para revertir un presupuesto que golpeaba a sectores muy sensibles del sistema educativo, como el de las universidades públicas, la orientación del presupuesto sigue a la baja y se mantiene sujeto a la reproducción de lo mismo. El segundo obstáculo es la falta de un proyecto educativo, más allá de las demandas de algunos pocos, muy pocos, actores, que están haciendo de las suyas en el sistema educativo. Los que siguen ya no tienen importancia.

didrik@servidor.unam.mx

Presupuesto 2009 (ni Conacyt ni OCDE)

Alejandro Canales*


El miércoles de la semana anterior, tres días antes de la fecha límite, los diputados aprobaron el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) para el año próximo. La novedad ya no es que el presupuesto esté listo en tiempo y forma; sorprendentemente así ha ocurrido en esta legislatura y además con el consenso de las principales fuerzas parlamentarias y el beneplácito del gobierno federal. Nada menos.
No obstante, sí existen varios datos inesperados. Uno es la previsión de Hacienda en la cobertura contra el riesgo en la reducción de los precios del petróleo y que al parecer deja blindado el PEF para el año 2009, sobre todo ante la crisis mundial que parece inminente. Otro que también llama la atención es la reasignación del presupuesto que realizaron los diputados para el sector científico y tecnológico y, particularmente, para un programa. Un tercer dato, también relevante, es la aprobación del presupuesto para el sector sin que hasta la fecha se conozca públicamente el programa ni tampoco el supuesto estudio sobre innovación que realizó la OCDE, clave en las políticas para el sector en esta administración.
Hace algunas semanas, cuando estaban en marcha las negociaciones para el paquete económico 2009, el precio del petróleo disminuía vertiginosamente hasta situarse casi a la mitad de lo que tenía previsto el proyecto de ley de ingresos enviado por el gobierno federal. En tal circunstancia, y dado que los ingresos derivados del petróleo son fundamentales en el gasto público, parecía inminente la aprobación de un PEF poco realista, o bien, que habría que recortarlo al poco tiempo de entrar en operación.
Sin embargo, una vez aprobado el paquete económico y ante las críticas que comenzaban a formularse porque se había calculado un precio de 70 dólares por barril de petróleo, el secretario de Hacienda informó que desde hace varios meses había realizado en los mercados financieros internacionales operaciones (opciones put) para proteger el nivel de ingresos petroleros. Una especie de seguro contra la caída de los precios del petróleo por aproximadamente el total del volumen neto de exportaciones de este producto para el año próximo y que, según el secretario, “le otorgan al gobierno federal el derecho (más no la obligación) de vender petróleo a un precio promedio de 70 dólares por barril de la mezcla mexicana durante 2009” (Comunicado 089/2008). Es decir, seguramente la operación del secretario fue la carta fuerte y disuasiva en las negociaciones con los diputados y además garantizó los recursos del PEF.
Una vez previsto el flujo de recursos, los diputados reasignaron alrededor de 199 mil millones de pesos más de los previstos en la propuesta del gobierno federal. Las modificaciones no parecieron incomodar al Ejecutivo federal, más bien las celebró. Sin embargo, en el caso del sector científico y tecnológico, el volumen total de recursos no varió de forma significativa respecto del proyecto del gobierno federal, aunque sí fueron notables las reasignaciones realizadas.
El proyecto había previsto, para el año próximo, un presupuesto de alrededor de 15 mil 475 millones de pesos para Conacyt y de 43 mil 529 millones para el total del sector, cifras que, respectivamente, eran 20 y 25 por ciento superiores a las de este año. Sin embargo, los diputados decidieron hacer redistribuciones y redujeron en 51 millones de pesos el presupuesto para Conacyt y aumentaron en poco más de 71 millones de pesos el gasto para el total del sector.
Aunque las cifras de las redistribuciones son altas, al final solamente hubo una ampliación de 150 millones de pesos en los recursos destinados para fondos mixtos y el presupuesto total conserva más o menos el incremento anticipado por el gobierno federal (Gaceta Parlamentaria, no. 2633-B, 12/11/2008). Desafortunadamente, salvo la ampliación referida, el dictamen no indica cómo ni en qué renglones se hicieron los ajustes, aunque obviamente queda claro el apoyo a los fondos mixtos. ¿Más recursos para los estados según la iniciativa de Conacyt o según la lógica parlamentaria?
Por último, a pesar de que las autoridades del sector anunciaron hace dos meses (y después de casi dos años) que el programa sectorial de esta administración fue aprobado en la reunión del Consejo General de Investigación Científica y Desarrollo Tecnológico (CGIDT) del pasado 26 de septiembre, es la hora que no lo difunde públicamente. Lo mismo ha ocurrido con el estudio de la OCDE sobre innovación en México, que supuestamente fue entregado en la misma reunión del Consejo, es más, a diferencia de otros estudios y exámenes que la misma organización se encarga de promocionar, el correspondiente a innovación simplemente parece inexistente.
En el contexto de aprobación del PEF es de llamar la atención que la asignación de recursos para ciencia y tecnología siga prescindiendo del contenido programático del programa sectorial. ¿Por eso serán los ajustes y las reasignaciones a los fondos mixtos?

* UNAM-IISUE/SES.