jueves, 2 de abril de 2009

Problemática de los académicos

Humberto Muñoz García*

Hay toda una problemática en torno de los académicos. Debido a una serie de circunstancias institucionales, y a demandas sociales emergentes, enfrentamos la necesidad de reconstruir el perfil de las figuras y las trayectorias en nuestro trabajo. Asimismo, tenemos condiciones laborales y remuneraciones inadecuadas que traban el buen desempeño. Dificultades para vincular la investigación y la docencia. También, para elevar nuestras capacidades, de manera que podamos educar con nuevas tecnologías, acceder a la información para enseñar sus implicaciones y darle un manejo adecuado a la producción y la distribución del conocimiento para que tengan impacto social y disciplinario.
Otro ángulo de la problemática es que no se puede continuar manejando las instituciones por el cumplimiento de indicadores. Y esto toca a las relaciones entre los académicos y quienes administran las universidades. Se trata, en una vertiente, de modificar el control sobre el trabajo académico, que ha sido desplazado de las manos de profesores e investigadores. Sería bueno que las autoridades hicieran nuevos acuerdos con los académicos sobre su trabajo. Se espera un aumento en la demanda y en las presiones de grupos de interés por el conocimiento producido en las instituciones educativas que cambiarán el comportamiento de los académicos. En estos tiempos, es indispensable definir cómo articulamos el trabajo intelectual y cómo diseminamos los resultados de la investigación.
Como en todo, por otra parte, los sentimientos y las creencias cuentan para hacer el trabajo. Me decía una investigadora muy prestigiada que hay enojo porque no tenemos dónde manifestar el enojo que sentimos por las formas de evaluación. Y agregó que las élites académicas son las que están poniendo en duda la calificación al desempeño. Mientras, nos movemos en condiciones que nos obligan a emplear la creatividad para salir adelante en nuestras tareas, y para comunicarle a las nuevas generaciones de académicos que no hagan su trabajo con la preocupación de juntar puntos.
Con lo expresado, como marco de referencia, y para pensar en un nuevo perfil, es bueno decir quiénes somos. Los académicos somos los portadores del conocimiento científico. Somos los soportes de la ciencia porque la producimos, la enseñamos y la hacemos circular. En las universidades ocupamos posiciones y desde cada una de ellas entramos en relación con otros actores de la vida académica, dándole significado a nuestro trabajo. Los académicos generamos cultura.
Los académicos somos los actores y agentes que construimos las instituciones donde trabajamos. En ellas, y por las tradiciones que perpetúan la academia, mantenemos y acumulamos conocimiento, el cual al distribuirse se vuelve un factor ligado a la riqueza y al bienestar social. Somos quienes reflexionamos sobre nuestras prácticas y metodologías, quienes debatimos de manera racional y ordenada los problemas sociales.
¿Cuáles son los rasgos más generales de este grupo social? Para indicarlos, las fuentes no son muchas y los datos son pocos. La última información disponible (ciclo 2006-2007) señala que en las instituciones de educación superior hay 263 mil 945 profesores e investigadores. (ANUIES). Seis de cada diez académicos trabajamos en instituciones públicas, lo cual muestra la enorme importancia del sector privado en la conformación de este grupo. El crecimiento más importante de todo el conjunto se dio entre 1980 y 1999. La planta aumentó 2.6 veces, lo que contrasta con las 2.15 de la matrícula estudiantil.
La mayoría de la planta (dos de cada tres aproximadamente) se compone por académicos a quienes se les contrata por horas. Para el ciclo referido, los de tiempo completo representábamos 27.5 por ciento del total. En los últimos años el crecimiento absoluto de los académicos de carrera ha sido pequeño, en comparación con el pasado. La mitad de los tiempos completos se concentraba en seis entidades federativas: DF, Jalisco, México, Nuevo León, Puebla y Veracruz. Los profesores en el doctorado éramos un tercio de la planta de tiempo completo. Los miembros del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) constituíamos 18.5 por ciento de los académicos de tiempo completo.
La reflexión y la información nos dejan con varias cosas. La necesidad de aumentar y distribuir territorialmente mejor a los profesores de carrera. Académicos con una posición regular desarrollan una vinculación más estrecha con la universidad. Se necesita invertir en la creación de plazas, en función de las metas de cobertura, para incorporar a jóvenes doctores que desean ser académicos.
El SNI ha sido crucial para que exista y se desarrolle la ciencia en México. Hay que construir una política salarial para que los académicos del país tengan ingresos dignos según las categorías y niveles que ocupen.
En suma, gestar un modelo educativo que tenga varios propósitos: orientar los cambios del perfil del académico, estimular una cultura de colaboración y trabajo en equipo, aumentar la disposición para cubrir un mayor rango de actividades, quitarle lo perverso a la evaluación y buscar que el conocimiento desde la academia tenga más impacto social. A futuro, las instituciones serán vistas según las posibilidades que abran a sus académicos para que tengan un mejor desempeño en su trabajo.
La problemática da para mucho más. Por ahora, trato, apenas, de que empecemos a discutir de nuevo.
* Seminario de Educación Superior, IIS. Profesor de la FCPS. UNAM.

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