viernes, 28 de noviembre de 2008

Cómo usar el Centenario de la Revolución Mexicana


Ramón Cota Meza

Este artículo asume la siguiente filosofía: “Sólo en la medida en que la historia sirva a la vida, hemos de servirla a ella (…) El estudio histórico, en la medida en que está al servicio de la vida, está al servicio de un poder ahistórico, y por ello, en esta subordinación, no podrá ni deberá llegar a ser nunca pura ciencia…” (F. Nietzsche, Sobre la utilidad y perjuicio de la historia para la vida).

El Centenario de la Revolución Mexicana coincide con el inicio de cambios políticos y económicos mundiales, cuyo centro se traslada a Estados Unidos, enfilado a retomar su ruta progresista histórica. He aquí una coyuntura para exaltar los profusos vínculos de la revolución mexicana y el progresismo americano. By the way, este norte ayudaría a enderezar la nave del Bicentenario, escorada por falta de foco, de identificación gubernamental con la historia a celebrar y por la enervación de las comunidades intelectuales involucradas.

Los vínculos del progresismo americano con la revolución mexicana están bien documentados, aunque los estudios especializados son escasos, acaso por la idea prevaleciente de la revolución como fenómeno autóctono, no como la encrucijada global que realmente fue. Una historia progresista de la revolución mexicana empezaría por ampliar su contexto histórico hasta el ingreso definitivo del ferrocarril a México en 1883, y su contexto geográfico, desde los núcleos de modernización mexicanos hasta Omaha, Nebraska, nudo ferrocarrilero y epicentro de agitación progresista.

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La idea de ampliar la narrativa y la geografía de la revolución mexicana fue insinuada por Francois Xavier Guerra en Del viejo régimen a la revolución. El contexto que proponemos no es su tema, pero sus numerosas biografías dan mucha información sobre vínculos educativos, políticos y económicos mexicanos con Estados Unidos. Otro libro es Los revoltosos. Rebeldes mexicanos en los Estados Unidos 1903-1923, W. Dirk Raat, que documenta los vínculos americanos del Partido Democrático Progresista de Gustavo A. Madero, entre otros interesantes asuntos, un clásico. Revolución en la frontera, Linda Hall y Don M. Coerver, documenta el abastecimiento americano y otros vínculos de la revolución mexicana. Francisco Villa y su tiempo de Friedrich Katz aporta información sobre la dinámica proletaria en Chihuahua-Texas, remontándose hasta las consecuencias de la guerra apache en Chihuahua.

No hay una historia de la conspiración maderista por ferrocarril. El Epistolario de Madero describe un mapa muy definido de la comunicación en la época. Sus cartas depositadas a las 5 de la tarde en Torreón llegaban a las 9 de la mañana a la ciudad de México. Hay muchas cartas maderistas cruzadas por la aceleración de la comunicación. Los efectos sociales de la revolución económica de fines del XIX y principios del XX en México han sido poco explorados. James Coatsworth encara el tema, pero llega a la conclusión de que el ferrocarril no impactó el ritmo social de México. Si esto fuera cierto, México sería la excepción de la regla global.

La dinámica económica del norte mexicano y el suroeste americano no ha sido digna de nuestros historiadores, pero la huelga de Cananea (1906) sólo puede explicarse en ese contexto. Hace falta documentar la homogeneización económica, política y social de la frontera en la época. La biblioteca de El Colegio de México resguarda libros y documentos sobre el tema. Las fuentes canónicas tienen mucha información no sistematizada por falta de foco. Tarea: indagar los orígenes revolucionarios del narcotráfico mexicano en El águila y la serpiente de Martín Luís Guzmán.

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En el contexto que proponemos, el zapatismo aparecería como reivindicación de una tierra valorizada por las comunicaciones globales y la modernización de Morelos. La exaltación romántica del zapatismo ignora que Morelos era entonces una región moderna, primer productor mundial de azúcar, comunicada con el mundo por ferrocarril, telégrafo, diarios y teléfono. De hecho, Zapata fue un empleado moderno, administrador de la fuerza motriz caballar de un ingenio azucarero. Su look arcaico es puro kitsch, estilo moderno por excelencia. El vestido charro que ostentó al ingresar a la ciudad de México fue adquirido en una moderna tienda de avenida Madero, detalle notado por José Vasconcelos.

A propósito de Vasconcelos, suena paradójico que el artífice del nacionalismo en la educación, las artes y los oficios haya adquirido sus hábitos e intereses intelectuales en una escuela primaria de Texas. Sus ideas pedagógicas y su empresa de publicar clásicos y repartirlos en el pueblo fueron tomadas de su experiencia estudiantil en Estados Unidos. El Vasconcelos progresista está en Ulises criollo, detalle notado por José Joaquín Blanco en Se llamaba Vasconcelos.



En suma, hace falta una nueva historia de la revolución mexicana, cuyos protagonistas sean el ferrocarril, las empresas de materias primas, la banca, los servicios globales, el proletariado y los profesionistas e intelectuales vinculados a Estados Unidos. En este contexto, la nacionalización del ferrocarril por Díaz en 1908 sería continuación de la tendencia americana a imponer límites a la propiedad privada. De hecho, Limantour justificó la nacionalización del ferrocarril en esa tendencia americana. La Constitución de Illinois impuso tales límites en los 1870. La tesis de que el artículo 27 de la Constitución de 1917 reivindica una facultad del soberano español está en problemas.

El impulso a imponer límites a la propiedad privada se originó en Estados Unidos por el conflicto entre el reparto agrario (Homestead Act) y la expansión del ferrocarril y las empresas de materias primas. Las concesiones federales a las grandes empresas desplazaron a los agraristas pioneros, herederos del espíritu igualitario de la guerra civil. Así surgió el populismo americano, que desembocó en el progresismo de la vuelta de siglo. Su agenda dominó la política americana hasta los sesenta con la Great Society de Lyndon Johnson.

Dejamos aquí esta oportunista incursión historiográfica, oportunismo que no puede ser impugnado por exhibir sus cartas de entrada. No es cinismo, es sentido práctico. Si estamos constreñidos a celebrar la revolución mexicana, saquémosle utilidad política.

blascota@prodigy.net.mx

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