viernes, 6 de mayo de 2011

Miente usted, señor Calderón



Epigmenio Carlos Ibarra
Milenio/6 de mayo de 2011

Había decidido no escribirle ni una carta más a través de este medio. Lo declarado por usted a Joaquín López-Dóriga el martes pasado y luego su mensaje a la nación del miércoles, en cadena nacional y en los horarios estelares de tv, me ha hecho cambiar de opinión.

Tenemos los ciudadanos —y en especial quienes ejercemos el oficio periodístico— no solamente el derecho, sino el deber de hacer contrapeso, en la medida de nuestras posibilidades, al poder y más cuando éste se ejerce con tan notoria y criminal ineptitud como usted lo hace.

Aunque usted y sus seguidores pretendan llevar el país hacia el pasado autoritario donde la palabra del presidente era prácticamente dogma de fe, lo cierto es que los tiempos han cambiado.

Si aspiramos a retomar el rumbo democrático, perdido cuando la traición de Vicente Fox le permitió a usted sentarse en la silla, no podemos ni debemos tolerar que nadie, escudándose en el cargo, en el que supuestamente está para servirnos y no para servirse de nosotros, mienta impunemente.

Sé que —como ha sucedido en el pasado— no habré de recibir respuesta de su parte y que esta nueva carta que le dirijo no tendrá, ni por asomo, la difusión tanto de la entrevista como del mensaje que usted dirigió a la nación, pero no puedo quedarme, ante los mismos, con la boca cerrada.

Ofende e indigna profundamente la ofensiva propagandística desatada por usted en la inminencia de la partida, desde la ciudad de Cuernavaca, de la marcha por la paz con justicia y dignidad convocada por Javier Sicilia.

No tuvo usted el recato y la prudencia de los que, quienes han convocado a la marcha y quienes en ella participan, han hecho gala. En lugar de esperar, callar y escuchar prefirió de nuevo la estridencia. Se lanzó así, como es su costumbre, al ataque, reafirmando la vocación autoritaria que lo caracteriza.

Ofende e indigna la forma en que pretende desvirtuar el creciente clamor ciudadano y su esfuerzo consistente por presentar ante la opinión pública, a la cual tiene usted acceso privilegiado, a quienes nos oponemos a su estrategia como cómplices del crimen organizado.

Ofende e indigna que en las actuales circunstancias se atreva usted a lanzar, en cadena nacional además, este tipo de acusaciones, incite, desde el poder al linchamiento, siembre la discordia, promueva el odio y ponga en riesgo la vida de tantos.

Se lo dije hace unas semanas aquí mismo y lo repito: juega usted con fuego, promueve con su discurso ahora la misma violencia que, sus erráticas acciones contra el narco, no han hecho sino escalar.

No hace usted, sin embargo, nada nuevo. Así llegó a sentarse en la silla. Así, por esta vía que usa de manera recurrente, llegaron al poder otros regímenes autoritarios; explotando el miedo en la gente, presentando a sus opositores y críticos como un “peligro para México”, invocando los más oscuros y primitivos instintos de sus partidarios y seguidores.

Si antes fue peligroso e irresponsable que usted actuara así, hoy es criminal que vuelva a hacerlo.

Ofende e indigna que se atreva a pedir “comprensión” cuando no ha sabido usted tenerla para los problemas que aquejan al país, las causas estructurales del narcotráfico, que ha dejado intocadas, y sobre todo para los sufrimientos de decenas de miles de personas cuyos seres queridos han muerto en esta guerra y a los que, sin mediar averiguación judicial alguna, ha criminalizado sistemáticamente.

Ofende e indigna que se atreva a pedir propuestas cuando sistemáticamente ha desoído las voces de expertos, instituciones académicas, organismos internacionales, gobiernos extranjeros que han insistido en la necesidad urgente de combatir de manera integral y no sólo mediante acciones de fuerza que solamente han fortalecido y radicalizado la violencia criminal de los cárteles de la droga.

