lunes, 24 de mayo de 2010

¿Qué nos dio la Revolución?

Luis González de Alba
Milenio/24 de mayo de 2010

El 27 de septiembre de 1910, el Congreso declaró triunfador de la elección presidencial a Porfirio Díaz, con 80 años recién cumplidos. El 5 de octubre, Madero lanzó contra la reelección su Plan de San Luis, donde llamaba a levantarse en armas el 20 de noviembre. Llegó ese día y no ocurrió nada. Pero en días posteriores hubo pequeños levantamientos armados en Chihuahua y Coahuila. El 6 de marzo de 1911, los maderistas fueron derrotados en Casas Grandes y el propio Madero herido. Los brotes armados cundieron y Díaz acordó un fin de las hostilidades el 21 de mayo de 1911.

Porfirio Díaz expresó al Congreso que renunciaba a la presidencia “para evitar el derramamiento de sangre, el abatimiento del crédito y de la riqueza nacionales”. El 25 de mayo dejó la capital para ir a embarcarse rumbo a Europa.

Pregunta: Si la Revolución Mexicana fue el levantamiento del pueblo contra el dictador, ¿por qué no terminó el 21 de mayo de 1911? Al parecer no fue “el pueblo” quien derrocó al dictador, sino la edad y el cansancio, ni tuvo “la bola”, que luego llamarían Revolución, ese objetivo pues, tras la renuncia de Díaz, hubo el Plan de X y el Plan de Z toda la década hasta 1920, siguió en 1923, 1926 y en mayo… de 1938 Saturnino Cedillo se levantó en armas contra Cárdenas.

Digo… son datos duros que están en cualquier enciclopedia. La Revolución comenzó después de la renuncia del dictador, no se levantó “el pueblo”, sino caudillos regionales, y sólo fue causa de lo que deseaba evitar Díaz: derramamiento de sangre y destrucción de la riqueza.

Escuela pública gratuita y obligatoria, legislación laboral protectora del trabajador, jornada de ocho horas, derecho de huelga, asociación en sindicatos, seguridad social con cuidados médicos: nos dicen que son obra de la Revolución de 1910. No. Son obra del espíritu de los tiempos, sus raíces vienen del siglo XIX y sus partidos socialistas y comunistas, de los huelguistas masacrados… Prueba de que no son obra de la Revolución Mexicana es que se llegó, no pocas veces con mejores resultados, a logros similares en toda América Latina.

En particular tres países de América del Sur, Chile, Argentina y Uruguay, mostraban, hacia 1930, una clase media más sólida, amplia y escolarizada, legislación laboral, sindicatos menos atados al gobierno que México; mejor distribución de la riqueza, menores índices de pobreza extrema que el país de “la Primera Revolución Social del siglo XX”.

La Revolución hizo pobres a los ricos sin hacer ricos a los pobres: las casas de las haciendas no se convirtieron en Casa del Pueblo, con biblioteca y salones de conferencias, fueron quemadas: ni para unos ni para otros. Las tierras permanecieron ociosas y luego, colectivizadas en ejidos, mostraron pronto su fracaso, como sus equivalentes en la URSS y en China; pero, como allá, nadie se atrevía a decirlo, salvo los campesinos que lo expresaban con los pies: yéndose a EU, donde la tierra es de quien la compra y se protege la propiedad. El resultado es una agricultura próspera a la que faltan brazos a pesar de su alta mecanización. Allá se van, a sufrir malos tratos, pero sin hambre.

Los ricos arruinados por la Revolución conservaron intangibles que nadie puede arrebatar: sabían leer y escribir, francés e inglés, sabían comer correctamente, hablar, vestir y mantenían su tupida red de relaciones sociales. No les fue difícil montarse en la ola revolucionaria y estar en el lugar correcto al momento correcto. Los pobres pusieron los muertos.

El petróleo. ¿Nos dio la Revolución el petróleo? Los mayores productores de petróleo no prohíben la inversión privada: desde Estados Unidos hasta los Emiratos Árabes y la propia Arabia Saudita no ven traición alguna a sus patrias por asociarse a compañías de capital internacional. Son, en buena medida, las compañías nacionalizadas aquí por el presidente Cárdenas en 1938, primero en establecer contratos de riesgo, hoy prohibidos. En todas partes el petróleo ha producido riqueza insultante: texanos en Cadillacs ElDorado, jeques en Rolls Royce con aditamentos de oro y piedras preciosas… y líderes sindicales mexicanos, como Romero Deschamps.

Sí, pero allá cuando se llenan de petróleo, como James Dean en Gigante, se vuelven ricos. Aquí la peor desgracia que le puede ocurrir al propietario de una finca es hallar petróleo, porque de inmediato pasa a poder de “la nación”, como llaman a gobierno y líderes del sindicato.

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