jueves, 2 de abril de 2009

El centralismo de la profesión académica

Philip. G. Altbach*

En 1992, Bill Clinton fue electo presidente de Estados Unidos en gran parte por su énfasis en la importancia de la economía. Su mantra “¡es la economía, estúpido!” refería a este punto. Para la educación superior, el mantra debería ser: “¡es el profesorado, estúpido!”. De hecho, ninguna universidad puede alcanzar el éxito sin un staff académico comprometido y bien calificado. Ni siquiera instalaciones impresionantes o un currículum innovador producirán buenos resultados sin grandes profesores.
La educación superior en el mundo se enfoca en el hardware (edificios, laboratorios, así como —a expensas del software— las personas que hacen exitosa a una institución académica). Observen los criticados rankings. ¿Qué miden? La cantidad de ganadores de premios Nobel, la productividad de los investigadores, las concesiones monetarias a profesores y la calidad de los estudiantes. En los rankings, los presupuestos y las instalaciones son menos importantes.
Prácticamente en cualquier lugar, el profesorado se olvida ante la necesidad de cubrir la creciente cantidad de inscripciones y todo ello en medio de profundos problemas financieros.
Si la educación superior va a tener éxito, “¡es el profesorado, estúpido!” debe ser un grito central de las universidades en todo el mundo.
Es deprimente, pero esencial, examinar el estatus de la profesión académica alrededor del mundo. Unos pequeños ejemplos ilustrarán realidades globales. Un asunto involucra el hecho de que la profesión académica está envejeciendo en muchos países. En la mayor parte del planeta, la mitad o más del profesorado está cerca del retiro. En muchos países se están produciendo muy pocos académicos con doctorados para reemplazar a aquellos que salen, y muchos de los nuevos prefieren trabajar fuera de la academia. Muy pocos incentivos para estudios de doctorado avanzados y un mercado de trabajo muy incierto para nuevos doctores, así como un apoyo financiero inadecuado en muchos campos, disminuyen las inscripciones y provocan que muchos estudiantes dejen sus programas. Países con sistemas de educación superior con rápido crecimiento son especialmente difíciles de cambiar. Vietnam, por ejemplo, requiere más de 12 mil académicos cada año para satisfacer sus metas de expansión y sólo 10 por ciento de sus profesores actualmente tiene grados doctorales.
Ejemplos globales en el actual estado de la profesión académica ilustrarán el deterioro contemporáneo. Estos ejemplos se escogen para enmarcar amplias realidades.
El alza de la profesión de medio tiempo

Para ser más efectivos, los profesores necesitan estar realmente comprometidos con la enseñanza y la investigación. Deben tener asignaturas académicas de tiempo completo y prestar devota atención exclusivamente a sus responsabilidades académicas y a las universidades e instituciones que los emplean.
Los profesores de tiempo completo son una raza en extinción. América Latina es el hogar del profesor “taxista” de medio tiempo, apurándose entre trabajos de enseñanza o entre clases y otra profesión. Excepto por Brasil, en la mayoría de los países latinoamericanos hasta 80 por ciento del profesorado está empleado medio tiempo. Reciben una miseria, por lo que tienen poco compromiso con la universidad o los estudiantes. No es sorpresa que prácticamente no haya universidades latinoamericanas entre las mejores 500 y tengan poca productividad en su investigación. En Estados Unidos, sólo la mitad de los académicos recientemente contratados son de tiempo completo —profesores que podrían tener una carrera en la educación superior—. El resto son “contingentes” de medio tiempo a quienes se les paga poco por cada clase y tienen pocos beneficios. Una nueva clase de profesores de tiempo completo ha crecido en años recientes como forma de asegurar flexibilidad al staff por parte de las universidades. Las asignaturas académicas tradicionales tienden a ser más comunes en universidades e instituciones superiores, incrementando así las desigualdades en el sistema académico como unidad.
En muchos países, las universidades emplean profesores de medio tiempo que tienen asignaturas de tiempo completo en otras instituciones. Muchos países de Europa del Este, China Vietnam, Uganda y otros son ejemplos de tal sector. Los salarios académicos son demasiado bajos y las universidades esperan que los profesores ganen fondos extras para complementar sus propios ingresos y, en algunos casos, subsidiar el propio salario de las universidades.
En algunas instituciones de educación superior chinas, se espera que los profesores realicen consultorías y otros trabajos externos como parte de sus tareas académicas. En otros casos, las universidades contactan a instituciones y piden a su staff realizar labores adicionales en dichas escuelas, aumentando los ingresos de la universidad y los salarios individuales al mismo tiempo. También es el caso de profesores en las universidades estatales en la mayor parte del mundo que ayudan como parte del profesorado en el reciente sector de educación superior privada al dobletear.
El descenso de un profesorado real de tiempo completo demerita la educación superior de alta calidad. Si los profesores no pueden prestar su total atención no sólo a la enseñanza y la investigación sino al mantenimiento de la cultura académica, trabajando con los estudiantes afuera del salón de clase y participando en la gestión de la universidad, de seguro la calidad académica decaerá. Como dicen los británicos, penny wise and pound foolish (cautos con poco dinero, despilfarradores con mucho).
El adormecimiento del profesorado

