Hace poco tiempo escuché el siguiente comentario de una funcionaria de la SEP: “el examen nacional que planeamos no se ha podido aplicar porque no hemos podido llegar a un acuerdo con el SNTE”. ¿Por qué el SNTE —me pregunté—puede obstaculizar la aplicación de un examen? Esto es absurdo.
Desde el año de la alternancia (2000), el sistema de educación básica comenzó a sufrir una progresiva declinación. Para demostrarlo, no hay necesidad de comparar indicadores de aprendizaje (los cuales, de hecho, poco se han movido en este lapso). Basta con advertir la creciente politización de la gestión escolar.
La “alianza” entre los presidentes Fox y Calderón con la dirección del SNTE ha tenido consecuencias lamentables porque ha trastornado la base institucional de las relaciones laborales SEP-SNTE, dando al sindicato facultades extraordinarias de intervención que han tenido consecuencias funestas.
La perversión de las relaciones laborales en educación llegaron a un extremo inconcebible cuando los líderes del sindicato resolvieron crear el “partido del magisterio”, el llamado Panal, organización que ha permitido a los líderes gremiales presionar y chantajear a la autoridad hasta extremos nunca vistos. (¿Por qué, habría que preguntarse, el IFE aprobó la creación del Panal? Es algo que todavía no me explico.)
En una decisión totalmente errónea, el presidente Calderón acordó conceder la Subsecretaría de Educación Básica al SNTE, lo cual crea la paradójica situación de que el gremio ocupa simultáneamente las posiciones de patrón y trabajador dentro del sistema educativo. El resultado de esta situación absurda es obvio: el patrón va a “sobreproteger” al trabajador y a producir un relajamiento en el trabajo.
No sólo eso, la concesión al SNTE dio lugar a una división política interna en la SEP, puesto que el enviado del sindicato, sabiéndose apoyado por un “acuerdo presidencial”, simplemente no se subordinó ante el titular de la SEP. Su poder venía de “arriba”. Lo que hemos visto desde 2006 a la fecha es una guerra silenciosa (pero dramática) entre la facción SNTE y la facción SEP.
La lideresa del SNTE es un personaje que no conoce la humildad, de modo que su nuevo poder la ha conducido a asumir actitudes de una prepotencia sin paralelo. Una demostración de esa actitud desmesurada fue la auténtica “imposición” de un nuevo Programa Sectorial a la SEP (cuando ésta ya había dado a conocer el programa oficial). Este nuevo programa cristalizó en el llamado Acuerdo por la Calidad de la Educación (ACE).
El ACE se ha convertido en un dolor de cabeza para la SEP por la sencilla razón de que fue el resultado de una improvisación y de que su ejecución depende en 100 por ciento de la voluntad del SNTE. El caso más visible es el “examen de ingreso” a los nuevos docentes. Aunque el SNTE estuvo en su concepción, el SNTE mismo ha apoyado —cuando así le ha convenido— a docentes que rechazan el examen. Por su parte, la SEP tiene las manos atadas para actuar, dado que la lideresa del SNTE acuerda directamente con el presidente, no con la SEP.
Este círculo vicioso no tiene solución a la vista y puede ser que dañe de manera permanente la estructura y el funcionamiento de la educación nacional —a menos que el presidente Calderón decida otra cosa—.
* Director de la revista Educación 2001.
Tomado de: http://www.campusmilenio.com.mx/
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