El Universal/31 de marzo de 2009
La visita de la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, ¿marca un cambio de rumbo en el tratamiento de la “guerra” mexicana contra el narcotráfico? Después de un intercambio problemático de opiniones, documentos y reclamos, parece que la posición de Estados Unidos se ha modificado, por lo menos en el discurso. Dijo Hillary: “Nuestra insaciable demanda de drogas ilegales impulsa el narcotráfico. Nuestra incapacidad de evitar el contrabando de armas a través de la frontera para dotar a esos criminales causa la muerte de policías, soldados y civiles. Siento que tenemos corresponsabilidad” (EL UNIVERSAL, 26/III/09).
Son históricos los reclamos que señalan que si nuestros vecinos del norte no tuvieran el mercado más grande de consumo de drogas, aquí los cárteles no habrían llegado a tener la dimensión actual. El negocio es enorme: se calcula que los cárteles reciben ganancias de 25 mil millones de dólares cada año (EL UNIVERSAL, 27/III/09), lo cual significa un poder financiero, armamentista y estratégico de proporciones gigantescas. Dos y medios puntos del PIB del país se fabrican en esa industria.
El cambio de rumbo no sólo es un gesto de buena voluntad entre vecinos y socios, sino un asunto de interés propio. Para EU los problemas con su vecino del sur son parte de su agenda interna. El tráfico de drogas y la violencia que conlleva el consumo han aumentado la violencia en las calles de muchas ciudades de Estados Unidos. En los últimos meses hemos visto a diversos personajes de la política, la inteligencia y las Fuerzas Armadas del norte referirse a México como un problema de seguridad creciente. Con la visita de Hillary Clinton se quiso alinear el discurso en una política para corregir el rumbo y asumir una corresponsabilidad. Incluso el director de Inteligencia Nacional, Dennis Blair, se ha retractado de sus declaraciones sobre la ingobernabilidad de algunos territorios del país que hizo el pasado 10 de marzo. Dos semanas después declaró: “México no está peligro de convertirse en Estado fallido”.
El discurso de autocrítica que asume una responsabilidad compartida entre los dos países es, sin duda, un respiro para el gobierno de Calderón. Las promesas de una nueva diplomacia de Estados Unidos hacia México no dejan de ser ambivalentes: por una parte Clinton señala que su país hará un esfuerzo para reducir el consumo de drogas, detener el tráfico de armas y vigilar el lavado de dinero. Al mismo tiempo, la encargada de la seguridad en la administración Obama, Janet Napolitano, establece un plan para reforzar la seguridad en la frontera con México, que incluye por lo pronto más patrullaje fronterizo, más agentes de migración, más presencia de la Agencia Estadounidense Antidrogas (DEA). ¿Todos estos pasos llegarán en el corto plazo a una militarización de la frontera? El propio presidente Obama ha indicado que la militarización no es una opción. Sin embargo, todas estas medidas pueden convertirse en un obstáculo mayor para la migración laboral hacia EU, el otro problema importante de la agenda bilateral.
Estados Unidos está elaborando planes para México y posiblemente dentro de dos semanas, durante la visita de Obama a México, haya alguna propuesta más completa en materia de migración y seguridad. Por lo pronto, antes de llegar la secretaria de Estado, supimos que había una partida de presupuesto para mejorar la capacidad del Ejército y la Armada de México. Aunque los montos no son significativos, casi 13 millones de dólares, son un complemento a los disminuidos recursos de la iniciativa Mérida (EL UNIVERSAL, 25/III/09). Para dimensionar las cifras se puede ver lo que señaló el presidente de Costa Rica sobre los fondos de ayuda de Estados Unidos: Óscar Arias dijo que la Iniciativa Mérida (ya va en 350 millones de dólares) equivale al gasto de un día en Irak. Así que Clinton puede decir que la relación entre México y Estados Unidos es familiar, pero los fondos de ayuda no lo expresan así. Clinton anunció la creación de una oficina bilateral para el combate al narcotráfico. Habrá que ver con lupa qué implicaciones tiene este nuevo espacio, sobre todo para no lastimar la soberanía. Sin pretender una posición nacionalista miope, la cooperación y la ayuda de Estados Unidos no deberían violentar la Constitución.
En medio de la visita de Hillary se supo que el nuevo embajador de Estados Unidos será Carlos Pascual, quien tiene un perfil de diplomático y académico y se ha especializado en estados fallidos o países en crisis, según los primeros bosquejos. De origen cubano, Pascual pasó por las universidades de Stanford y Harvard y viene del Brookings Institution, y ha sido un asesor cercano a Obama para diseñar la política hacia América Latina.
