jueves, 8 de abril de 2010

México, cabús del tren estadunidense

Humberto Musacchio
Excélsior/8 de abril de 2010

Cuando la economía de Estados Unidos se expande, la mexicana, de rebote, llega a crecer dos o tres por ciento; cuando la producción del país del norte entra en crisis, a México le va pésimamente. Atados, entre otras cosas, en importaciones y exportaciones a la gran potencia, el actual gabinete —llamarlo gobierno sería exagerado—se entusiasma cuando la economía del vecino entra en recuperación y a partir de ahí se hacen todos los cálculos.

Por ahora la gente de la esfera pública se frota las manos imaginando que la economía de Estados Unidos impulsará la recuperación de México en este año. Según los Criterios de Política Económica para 2011 enviados por el Ejecutivo a la Cámara de Diputados, se prevén ingresos que se basan “en un escenario inercial que no considera cambios al régimen fiscal”.

Lo anterior significa que la locomotora estadunidense nos seguirá arrastrando, pues nada se ha hecho en décadas para ganar algún margen de independencia. La abulia para realizar cambios fiscales significa que las empresas y otros causantes seguirán cargando la pesada losa del IETU y que el sistema impositivo mexicano continuará siendo un freno a la expansión económica.

Resulta lamentable que las decisiones del gabinete dependan exclusivamente de lo que el vecino hace o deja de hacer y que incluso por miedo a Washington no se apliquen las leyes mexicanas, por ejemplo en el caso de la banca mexicana, donde por ley ningún gobierno extranjero puede participar en la propiedad de las instituciones financieras. Sin embargo, Calderón y su equipo se niegan a aplicar la norma en el caso de Banamex, que parcialmente es del gobierno de Estados Unidos.

En el grupo que tan malamente dirige los destinos de México hay una mezcla de miedo y admiración por Estados Unidos, lo que lleva a dejar en manos ajenas aspectos clave de la vida nacional, por ejemplo la guerra contra el crimen organizado, que ya tiene en territorio mexicano centenares de policías estadunidenses.

Otro ejemplo alarmante de esa renuncia a la soberanía es el reciente anuncio hecho personalmente por Felipe Calderón, según el cual para ingresar a territorio nacional un extranjero ya no necesitará visa mexicana, pues bastará con que el visitante tenga visado de Estados Unidos, lo que según la pobre lógica oficial nos permitirá ganar unos centavitos por concepto de turismo, hecho que se basa en un equívoco: hay poco turismo, no por la inseguridad y las carretadas de asesinatos de cada día, sino porque teníamos la osadía de pedir visa mexicana. Así “piensan” nuestras autoridades.

En la actualidad, las personas provenientes de casi un centenar de naciones no requieren visa mexicana para entrar, pero en casi todos los casos se trata de acuerdos de reciprocidad, pues a los mexicanos tampoco se nos exige para ingresar en esos países.

Incluso se ha dado el caso de que algunos que nos exigían visa, porque México la pedía a sus connacionales, ahora han decidido derogar esa medida por onerosa e inútil. Y por el contrario, el gobierno de Canadá desde hace unos meses exige requisitos humillantes a los mexicanos sin que se hayan aplicado medidas de reciprocidad.

Lo peligroso en el caso que nos ocupa, es que dejemos los asuntos consulares en manos de Washington.

Los visados que extienda la gran potencia serán válidos en la llamada Unión Americana, pero también en México, con lo que en perjuicio nuestro se concede extraterritorialidad a la legislación interna de Estados Unidos.

*Periodista y autor de Milenios de México
hum_mus@hotmail.com

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