Ni su estrategia de combate al narco es, señor Calderón, el “único camino” transitable para conseguir la paz y la seguridad en nuestro país ni, tampoco, quienes insistimos que ha de cambiarse con urgencia la misma pretendemos que el Estado se “eche para atrás” y ceda terreno al crimen organizado.

No queremos que el Estado renuncie a lo que constituye su tarea fundamental: la preservación de la paz y la seguridad de los ciudadanos. Es a usted a quien, en cumplimiento de un deber democrático y por la firme convicción de que con sus acciones ha conducido al país al abismo, a quien debemos atarle las manos.

Plantea usted una falsa disyuntiva. Mentira que quien no esté con usted esté contra México y a favor de que éste caiga en manos de los criminales. Mentira también que quienes nos oponemos a su “guerra” suframos de amnesia selectiva y olvidemos la responsabilidad de gobiernos anteriores al suyo.

Quien padece amnesia es usted, señor Calderón. Con el PRI, al amparo del cual floreció el narco en nuestro país, usted ha cogobernado todos estos años. De Vicente Fox, que permitió que el crimen organizado se apoderara de amplios segmentos del territorio nacional, recibió el poder.

A uno y a otro no ha hecho sino garantizarles impunidad. La misma que usted espera recibir de su sucesor; la misma que los ciudadanos, por la vía legal, habremos de negarle.

http://elcancerberodeulises.blogspot.com/






jueves, 5 de mayo de 2011

UACM: hora de definiciones

Armando Alcántara Santuario*

El asunto que generó el debate más fuerte fue la publicación de un desplegado firmado por la rectora, doctora Esther Orozco Orozco, en el cual señalaba una serie de fallas e irregularidades que entorpecían tanto la vida académica como la gestión institucional

Hace varias semanas, la crisis institucional por la que atraviesa la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM) ha sido motivo de diversos análisis y comentarios de parte de especialistas e interesados en los asuntos de la enseñanza superior. Ella ocurre cuando dicha casa de estudios cumple su primera década de existencia.

Todo comenzó, como se sabe, con una enmienda al artículo 46 del Estatuto General Orgánico aprobada por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF), relacionada con la renovación por un periodo más al cargo de rector. Sin embargo, lo que generó el debate más fuerte en el interior de la institución fue la publicación de un desplegado firmado por la rectora, doctora Esther Orozco Orozco, en algunos diarios de esta capital.
El tono autocrítico del documento señalaba una serie de fallas e irregularidades que, a juicio de la doctora Orozco, entorpecían tanto la vida académica como la gestión institucional. Lo publicado provocó un profundo malestar entre varios integrantes de la comunidad académica de la UACM, quienes de inmediato pidieron la destitución de la rectora. Incluso, el rector anterior (Manuel Pérez Rocha) entró a la polémica, al sentirse aludido por algunas partes del desplegado en cuestión.

Los detractores de la doctora Orozco han solicitado reiteradamente se celebre una sesión del Consejo Universitario, en la cual se pueda ventilar la crítica situación por la que atraviesa la universidad y tomar así las medidas conducentes para su resolución.

Por diversos motivos, esa sesión no se ha podido efectuar. Según se reportó en algunos diarios (La Jornada, 30/04/2011), el viernes 29 de abril no pudo instalarse la que estaba convocada, pues no contó con los votos necesarios para aprobar el orden del día. Todo esto pone de manifiesto, de inicio, las dificultades para iniciar el diálogo entre los diversos sectores de la UACM y construir los consensos necesarios para superar la crisis institucional en la cual se encuentra la universidad.

Lo que está en juego, evidentemente, es la viabilidad de una institución que se asume como muy diferente al resto de las instituciones públicas de educación superior del país.

Si bien los objetivos institucionales de la UACM —expresados en la página electrónica de la UACM, www.uacm.edu.mx— son “brindar educación del más alto nivel académico, consolidar un proyecto innovador de enseñanza, establecer un fuerte vínculo con la sociedad, y construir una comunidad académica sólida y autónoma”, los procedimientos de admisión, el desarrollo de sus programas académicos y sus niveles de eficiencia terminal son motivo de crítica por su aparente falta de rigor.