Por lo pronto, no sabemos si la nueva diplomacia de Estados Unidos alcanzará a concretarse en una política diferente. No se sabe si se modificará el muro fronterizo, si se militarizará la frontera, si habrá control de armas, si se tendrá cooperación en materia de lavado de dinero. Veremos en las próximas semanas si habrá corresponsabilidad real y nuevos enfoques o si sólo es un nuevo discurso…
Investigador del CIESAS
Son históricos los reclamos que señalan que si nuestros vecinos del norte no tuvieran el mercado más grande de consumo de drogas, aquí los cárteles no habrían llegado a tener la dimensión actual. El negocio es enorme: se calcula que los cárteles reciben ganancias de 25 mil millones de dólares cada año (EL UNIVERSAL, 27/III/09), lo cual significa un poder financiero, armamentista y estratégico de proporciones gigantescas. Dos y medios puntos del PIB del país se fabrican en esa industria.
El cambio de rumbo no sólo es un gesto de buena voluntad entre vecinos y socios, sino un asunto de interés propio. Para EU los problemas con su vecino del sur son parte de su agenda interna. El tráfico de drogas y la violencia que conlleva el consumo han aumentado la violencia en las calles de muchas ciudades de Estados Unidos. En los últimos meses hemos visto a diversos personajes de la política, la inteligencia y las Fuerzas Armadas del norte referirse a México como un problema de seguridad creciente. Con la visita de Hillary Clinton se quiso alinear el discurso en una política para corregir el rumbo y asumir una corresponsabilidad. Incluso el director de Inteligencia Nacional, Dennis Blair, se ha retractado de sus declaraciones sobre la ingobernabilidad de algunos territorios del país que hizo el pasado 10 de marzo. Dos semanas después declaró: “México no está peligro de convertirse en Estado fallido”.
El discurso de autocrítica que asume una responsabilidad compartida entre los dos países es, sin duda, un respiro para el gobierno de Calderón. Las promesas de una nueva diplomacia de Estados Unidos hacia México no dejan de ser ambivalentes: por una parte Clinton señala que su país hará un esfuerzo para reducir el consumo de drogas, detener el tráfico de armas y vigilar el lavado de dinero. Al mismo tiempo, la encargada de la seguridad en la administración Obama, Janet Napolitano, establece un plan para reforzar la seguridad en la frontera con México, que incluye por lo pronto más patrullaje fronterizo, más agentes de migración, más presencia de la Agencia Estadounidense Antidrogas (DEA). ¿Todos estos pasos llegarán en el corto plazo a una militarización de la frontera? El propio presidente Obama ha indicado que la militarización no es una opción. Sin embargo, todas estas medidas pueden convertirse en un obstáculo mayor para la migración laboral hacia EU, el otro problema importante de la agenda bilateral.
Estados Unidos está elaborando planes para México y posiblemente dentro de dos semanas, durante la visita de Obama a México, haya alguna propuesta más completa en materia de migración y seguridad. Por lo pronto, antes de llegar la secretaria de Estado, supimos que había una partida de presupuesto para mejorar la capacidad del Ejército y la Armada de México. Aunque los montos no son significativos, casi 13 millones de dólares, son un complemento a los disminuidos recursos de la iniciativa Mérida (EL UNIVERSAL, 25/III/09). Para dimensionar las cifras se puede ver lo que señaló el presidente de Costa Rica sobre los fondos de ayuda de Estados Unidos: Óscar Arias dijo que la Iniciativa Mérida (ya va en 350 millones de dólares) equivale al gasto de un día en Irak. Así que Clinton puede decir que la relación entre México y Estados Unidos es familiar, pero los fondos de ayuda no lo expresan así. Clinton anunció la creación de una oficina bilateral para el combate al narcotráfico. Habrá que ver con lupa qué implicaciones tiene este nuevo espacio, sobre todo para no lastimar la soberanía. Sin pretender una posición nacionalista miope, la cooperación y la ayuda de Estados Unidos no deberían violentar la Constitución.
En medio de la visita de Hillary se supo que el nuevo embajador de Estados Unidos será Carlos Pascual, quien tiene un perfil de diplomático y académico y se ha especializado en estados fallidos o países en crisis, según los primeros bosquejos. De origen cubano, Pascual pasó por las universidades de Stanford y Harvard y viene del Brookings Institution, y ha sido un asesor cercano a Obama para diseñar la política hacia América Latina.
Por lo pronto, no sabemos si la nueva diplomacia de Estados Unidos alcanzará a concretarse en una política diferente. No se sabe si se modificará el muro fronterizo, si se militarizará la frontera, si habrá control de armas, si se tendrá cooperación en materia de lavado de dinero. Veremos en las próximas semanas si habrá corresponsabilidad real y nuevos enfoques o si sólo es un nuevo discurso…
Investigador del CIESAS
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