sábado, 3 de julio de 2010

El arte de abandonar una posición insostenible


Carlos Puig
Milenio/3 de julio de 2010

Después de la pirotecnia, en la semana que comienza seguramente se reunirán en Los Pinos los priistas con el presidente Calderón.

Llegarán los priistas ganadores y ganosos a la casa que creen, inevitablemente, ocuparán a partir de diciembre de 2012. Llevarán bajo el brazo suficientes triunfos electorales en los dos últimos años como para que nadie dude que son el partido mayoritario del momento. Llegarán un poco ofendidos, un poco preocupados y un poco mudos. El PRI de los muchos PRIs no podrá llegar con una propuesta porque ese consenso no lo tienen. Irán a escuchar, a quejarse un poco y a esperar que el responsable de los destinos del país les explique qué quiere decir con un acuerdo de Estado que “fortalezca las instituciones” que dan seguridad al Estado. Llegarán, seguramente, ha demostrar la debilidad de Los Pinos y en algún momento extenderán alguna mano de auxilio a cambio de algo. ¿La suspensión de los conflictos electorales que se anuncian? ¿Llevarán una agenda más allá de la coyuntura electoral? No veo por qué debieran.

El Presidente los recibirá debilitado. No sólo por los muy probables resultados electorales de mañana, sino por la manera en que se han dado, aliados a una fracción de un viejo adversario hoy roto y confundido. Añádase un año desastroso respecto a la violencia y la inseguridad y el debilitamiento del secretario de Gobernación desde los pactos revelados a principios de año.

Pareciera un encuentro destinado al fracaso. O no.

Ambas partes tienen preocupaciones concretas y comunes. El de la seguridad y el combate al crimen organizado es de todos. Y el de la gobernabilidad preocupa a los que se sienten cerca de la silla —que saben que en este México ningún candidato ganara más de 40 por ciento de los votos— como a los que les quedan dos años en el poder. Terminada esta batalla electoral, tendrán un remanso —uno más— para demostrar si es el país lo que les interesa.

Y la mano, creo, la lleva el Presidente.

El crimen de Tamaulipas es un símbolo de todo lo que está mal con la lucha contra el crimen organizado. Ése es el principal tema del país y el Presidente lleva meses con un discurso vacío de contenidos. Entre la obcecación y la provocación. La afrenta al Estado que significa el asesinato del candidato priista y sus colaboradores en Tamaulipas plantea una pregunta a la estrategia fundamental del Presidente: si con el Ejército en las calles eso puede pasar, ¿qué otra arma tiene el Estado para protegerse, protegernos?

El tamaño de la afrenta, repito, da una nueva oportunidad al Presidente.

Hace casi un año a la fecha, cité aquí a Javier Cercas en su extraordinario Anatomía de un instante. Lo vuelvo a hacer hoy:

El lugar del héroe clásico han pasado a ocuparlo en las últimas décadas otros protagonistas, en mi opinión más importante, héroes de un nuevo estilo que no representan el triunfo, la conquista, la victoria, sino la renuncia, la demolición, el desmontaje.

Ha sido Clausewitz, el clásico del pensamiento estratégico, el que ha demostrado que la retirada es la operación más difícil de todas. Esto vale también en política. El non plus ultra del arte de lo posible consiste en abandonar una posición insostenible.(…) Cualquier cretino es capaz de arrojar una bomba. Mil veces más difícil es desactivarla.

¿Qué pasaría si el Presidente sorprendiera a los priistas, y después al país, con una especie de revisión autocrítica de los tres años de la llamada lucha contra el narcotráfico? No para abdicar, como tantas veces han sugerido desde el gobierno es la supuesta única opción, sino para buscar nuevas opciones que permitan al menos dar racionalidad, coordinación y rumbo a esta lucha que hoy es golpeteo de sangre y muerte sin fin.

Si este rumbo ha sido de la decisión y responsabilidad única del Presidente, ¿una nueva estrategia construida a partir del diálogo no corresponsabilizaría a quienes hasta hoy se han lavado las manos desde gobiernos estatales o escaños legislativos?

¿No pondría al Presidente de súbito en una posición mejor a la que se encuentra hoy y se encontrará el lunes? ¿Qué otras avenidas de negociación abriría con las fuerzas políticas del país el inédito acto de una autocrítica?

Escribo estas líneas en el largo vuelo de regreso de Sudáfrica.

En el fondo, el éxito de Nelson Mandela se fundamentó en su talento para el arte de lo posible y en abandonar posiciones insostenibles. Desde la prisión y a espaldas de sus compañeros se reunió con su victimario, cosa que había prometido nunca hacer. Renunció a la lucha armada porque, diría después, la entendía como una manera de sentar a los blancos a la mesa. Defendió en contra de facciones de su propio partido a sus contrapartes blancas en la negociación de la nueva Constitución y ya presidente abandonó las posiciones económicas, como la de nacionalización de todas las empresas mineras, que había sostenido durante décadas.

Nada de esto lo hizo menos. Al contrario, le abrió la avenida del futuro.

masalla@gmail.com

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