viernes, 9 de abril de 2010

ABC

Sabina Berman
Proceso/5 de abril de 2010

A.

MÉXICO, D.F., 5 de abril.- No creemos en la Justicia. ¿Por qué habríamos de creer en la Justicia los mexicanos? Excepcional como una mosca verde, la Justicia poco nos visita. Somos desconfiados no por rejegos, sino por sabios. Seríamos ilusos o lelos si confiáramos en nuestro sistema de Justicia, plagado de indolencia y de corrupción.

No en vano los padres de los niños muertos en el incendio de la guardería ABC rechazaron la indemnización que les ofrecía el gobierno del estado de Sonora: los comprometía a entregarle al sistema de justicia sonorense su representación. No en vano desoyeron al entonces director del IMSS cuando les ofreció su pronto juicio: el incendio fue “un desafortunado incidente”. Como decir, un accidente: como decir que la culpa residía en lo extrahumano, en lo imposible de responsabilizar, en Dios o el Azar.

Los padres los desoyeron. Querían certezas de cómo ocurrió la tragedia. Necesitaban fe en que esta vez sí se haría Justicia. Así que se acercaron en cambio a la Suprema Corte de Justicia, la única institución que les pareció, tal vez, fiable.

“Parirán los montes con estruendo para dar a luz solamente a un ridículo ratón”, advirtió el ministro Aguilar. Se refería a que la Corte podría investigar lo sucedido en la guardería pero no podría hacer saldar sus deudas con la Justicia a quienes encontrara responsables. Y sin embargo, la mayoría de los ministros de la Corte decidieron atraer el caso. Y es que su disposición resultó semejante a la de los padres de los niños muertos: hacer ejemplar el incendio de la ABC.

Ejemplar: un caso que debe servir de escarmiento. O en las palabras de Patricia Duarte: “Para que la muerte de nuestros hijos no haya sido en vano. Para que sirva de algo. Para que esto ya nunca más pueda volver a suceder”.



B.

A 10 meses del incendio, el informe preliminar que ha entregado al público la Corte es, sí, ejemplar, también en una segunda acepción de la palabra ejemplar: algo digno de ser emulado. Un informe serio, minucioso y más amplio de lo que se esperaba.

Sobre las causas concretas del incendio, detalla los hechos y las omisiones de los dueños de la guardería y de los visitadores del IMSS que fueron acumulándose durante años para posibilitarlo y por fin provocarlo. Acá, apenas tres ejemplos. En el año 2003 un visitador del IMSS alerta sobre la carpa que cubre el techo. Es inflamable, escribe, como si fuera gasolina. Y los dueños la dejan ahí siete años. En 2007 un visitador palomea la existencia de puertas de salida de emergencia. Pero no anota, o no puede saberlo, que por lo común esas puertas están cerradas con candado. El IMSS exige una proporción de ocho niños por maestra. En la ABC se cuenta con una niñera (que no maestra capacitada) para 20 pequeños. En el momento del incendio, una maestra cuida a 40 niños, porque las otras han salido a comer.

Sobre la actuación de las autoridades con las víctimas, señala a 16 funcionarios cuyos actos irregulares pudieran haber violado derechos individuales. Incluyendo al director de entonces del IMSS y al gobernador de entonces de Sonora.

Sobre el conjunto de guarderías del IMSS, detalla en porcentajes lo que una sola parca frase abarca. Opera “en un desorden generalizado”. Desorden al adjudicar las guarderías a personas sin capacidad en su manejo. Desorden en la vigilancia de las mismas. Desorden en el diario quehacer de la mayoría de los locales, expuestos así a que en ellos ocurran tragedias como la de la guardería ABC.

Y por fin el informe declara ilegal el esquema de subrogación de guarderías a privados. Al IMSS lo obligan sus propios documentos a prestar ese servicio a los trabajadores y trabajadoras mexicanos, con personal calificado del propio IMSS.



C.

El informe preliminar de la Corte es ejemplar, sí, pero sus consecuencias pueden ser nimias, tal y como el ministro Aguilar lo vaticinó. Lo antes escrito: Los hallazgos de la Corte pueden no conducir sino a una condena moral. Y ya lo sabemos de sobra los mexicanos, esa cosa de la moral acá importa tanto como un ratón. En 10 años no se ha visto que ningún funcionario de alto nivel haya sido dañado por el oprobio del vulgo. Enlodado su prestigio, da su conferencia de prensa diciendo “lo siento”, y sigue en su puesto, mandando a diestra y siniestra.

Y sin embargo, esta vez pudiera ser distinto. En mayo, cuando la Corte entregue su informe definitivo, ya con indicaciones para la Justicia, el presidente Calderón se verá ante un dilema precisamente moral: añadirse a la lista de los funcionarios que con su falta de acción propician la corrupción de nuestra convivencia; o atreverse a hacer Justicia. Atreverse a desacomodar a los cómodos señores y señoras influyentes o de poder que la Corte señala.

Es decir, atreverse a ser ejemplar, como la Suprema Corte de Justicia y los padres de los niños muertos en el incendio. Ejemplar ahora en una tercera acepción: que crea una excepción que da buen ejemplo, que marca una nueva norma a seguir.

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