martes, 4 de mayo de 2010

La cloaca abierta

Roberto Blancarte
Milenio/4 de mayo de 2010

Que los crímenes de Marcial Maciel hayan sido reconocidos por la Santa Sede, luego de que fueron “confirmados por testimonios incontrovertibles”, es hasta cierto punto inquietante. Los testimonios presentados desde hace muchos años siempre fueron incontrovertibles. Venían de ex miembros de la Legión, algunos de los cuales habían ocupado altos rangos en la orden. Todos coincidían en el tema del abuso sexual y en el del uso de drogas, en el abuso de poder y en los mecanismos para ocultar la verdad mediante la obediencia y diversas formas de complicidad y encubrimiento. Nada se hizo durante años y ahora la comisión “descubre” que hay testimonios incontrovertibles. ¿Qué se requirió para que la institución con ceguera durante tanto tiempo, repentinamente tuviera la capacidad para ver todo? Y por lo mismo surge otra pregunta: ¿qué se necesitará para que la Santa Sede ahora sí pueda ver toda la corrupción que hay dentro de la orden religiosa, pero que evidentemente la desborda y toca incluso a algunos dicasterios (el equivalente a secretarías) de la curia romana?

Ahora nos enteramos que oficialmente Marcial Maciel era una persona “inmoral” y “carente de escrúpulos y de un sentimiento religioso auténtico”. ¿En qué momento, me pregunto, descubrió la Santa Sede que el fundador de los Legionarios no tenía escrúpulos? ¿Cuándo, sobre todo, el Vaticano se dio cuenta que los sentimientos religiosos de Marcial Maciel no eran auténticos? ¿Cómo pueden incluso decir eso? Los sentimientos religiosos pueden estar desviados, ser corruptos y retorcidos, pero no por ello necesariamente dejan de ser auténticos. ¿Está diciendo la Santa Sede que los sentimientos religiosos eran falsos y que él construyó esta orden sólo para su beneficio personal, sin que hubiera sentimientos o razones religiosas de por medio? Francamente lo dudo. Me explico: también los sentimientos religiosos de los inquisidores y los de tantos fundamentalistas de muchas religiones han sido y son auténticos, aunque dañen la convivencia social y los consideremos nocivos para las libertades de muchos.

La comisión encargada de hacer una auditoría o revisión del estado de la Legión de Cristo parece haber hecho un trabajo razonablemente bueno. Algunas de sus conclusiones son las que se esperaban, aunque no está claro si las investigaciones han terminado, pues ocho o nueve meses de entrevistas y búsqueda de datos evidentemente no son suficientes para analizar una congregación religiosa con tantos extensiones en el mundo. Y hay todavía muchos huecos por llenar. Algunos tienen que ver con la propia estructura de la orden, otros con las relaciones de poder dentro de la Iglesia y más de alguno se relaciona con el dinero.

El tema de las finanzas de la Legión de Cristo es central y uno de los más oscuros. Costará mucho trabajo pero sobre todo requerirá mucha voluntad política por parte de la Santa Sede para desentrañar sus secretos. Cada vez más nos encontramos, por ejemplo, con testimonios de que los Legionarios ponían muchos de los donativos recibidos en cuentas llamadas off shore, es decir establecidas en “paraísos fiscales” para evitar el pago de impuestos locales y manejar grandes cantidades de dinero con total libertad. ¿Estaba el Vaticano enterado de esto? ¿Lo permitía? ¿Lo toleraba? Hay que recordar que dentro del propio Vaticano hay una banca parecida, el Instituto per le Opere Religiose, el cual actúa con las mismas reglas que los bancos suizos y con total autonomía frente a cualquier otro país, por la reconocida soberanía del Estado de la Ciudad del Vaticano. Ni siquiera Italia puede intervenir en esas cuentas, asignadas con un número para mantener la total confidencialidad del poseedor de la misma. Así que si los Legionarios operaban con una o varias cuentas en las Islas Caimán o algún otro “paraíso fiscal” probablemente ni siquiera las propias autoridades de la Santa Sede lo sabían. Y a menos que los nuevos dirigentes hayan decidido abrir todos sus libros de contabilidad y mostrar todas sus inversiones, que antes manejaban con total discrecionalidad y muy poca transparencia, quedan todavía muchas cosas por investigar.

La línea del dinero conduce al de la corrupción. Para más de alguno, dentro del propio Vaticano, la Legión de Cristo era el equivalente a la gallina de los huevos de oro. Producía (y produce) mucho dinero y por eso no era difícil voltear la mirada cuando se hablaba de crímenes sexuales, drogas y abuso de poder. Quienes están en la curia romana no están exentos de las luchas de poder dentro y fuera del Vaticano, a partir de diversas posiciones doctrinales. Y para pelear espacios en ocasiones necesitan dinero: comidas, regalos, invitaciones, obras piadosas, apoyos políticos disfrazados de caridad son formas de ir ganando espacios para las diversas causas. Entre esto y la corrupción hay una línea tenue muy poco clara y definida. Y no olvidemos que Benito XVI tiene 83 años cumplidos. Así que aunque su salud es buena, nadie puede garantizar que dure muchos años más, de manera efectiva, al frente de la Santa Sede. En suma, la cloaca está abierta y las luchas por el poder arrecian en el Vaticano. Por eso, lo que pase con la Legión de Cristo no es intrascendente.

blancart@colmex.mx

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