viernes, 18 de noviembre de 2011

El ocio resplandeciente de las universidades


Juan Guillermo Tejeda
Artista visual. Académico de la Universidad de Chile.

Lo más bonito de la universidad es que sea un espacio un poco ocioso y abierto, donde se pierde –o se gana– mucho el tiempo. En ese mundo podemos tratar con gente de diversas generaciones, y en cambio no hay ni verdades absolutas ni doctrinas oficiales.

De mi paso como estudiante universitario recuerdo sobre todo la conversación, las experiencias, la gente que conocí, los maestros o compañeros o afectos que tuve, y sobre todo el proceso mediante el cual fui descubriendo o potenciando capas hasta entonces inactivas de mí mismo. Entendemos así la dimensión del conocimiento y qué lugar modesto ocupamos en él.

Me tocó pasar exitosa o fracasadamente por cuatro facultades de tres universidades distintas, dos de ellas públicas. Estudié (es un decir) Arquitectura en la Universidad Católica, apenas unos meses; Filosofía –dos años de bruma– en el glorioso Instituto Pedagógico, Bellas Artes completa en la Universidad de Chile y finalmente un año y medio de Arte en la Escuela de Sant Jordi, en la Universidad de Barcelona, donde poco aporté y se me olvidó casi todo.

Siempre me ha gustado medir mis fuerzas, sentirme vivo y renovado en algo, acogido por una red de personas y situaciones, navegar en una ola de cambio durante meses o años, y cuando el ambiente se marchita pasar a otra cosa, aunque conserve algunas de esas relaciones para el resto de mi vida. No creo que a un libro haya que leerle todos los capítulos ni que a una carrera haya que seguirle todos los ramos, en una buena fiesta basta con haber estado un rato. Las experiencias desarrollan su curva natural, que es la que vale y está viva, lo demás son burocracias, alimentadas por la expectativa ilusoria de que las cosas en la vida “se completan”. La verdad es que vamos haciendo la vida día a día hasta que simplemente se extingue sin que sepamos por qué.
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miércoles, 16 de noviembre de 2011

