jueves, 27 de noviembre de 2008

Ética y política universitaria

Rafael G. Vargas Pasaye


De las bondades que trajo consigo el siglo XXI está la inmediatez. De allí el bombardeo diario de imágenes, sonidos y noticias. También que el teléfono celular nos haya robado los fines de semana, que las crisis financiera y económica, tanto mediática como real, tenga espantados a más de uno, y a más de dos amarrados a su silla junto al escritorio. Sin olvidarnos de los procesos electorales tanto fuera como dentro de nuestro país, lo cual anuncia que ya ha terminado el turno de los unos para que ingresen los otros, no importando el nombre o el color.

Pero en este clima debe haber espacios todavía para la ética o, al menos, los resquicios para encontrarla, sobre todo en la academia, en las instituciones de educación. “La ética es una especie de tecnología, pues todos los fines están dados”, dice Isaiah Berlin en el capítulo dedicado a Helvétius en el volumen La traición de la libertad. Como esa, muchas definiciones del concepto hemos escuchado a lo largo de nuestra formación.

Para intentar una nueva propuesta sobre el tema, el profesor de la Universidad Autónoma de Coahuila, José María González Lara, publicó el libro Ética y política universitaria, que son, como lo dice en el subtítulo, comentarios en torno al quehacer político en la universidad pública.

En el prólogo deja ver lo que será una constante de ideas por venir, pues tiene claro que el compromiso universitario “es la permanente transformación de la sociedad hacia niveles de organización cada vez más justos, equitativos y democráticos”. Pero no sólo para dejarlo en papel, el espíritu de la propuesta es llevar a cabo acciones concretas en beneficio de los integrantes de ese mundo que se expande para bien.

Cómo darle buen uso a la ética en los tiempos actuales con los videojuegos robando identidades, cómo no dejarse llevar por la vorágine de la tecnología cuando pasamos tanto tiempo enfrente de la computadora. Cómo hacer entender que “la universidad no debe albergar sólo la tecnología, sino los orígenes científicos del desarrollo tecnológico”. Debe venir de cada quien y, por supuesto, del conjunto. No regresar, sino de nueva cuenta volver a los valores que le dan sustento al comportamiento y a la creación, al desarrollo.Gonzáles Lara cree que desde la misma docencia y la investigación hasta su aplicación técnica, la raíz de la ciencia debe surgir del humanismo, sin embargo, acota sus características, pues no puede ser un humanismo que celebre la individualidad, sino uno “que potencie el desarrollo del individuo y logre progresos que lleguen a toda la sociedad”.

Evitar abusos de las autoridades
Las prisas pueden generar confusiones pero sí se deja claro que “autonomía no es impunidad y autogobierno sin transparencia”, se pueden tender las bases. No es crítica sin ton ni son, ni tampoco carta de buenos deseos, es simplemente un recordatorio de que la ética debe respirarse y ayudar en momentos como los actuales, donde las preocupaciones se atraviesan en cualquier esquina, donde el buen humor acorta su margen de acción y donde cada quien carga con una piedra de incertidumbre.

De allí buena parte de la importancia cuando se trata con alumnos, cuando se está frente a grupo. Esto lo comparte muy bien el académico, y lo deja por escrito de la siguiente forma: “Si se introduce a los estudiantes a un esquema articulado de intereses únicamente personales, se pueden generar vicios que son resultado del egoísmo, afectando la formación integral de los educandos”.

Además, la teoría no puede ni debe estar alejada de la práctica. Pero qué pasa cuando el estudiante se enfrenta a la realidad y cuando su capacidad técnica (por llamarla de alguna forma) no va ligada a una madurez intelectual. El catedrático ve un resultado en los egresados poco halagüeño, pues adquieren “frustraciones y descontento respecto de los estudios superiores que realizaron en su vida universitaria”.

Porque la universidad, por su esencia misma, no está para generar problemas, sino al contrario, proponer soluciones guiada por un camino que lleve a la ética en los primeros lugares. “De la universidad deben surgir las respuestas a la problemática social, con la aplicación de la ciencia y las disciplinas para ese fin”. González Lara va más allá: “La moral es relativa a la persona y sus circunstancias, pero la ética es universal”.

La conclusión de cada quien deberá ser esperanzadora de acuerdo con cada pensamiento propio. Las propuestas de cada institución en sus particularidades deberán unirse para logran un empuje conjunto en el que la vida académica penetre más en los lazos comunicantes con la sociedad. Los productos que de ella emanen deberán ser, pues, en beneficio común, de eso no hay duda, allí no está el debate.

La propuesta debería ser, en este momento de crispación (con sucesos lamentables por varios costados, con la palabra crisis siendo una constante en el cotidiano, con jóvenes en medio de conflictos que marcarán su futuro), de suma importancia, y siempre girando en torno al papel ético de la universidad y sus distintas formas para volverse una bocanada de oxígeno que refresque a todos. Como dijo Emmanuel Kant, con respecto de la ética: “Obra de tal modo, que la máxima de tu voluntad pueda valer en todo tiempo como principio de legislación universal”.
Tomado de: http://www.campusmilenio.com.mx/

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