jueves, 13 de noviembre de 2008

De vuelta al overhaul

Carlos Ornelas
Excélsior/12 de noviembre de 2008

En respuesta a mi artículo de la semana pasada recibí una epístola extensa de una maestra. En ella, muestra simpatía por mi postura y concuerda en que debe haber un cambio que llegue a lo recóndito de la educación nacional. Pero piensa que sólo se puede hacer si hay concierto entre el gobierno y el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación.
El jueves pasado, en un seminario en Columbia University, una estudiante mexicana de posgrado, sin conocer mi artículo, alegó algo similar. Mas mi premisa es que lo primero que hay que hacer es acabar con el SNTE.
Esta postura, errabunda, si se quiere, implica lo imprescindible. Si no la única, la fuente principal de los trastornos que aquejan a la educación nacional mana del SNTE. Pero sus grupos dirigentes, a partir de los años 50, han vendido la idea de que, sin ellos (que en su discurso encarnan —no sólo representan— a los maestros), nada puede moverse en el sistema educativo. Los gobiernos del PRI compraron el argumento bajo un contrato corporativo, donde los líderes se disciplinaban al comando del Presidente en turno y siempre al partido. Y los dos del PAN lo adquieren sin regateos: el de Fox quizá por ingenuidad, pero el de Calderón con una mirada equivocada. La alianza con el SNTE y su partido, el Panal, le acarrea más problemas que ventajas y le genera conflictos en territorios donde antes no los tenía. Además, yerra si piensa que puede confiar en líderes convenencieros. Allí está como botón de muestra la unión del PRI y el Panal en Hidalgo.
La maestra que cito me critica porque utilicé una palabra extranjera: overhaul. No pienso que sea un pecado mayor, la definí como una metáfora de reforma profunda, concepto que preciso y utilizo en mi libro Política, poder y pupitres. Pido disculpas por la referencia propia, pero allí expongo el argumento completo. En él también propongo elementos con miras a un debate programático en pro de la puesta en marcha de un proyecto democrático y equitativo para la educación nacional. En ese texto planteo que la estructura jurídica que sostiene al SNTE es frágil, en última instancia depende de la voluntad del Presidente. También, arguyo que el gobierno de Salinas de Gortari mantuvo al SNTE en calidad de sindicato nacional como concesión para que firmara el Acuerdo Nacional para la Modernización Básica el 18 de mayo de 1992.
Aquel fue un pacto por encima del orden jurídico que dejó en indefensión a los gobiernos estatales frente a las demandas del sindicato. Una prueba de ello es el crecimiento del número de comisionados sindicales en los últimos 15 años, de alrededor de 30 mil a finales de 1991 a más de 116 mil en mayo del año pasado. Si antes de 1992 el gobierno central tenía mecanismos que le ponían freno a los dirigentes, ningún gobernador puede —además, dudo que quiera— enfrentarse a Elba Esther Gordillo y sus validos, sería apartado del poder en cuestión de días.
También es una ilusión que el gobierno central consiga —aunque la ley lo autorice— fiscalizar el gasto en educación que realizan los estados. La descentralización educativa fue un desatino, se hizo con precipitación, con miles de candados que impiden a los estados ejercer el mando con porciones de libertad; están atados a las disposiciones del centro (del gobierno y del Congreso) y al albedrío de los dirigentes del SNTE. La reforma a que me refiero, el overhaul, implica un cambio institucional que trastoque todo lo que no funciona, que revise el régimen jurídico que sostiene al sistema educativo, incluida la derogación del Reglamento de las Condiciones Generales de Trabajo, que subvierte cualquier idea de concierto federal. Hoy, sistemas estatales que antes disfrutaban de cierta autonomía —al igual que las secciones sindicales—, se rigen por normas diseñadas para un régimen centralizado, con sindicato y patrón únicos.
Ese cambio también debe otorgar grados de independencia a los estados, para definir sus currícula, entrenamiento y reclutamiento de sus maestros, programas regionales (sin el patronazgo del centro), así como modificar de raíz el mecanismo de financiamiento a la educación. Me parece una idea mostrenca lo de igualar el gasto por estudiante de educación básica para 2015; lo que hacen nuestros diputados con esa propuesta es ofrecer incentivos para que los gobiernos de nuevo inflen la matrícula o para gastar millonadas en auditorías que refrendarán el centralismo. La reforma, asimismo, supone cambios políticos donde se libera a los maestros del yugo corporativo (sin atacar sus derechos de asociación libre) y a los estados de la tutela del gobierno federal.
Concedo. No es sencillo poner en práctica un movimiento de tal magnitud en las condiciones actuales. Para comenzar, se requiere un gobierno fuerte y, para profundizar, una sociedad más fuerte aún. Como no tenemos ni el uno ni la otra, el SNTE abusa de su poder, navega con el viento a su favor pero, aunque sea improbable, deseo que sus tormentas internas lo hagan zozobrar.

Carlos.Ornelas10@gmail.com

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