En el caso de los criterios de admisión, por ejemplo, la institución considera que todos los aspirantes tienen la misma oportunidad de ingresar. Dado que el cupo no permite que todos sean aceptados, se realiza un sorteo atestiguado por un notario público. Más aún, aquellos solicitantes no favorecidos en el primer periodo de solicitudes son considerados en lista de espera y tienen la posibilidad de ingresar en el siguiente ciclo, dependiendo de la capacidad existente.

El tema de la calidad o del nivel académico de la formación previa de los estudiantes que ingresan en condiciones diferentes a las del grueso de quienes deben aprobar un examen o concurso de admisión, ha sido motivo de grandes discusiones. Se enfrentan en ellas dos concepciones de la justicia social: los que consideran que es necesario aumentar la representación de los grupos más desfavorecidos de la población en las instituciones de educación superior, sin importar demasiado su nivel de preparación en el nivel anterior al que pretenden ingresar y, la otra, están quienes señalan que es injusto permitir el ingreso de aquellos que no tienen los conocimientos y las habilidades necesarias para realizar estudios superiores, pues dichas carencias les dificultarán terminarlos o entrar al mercado laboral en igualdad de condiciones en su formación profesional.

Estos debates se llevan a cabo en el marco de las llamadas políticas compensatorias e incluyentes, desarrolladas en varios países desde las décadas de los años sesenta y setenta, como es el caso de la llamada affirmative action (acción afirmativa) en Estados Unidos o, más recientemente, los programas para incorporar a los integrantes de minorías étnicas (negros e indígenas) en América Latina.

Si bien el tema de las políticas de admisión, permanencia, egreso y titulación de los estudiantes son sólo un elemento importante a tomar en cuenta en las discusiones que habrán de celebrarse en el Consejo Universitario, o en un congreso, el enorme reto para la comunidad de la UACM es, en primer lugar, evitar una fractura institucional que ponga en peligro la viabilidad de la universidad.

Pero también será necesario que al final del proceso —que ojalá sea del más alto nivel académico— la institución salga fortalecida y con ello pueda responder de la manera más adecuada a las necesidades y expectativas de los estudiantes y sus familias.

El cumplimiento de los objetivos y metas que se ha planteado la UACM y el novedoso modelo que pretende consolidar, dependerán del éxito de este necesario —y por ahora inevitable— ejercicio de autorreflexión. Quienes estudiamos la educación superior y pugnamos por el fortalecimiento de las universidades públicas estaremos pendientes de su desarrollo.

* IISUE-UNAM/SES.
aralsan@servidor.unam.mx
Tomado de: http://www.campusmilenio.com.mx/



martes, 3 de mayo de 2011

Camarillas

Carlos Ornelas *

La educación básica de México sufre de malformaciones severas. Su baja calidad se demuestra en todo tipo de evaluaciones, el rezago es una prueba de la inequidad que la afecta y su eficiencia es la más baja de los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Incluso, es motivo de escándalo que se hereden o vendan las plazas de los maestros que pasan a retiro. Para intelectuales, periodistas e investigadores de la educación, la traba principal —y la causa de que no se puedan resolver los otros problemas— radica en la gobernación del sistema educativo.


Pienso que el asunto va más allá, que hay una fractura institucional de primera magnitud que llevó años de gestación y que hoy se manifiesta con toda crudeza. El gobierno de la educación básica está colonizado por una camarilla, que también domina en el SNTE.

Coloniza y vencerás
El concepto colonización es útil para ilustrar la escalada de las diversas camarillas del SNTE para asaltar el gobierno de la educación básica. Colonizar significa la intervención de un territorio por nacionales de otro país; los colonizadores se asientan e imponen su “cultura” al pueblo colonizado. Aquí no se trata de la colonización de un país, sino de una institución, nada más que en lugar de nacionales escríbase cuadros del sindicato. La colonización supone un cambio en la institución colonizada: segregación política (ser o no normalista, por ejemplo). Los fieles al SNTE se establecieron —y continúan en el proceso— en los segmentos medios y bajos de la burocracia del sector educativo.

