jueves, 2 de abril de 2009

Moshinsky

Horacio Salazar
Milenio/2 de abril de 2009

Ayer a mediodía murió Marcos Moshinsky Borodiansky, una de las glorias mexicanas de la ciencia de todos los tiempos. No tuve el gusto de conocerlo, pero desde que empecé a leer sobre la ciencia en México, su nombre y su brillantez aparecían en todos los rincones donde se posaba mi mirada curiosa.
Hace años, cuando pasé por las aulas universitarias, llevé cinco cursos de física que empezaron con los griegos y llegaron hasta los fundamentos de la física cuántica. No me fue del todo mal en la asignatura, pero así y todo, debo confesar que no me tropecé en mis estudios con las aportaciones de Moshinsky.
Ahora, al leer sobre su vida, descubro fascinado que desde hace literalmente medio siglo ya había hecho aportaciones fundamentales no sólo para la ciencia nacional sino para la física global.
Fue un científico universal. Además de estudiar bajo la tutela de un premio Nobel de Física, Eugene Wigner, conoció a Einstein, Bohr, Oppenheimer, Heisenberg, Schrödinger, Dirac y casi todos los que armaron el impresionante armatoste de la física moderna.
Para darnos una idea de su brillantez como físico teórico, en 1952 publicó en Physical Review un artículo titulado “Diffraction in time”. Hasta lo que entendí, analizó lo que ocurría con una partícula elemental confinada en un rincón del espacio y determinó los efectos cuánticos que ocurrían con la dicha partícula al paso del tiempo.
Era un resultado elegante... y de comprobación imposible en aquella época. Algo cómo el célebre gato de Schrödinger. Pero 45 años más tarde, experimentos hechos con neutrones lograron confirmar su predicción.
Parte del encanto de personalidades como Moshinsky radica en su sencillez y su vida casi espartana, que contrastan con la altivez mamucas que a veces exhiben investigadores mucho menos valiosos.
Para cerrar esta columna que sólo quiere rendir un microhomenaje a una figura señera en nuestra ciencia, unas palabras que don Marcos confió a un redactor de La Crónica de Hoy hace algunos años:
“Gracias a la ciencia, podemos protegemos de las calamidades naturales, las inundaciones, huracanes, tornados. Pero el peligro más grande para el futuro de la humanidad son los seres humanos. La falta de convivencia. Si pudiéramos tener la misma confianza para resolver la discordia con la que podemos enfrentar los fenómenos naturales y las enfermedades, las condiciones de vida serían más satisfactorias para todos”. Descanse en paz.
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horacio.salazar@milenio.com

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