Es posible que hasta la mitad de los profesores universitarios en el mundo sólo tengan un grado de licenciatura. Nadie lo sabe bien. Lo que sí sabemos es que mientras la profesión académica está creciendo rápidamente, las facilidades para grados avanzados de estudio no están a la altura —ni tampoco los niveles salariales que empujen a los “mejores y más brillantes” a unirse al profesorado—. En China, el sistema académico más gran del mundo, sólo 9 por ciento de los profesores tienen gran doctoral (aunque 70 por ciento sí lo tiene en las mejores universidades). En la India, 35 por ciento de los académicos tiene grados doctorales. En muchos países, una parte significativa de la comunidad de profesores posee un grado de licenciatura y algunos incluso no han obtenido dicho grado básico. En los países en desarrollo, sólo el staff académico en las universidades más prestigiadas tiene un doctorado —usualmente menos de 10 por ciento del total—. La expansión de los programas posbachillerato se han identificado como una alta prioridad en todo el mundo, pero su expansión ha sido lenta debido a que la demanda por acceso básico es muy alta.
El empobrecimiento de la profesiónYa no es posible atraer a las mejores mentes a la academia. Una parte significativa del problema es financiero. Los salarios académicos no han estado a la altura con altos puestos de trabajos para profesionales capacitados. Un estudio reciente de los salarios académicos en 15 países muestra que el staff académico de tiempo completo puede sobrevivir con su salario. Sin embargo, no ganan mucho más que el salario promedio en su país. Relativamente pocos de los jóvenes mejor calificados experimentan la rigurosa educación requerida para los puestos de trabajo en las mejores universidades. No obstante, individuos altamente entrenados frecuentemente escapan a trabajos mejores pagados o, en el caso de los países en desarrollo, se van por otros trabajos, académicos o de otro tipo, a Europa o Estados Unidos.
La burocratización del profesorado

En años pasados, incluso si los académicos no estaban bien pagados, poseían gran autonomía y control sobre su enseñanza e investigación, así como sobre su tiempo. Esta situación ha cambiado en los sistemas e instituciones académicas. En términos de responsabilidad y evaluación, el profesorado ha perdido mucha de su autonomía. Ejercicios de evaluación y otras medidas de responsabilidad requieren mucho tiempo y esfuerzo para completarse. La presión para evaluar la productividad académica de todo tipo es sustancial, incluso cuando mucho de ese trabajo es de hecho muy difícil o imposible medirse correctamente. Mucha de la crítica se ha dirigido hacia los ejercicios británicos de evaluación de la investigación, que para muchos tienen un trabajo académico distorsionado.
Las universidades también se han vuelto mucho más burocráticas en la medida que han crecido y se han vuelto más responsables ante las autoridades externas. El pesado control burocrático ha deteriorado en cierto sentido a la comunidad académica y, generalmente, a la tradicional participación del profesorado en la gestión académica. El poder de los profesores, alguna vez dominante y algunas veces usado por ellos para resistirse al cambio, ha decaído en la edad de la rendición de cuentas y la burocracia.
¿Qué debe hacerse?

No es difícil identificar el camino a una profesión académica restaurada —y, por ende, hacia sistemas de educación superior exitosos, la profesión académica debe volverse de nuevo una profesión— con entrenamiento apropiado, compensación y estatus. Esto significa que los programas académicos que provean grados de maestría y doctorado deben expandirse significativamente. La corriente de contratar maestros de medio tiempo debe terminar y, en su lugar, se debe colocar un cuadro de profesores de tiempo completo con oportunidades de ascender en su carrera. Los salarios deben ser suficientes para atraer a jóvenes escolares y para mantenerlos en el campo.
En un sistema académico diferenciado, no todos los profesores se enfocan en la investigación —típicamente el estándar a seguir en términos de prestigio y estatus—. La mayoría de los académicos, principalmente, enseñan y sus cargas de trabajo deben reflejarlo. También sería imposible regresar a los días de autonomía injustificada, y un poco de evaluación del trabajo académico es necesario. Sin embargo, la rendición de cuentas y la evaluación se pueden lograr en formas que sean adecuadas para el trabajo académico, en lugar de ejercicios punitivos.
Si existen buenas noticias en esta historia, es que más profesores disfrutan lo que hacen y son leales a su profesión. El estudio internacional de Carnegie sobre la profesión académica descubrió sorprendentes altos niveles de satisfacción y la encuesta global “La cambiante profesión académica” encontró el mismo resultado. A pesar de los problemas, la vida académica tiene bastante atractivo. El reto es asegurar que la profesión vuelva a verse, por quienes crean políticas y el público en general, como algo vital para el éxito de la educación superior.
En el ambiente actual, la prensa popular, así como los administradores de las universidades y muchos funcionarios del gobierno, critican frívolamente a los profesores como raíz de los problemas de la academia. De hecho, es todo lo contrario: los profesores son la raíz de una educación superior exitosa sin precedente. Siempre hay lugar para la mejoría, pero atacar a los profesores no llevará a reformas o a mejorar la productividad.
* Académico del Boston College.

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