Haciendo una extrapolación del texto clásico de Martin Carnoy (La educación como imperialismo cultural), el colonizador llega con poder al contexto colonial; él tiene el apoyo de grupos pudientes detrás de sí; el colonizado (la burocracia oficial) no tiene poder; si éste intenta luchar, es conquistado por otros medios o se le excluye (como le sucedió a Josefina Vázquez Mota).

Esta explicación psicológica otorga un sentido de superioridad a la fuerza colonizadora, así como orgullo, autoestima y lazos de solidaridad que se fundan más allá de las oficinas burocráticas; este sentimiento descuella más entre los miembros de una camarilla y en el trabajo político. En cambio, los burócratas modernizadores no comparten la “cultura” ni la “historia” de los colonizadores, ni tienen lazos de identidad que les permitan formar un espíritu de cuerpo. El segmento modernizador es un funcionariado de matriz tecnocrática que comenzó a ocupar puestos de control a partir del gobierno de Luis Echeverría; mas hay relevos frecuentes entre sus cuadros dirigentes. Ellos se concentran en áreas técnicas, de planeación y evaluación.

La colonización de la SEP y la educación básica de todo el país implicó la conformación de camarillas en el SNTE a las que el régimen de la Revolución mexicana les hizo concesiones políticas.

Camarillas y corporativismo
El empleo del vocablo camarilla insinúa a individuos que se coligan para proteger intereses ilegítimos dentro de alguna institución, no defienden una causa específica, aunque puedan utilizar cierta retórica con el fin de ganar adeptos. Me parece que camarilla tiene mayor poder explicativo que otros conceptos porque implica corrupción y juegos de poder ilegítimos que se institucionalizaron, como el SNTE en sus relaciones con la SEP y las autoridades de educación de los estados.

En la camarilla hay un jefe o cacique que establece las reglas del juego y las conductas que deben guardar sus miembros. En esos corros despuntan emociones como fidelidad al cabecilla (incluso se promueve el culto a su persona), defensa mutua, complicidades y vínculos de negocios con base en el gasto público.

Aunque no en exclusiva, mi argumentación descansa en los trabajos de Joy Langston, en especial, An Empirical View of the Political Groups in Mexico. The Camarillas. Dentro de alguna institución pueden coexistir varias camarillas que compiten por la supremacía y el control de los recursos, pero siempre hay una hegemónica. Habrá otras camarillas pequeñas, que comparten ciertos lazos de identidad con la dominante. En el sistema educativo aquéllas pueden ser subordinadas a la líder nacional del sindicato, Elba Esther Gordillo (como las de las secciones locales del SNTE, con rasgos de identidad territoriales) u oponerse a ella (como las diversas corrientes de maestros disidentes, en especial de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación).

Las camarillas sindicales se formaron desde los años treinta del siglo XX. A cambio de la subordinación política, la incorporación al partido oficial y el control de sus agremiados, el Estado les otorgó el monopolio de la representación laboral y política. Se consolidó un sistema político corporativo que, siguiendo a Philippe Schmitter, no renegó de la democracia formal, pero se constituyó en un régimen autoritario (cfr. “Democratic Theory and Neo-Corporatist Practice”, en Social Research). El nuevo corporativismo, para diferenciarlo del de raigambre priista, se adaptó a los cambios democráticos y al régimen de partidos, “se ha convertido en un mecanismo de negociación y extorsión que impide el desarrollo económico y político del país”, arguyen Luis Rubio y Edna Jaime (en El acertijo de la legitimidad).

Una brizna de historia
Con el fin de controlar al magisterio, desde mediados de los años cuarenta del siglo XX el gobierno federal comenzó a transferir al sindicato el reclutamiento y mecanismos de promoción de los maestros (el escalafón), que incluye la designación de los directores de escuelas, después la de supervisores y mandos bajos de la burocracia central y las agencias de la SEP en los estados.

