martes, 25 de noviembre de 2008

Economía de la educación

Axel Didriksson
Excélsior/25 de noviembre de 2008


La educación es un factor fundamental para el desarrollo económico. La nueva economía depende directamente de la capacidad de la sociedad para transformar la información y la formación que se obtiene, por la vía de la educación, en conocimientos que son socialmente útiles y culturalmente satisfactorios. Cuando una sociedad no puede entender el papel que tiene la educación, no puede poner en marcha este motor imprescindible para su desarrollo.
La promoción de un sistema educativo destinado a una élite o a ciertos sectores, no sirve con el fin de obtener el más amplio beneficio que pueden alcanzar una sociedad y una cultura que se sustentan en la calidad de su educación como un bien social y común a todos. O el conjunto de la población puede acceder a una educación de calidad y la considera una base de socialización de nuevos conocimientos, así como para el uso y el manejo de la información cada vez más sofisticada y de los dispositivos tecnológicos destinados a su bienestar, para la plena integración a las nuevas relaciones y mediaciones económicas y culturales o, simple y llanamente, no le queda sino estar fuera del dinamismo de la actividad cotidiana y de las posibilidades que pueden aprovecharse en beneficio de las personas, de las familias o de la colectividad.
Un sistema educativo acotado, sin calidad social, sin políticas que definan un rumbo preciso para alcanzar una sociedad del conocimiento democrática, en donde la investigación científica y tecnológica es reducida y poco representativa, con bases de aprendizaje limitadas que más parecen obstáculos a superar que oportunidades orientadas a las grandes mayorías, una sociedad que no pone el acento en el más amplio despliegue de iniciativas educativas, no tiene futuro. En esta disyuntiva se encuentra el país: entre la reproducción de una educación limitada y buena para algunos pocos sectores o en la puesta en marcha de un cambio sustancial que abra y ponga a disposición de las mayorías, independientemente de su condición socioeconómica o cultural, los beneficios de la educación moderna.
Con el presupuesto que se ha aprobado por la Cámara de Diputados, con todo y la reingeniería hecha con miras a modificar algunos de sus componentes, para alterar las reducidas asignaciones enviadas por el Ejecutivo federal, no podemos aspirar a un escenario en donde la educación pueda llegar a ser de calidad y de beneficio social extenso. Se vuelve a excluir a los más, se deja a la deriva una estrategia de incremento presupuestal ascendente relacionada con una estrategia que llegue a perfilarse como una política de Estado, se beneficia a programas que tienen más utilidad política que educativa y no se pone el acento en lo indispensable que resulta producir conocimientos a gran escala y fortalecer nuestras bases y capacidades científicas y tecnológicas.
Quedamos igual que antes, arrastrando la dependencia en todos los órdenes y sin atender los reclamos añejos que vuelven a surgir y a demandarse, como en un eco. Dos centésimas más para educación superior, como porcentaje del PIB; millones con miras a los programas que serán utilizados con mensajes políticos en 2009; apenas 0.5%, en investigación científica. Con ello, la escuela, las universidades, los investigadores, no podrán contar, de nuevo, con lo indispensable para realizar proyectos de gran altura ni las instituciones con el fin de transformarse como lo quisieran. Otro año perdido.

didrik@servidor.unam.mx

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