La miel del Panal

Carlos Ornelas*
Aunque es temprano para analizar el papel del Panal en las elecciones de Michoacán, parece que es ficticia la fuerza que muchos le atribuyen al Partido Nueva Alianza por su simbiosis con el SNTE. Cierto, en Michoacán los seguidores de Elba Esther Gordillo no hacen mayoría y la violencia campea en la entidad, por lo que era previsible que su legendaria "ingeniería electoral" no funcionaría con el empuje acostumbrado. Al final la señora Gordillo le falló al PAN y a la hermana del Presidente; no hubo tanta miel en el Panal.
La pregunta hoy es si todavía hay un partido o un candidato que acepte de aliada a la señora Gordillo a cambio de la Secretaría de Educación Pública, el ISSSTE y al menos 32 diputaciones federales, además de las otras dependencias que ya controla, como la Lotería Nacional.
El presidente Calderón está pagando los costos por haber confiado en ella y en su palabra; ella no cumple, recibe todos los bienes a cambio de muy poco. Es posible que el candidato presidencial que ahora apunta como favorito, Enrique Peña Nieto, esté repensando hacer un pacto con ella y el Panal. Quizá no la quiera de enemiga, pero dudo que ansíe pagar el precio que ella pide.
Tal vez en la cabeza de los estrategas del PRI (si es que tiene cuadros que se puedan catalogar como tales) naveguen ciertas ideas. Por ejemplo, si bien el Panal y el SNTE le pueden acarrear votos a los candidatos de ese partido; también lo pueden hacer en contra. El desprestigio pesa. Si la lleva como compañera, no sólo los maestros disidentes, que son enemigos jurados de la señora Gordillo, votarían en contra del PRI, también lo harían los segmentos sociales que se interesan por la educación.
No me refiero nada más al voto intuitivo, el de la ciudadanía descontenta, la que dice que ya basta de tanta corrupción y mala educación, que puede estar aislada y desorganizada. Pienso en el "círculo rojo" contra el SNTE y la señora Gordillo. La semana pasada, por ejemplo, durante el XI Congreso Nacional de Investigación Educativa, en muchas mesas se criticaba el hacer y deshacer del SNTE en la SEP y se hablaba de organizar el descontento. En algunas mesas se dio la bienvenida a la iniciativa que propuso Pedro Flores Crespo hace algunas semanas de promover un voto de castigo contra el Panal y quien se concuerde con él.
Más allá de ese círculo, la Coalición Ciudadana por la Educación, compuesta por intelectuales y activistas con experiencia en la movilización política, algunos provenientes de la Alianza Cívica, organizan una campaña de alcance nacional para elevar el costo político de quien busque a la señora Gordillo como aliada.
Sin embargo, puede ser que la ceguera o las ganas de seguir creyendo en el poder de manipulación de la señora Gordillo se afiance en las filas del PRI. Y, si gana las elecciones, la camarilla hegemónica del SNTE acaso apriete su control sobre la educación, al menos la básica. ¡Sería una desgracia nacional!Hay quienes piensan en el regreso del PRI a Los Pinos como si fuera a implantar una reacción termidoriana (porque -dicen- en el segmento de educación básica reina el terror) cuya misión principal sería vengar los agravios de que fue objeto desde el año 2000. El mundo no es tan sencillo, pienso. Los juegos del poder son complejos y los grupos e individuos buscan fortalecer sus intereses mas, con el fin de alcanzar ciertos fines, tienen que hacer pactos con otros grupos o personas, algunos hasta con el diablo.
Sostengo que hay materia suficiente para desplegar un programa político, de cara a las elecciones de 2012, que tenga como piedra angular recuperar la educación para beneficio de la nación. Hay que hacer pública a la educación pública, que ha sido privatizada por la camarilla hegemónica del SNTE.
Frente a los intereses de esa cuadrilla, habrá que imponer los principios de la nación. Hay que hacer saber a todos que la miel del Panal es amarga.
Retazos
Espero que el secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio, recupere pronto su salud y despache con normalidad en su puesto.
En mi artículo del 26 de octubre aseguré que Claudio X. González, presidente de Mexicanos Primero, lo era también de la Fundación Televisa. Pido disculpas por la mención, pero no tenía conocimiento de que ya había abandonado la Fundación.
*Académico de la UAM

jueves, 10 de noviembre de 2011

¡En defensa de la autonomía!

Humberto Muñoz García*


La defensa de la autonomía es, en la actualidad, el principal reto de las universidades públicas. Hay que insistir en ello porque en las universidades de Durango, Jalisco, Michoacán, Oaxaca, Sinaloa y Veracruz, recientemente, ha habido amenazas en su contra. La alerta proviene de lo dicho por el rector de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), doctor Enrique Fernández Fassnacht, en la entrevista realizada por el director de Campus, Jorge Medina Viedas, publicada la semana pasada.

Hay países donde la autonomía de las universidades no está sancionada en la ley suprema; los gobiernos la dan por hecho, y la respetan, en sus relaciones con las casas de estudio. En México, la autonomía universitaria aparece definida en la fracción siete del artículo tercero de la Constitución Política. Se otorgó de manera formal, por primera vez, en 1917, cuando el Congreso local decretó la creación de la Universidad de Michoacán.

En 1923, cuando se origina la Universidad de San Luis Potosí, el gobierno de la entidad decretó que sería una institución autónoma en lo que respecta a su funcionamiento interno. En 1929 se otorgó el carácter de autónoma a la Universidad Nacional de México. Hoy casi todas nuestras universidades han ganado la autonomía.

Estos antecedentes son importantes porque ha sido el gobierno el que estableció formalmente la autonomía para regular sus relaciones con las universidades públicas. Y han sido los gobiernos federal y estatales los que se han encargado de amenazarla y, en ocasiones, de violarla de manera flagrante.

