martes, 4 de mayo de 2010

Las buenas noticias no se dan en maceta

Pascal Beltrán del Río
Excélsior/2 de mayo de 2010

La discusión sobre si el país está tan mal como lo pintan los medios ha regresado. Y es nuevamente el Presidente de la República quien la pone sobre la mesa.

El miércoles pasado, durante un diálogo con ciudadanos en Monterrey, Felipe Calderón pidió poner las noticias “en la balanza”. Dijo que soñaba con el día en que en las páginas de los periódicos contuvieran noticias tanto “buenas” como “malas”, a fin de que se dejara al consumidor de la información “ponderar” unas y otras.

Ya en ocasiones anteriores el Presidente había deplorado que los medios no reflejaran lo que él considera éxitos de su gobierno y que transmitieran sólo una imagen negativa del país.

Debo comenzar por decir que no sé exactamente a qué se refiere Calderón con noticias buenas y malas. Siempre he creído que el estado de los asuntos públicos no es bueno ni malo en sí, sino simplemente es.

El trabajo de los periodistas consiste en aplicar una estructura narrativa a acontecimientos a menudo ambiguos a fin de crear un sentido coherente y causal de esos hechos.

Y aunque debe admitirse que la objetividad prístina no existe, el periodista intenta alcanzarla mediante un proceso profesional de recolección informativa que procura la precisión, el equilibrio y la integridad, así como una toma de distancia respecto de quienes son afectados por la noticia.

Si lo que el Presidente lamenta es el interés periodístico en el conflicto, el drama y la controversia, es necesario decir que se trata de un reflejo del instinto de cualquier ser humano cuando, por ejemplo, no se detiene a pensar en el buen funcionamiento de los semáforos o el alumbrado público, pero sí nota cuando éstos no sirven.

Uno puede pasar por una esquina barrida sin observar mayor cosa, pero difícilmente dejará de expresar su opinión, aunque sea para sus adentros, si en el lugar se encuentra una pila de basura.

Si por noticia buena entendemos aquella que resulta un bálsamo para el alma y tiene la capacidad de influir optimismo en quien la recibe, creo saber de qué se trata: una información positiva que resulta irresistible para cualquier medio, como son los éxitos deportivos o académicos que ocurren en un ámbito de adversidad y gracias al tesón de los protagonistas.

¿Qué periodista no encuentra absolutamente apetitosa la noticia de una escuela oficial rural o suburbana pobre que alcanza una de las mejores evaluaciones en la prueba ENLACE, incluso por encima de muchos centros educativos privados?

Todos los medios han publicado una historia así alguna vez. Quizás algunos la toman por el lado de que la escuela tuvo éxito pese al desinterés de las autoridades mientras otros lo atribuyen al esfuerzo de los profesores y alumnos, pero todos buscan entrevistas con miembros del centro educativo y le dan un espacio destacado en el periódico o el noticiario.

¿Por qué? Porque las narrativas en las que alguien remonta la adversidad o destaca de manera sobresaliente sobre otros en su propia condición también son muy periodísticas.

El jueves pasado fui testigo de una historia así, cuando visité el centro donde la organización no gubernamental Grupo para Promover la Educación y el Desarrollo Sustentable (Grupedsac) prueba distintas ecotecnias para mejorar la calidad de vida de los mexicanos más pobres.

El sitio experimental, localizado en Piedra Grande, una pequeña población del área rural de Huixquilucan, Estado de México, ya ha tenido éxito en el desarrollo de modelos de vivienda construidos con materiales no convencionales, dotados de sistemas de captación de agua de lluvia, así como calefacción y electrificación por energía solar.

Encabezado por Margarita Barney de Cruz, una mexicana de excepción, Grupedsac comenzó a trabajar en Piedra Grande en 1992, prácticamente sin apoyo gubernamental, y ha logrado desde entonces importantes reconocimientos nacionales e internacionales. Entre ellos, el premio al emprendedor social del año, otorgado por el Foro Económico Mundial en 2008, por su trabajo social en Oaxaca.

Por las aulas de capacitación de Grupedsac han pasado lo mismo especialistas en planeación que miembros de comunidades indígenas, de casi todos los países de América Latina. A lo largo de casi dos décadas, varios miles de personas han tomado cursos en los que han aprendido a replicar los modelos de desarrollo sustentable —en rubros tan diversos como energía eólica, riego por goteo y manejo de desperdicios— puestos a prueba en Piedra Grande.

¿Cómo se ha logrado esto? Con el trabajo incansable de Barney y su equipo, pero también gracias a los donativos y el patrocinio de muchas fundaciones privadas. Y aunque la organización también ha conseguido fondos gubernamentales para realizar su labor, éstos implican tantos trámites y dolores de cabeza, que esa asociación civil sabe que sólo puede contar con ellos para sus operaciones más básicas.

Las buenas noticias, como las que el gobierno quisiera ver en las páginas de los periódicos y las escaletas de los noticiarios no se dan en maceta. A diferencia de las malas, que aparecen sin necesidad de hacer nada, las buenas requieren de mucho trabajo y atención. No son la flor de un día que buscan las autoridades, la que se recolecta sin esfuerzo.

A veces me parece que los funcionarios públicos quieren que se hable bien de su trabajo pero no están dispuestos a invertir el tiempo ni aplicar las políticas públicas que den como resultado las buenas noticias.

Prefieren dar un spin a la información, es decir, hacer que lo malo no se vea tan mal y que lo regular parezca bueno. Les gusta más la escenografía y la foto tomada para la primera plana que el camino del servicio público.

Después de pasar unas horas en compañía de Margarita Barney y sus colaboradores me quedé pensando que el trabajo que realiza —por su calidad y posibilidades de impacto positivo en el combate a la pobreza y la preservación del medio ambiente—requeriría de mayor apoyo privado y gubernamental.

En el respaldo a labores como la suya está la fuente de la solución a muchos de nuestros problemas. El ahorro que representa el uso de sus ecotecnias puede no representar mucho para una familia acomodada pero en un entorno pobre es un mundo de diferencia.

Imagine usted que cada campesino pudiera tener una casa digna construida con materiales a su alcance, sin necesidad de estirar la mano al gobierno o a un partido político; y que esa casa fuera autosuficiente en agua, luz, gas y alimento. Eso sí ayudaría a abatir la pobreza y el éxodo del campo. Esa sí que sería una buena noticia.

Supongo que haber invitado a comer a Los Pinos a Joaquín Sabina, luego de su declaración sobre la lucha contra el narcotráfico en México — ¿y desde cuándo un cantautor es autoridad en la materia?—, debe haber sido muy divertido, porque habrá sido ocasión de cantar y declamar. Sin embargo, el encuentro no produjo las buenas noticias que esperaba cosechar el gobierno. Si me preguntan a mí, creo que hubiera sido mucho más provechoso invitar a comer a Margarita Barney.

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