Milenio/31 de marzo de 2009
De octubre de 2008 a marzo de 2009, el Banco de México ha gastado 19 mil 473 millones de dólares de las reservas internacionales para tratar de evitar, infructuosamente, la terrible devaluación del peso mexicano que ya rebasa 48 por ciento.
De acuerdo con el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados, en tan sólo 6 meses el “catarrito financiero” quemó 24.4% de las reservas del país sin beneficio alguno.
En un país democrático (que no lo es México) la ciudadanía debería tener el derecho a opinar y decidir sobre el uso de los recursos públicos. En una situación hipotética, utópica o más bien como simple ejercicio catártico haré algunas propuestas que, sin duda, hubieran servido mejor al país.
1. Con esos recursos se podría haber invertido en ciencia y tecnología 1 por ciento del PIB, como lo recomienda la OCDE, para los siguientes 10 años. Se podrían crear plazas y puestos de trabajo para más de 50 mil científicos jóvenes y traer algunos cerebros fugados de los más de medio millón que se han ido del país en las últimas dos décadas.
2. Se podría haber construido una ciudad del conocimiento, con varios centros de investigación aplicada y básica, en cada entidad del país. Su misión sería vincular los sectores académico y científico con el económico, social y cultural.
Así se generaría el círculo virtuoso de I+D que beneficiaría la economía nacional.
3. Se podrían haber construido 10 universidades de alta calidad científica con modernos laboratorios y con estudios de posgrado de nivel internacional. Se brindarían oportunidades de educación a los miles de jóvenes que no pueden acceder a una carrera universitaria por falta de cupo, eliminando así, la disponibilidad de “carne de cañón” que tienen los grupos delictivos.
4. Se podrían ampliar y fortalecer todas las universidades nacionales, estatales y tecnológicas para los próximos 10 años. Se cuadruplicaría su matrícula, se multiplicaría su calidad de sus estudios de licenciatura y posgrado, se cuadruplicaría la productividad de sus laboratorios y de sus investigadores, y se multiplicaría su capacidad de divulgar el conocimiento y la cultura.
Esos 20 mil millones de dólares podrían haberse usado para educar, educar y educar generaciones de jóvenes; para impulsar su creatividad e inteligencia; para cimentar el futuro del país en vez de llenar las arcas de especuladores.
De acuerdo con el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados, en tan sólo 6 meses el “catarrito financiero” quemó 24.4% de las reservas del país sin beneficio alguno.
En un país democrático (que no lo es México) la ciudadanía debería tener el derecho a opinar y decidir sobre el uso de los recursos públicos. En una situación hipotética, utópica o más bien como simple ejercicio catártico haré algunas propuestas que, sin duda, hubieran servido mejor al país.
1. Con esos recursos se podría haber invertido en ciencia y tecnología 1 por ciento del PIB, como lo recomienda la OCDE, para los siguientes 10 años. Se podrían crear plazas y puestos de trabajo para más de 50 mil científicos jóvenes y traer algunos cerebros fugados de los más de medio millón que se han ido del país en las últimas dos décadas.
2. Se podría haber construido una ciudad del conocimiento, con varios centros de investigación aplicada y básica, en cada entidad del país. Su misión sería vincular los sectores académico y científico con el económico, social y cultural.
Así se generaría el círculo virtuoso de I+D que beneficiaría la economía nacional.
3. Se podrían haber construido 10 universidades de alta calidad científica con modernos laboratorios y con estudios de posgrado de nivel internacional. Se brindarían oportunidades de educación a los miles de jóvenes que no pueden acceder a una carrera universitaria por falta de cupo, eliminando así, la disponibilidad de “carne de cañón” que tienen los grupos delictivos.
4. Se podrían ampliar y fortalecer todas las universidades nacionales, estatales y tecnológicas para los próximos 10 años. Se cuadruplicaría su matrícula, se multiplicaría su calidad de sus estudios de licenciatura y posgrado, se cuadruplicaría la productividad de sus laboratorios y de sus investigadores, y se multiplicaría su capacidad de divulgar el conocimiento y la cultura.
Esos 20 mil millones de dólares podrían haberse usado para educar, educar y educar generaciones de jóvenes; para impulsar su creatividad e inteligencia; para cimentar el futuro del país en vez de llenar las arcas de especuladores.
abanav@gmail.com
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