lunes, 3 de noviembre de 2008

Los pies de trapo de la ACE

Hugo Aboites
La Jornada/1 de noviembre de 2008

¿Contribuiría la Alianza por la Calidad de la Educación (ACE) a mejorar la educación básica? Los maestros dicen que no, y lo dicen a partir de que ellos saben exactamente y mejor que nadie qué se necesita para hacer mejor su trabajo, qué les falta a los niños para aprender y formarse, y qué requiere la escuela para ser un espacio educativo real y vinculado a la comunidad. Pero también existen otros datos que muestran que la alianza no ofrece garantía alguna de que puede contribuir a mejorar la educación. Darle unos pesos extra al maestro que logre que sus estudiantes mejoren su desempeño en la prueba Enlace –como propone– es una idea que ha demostrado su inoperancia. Desde 1993 se ha venido aplicando como parte de la carrera magisterial y, sin embargo, los estudios y datos que ofrece el INEE sobre el desempeño del sistema hasta 2005 muestran que en más de tres lustros la escuela mexicana simplemente no ha mejorado. Estudios detallados (Andrade y, sobre todo, Díaz Barriga y Gil Antón a nivel superior) muestran las dinámicas de individualización y dispersión generalizadas que ha producido este esquema entre los docentes. Poner la recompensa económica “en función exclusiva de los resultados del logro de sus alumnos”, además, forzará a los maestros a hacer que la formación de los niños se reduzca a estudiar para el examen. Resulta paradójico, además, que una propuesta de calidad y modernización de la educación se apoye en lo que fue una teoría del siglo XIX que buscaba mejorar la productividad industrial.
Otra propuesta de la alianza consiste en introducir la figura del concurso de oposición, que evoca el mecanismo de selección de profesores utilizado en las universidades. Sin embargo, la ACE no piensa en un concurso de oposición de verdad (con un jurado académico que evalúa el trabajo, el currículo y la exposición escrita y verbal de cada candidato), sino en un trivial examen de opción múltiple de 80 reactivos; un instrumento que ni siquiera permite evaluar si el candidato es capaz de hilar dos ideas por escrito. Y descalifica así la vía que ha sido utilizada exitosamente por muchas universidades en el pasado y que todavía hoy se aplica calladamente en prestigiados centros de investigación y docencia del país. Consiste en convertir en profesores a los mejores egresados de cada institución, haciéndolos primero ayudantes y asistentes y luego profesores-investigadores. Es decir, la idea detrás de la creación de las normales que sostiene que es mejor preparar y evaluar durante varios años a los profesores, en lugar de un examen trivial con dos horas de duración.
La otra errada iniciativa de la alianza es su opción por la tecnología, pero acompañada del desplazamiento del maestro. También en el INEE pueden verse los datos que muestran el fracaso que ha representado el redefinir al maestro como un mero asistente de la máquina, como en el caso de la tecnología de la televisión (telesecundarias), que cumple ya varias décadas. La televisión, ni ahora la Enciclomedia, resuelven el verdadero problema de la mejoría de la educación. También la propuesta de orientar el proceso educativo al “desarrollo de competencias y habilidades” significa reciclar para el nivel básico la propuesta de la educación técnica. Y ahí, también estudio tras estudio, incluyendo los de la OCDE (1996) y de Ramsey y otros (2000) al Conalep, han mostrado las enormes limitaciones que acompañan a esta orientación educativa.
La alianza no ofrece nada para mejorar la interacción que constituye el proceso educativo y no puede, por tanto, incidir en su mejoría. No libera el dinamismo y el compromiso del maestro, sino que lo subordina aún más con la creación de mecanismos de control (como el Ceneval y Enlace). Coloca como criterio de una buena educación los resultados de pruebas de opción múltiple y se olvida de que el objeto de la educación es prioritaria y constitucionalmente la formación de los niños y jóvenes. Abre al mercado las plazas de maestros, desprecia y rechaza la historia del magisterio (normales), y con eso garantiza la improvisación de docentes en el futuro. En una patente aberración, concibe que una reforma educativa puede ser impuesta desde arriba y con la ayuda del Ejército y la SSP. Una vez más, la SEP cuenta el cuento con los ojos al revés.

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