jueves, 29 de abril de 2010

Alberta y Teresa: al fin libres

Ricardo Rocha
Zócalo/29 de abril de 2010

Me llaman inusitadamente el domingo a mi celular. Y a ellas y a mí las palabras nos brotan, nos enlazan, nos desbordan y nos atropellan. Por favor señor Ricardo díganos si es verdad, que sí es cierto que ora sí ya nos van a dejar libres. Es que nos cuentan que allá en la corte sí nos van a hacer justicia, pero si no es cierto mejor díganos desde ahorita para ya no hacernos ilusiones.

La verdad no se los puedo asegurar pero parece que sí. Entonces sí es cierto.

Bueno parece que sí, que la corte va a votar a favor de ustedes. Sí, pero cuándo señor Ricardo, cuándo. Es lo que no podría asegurarle Alberta, no quisiera que tuviera una desilusión.

Mire aquí le paso a Teresa que también lo quiere saludar. Verdad que sí es cierto que ora sí vamos a salir, a ver díganos ya estamos las dos pegadas al teléfono. Sí, de plano sí, yo creo que sí, yo estoy seguro que sí. Pero díganos por favor para cuándo. Bueno pues yo creo que esta misma semana.

De veras, quién se lo dijo. Pues nadie me lo ha asegurado pero, saben, entrevisté a la mera mera ministra y no me lo dijo con todas sus letras. Pero entonces, ¿qué le dijo? Pues que ella se estaba dando cuenta de todas las injusticias que se cometieron con ustedes. ¿Y qué más?

Bueno que creo que eso es muy importante y que ella se va a pronunciar a su favor. ¿Y eso qué quiere decir? Pues que sí…que ya podrían quedar libres. De veras…ay perdón es que se nos acabó la tarjeta y además aquí en la cárcel no podemos hablar mucho tiempo, pero vuélvanos a decir por favor. Que sí…que ya podrán quedar libres.

Y yo me quedo con la angustia de esas palabras. Con el sabor agridulce de esas palabras. Porque qué tal si sí. Pero qué tal si no. Qué decirles a dos mujeres que van para cuatro años viviendo el mal sueño de un encierro que todavía hoy no comprenden.

Por eso pego de brincos cuando me entero el martes que ya es oficial, que el dictamen elaborado por doña Olga Sánchez Cordero reconoce las gravísimas irregularidades cometidas por este Gobierno federal a través de su PGR en el proceso contra Alberta Alcántara Juan y Teresa González Cornelio.

Incluida la infame, absurda y vergonzante siembra de cocaína. Además de que nunca se probó el presunto secuestro de seis de sus agentes armados. Y que tienen que ser liberadas.

Por eso y más me regocijo con ellas apenas ayer cuando empezamos a reírnos ya sin decir nada en cuanto llego al penal de San José el Alto y las abrazo a las dos y a la pequeña Jazmín.

Y las tres me reconcilian con la vida y hasta con la política. Porque he de reconocer al gobernador José Calzada que sí supo exigir justicia para sus paisanas. Y al senador Manlio Fabio Beltrones que fue a visitarlas un domingo y luego llevó su caso al Congreso.

A la ministra Sánchez Cordero y a la unanimidad de la Corte. Y, por supuesto, destacar la labor fundamental del Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez. Así como el apoyo invaluable de los miles que alentaron esta cruzada con sus mensajes justicieros. Los que saben que todavía hay muchas Teresas y Albertas presas en este país. Y que hay que continuar en esta batalla formidable.

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