martes, 25 de noviembre de 2008

Visión educativa de Lázaro Cárdenas

Luis Maldonado Venegas
El Universal/ 25 de noviembre de 2008


Según el Censo General de Población del año 2000, alrededor de la mitad de la población mexicana de 15 años y más se encuentra en condición de rezago educativo porque no concluyó la enseñanza secundaria, nivel mínimo de lo que se considera la educación básica.
Ese año, 10% del total de adolescentes de 12 a 14 años de edad sencillamente no iba a la escuela. Y en la población de 15 a 34 años, el rezago era de 48%, lo que evidenciaba que a la inasistencia se sumaba la deserción, especialmente en las zonas rurales. Si atendemos lo que ha ocurrido en México en materia de desarrollo durante la última década, difícilmente se puede esperar que estas estadísticas hayan mejorado sustancialmente.
¿Causas? Podrían enumerarse varias, pero la más recurrente es la pobreza. Muchos mexicanos ignoran que en las comunidades rurales los niños y jóvenes no van a la escuela porque deben ayudar a sus padres en el cuidado de la parcela o porque sencillamente no tienen dinero para el transporte que los pueda llevar a la escuela secundaria más cercana.
Un amigo me contó el caso de un niño veracruzano, del ejido Laguna Escondida, en la Cuenca del Papaloapan, que habiendo sido recibido en Los Pinos por el ex presidente Zedillo entre los alumnos de primaria más aplicados del país, no continuó sus estudios de secundaria porque su padre, ejidatario, no le podía costear los pasajes.
Esta amarga realidad en el México del siglo XXI me trae a la memoria una de las acciones visionarias del presidente Lázaro Cárdenas en materia educativa: la fundación, en 1937, de las secundarias federales para hijos de trabajadores, que funcionaron como internados para varones (aunque fueron escuelas mixtas, pues las mujeres podían asistir a clases como alumnas externas) hasta 1959.
La concepción era sencilla: los hijos de ejidatarios, campesinos, obreros o de quienes ejercían algún oficio podían aspirar a obtener una beca, previo examen académico de admisión.
Fueron seis los primeros internados creados por Lázaro Cárdenas: Coyoacán, DF; Tepic, Nayarit; Zamora, Michoacán; Tlatlauqui, Puebla; Orizaba, Veracruz, y Mérida, Yucatán. Cada internado disponía de dormitorios, cocina, comedor, aulas, laboratorio de química equipado, biblioteca, talleres de carpintería, electricidad y hojalatería y espacio suficiente para actividades deportivas (canchas para basquetbol o futbol).
¿Qué tenía que hacer un alumno para conservar la beca? Solamente estudiar a fin de mantener un promedio mensual mínimo de ocho en sus calificaciones. Los resultados fueron óptimos: en los internados federales se forjaron numerosas generaciones con excelencia académica, muchos de cuyos representantes hoy sirven a México en la docencia, en la investigación, en la ciencia y otras numerosas disciplinas.
Había, además, un inapreciable valor agregado: el sentido de solidaridad que generaban tres años de vida en común entre muchachos de las más variadas extracciones sociales.
Estos internados funcionaron hasta 1959. ¿Por qué los cerraron? Por la miopía de quienes, perturbados por los movimientos reivindicatorios de médicos, ferrocarrileros y maestros en esa época, vieron en aquellos generosos planteles fundados por Lázaro Cárdenas la semilla potencial de la “disolución social”, como se decía en la jerga oficialista de esos años.
Desde entonces, la idea de reactivarlos ha pasado por los escritorios de varios secretarios de Educación Pública. Pero nada más que eso, lamentablemente.

luismaldonado@senado.gob.mx
Senador de la República y presidente del CEN de Convergencia

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