lunes, 3 de noviembre de 2008

La reforma de Pemex: ampliando el contexto

Ramón Cota Meza

Los comentarios sobre la reforma de Pemex ven los árboles, no el bosque: que si resultó opuesta a la iniciativa del presidente Calderón, que si es un triunfo de sus adversarios, y que siendo así por qué el gobierno, el PRI y hasta los empresarios la festejan. Tremenda confusión.

El caso es que la reforma no sólo resultó distinta a la iniciativa original de Calderón, sino a cualquier otra iniciativa o idea presentada desde hace treinta años. Algo hizo clic en San Lázaro. Por desgracia, la reforma se parece demasiado a la propuesta de López Obrador, que en sí no es mala, lo malo es que la enarbole un iluminado. En todo caso, su propuesta se parece mucho a la política petrolera de López Portillo (1977-82), así que la reforma aprobada y la propuesta de López Obrador pueden asimilarse a una sola idea lópez-portillista: fortalecer Pemex como industria estratégica en manos del Estado, con una gran ventaja de la reforma aprobada sobre la propuesta de López Obrador: toma en cuenta el aspecto ambiental y la transición energética.

Hay que sustituir el análisis centrado en las rivalidades políticas por el de los hechos. El fortalecimiento de Pemex por el Estado empezó en 2004, pero el gobierno y una parte del PRI seguían clamando por la apertura de la industria al capital privado. La reforma petrolera viene a suprimir esta dualidad y Pemex vuelve a ser vista como lo que nunca ha dejado de ser. Ahora el gobierno y el PRI se sienten libres de pudores neoliberales y hasta proclaman haber recuperado su confianza en México.

Estamos ante algo parecido a una catarsis en busca de explicación. Si los autores de la reforma dieron peso a los amagos de López Obrador, mal para ellos: no necesitaban hacerlo, pues está claro que el fortalecimiento de Pemex empezó por la fuerza de las cosas económicas y políticas. La reforma viene a vigorizar este impulso, al tiempo que introduce un nuevo discurso y una visión del futuro económico más confiada en el capital nacional que en el extranjero.

La eclosión de este cambio no puede ser otra que la crisis financiera global, que ha quitado una losa de los hombros políticos de muchos países. Léanse los discursos de los jefes de Estado en la Cumbre Iberoamericana de Quito. Calderón clamó incluso por un nuevo orden económico mundial, como Luís Echeverría. Desde hace varios años, la agenda neoliberal se volvió un fardo a arrojar a la primera oportunidad. Si ahora el centro de poder mundial da el espectáculo financiero que está dando, ¿qué caso tiene proseguir su credo? La crisis ha producido una orfandad ideológica abierta a otros discursos. En esta zona política habría que buscar la explicación del cambio de orientación manifiesto en la reforma de Pemex.

Pero aun si este vuelco económico global no hubiera ocurrido, el fortalecimiento de Pemex era necesario por ser proveedor seguro de combustible, garantizar una reserva estratégica y aportar gran riqueza al fisco. El razonamiento a favor de la apertura estaba fundado en aumentar la producción petrolera para exportación y consumo doméstico. Pero en vista del agotamiento del recurso y de la recesión en Estados Unidos, ¿es aconsejable aumentar la extracción? ¿No sería mejor una política conservacionista vinculada al tránsito a nuevas fuentes de energía?
Queda por ahí un argumento adverso a la reforma: que los recursos a invertir en Pemex podrían destinarse a gasto social si la industria se abriera al capital privado. La verdad es que hay recursos para ambos rubros. El gobierno nunca había tanto dinero como ahora. Los fondos de compensación se están derramando. No hay escasez de capital público. Por otro lado, casi 40% del gasto social depende de la venta de petróleo, de modo que sostener este tren implica fortalecer a Pemex. Además, la reforma no impide que los empresarios hagan negocios con la empresa. De hecho, están encantados.

Hay que ampliar el contexto de la reforma: los gobiernos de todo el mundo abandonan el fundamentalismo de mercado y pasan rápidamente a tomar posiciones y llenar los vacíos del capital privado. Estamos ante el inicio de una reinserción del Estado en la economía. El gobierno argentino acaba de estatizar los fondos de ahorro para el retiro. En México los mismos autores del sistema de cuentas individuales piden ahora la intervención del gobierno para frenar la erosión del ahorro obrero.

El nombre de John Maynard Keynes ha vuelto a ser respetable en el mundo, homenaje a quien sostuvo que, a la larga, sólo las ideas cuentan, si bien advirtió con exactitud que en el largo plazo todos estaremos muertos.

blascota@prodigy.net.mx

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