En poco más de 66 años tres camarillas han dominado al SNTE, con jefes carismáticos al frente. Esos dirigentes ocuparon el puesto de secretario general por un solo periodo, debido a la cláusula de no reelección plasmada en el estatuto, disposición que la líder Elba Esther Gordillo derogó para elegirse presidenta del sindicato en 2004. El Consejo Nacional Extraordinario del sindicato extendió su periodo hasta cuando “ella lo considere conveniente”. Con esas reformas, la señora Gordillo institucionalizó su poder y amplió el de su camarilla.

Antes de Elba Esther Gordillo dos jefes de sus respectivas camarillas tuvieron el control del SNTE: Jesús Robles Martínez (1949-1972) y Carlos Jonguitud Barrios (1972-1989). Ambos acumularon poder y estatus económico, conquistaron fidelidades y colocaron a sus amigos y parientes en las “posiciones” que el PRI les otorgaba en recompensa por sus servicios al Estado, no tanto a la educación o a los maestros. Esos jefes diseñaron y consolidaron la estrategia de plazo largo para colonizar la administración educativa.

Para mediados de los ochenta los cuadros del SNTE manejaban casi toda la educación básica, incluyendo las delegaciones de la SEP en los estados. También controlaban las escuelas normales. La señora Gordillo sólo perfeccionó la estrategia.

El presidente Salinas, a sugerencia de Manuel Camacho, la designó secretaria general del CEN en abril de 1989. La señora Gordillo carecía de una base dentro del SNTE, mas con el apoyo de altos funcionarios negoció con todas las facciones, otorgó concesiones y puestos a ciertos grupos y personalidades disidentes y estrenó una oratoria ajena a las prácticas de los cabecillas anteriores. Ella aceptó —al menos en la retórica— el discurso del presidente Salinas.

Con el apoyo de los presidentes Salinas y, aunque a regañadientes, Zedillo, y con procedimientos aprendidos de sus predecesores, la señora Gordillo sentó las bases para convertirse en la nueva cacique. Ella interpretó con corrección la debilidad política del partido hegemónico y se preparó para mantener bajo su control la estructura del SNTE más allá de los gobiernos del PRI. Se acomodó al “gobierno del cambio” del presidente Vicente Fox, al mismo tiempo que ganaba espacios dentro del PRI.

La camarilla hegemónica
Parafraseando a Langston, arguyo que la camarilla hegemónica del SNTE es un grupo de docentes y de funcionarios adscritos por igual a las burocracias de los poderes ejecutivos, federal y estatal, a los partidos y puestos de representación política, así como una cantidad inmensa de comisionados en la jerarquía del sindicato. Esta camarilla se ha fortalecido a lo largo de dos décadas porque los presidentes en turno concedieron a su jefa más beneficios que a los líderes que la precedieron.

La camarilla trabaja, en primer lugar, para hacer progresar las carreras de sus miembros, que fomentan lazos de fidelidad a la líder, aunque se afilien a partidos con ideologías divergentes y aun antagónicas. El nexo fundamental en las relaciones de intercambio entre la jefa y sus subalternos se da como sigue: la señora Gordillo recibe del presidente —y los gobernadores de los estados— posiciones en el sector educativo y otras dependencias; ella las distribuye entre su gente, combinadas con favores y beneficios monetarios (compensaciones pagadas con fondos sindicales) para premiar la disciplina, el abasto de información y la fidelidad, o al menos asegurarse que los subordinados no se rebelarán contra los intereses de sus jefes inmediatos.

A la colonización, pienso, se deben todos los males de la educación nacional. No obstante, parafraseando al clásico, no tiene la culpa el SNTE, sino quien lo hace compadre.

* Carlos Ornelas. Profesor de educación y comunicación en la Universidad Autónoma Metropolitana.

Tomado de: http://www.nexos.com.mx/?P=leerarticulo&Article=2099286