lunes, 8 de diciembre de 2008

Educación superior: el reto del futuro

Emilio Zebadúa
La Crónica de Hoy/8 de diciembre de 2008

En días pasados la Secretaría de Educación Pública (SEP) reconoció que el estado de la educación superior registra un rezago de unos 20 años en su cobertura en comparación con otros países con condiciones económicas similares a las nuestras, sobre todo si nos atenemos a los parámetros de la UNESCO, en el sentido de que las naciones en desarrollo deben alcanzar una cobertura de 45 y 50 por ciento en educación superior.De mantener esa tendencia, según se desprende de lo señalado por la SEP, México alcanzará el 30 por ciento de cobertura en 2012 y llegaríamos en 2020 al nivel de Chile —de 45 por ciento—y en 2030 al 60 por ciento que tiene Argentina, una situación que podría agravarse si consideramos que en los años venideros habrá un mayor porcentaje de jóvenes en el país en demanda de educación media superior y superior, que hoy por hoy registra una cobertura del 25 por ciento, mientras que el de Asia es del 68 por ciento y en Europa del 87 por ciento.Desde esta perspectiva, la situación del estado que guarda la educación superior en México no hace más que evidenciar las brechas que privan en el país, ya sea por entidad federativa, por regiones geográficas, nivel socioeconómico o bien por residencia en entorno rural o urbano. No obstante el crecimiento de la cobertura educativa (del periodo escolar 1990-1991 con un 14 por ciento pasó al 25 por ciento en 2005-2006), éste arroja resultados disímbolos en cuanto a su acceso y permanencia para los diferentes grupos sociales en términos socioeconómicos, étnicos o por género.En los últimos 30 años se ha incrementado la escolaridad promedio de los mexicanos en dos años, pero de mantener ese ritmo al menos tomará 49 años llegar a los 12 grados que en promedio tienen los países miembros de la OCDE, y 76 años para alcanzar los 13.8 grados que registra nuestro principal socio comercial, Estados Unidos. Y es que las estadísticas establecen que de cada uno de 100 niños que ingresan a la educación básica, en promedio sólo 13 lleguen a obtener un título universitario. Según el Mapa de Educación Superior en América Latina y el Caribe (MESALC), Brasil ocupa el primer lugar en los programas de doctorado con 44 mil 466 matrículas entre el 2005 y el 2006, seguido por México, con 13 mil 456, pero paradójicamente ambas naciones poseen los índices más altos de analfabetismo: alcanzan los 20 millones de analfabetos, de un total de 37 millones que presenta la región.

LAS INEQUIDADES SOCIALES
Si nos atenemos a los indicadores por residencia rural o urbana, nos encontramos que los jóvenes pobres (entre 19 y 23 años de edad) que viven en el medio rural tienen el 1.6 por ciento de posibilidades de ingresar a la educación superior, mientras los jóvenes no pobres que radican en las ciudades alcanzan un 30 por ciento de posibilidades de lograr ese objetivo. A pesar del crecimiento de la cobertura entre 1990 y 2005, el cual pasó del 14 al 25 por ciento, ésta se queda corta en comparación con los estándares fijados por los organismos internacionales como la UNESCO.Además que sólo uno de cada cuatro jóvenes (de 19 y 23 años) se incorpora a alguna institución de educación superior. Dicho de otra manera, el 75 por ciento o no ingresa o bien se queda en el camino porque no concluyó algún nivel de primaria, secundaria, educación media superior o al terminar este último interrumpió sus estudios. Estamos hablando nada menos que de 9 millones 800 mil jóvenes, de los cuales aproximadamente 2 millones 450 mil están en una institución superior, ante 7 millones 350 mil que quedaron fuera.En el caso de las entidades federativas la cobertura de la educación superior (ciclo 2006-2007) no hace más que evidenciar las marcadas diferencias existentes entre unas y otras. Por ejemplo, mientras el Distrito Federal tiene una cobertura cercana al 50 por ciento, estados como Quintana Roo, Chiapas, Guanajuato, Estado de México y Oaxaca tiene un índice inferior al 20 por ciento.
EL PAPEL DE LAS UNIVERSIDADES
Y no obstante los avances que se han tenido en la buena calidad de programas académicos de licenciatura o técnico superior universitario, según el reporte global de competitividad 2008-2009 dado a conocer por la SEP que evalúa a 134 naciones, nuestro país ocupa el lugar 127 en matemáticas y ciencias, el 105 en disponibilidad de científicos e ingenieros, mientras que en cuanto a calidad de las instituciones de investigación tenemos el 79.México, por otra parte, contará con la mayor población en edad laboral de su historia, que en números nos colocará —entre 2025 y 2040— en el concierto mundial como la octava fuerza laboral y, por supuesto de la calidad educativa que reciba esta población, dependerá –en gran medida—de la competitividad y viabilidad del país. De ahí la urgente necesidad de que la reforma educativa planteada por el magisterio, investigadores, académicos, iniciativa privada, la sociedad civil y las autoridades educativas avance con la velocidad con que se están registrando los cambios a nivel mundial, a efecto de contar con las condiciones que den pauta a una educación de calidad en términos de igualdad y equidad social.Es imprescindible, desde esta perspectiva, que los cambios que se proponen en los ejes centrales de la Alianza por la Calidad de la Educación (ACE), encaminados a transformar las distintas facetas del sistema educativo, de tal suerte que haya una vinculación directa entre los métodos y los medios de aprendizaje y las necesidades de la sociedad moderna y globalizada, a partir de la introducción de nuevas tecnologías para la educación, y por otro lado, a través de una nueva y mayor formación y reconceptualización de los objetivos de aprendizaje terminal de los distintos niveles de educación.
LOS RETOS DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR
Desde luego que este contexto educativo nos lleva no sólo al debate en torno al papel que deben jugar las universidades ante las demandas del mercado laboral. Las adecuaciones al sistema educativo nacional, por lo tanto, tienen que pasar desde la primaria hasta el nivel superior, de tal manera que las niñas y los niños se les prepare adecuadamente para las oportunidades de trabajo y las demandas que se requieren por parte de las empresas y de la economía en general.En síntesis, tenemos que leer bien el mercado laboral —el mercado económico en general— para definir y adecuar nuestro sistema educativo, si verdaderamente se quieren eludir los elementos que acentúan las inequidades sociales. Los desafíos y retos son de tal magnitud que de no ser atendidos continuaremos rezagados en las estadísticas no solamente en los niveles educativos, como hoy por hoy nos ubican las mediciones de organismos internacionales como la OCDE y la UNESCO, sino que vamos a seguir atrasándonos en los índices de competitividad económica y estaremos condenados a un mayor estancamiento, mayor pobreza y desigualdad, amén de una pérdida de oportunidades en el mundo globalizado.

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