lunes, 31 de mayo de 2010

Diego y callejerito

Sara Sefchovich
El Universal/30 de mayo de 2010

En un artículo titulado “Simpatía por el crimen”, Héctor de Mauleón se refirió a quienes ven el secuestro de Diego Fernández de Cevallos como asunto de justicia social y sus simpatías no están con la víctima, sino con los criminales. Ese modo de pensar se justifica en base en dos argumentos: uno tiene que ver con que el personaje de que se trata hizo mucho daño y es ampliamente detestado. Otro tiene que ver con la dificultad de la vida de millones de mexicanos “robados, agraviados, aplastados, marginados.”

Ambas explicaciones apuntan a un mismo fondo: el agravio social.

Ahora bien: si la explicación pasa por allí, ¿cómo se explica el crimen atroz, cometido por pura diversión, contra un pobre perro callejero, indefenso totalmente, sin nombre siquiera, que no le había hecho ningún daño a nadie? Se trata de un caso opuesto exactamente al del político secuestrado y me pregunto: ¿se le puede dar también una explicación social? ¿y cuál sería ésta? ¿sería la misma que vale para el caso de Diego y que tiene que ver con las dificultades de la vida para millones de ciudadanos?

Responder a esta pregunta es un desafío. ¿Qué agravio social explica que adolescentes, estudiantes, hijos de familia, gente común pues, puedan cometer un asesinato como ese? ¿y qué nivel de agravio explica que además se enorgullecieran de sus acciones y las filmaran y grabaran y subieran a la red para presumirle su hazaña a todo mundo?, ¿y que todavía después, cuando se les entreviste no tuvieran conciencia de la aberración en que incurrieron?

Estamos frente a una cuestión significativa. Porque si vemos lo que se enseña en la escuela, en los discursos culturales y en los programas de televisión para niños, la naturaleza es lo más importante y hermoso. Siempre hay cielos azules y árboles verdes, siempre los animales son los personajes con los que se aprende y nuestros grandes amigos. ¿En qué momento esto se revierte y hace que los jóvenes actúen como actuaron?

Es mi opinión que nos estamos topando contra la pared si todo lo queremos atribuir a la pobreza y el malestar social, porque si bien la explicación social es útil e importante no es suficiente. Si lo fuera, todos nosotros seríamos criminales (al menos en potencia) porque todos vivimos en esta sociedad y todos estamos profundamente agraviados por la inseguridad, la economía, el modo de hacer las cosas y de comportarse de los que nos gobiernan, la desigualdad y carencia de oportunidades, la frustración y el miedo.

Y sin embargo no es así: no todos somos delincuentes, no todos torturamos a un animal indefenso, no todos secuestramos a una persona por mucho que nos desagrade, no todos vomitamos nuestro enojo a diestra y siniestra. Alejandro Herrera Ibáñez cuenta cómo el caso citado del perro suscitó una enorme reprobación social, que llegó incluso a convertirse en el motor para que muchos ciudadanos pidan leyes de protección a los animales y castigo severo para quienes los maltratan. Escribe el autor: “Ha resultado alentador constatar que el nivel de indignación surgida a raíz de este acontecimiento revela el surgimiento de una conciencia moral que hace algunos años habría sido impensable en la población de nuestro país.”

O sea que la misma explicación social que se da para explicar la delincuencia, se puede dar para explicar lo contrario: la indignación contra la delincuencia.

La conclusión no puede ser más que una: que no somos una sola sociedad y que por lo tanto, no hay la misma reacción de todos ante las dificultades de la vida: algunos vomitan su ira o cometen actos criminales, mientras que otros creen que el camino consiste en exigir leyes, crear instituciones y darle fuerza a sus reclamos para que las cosas mejoren.

Los que así pensamos estamos convencidos de que México es más que sus políticos y más que sus delincuentes y que el camino no consiste en volverse criminales o destilar inmundicia como modo de sacar agravios, porque como dice de Mauleón, “las simpatías por el crimen siempre terminan por ponernos un plato de sangre frente a la boca”.


sarasef@prodigy.net.mx

Escritora e investigadora en la UNAM

1 comentario:

Uriel Jiménez dijo...

muy interesante comentario sobre estos temas tan polemicos