Esta semana comenzó en México la aplicación de la prueba a gran escala para medir el desempeño de los jóvenes de 15 años, una prueba diseñada e impulsada por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Al respecto, la mayoría de expresiones públicas ha indicado lo predecible: no debemos esperar cambios significativos en los resultados de los jóvenes mexicanos. Sin embargo, hay algunos aspectos novedosos que vale la pena considerar.
El Programa para la Evaluación Internacional de los Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés) no mide, en sentido estricto, contenidos curriculares, sino qué conocimientos y habilidades han adquirido los alumnos cuando ya han concluido (o están por concluir) su educación básica. Por esa razón se dice que PISA evalúa qué tan preparados están los jóvenes para enfrentar el futuro o en qué medida el sistema educativo, la sociedad, realmente prepara a las siguientes generaciones. Por la misma razón, se anota que se trata de una prueba muy relevante y orientada hacia la política educativa, dado que aporta información sistemática de qué tan bien o mal están funcionando los sistemas educativos.
El proyecto PISA comenzó en el año 2000 y se lleva a cabo cada tres años. En cada aplicación valora tres áreas temáticas: lectura, matemáticas y ciencia, pero se concentra en una u otra área. Esto es: en su primera versión enfatizó el área de lectura; después, en 2003, matemáticas; y por último las ciencias en 2006. Además de las áreas, también indaga otros aspectos, como las motivaciones de los jóvenes por aprender, sus estrategias de aprendizaje o condiciones socioeconómicas.
El punto importante es que, y esto es lo novedoso del caso, en la aplicación de 2009 otra vez volverá al área de lectura. Es decir, ya se cumplió un ciclo desde que comenzó PISA y ahora vendrá una segunda vuelta de sus evaluaciones. Por tanto, tras casi una década de mediciones y obtención de resultados, tendríamos que preguntarnos qué iniciativas en el sector educativo se han alineado en estos años con esos insumos, cuáles han sido sus resultados y, sobre todo, qué tan útil ha sido esta prueba para el diseño de la política educativa nacional.
Otro elemento sobresaliente es la meta que la actual administración se propuso respecto del puntaje en PISA. En su escueto programa sectorial, aparece la calificación de PISA en las pruebas de matemáticas y lectura como el primer indicador para medir el mejoramiento de la calidad educativa. Se propone aumentar 43 puntos en esta prueba. Es decir, pasar de 392 puntos que obtuvieron, en promedio, los jóvenes mexicanos en la aplicación de 2003 a 435 para 2012.
El asunto es que en las tres aplicaciones anteriores, aunque se trata de puntajes bajos, han sido relativamente irregulares las calificaciones. Por ejemplo, el desempeño en lectura pasó de 422 a 400 y a 410, para 2000, 2003 y 2006, respectivamente. En matemáticas, pasó de 387 a 385 y a 406 para el mismo periodo. Entonces, ¿será fácil o no llegar a la meta? Alcanzar los puntos no solamente depende de la ejecución en la prueba, el otro aspecto importante es la selección de la muestra y la presión de los jóvenes de 15 años con bajos niveles de calificación que siguen en las aulas.
Paradójicamente, una mayor cobertura presiona a la baja los resultados en la prueba PISA y, al contrario, si una buena cantidad de jóvenes a los 15 años ya abandonó la escuela, los resultados serán mejores. Así, si se hacen los cálculos apropiados, bien se podrían avanzar 15 o 16 puntos en esta aplicación y otros tantos para 2012; parece relativamente fácil alcanzarla la meta.
Otro elemento adicional en este año es la aplicación de una prueba especial para los jóvenes de bachillerato de tercer grado, asociada a PISA pero que en realidad no forma parte de ese programa. La confusión es porque en 2006 se aplicó lo que se llama PISA modal, una opción adicional del mismo programa para los jóvenes de primer año de bachillerato, independientemente de su edad. En este año, sin embargo, la SEP ha informado que el mismo Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), encargado de PISA en el ámbito nacional, aplicará paralelamente una prueba a los estudiantes de tercer grado de bachillerato y la denominan “PISA 12”. No obstante, es una prueba que no forma parte del mismo programa. Recuérdese que PISA evalúa a jóvenes de 15 años. Lo notable, ante la reforma de la educación media superior y la discusión legislativa sobre su obligatoriedad, es el cruce de evaluaciones a gran escala entre las que realiza ENLACE y la que ahora se pretende llevar a cabo.
Un último factor que también vale la pena señalar es que, a diferencia de las aplicaciones de 2003 y 2006 de PISA, la de este año se realizará bajo otra administración del INEE. En principio, eso no tendría mayor relevancia, se trata de instituciones, no de personas, pero en este caso es el primer cambio en el instituto y está en ciernes la discusión legislativa sobre el tema de la evaluación. Sí, hay novedades.
