Carlos Monsiváis
El Universal/1 de marzo de 2009
El 24 de febrero de 2009, entre 5 y 6 de la tarde, un comando de encapuchados armados irrumpen en un departamento del fraccionamiento Alborada Jaltenco y asesinan a machetazos y con tubos a cerca de 37 perros y gatos.
La vivienda la ocupa un protector de animales, Javier Cervantes Hernández, de 30 años, que no se encontraba en el momento de la agresión. Según vecinos, los encapuchados (cuatro vestidos de negro y dos de civil) lanzaron los cadáveres de los animales a la camioneta, además de intimidar y golpear a las personas que intentaron detener la matanza. Los muros y pisos de la casa estaban llenos de sangre.
En el domicilio quedaron con vida seis animales, que fueron rescatados la tarde de hoy por integrantes de sociedades protectoras, ya que el resto de gatos y perros sobrevivientes al parecer huyeron, aunque los integrantes de sociedades protectoras afirman que en total fueron asesinados 37 animales. En el domicilio se encontraron en el refrigerador los cuerpos de al menos seis perros y cuatro gatos, algunos de ellos destazados; los animales todavía tenían piel.
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Según el alcalde de Jaltenco, Germán Romero Lugo, del PRD, desde hace tres años vecinos de Alborada Jaltenco se quejaban de la situación, ya que el excremento de los perros producía mal olor y moscas, por lo que el ayuntamiento inició un procedimiento contra Cervantes Hernández por presunta violación a la Ley de Condóminos local, al tener animales en su departamento. A las acusaciones, Patricia Rico Rodríguez, de Animales Desamparados, AC, dijo que Cervantes Hernández “dejaba de comer” para atender a los perros y gatos que recogía en las calles, enfermos o que habían sufrido algún tipo de maltrato.
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Un amigo de Cervantes Hernández, Héctor José Urdapilleta, muy golpeado, narró su experiencia: “Me llamó Javier para decirme que un vecino le había avisado que estaban matando a sus perros. Corrí hasta el departamento y fui recibido por personas de negro, encapuchadas, con armas largas, machetes y tubos. Les pedí que dejaran de golpear y machetear a los perros. ‘¿Eres el dueño de los perros?’ ‘No, pero son de un amigo y vine a ver qué pasaba’. Me metieron al departamento y me empezaron a golpear con los tubos y a patadas. ‘Sabes que estás metido en un grave problema’, me dijeron, al mismo tiempo que me tiraron donde estaban agonizantes los perros.
“Alcance a ver a Tomás, un perro que gritaba desgarradoramente por el dolor de sus heridas. Alcancé a ver a otro perrito que, al huir, de un machetazo le cortaron una patita y a pesar de eso siguió corriendo. ‘Eso es lo que quieres, pues eso tendrás’, y me aventaron sobre los perros masacrados. Me oyeron llorar por no poder hacer nada. Les grité a los vecinos, y todos se quedaron callados. Afuera estaban policías municipales impidiendo entrar a nadie. Junto con los animales destrozados, me subieron a una camioneta y no me permitían subir la cabeza, con las botas me la bajaban, quedando empapado en sangre de los perros.
“Al ver llegar a la policía estatal, sentí un gran alivio, pensé que me rescatarían; tengo muchos amigos en la policía estatal, pero no hicieron nada. Me amarraron con cinta canela los pies y manos y me llevaron al MP, quien no encontró ninguna razón para consignarme, por lo que me volvieron a subir a la camioneta y me fueron a tirar hasta una pequeña barranca no muy lejos de aquí. Desde ahí me regresé caminando y aunque son las dos de la mañana, estoy vivo”.
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Un grupo de defensores de los animales acudió en la madrugada al rescate de los sobrevivientes, varios de ellos fueron golpeados y todos maltratados verbalmente. Se salvaron 17 perros. El licenciado David García Ayala acompañó a las cuatro de la mañana a Cervantes Hernández a levantar la demanda en Tultitlán. Hasta el momento las autoridades han insistido que actuaron así por demanda de los vecinos.
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Se puede insistir, de acuerdo a la normatividad, en las infracciones cometidas por Cervantes Hernández y la inconveniencia de tantos perros y gatos en un espacio reducido. Pero no se utilizó lo debido, un procedimiento administrativo, y lo que se hizo es de un salvajismo tal que nulifica las sórdidas explicaciones del edil perredista y explica perfectamente la jactancia de estas autoridades incapaces de entender los significados de la crueldad y las consecuencias de ese trato dirigido contra seres vivos. Esto aquí es lo principal. Lo que narra Urdapilleta es una escena intolerable en varios sentidos, y trasciende el “sentimentalismo” atribuido a los amantes de los perros y gatos. En efecto, y esta es mi convicción, los animales tienen derechos y negar que sufren y reírse de este sufrimiento es, como se le quiera ver, otra prueba de la deshumanización. El ser humano no puede ni debe celebrar el dolor infligido a seres vivos, ni tiene sentido negar que tal insensibilidad se traslada luego y con fuerza a la furia contra seres humanos.
En México, uno de los países en donde las corridas de toros se elevan al rango de “arte taurino”, en cabal y feliz ignorancia de lo que significan los preparativos de las corridas y la falsa “igualdad de oportunidades” para el toro y el torero, se ha visto recientemente el aplauso dedicado a un niño que a los 11 años ya incursiona en esa matanza “artística”. Se ha protestado, y con toda justicia, contra el trato de los animales en los circos, y los dueños han emitido declaraciones en las que la hipocresía anda en el trapecio. Esto para no hablar de las condiciones de los rastros ni del trato infligido por los encargados de los antirrábicos a los animales callejeros. Se alaba e incluso se califica de “conveniente” la crueldad; no importa, está bien porque se aplica a seres irracionales, y en época de crisis a quién le importa lo que le suceda a todo aquello que pertenece al rumor de lo “inhumano”.
Por eso, no obstante las movilizaciones de los defensores de los derechos de los animales, lo casi seguro es la inexistencia noticiosa de este acto aberrante en Jaltenco, con todo y el desvarío explicativo del alcalde perredista. Pero cada vez se aclara más un hecho: la crueldad contra seres vivos es parte del proceso educativo en la deshumanización.
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