martes, 2 de diciembre de 2008

Desde el gobierno del caos

Axel Didriksson
Excélsior/2 de diciembre de 2008


Sin sorpresa, pero sí con enorme preocupación, se leen los balances de los expertos, de los analistas políticos y económicos, sobre los primeros dos años de la administración de Felipe Calderón. No hay quien le entre a la opinión favorable, todos coinciden en que se ha alcanzado el reino del caos, el de la podredumbre.
En las proyecciones del número especial de la revista The Economist, “El Mundo en 2009”, se pronostica que México tendrá un crecimiento de 0.9% en su PNB (frente a crecimientos de más de 2% en otros países de América Latina) y una inflación de 6.2%, una severa caída de la producción petrolera y de sus reservas, así como una “tregua” entre el PAN y el PRI con motivo de las elecciones de julio, desórdenes civiles, “represión” a los grupos de oposición y la persistencia de los niveles de violencia. La OCDE valora que no habrá crecimiento económico.
Otros analistas señalan que el país tendrá que enfrentar una fuerte crisis en su balanza de pagos, la caída del peso frente al dólar, el déficit en la balanza comercial de más de 52 mil millones de dólares, una reducción de 25% en las remesas del exterior y la pérdida de fuentes de trabajo y del valor adquisitivo de los salarios. Los datos proporcionados por la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, del INEGI, indican que la tasa de desocupación se elevó de 2007 a 2008 y otros estudios proyectan un panorama más agudo en materia de deterioro del mercado laboral para 2009.
En el ámbito político, el balance es más delicado y aún más severo. Se habla de la política de la mentira como regla y de una clase política panista que ha alcanzado una increíble capacidad para la demagogia (muy superior a la priista), mientras que otros hablan de la superficialidad y de la desintegración de un gabinete que no sabe ni coordinarse ni hacer frente a las tareas mínimas de su trabajo. En educación, ni se diga, desde la esencia cupular de sus políticas el conflicto social no sólo se ha extendido sino que tiende a radicalizarse y no hay quien apueste a que pueda vislumbrase, desde el gobierno, una solución racional o negociada sobre el asunto, sino al revés. El mayor descontento y, quizás, el más preocupante, se resiente en el Ejército, que sigue operando en funciones que no le corresponden, ante la incapacidad del gobierno federal para enfrentar al crimen organizado y la violencia, como aparece en distintos análisis y en manifestaciones explícitas de la misma Secretaría de la Defensa.
En el límite de la ignominia está la información que hace referencia a la colaboración y la corrupción de autoridades con la delincuencia, desde mandos de alta jerarquía y de allí para abajo. La ubicación del país en los primeros lugares en secuestros, la inseguridad rampante, la violencia organizada que, cobijada, se presenta como un poder absoluto. Y como responsable de todo esto está Felipe Calderón, que ha acompañado la debilidad electoral con la que llegó a la administración federal, con medidas que están conduciendo al país al desastre. Así también, se dice, se escribe, se demuestra (pero que no se comprende por parte del gobierno de derecha en turno), que lo que se dice y lo que se lee, que en materia de cultura a los panistas tampoco se les da.
Fragilidad política, nubarrones económicos, un país en medio del caos, elecciones de por medio, partidos políticos todos partidos, peligro para toda la sociedad, y luego con puros incultos. ¿Habrá alguien que diga lo contrario?

didrik@servidor.unam.mx

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