* UNAM-IISUE/SES.
El Programa para la Evaluación Internacional de los Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés) no mide, en sentido estricto, contenidos curriculares, sino qué conocimientos y habilidades han adquirido los alumnos cuando ya han concluido (o están por concluir) su educación básica. Por esa razón se dice que PISA evalúa qué tan preparados están los jóvenes para enfrentar el futuro o en qué medida el sistema educativo, la sociedad, realmente prepara a las siguientes generaciones. Por la misma razón, se anota que se trata de una prueba muy relevante y orientada hacia la política educativa, dado que aporta información sistemática de qué tan bien o mal están funcionando los sistemas educativos.
El proyecto PISA comenzó en el año 2000 y se lleva a cabo cada tres años. En cada aplicación valora tres áreas temáticas: lectura, matemáticas y ciencia, pero se concentra en una u otra área. Esto es: en su primera versión enfatizó el área de lectura; después, en 2003, matemáticas; y por último las ciencias en 2006. Además de las áreas, también indaga otros aspectos, como las motivaciones de los jóvenes por aprender, sus estrategias de aprendizaje o condiciones socioeconómicas.
El punto importante es que, y esto es lo novedoso del caso, en la aplicación de 2009 otra vez volverá al área de lectura. Es decir, ya se cumplió un ciclo desde que comenzó PISA y ahora vendrá una segunda vuelta de sus evaluaciones. Por tanto, tras casi una década de mediciones y obtención de resultados, tendríamos que preguntarnos qué iniciativas en el sector educativo se han alineado en estos años con esos insumos, cuáles han sido sus resultados y, sobre todo, qué tan útil ha sido esta prueba para el diseño de la política educativa nacional.
Otro elemento sobresaliente es la meta que la actual administración se propuso respecto del puntaje en PISA. En su escueto programa sectorial, aparece la calificación de PISA en las pruebas de matemáticas y lectura como el primer indicador para medir el mejoramiento de la calidad educativa. Se propone aumentar 43 puntos en esta prueba. Es decir, pasar de 392 puntos que obtuvieron, en promedio, los jóvenes mexicanos en la aplicación de 2003 a 435 para 2012.
El asunto es que en las tres aplicaciones anteriores, aunque se trata de puntajes bajos, han sido relativamente irregulares las calificaciones. Por ejemplo, el desempeño en lectura pasó de 422 a 400 y a 410, para 2000, 2003 y 2006, respectivamente. En matemáticas, pasó de 387 a 385 y a 406 para el mismo periodo. Entonces, ¿será fácil o no llegar a la meta? Alcanzar los puntos no solamente depende de la ejecución en la prueba, el otro aspecto importante es la selección de la muestra y la presión de los jóvenes de 15 años con bajos niveles de calificación que siguen en las aulas.
Paradójicamente, una mayor cobertura presiona a la baja los resultados en la prueba PISA y, al contrario, si una buena cantidad de jóvenes a los 15 años ya abandonó la escuela, los resultados serán mejores. Así, si se hacen los cálculos apropiados, bien se podrían avanzar 15 o 16 puntos en esta aplicación y otros tantos para 2012; parece relativamente fácil alcanzarla la meta.
Otro elemento adicional en este año es la aplicación de una prueba especial para los jóvenes de bachillerato de tercer grado, asociada a PISA pero que en realidad no forma parte de ese programa. La confusión es porque en 2006 se aplicó lo que se llama PISA modal, una opción adicional del mismo programa para los jóvenes de primer año de bachillerato, independientemente de su edad. En este año, sin embargo, la SEP ha informado que el mismo Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), encargado de PISA en el ámbito nacional, aplicará paralelamente una prueba a los estudiantes de tercer grado de bachillerato y la denominan “PISA 12”. No obstante, es una prueba que no forma parte del mismo programa. Recuérdese que PISA evalúa a jóvenes de 15 años. Lo notable, ante la reforma de la educación media superior y la discusión legislativa sobre su obligatoriedad, es el cruce de evaluaciones a gran escala entre las que realiza ENLACE y la que ahora se pretende llevar a cabo.
Un último factor que también vale la pena señalar es que, a diferencia de las aplicaciones de 2003 y 2006 de PISA, la de este año se realizará bajo otra administración del INEE. En principio, eso no tendría mayor relevancia, se trata de instituciones, no de personas, pero en este caso es el primer cambio en el instituto y está en ciernes la discusión legislativa sobre el tema de la evaluación. Sí, hay novedades.
* UNAM-IISUE/SES.
Tomado de: http://www.campusmilenio.com.mx/
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