La autonomía es fundamental para que las universidades no tengan ingerencias externas que quieran influir en el rumbo que se tracen. Es esencial para que las casas de estudio puedan fincar relaciones sanas con todos los públicos que en la sociedad se interesan por los resultados de su trabajo.

La autonomía garantiza que las universidades puedan esforzarse en dar una educación de la más alta calidad posible, dentro de sus condiciones y capacidades. La autonomía brinda la seguridad para que las universidades decidan qué y cómo enseñar, para elaborar sus planes y programas de estudio e investigar todo aquello que consideren importante conocer. Libertad de cátedra y de investigación, en suma.

También, la autonomía permite que las universidades se gobiernen por sus propias reglas. Por todo ello, dice el rector de la UAM, hay que “conservar el concepto de autonomía químicamente puro”.

En varios libros, resultado de proyectos de investigación del Seminario de Educación Superior de la UNAM, hemos tocado lo relativo a las relaciones de la universidad pública con el gobierno y el significado del carácter público y autónomo de nuestras universidades.

La revista Perfiles Educativos publicó un número especial con motivo del aniversario número ochenta de la autonomía de la UNAM. En estas publicaciones, y en otras, habíamos asentando los peligros y fragilidades de la autonomía en medio de políticas y actitudes de los gobiernos dirigidas al control político y académico de las universidades públicas.

La entrevista con el doctor Fernández Fassnacht ilustra, con toda claridad, algunos de los problemas que habíamos enunciado y analizado. El gobierno federal ha tratado de avanzar sobre la autonomía por medio de la rendición de cuentas orquestada por la Auditoría Superior de la Federación (ASF), desde donde pide regular y evaluar la vida académica de las instituciones.

En los centros públicos de investigación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), la Secretaría de Hacienda tiene representantes en los órganos de gobierno que intervienen en la evaluación de dichas instituciones, en ejercicios que se llevan a cabo varias veces al año, lo cual es un sinsentido dentro de las lógicas con las que avanza la academia.

Me ha tocado escuchar, debatir y estar en contra de la idea de que la evaluación a la docencia universitaria se lleve a cabo mediante la intervención de la Dirección General de Profesiones, la cual podría determinar la entrega de la cédula profesional a los egresados de una serie de carreras mediante un examen que mida su calidad.

Otros han argumentado que se haga por la vía del examen de egresados que aplica el Centro Nacional de Evaluación para la Educación Superior (Ceneval). Tiene toda la razón el rector de la UAM. Por cualquiera de estas vías se atenta contra la autonomía.

Hay un punto más, de enorme relevancia, que toca el rector de la UAM. Los programas de concurso por fondos extraordinarios, que fragmentan los recursos económicos, que han sido los vehículos para introducir la competencia entre las instituciones —una competencia en la que no todos tienen las mismas condiciones para competir, donde el gobierno es juez y parte—, han sido el canal por el cual el gobierno federal ha podido intervenir en el rumbo académico de las instituciones, la vía causante de que los académicos tengan que estar llenando formatos anuales para poder hacer normalmente su trabajo.

Dos cosas salen de aquí. La necesidad de un cambio de óptica y de procedimientos para financiar a las casas de estudio y la idea de poner en marcha un sistema de evaluación institucional que rompa con la república de los indicadores.

El país requiere que se hagan cambios que dejen a las universidades hacer su papel para apoyar el desarrollo nacional y local. La buena educación superior y la creación científica florecen más y mejor en un régimen democrático.

Hay que poner en marcha políticas que dejen en libertad política y académica a las universidades, mediante un nuevo pacto social en el cual intervengan los rectores y las comunidades académicas, que deben poner especial atención a las políticas educativas y a lo que resulta de la becarización de nuestro trabajo.

Por lo pronto, en defensa de la autonomía, sería deseable que nos unamos a las ideas del rector Fernández Fassnacht.

* UNAM. Seminario de Educación Superior, IIS. Profesor de la FCPS. recillas@unam.mx