Excélsior/30 de marzo de 2009
Uno de los mayores errores que se han cometido en las últimas administraciones consiste en haber abandonado el proyecto nacional implícito en instituciones como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en las cuales se sintetiza una visión relativa a un país que tiene como objetivo mayor la inclusión social de toda su población.
La Universidad Nacional ha significado para México el espacio privilegiado de la reflexión, la crítica, la movilidad y la capilaridad social y, ¿por qué no decirlo también?, de la disidencia y el llamado a la protesta y la movilización ante la injusticia, el autoritarismo y los excesos del poder.
La UNAM ha sido también a lo largo del tiempo la casa por excelencia de la construcción de propuestas: en ella se han generado los principales avances científicos del país y ha sido la sede para la coexistencia y la convivencia de distintas formas de pensar y comprender al mundo, a la sociedad y a nuestro país.
La Universidad es una de esas instituciones de las que hablaba Gilberto Rincón Gallardo, en el sentido de que, a veces, a fuerza de verlas y de reconocer implícitamente su importancia, parecieran pasar desapercibidas, pero cuya sola reducción o incluso su desaparición, aun por un día, nos mostraría la inviabilidad social, política y cultural de toda la nación mexicana.
Por éstas y muchas otras razones, la voz de la Universidad Nacional debería ser escuchada y atendida cuando se emite a fin de convocar al país a una reflexión sobre los temas de mayor relevancia y trascendencia para construir visiones de largo plazo con el objetivo de mejorar las condiciones de vida de las mayorías depauperadas.
En ese sentido, es importante destacar que, la semana pasada, la Universidad Nacional llevó a cabo el Seminario México Social, en el que expertos y académicos discutimos sobre las alternativas de nuestro país para salir de la crisis pero, sobre todo, construir las condiciones necesarias para que, en el momento en que se logre la reactivación, podamos detonar un nuevo modelo de desarrollo y crecimiento económico que garantice la equidad social.
Lo que quedó de manifiesto en este importante foro de nuestra Universidad Nacional es que la principal agenda de este siglo es precisamente la de lo social. Que no hay nada más importante, como principal objetivo del Estado, que conseguir el pleno cumplimiento de los derechos sociales de la población, y no habrá manera de lograr un crecimiento sostenido y respetuoso del medio ambiente si no transitamos hacia un modelo distinto de generación de riqueza, a través de inteligencia agregada, innovación científica y desarrollo tecnológico.
La fractura de un modelo global sustentado en un sistema económico capitalista tendiente a la atrocidad, obliga a repensar, no sólo qué estructuras económicas debemos generar para evitar y revertir la desigualdad y la pobreza que hoy nos aquejan, sino también a replantear el modelo civilizatorio que ha puesto al borde del colapso a la naturaleza y a la viabilidad social del mundo.
Las coordenadas para la inserción de México en un nuevo orden global que habrá de construirse a partir de los siguientes meses, están determinadas por sus capacidades de moverse hacia una estrategia que apueste por recimentar la cohesión social con base en instituciones que, deliberadamente, desde el Estado, privilegien acciones para la cooperación, la solidaridad y la búsqueda de una prosperidad al alcance de todos.
El título del Seminario realizado por la UNAM, México Social, es indicativo de hacia dónde hay que movernos. El proyecto nacional expresado en la parte dogmática de nuestra Constitución puede y debe fortalecerse, y eso sólo se logrará en la medida en que el adjetivo de lo “social” logre dimensionarse y permear en todas las estructuras y decisiones del Estado.
La Universidad Nacional nos ha hecho un llamado a todos a suscribir un Manifiesto por un México Social, un documento que, desde una perspectiva ética, plantea renovar lo que significa nuestra nación y que, sin ambages, pone el énfasis en la urgencia de construir un Estado con la capacidad de generar justicia y dignidad para todos porque, a la luz de los datos de los que disponemos, el que ahora tenemos no lo ha conseguido.
La Universidad Nacional ha significado para México el espacio privilegiado de la reflexión, la crítica, la movilidad y la capilaridad social y, ¿por qué no decirlo también?, de la disidencia y el llamado a la protesta y la movilización ante la injusticia, el autoritarismo y los excesos del poder.
La UNAM ha sido también a lo largo del tiempo la casa por excelencia de la construcción de propuestas: en ella se han generado los principales avances científicos del país y ha sido la sede para la coexistencia y la convivencia de distintas formas de pensar y comprender al mundo, a la sociedad y a nuestro país.
La Universidad es una de esas instituciones de las que hablaba Gilberto Rincón Gallardo, en el sentido de que, a veces, a fuerza de verlas y de reconocer implícitamente su importancia, parecieran pasar desapercibidas, pero cuya sola reducción o incluso su desaparición, aun por un día, nos mostraría la inviabilidad social, política y cultural de toda la nación mexicana.
Por éstas y muchas otras razones, la voz de la Universidad Nacional debería ser escuchada y atendida cuando se emite a fin de convocar al país a una reflexión sobre los temas de mayor relevancia y trascendencia para construir visiones de largo plazo con el objetivo de mejorar las condiciones de vida de las mayorías depauperadas.
En ese sentido, es importante destacar que, la semana pasada, la Universidad Nacional llevó a cabo el Seminario México Social, en el que expertos y académicos discutimos sobre las alternativas de nuestro país para salir de la crisis pero, sobre todo, construir las condiciones necesarias para que, en el momento en que se logre la reactivación, podamos detonar un nuevo modelo de desarrollo y crecimiento económico que garantice la equidad social.
Lo que quedó de manifiesto en este importante foro de nuestra Universidad Nacional es que la principal agenda de este siglo es precisamente la de lo social. Que no hay nada más importante, como principal objetivo del Estado, que conseguir el pleno cumplimiento de los derechos sociales de la población, y no habrá manera de lograr un crecimiento sostenido y respetuoso del medio ambiente si no transitamos hacia un modelo distinto de generación de riqueza, a través de inteligencia agregada, innovación científica y desarrollo tecnológico.
La fractura de un modelo global sustentado en un sistema económico capitalista tendiente a la atrocidad, obliga a repensar, no sólo qué estructuras económicas debemos generar para evitar y revertir la desigualdad y la pobreza que hoy nos aquejan, sino también a replantear el modelo civilizatorio que ha puesto al borde del colapso a la naturaleza y a la viabilidad social del mundo.
Las coordenadas para la inserción de México en un nuevo orden global que habrá de construirse a partir de los siguientes meses, están determinadas por sus capacidades de moverse hacia una estrategia que apueste por recimentar la cohesión social con base en instituciones que, deliberadamente, desde el Estado, privilegien acciones para la cooperación, la solidaridad y la búsqueda de una prosperidad al alcance de todos.
El título del Seminario realizado por la UNAM, México Social, es indicativo de hacia dónde hay que movernos. El proyecto nacional expresado en la parte dogmática de nuestra Constitución puede y debe fortalecerse, y eso sólo se logrará en la medida en que el adjetivo de lo “social” logre dimensionarse y permear en todas las estructuras y decisiones del Estado.
La Universidad Nacional nos ha hecho un llamado a todos a suscribir un Manifiesto por un México Social, un documento que, desde una perspectiva ética, plantea renovar lo que significa nuestra nación y que, sin ambages, pone el énfasis en la urgencia de construir un Estado con la capacidad de generar justicia y dignidad para todos porque, a la luz de los datos de los que disponemos, el que ahora tenemos no lo ha conseguido.
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